Tu fe reconoce cual es ese grano de trigo que cae en tierra y muerte antes de dar mucho fruto; vive en tu alma; ningún cristiano duda que Cristo no habló de sí mismo…Escúchenme, divinos granos de trigo que se encuentran aquí, de esto no tengo duda…o más bien escuchen a través de mí al primer grano de trigo, que les dice: no amen su vida en este mundo; no la amen si la aman verdaderamente, porque es no amándola que la salvarán…«El que ama su vida en este mundo la perderá.»
Es el grano caído en tierra que habla de este modo, el que murió para dar mucho fruto. Escúchenlo, porque lo que dice, lo hizo. Él nos instruye, y nos muestra el camino por su ejemplo. Cristo, en efecto, no reclamó su vida en este mundo – él vino para perderla, para darla por nosotros, y para retomarla cuando él lo quisiera…:«tengo el poder de entregar mi vida, y el poder de retomarla.» (Jn 10:18)
Entonces ¿cómo es que, disponiendo de un tal poder divino, haya podido decir: «Ahora mi alma está turbada»? ¿Cómo, con un tal poder, ese Hombre-Dios, está turbado, sino porque carga la imagen de nuestra debilidad? Cuando él dice: «tengo el poder de entregar mi vida, y el poder de retomarla», Cristo se muestra tal y como es en él mismo. Pero cuando está turbado ante la muerte que se aproxima, Cristo se muestra tal y como es en ti.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 305, 4to para la fiesta de san Lorenzo (Trad. ©Evangelizo.org)
Sermón 305, 4to para la fiesta de san Lorenzo (Trad. ©Evangelizo.org)
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