miércoles, 27 de enero de 2016

Meditación: Marcos 4,1-20

Con la parábola que leemos hoy, Jesús revela algo del Reino de Dios. Cuando los discípulos le preguntaron el significado de esta parábola, él les contestó: “A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios” (Marcos 4, 11).

La idea central de la parábola es la semilla. La semilla es el Reino de Dios, que entra con fuerza en el mundo mediante la Palabra de Dios. Jesús inaugura el Reino con su encarnación y su nacimiento, y lo revela por medio de su ministerio, su muerte y su resurrección. La parábola nos hace pensar en cómo reaccionamos nosotros frente al Reino: ¿Qué tipo de terreno presentamos nosotros? ¿Estamos absorbidos por las preocupaciones de esta vida, al punto que la muerte y la resurrección de Cristo no pueden dar fruto en nosotros? ¿Tenemos una fe superficial y débil que sólo aflora en acciones externas?

“Otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno” (Marcos 4, 8). Un rendimiento del treinta por uno en la cosecha es excepcional en cualquier circunstancia, incluso hoy mismo; pero, que algunas semillas produzcan el ciento por uno es increíble. Semejante cosecha sólo es posible gracias a la muerte y la resurrección de Cristo en la vida del creyente. Estos son los que se entregan y reciben la revelación del misterio del Reino, y Jesús los transforma.

Cristo dijo, “si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto” (Juan 12, 24). Jesús fue quien murió en la cruz y resucitó, dando mucho fruto para el Padre, porque redimió a toda la humanidad. ¡Por el bautismo en la muerte y la resurrección de Cristo y la fe en él, nosotros hemos muerto con él y resucitado con él a la nueva vida (Romanos 6, 3-8)! Esta es la obra que capacita a los creyentes a producir esta cosecha increíblemente abundante para la gloria del Padre.

Sepamos, pues, que podemos dar fruto para Dios sólo gracias a la obra de Jesús en su muerte y su resurrección. Oremos para que esta obra se profundice constantemente en nosotros.
“Espíritu Santo, Consolador, prepáranos el corazón para recibir la Palabra de Dios cada vez con mayor profundidad. Revélanos, te rogamos, el deseo más hondo de Jesús de enseñarnos las cosas del Reino, y su inmenso amor.”

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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