martes, 25 de octubre de 2016

Dios es admirable en sus santos

Gregorio de Palamás, Homilía 25 (PG 151, 322-323)

Realmente Dios es admirable en sus santos. Por eso, al decir el salmista-profeta: Dios es admirable en sus santos, añadió: Él es quien da fuerza y poder a su pueblo. Considerad y comprended la fuerza de la palabra profética; dice que Dios da la fuerza y el poder a todo su pueblo, pues Dios no es parcial con nadie, y que es admirable en solos sus santos.

Dios distribuye desde lo alto a todos las riquezas de su gracia, pues él es la fuente de la salvación y de la luz, de la que perennemente fluyen la misericordia y la clemencia. Pero gozan de su fuerza y de su gracia en orden a la práctica y perfeccionamiento de la virtud, o para hacer milagros, no todos indiscriminadamente, sino los que consiguieron su buen propósito y, mediante las obras, dieron pruebas de la eficiencia de su caridad para con Dios; los que, apartándose radicalmente de las torpezas e infamias, y adhiriéndose firmemente a los mandatos divinos, tienen los ojos del alma fijos en Cristo, verdadero sol de justicia. Cristo no se limita a prestar desde el cielo el auxilio de su brazo a los que luchan invisiblemente, sino que mediante la exhortación evangélica le oímos decir con nuestros propios oídos: Todo el que se ponga de mi parte ante los hombres, también yo me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. ¿Veis cómo no podemos hacer abierta confesión de nuestra fe en Cristo, si él no nos da valentía con su cooperación? Nuestro Señor Jesucristo no se pronunciará en favor nuestro en el mundo futuro, ni nos presentará y unirá al Padre altísimo, si nosotros no le damos ocasión para ello.

Y pensemos que cada santo, por ser siervo de Dios, se ha pronunciado por Cristo en esta vida temporal, ante unos hombres mortales; más aún, en un breve espacio de tiempo de este mundo y ante unos pocos hombres mortales. En cambio, nuestro Señor Jesucristo, como es Dios y Señor del cielo y tierra, se pronunciará a favor nuestro en aquel mundo eterno y perenne, ante Dios Padre rodeado de ángeles, arcángeles y de todas las potestades celestiales, en presencia de todos los hombres, desde Adán hasta el fin del mundo: pues todos resucitarán y comparecerán ante el tribunal de Dios. Y entonces, en presencia de todos, viéndolo todos, proclamará, glorificará y coronará a los que, hasta el final, hubieren confesado su fe en él.

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