martes, 27 de enero de 2015

Como combatir las distracciones en la oración



Aunque no sea deseable, la distracción, es una realidad en la vida de todo cristiano.
Ya se sabe que aún la oración hecha de manera distraída posee valor delante de Dios. Aún así, ella -la distracción-, no propicia que la persona avance en la vida de santidad y se adentre en otras moradas.
La lucha de todos debe ser, por lo tanto, combatir la distracción y así obtener de ella alimento para el alma, como enseña Santa Teresa de Ávila.

En primer lugar es necesario definir lo que es esa "atención" que se quiere alcanzar. Santo Tomas de Aquino enseña que existen tres tipos:
a) la Atención de las palabras
b) la Atención de los sentidos
c) la Atención de la presencia.

La primera es cuando la persona pronuncia las palabras con alguna concentración, pero sin detenerse en lo que ellas significan. Cuando eso sucede, o sea, cuando la persona medita en el sentido de lo que está diciendo, es evidente que está en el segundo caso. A pesar de ya haber sido grande el progreso todavía existe otra distracción a ser vencida: la del tercer caso. Es necesario estar atento al hecho de que existe una presencia, existe una Persona con la cual se está hablando en la oración. Si eso no es percibido, la persona todavía está dispersa.

La distracción puede ser voluntaria o involuntaria, según el fraile dominico Frey Antonio Royo Marín, en su obra Teología de la perfección cristiana. La distracción involuntaria puede ser causada por la propia índole (temperamento) del individuo, por fatiga mental, por culpa del director espiritual (que puede determinar un tipo de oración para la cual la persona todavía no está preparada) y, por fin, por culpa del demonio (en ese caso, el remedio es el uso de água bendita durante los momentos de oración)

Las causas voluntarias de distracción, según el fraile Royo Marín son:
a) la falta de una preparación próxima (rezar sin preparar el local, sin determinar el tiempo, no tener postura de oración)
b) La falta de preparación remota (cuando la persona vive una vida dispersa por culpa personal)

El fraile enseña el remedio para luchar contra la distracción, resaltando que es realmente un combate y ese combate también tiene su mérito delante de Dios. Es un medio de santificación también la lucha por conseguir la concentración. Si las causas son involuntarias el fraile explica que es posible librarse de los influjos del temperamento con el uso de algunos auxilios: leer y hablar en voz alta, rezar por escrito, hacer actos de devoción (fijar los ojos en el sagrario, en una imagen, etc.) escoger materias de oración más concretas y menos abstractas, propiciando el entendimiento y la concentración, humillarse delante de Dios cuantas veces sea necesario.

Para las distracciones voluntarias los remedios son: la preparación próxima (preparar el lugar, determinar el tiempo y adoptar una postura) y la preparación remota (cultivar el silencio, huir de la curiosidad vana)
El cultivo del silencio, dice él, ayuda a oir mejor a Dios, hace que la persona se encuentre consigo misma, más allá de eso, produce una higiene (salud) psíquica. Ya la curiosidad va a llevar a la persona a salir del foco de la vida y si no tiene foco en la vida, la tendrá en la oración? Dificilmente.

Todo eso puede ser resumido en guardar los sentidos, la imaginación y el corazón. El hombre no es una lata de suciedad que puede ver todo, oír todo, experimentar todo y aún así hallar que saldrá ileso de todo eso. Las imágenes y los sonidos almacenados puede transformarse en basura. Así, cuando la persona se pone en oración es impedida por todo esa mugre que está abarrotando su corazón.

La concentración en la oración es una lucha, una batalla. Hoy fueron ofrecidas algunas ideas, algunas armas para ayudar en ése combate. Pero, aun luchando, sé humilde, recuerda que la oración con distracción también tiene valor. No desistas de luchar. Dios aprecia todo el esfuerzo. Con la lucha el hombre puede volverse más fuerte, más santo, más hijo de Dios.

P. Paulo Ricardo


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