martes, 31 de marzo de 2015

Clama la sangre de Jesús

Los que claman la sangre de Jesús obtienen la victoria para ellos.


En Éxodo, Dios dio órdenes claras para la salvación de Su pueblo. El mandó señales y castigos, conocidos como “plagas de Egipto”. A pesar de todo eso, el corazón del Faraón no se “ablandó”. Finalmente, el Señor dijo que tendría que exterminar a todos los primogénitos de Egipto pero no quería que ninguno de los hijos de su pueblo fuese exterminado. Por eso mandó que se inmolase un cordero y que su sangre se pase en la puerta de las casas de aquel pueblo.

“El cordero, el cabrito será sin mancha, un macho de un año, que tomareis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardareis hasta el décimo cuarto día de este mes, y toda la congregación de Israel lo sacrificará por la tarde. Y tomarán  la sangre y lo pondrán en ambas hombreras y en el marco de la puerta, en las casas donde lo comerán. Y en aquella noche comerán la carne asada en el fuego, con panes ázimos, con hierbas amargas la comerán. Aquella sangre será la señal en las casas donde estén, viendo la sangre pasaré por encima y no habrá entre ustedes plaga de mortalidad, cuando yo hiera la tierra de Egipto“. (Éxodo 12,5-8-13)

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El verbo “inmolar” significa “matar”. Fue así que el Señor pidió. El quería que el pueblo escogiese un cordero sin ninguna mancha, sin ningún defecto, para ser inmolado y toda su sangre derramada.

Hoy, nuestro Cordero es Jesús, y su Sangre fue derramada por nosotros. Necesitamos pasar la Sangre de Jesús en nuestras puertas, casas y principalmente en nuestro corazón para que el ángel exterminador no entre. Fue así que sucedió en la lectura: el exterminador pasó por las casas que habían sido marcadas por la sangre del cordero pero no tocó a los que ahí vivían pues obedecieron al Señor.
En este tiempo de misericordia Dios está dando la gracia de una segunda conversión a aquellos que ya le pertenecieron pero que por mil razones acabaron dejando que su fe se enfríe. Lo más importante es que marquemos nuestra puerta con la Sangre del Cordero. Jesús quiere derramar sobre nosotros Su sangre y nosotros necesitamos saber del poder que eso tiene. El demonio tiene miedo de la sangre de Jesus por eso se aleja de nosotros, así como el angel exterminador.

Necesitamos ser marcados por esa Sangre. ¡Es nuestro derecho! El enemigo no puede tocar nuestra salud y traernos enfermedades. El no tiene el derecho de tocar nuestro matrimonio ni a nuestros hijos. Si él hizo eso es porque hemos sido bobos. El enemigo es como un cachorro. Si lo dejas hacer lo que él quiere, entrará en tu casa, se subirá en las personas y en los muebles.

Buscamos favores con el demonio cuando vamos a adivinos, cuando aceptamos invitaciones para centros espiritistas o buscamos matrimonios y empleos pidiendo ayuda a personas que “leen la suerte” y las cartas. En muchos lugares al demonio se le llama “can”, porque él es realmente como un can (perro) cuando nosotros no usamos autoridad con él.

Una vez bautizados, Jesús ya derramó sobre nosotros Su sangre. Somos una nueva criatura. Jesús ya nos liberó de las garras del demonio, de la esclavitud. Pero nosotros muchas veces no usamos nuestros derechos y dejamos que el enemigo haga un desastre en nuestro matrimonio. Al principio muchos creen normal que el marido “pierdan su cabeza” al traicionar a su esposa pero él fue pecador, fue infiel. Y quien estuvo en medio de todo eso fue el enemigo, siendo que él no tiene el derecho de poner la mano en su matrimonio. ¿No es verdad que lo dejamos entrar?

Si pasaste años en el relajo, dejando que el “cachorro” entre y haga lo que quiere en tu vida, puedes ahora mandarlo lejos. Tu puedes y necesitas asumir la Sangre de Jesús sobre ti, sobre tu vida y sobre tu matrimonio.
La Palabra de Dios dice que si uno de los cónyuges es santo, terminará por santificar al otro. Pide la misericordia del Señor y asume Su autoridad en tu matrimonio, en tu casa. El Señor te quiere librar del enemigo, El quiere darte la gracia de la confesión, de la simplicidad en tu matrimonio. Si te arrepientes de tus errores, haz un acto de contricción y pide perdón del fondo de tu corazón.

En nombre de Jesús, que los espíritus inmundos no tengan ninguna otra autoridad sobre la vida de los casados ni vuelvan a sus casas, porque Jesús es el Señor!
Hombres y mujeres, por amor a Dios y por amor a su familia, hagan una limpieza en su vida!.
Si se equivocaron, ¡arrepiéntanse!
No admitan suciedad en su lecho conyugal.

Oremos:
“Yo renuncio a satanás, a las cosas que el diablo terminó enseñándome. Yo me arrepiento de las cosas que hice y te pido perdón Señor.; Yo acepto la Sangre de Jesús en mi vida y en mi casa. Amén”.


Prédica “La sangre de Jesús en nuestra casa”,
de monseñor Jonas Abib, del 16 de marzo del 2000
fuente Canción Nueva en español.

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