martes, 25 de octubre de 2016

Meditación: Lucas 13, 18-21



Después de varios capítulos dedicados al Reino de Dios y al significado del camino cristiano, San Lucas resume las ideas de Jesús en dos parábolas que enseñan acerca del Reino, una sobre la semilla de mostaza y otra sobre la levadura.

Estas parábolas vienen después de varios ejemplos de oposición a Jesús cada vez más virulenta, entre ellos el rechazo de los samaritanos (Lucas 9, 51-53) y la reiterada hostilidad de los fariseos (Lucas 11, 53); también el reconocimiento de que el mensaje evangélico produce división (Lucas 12, 51) y la llamada universal al arrepentimiento (Lucas 13, 5).

A la luz de esta oposición, el Señor invita a sus discípulos a considerar el Reino de Dios con una perspectiva amplia: “Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas… [Es como] la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa.”

Estas ideas evocan la sencillez de los comienzos del Reino, cuando el nuevo predicador de Nazaret lo anunció por primera vez a un pequeño grupo de pescadores. No obstante, con tan modestos orígenes, el Reino eterno de Dios irrumpió en el mundo limitado y físico del tiempo y el espacio. Pese a la enconada oposición que encontró, el Reino de Dios continuará en este mundo hasta que Cristo Jesús regrese en toda su gloria.

El Señor encomendó a sus discípulos la misión de aplicar las parábolas a nivel personal. Miradas de esta forma, vemos que hasta las cosas pequeñas que uno hace para vivir en la presencia de Dios pueden tener profundos efectos.

¿Quién habría pensado, por ejemplo, que la pequeña y frágil hermana Francisca Cabrini iba a fundar una orden religiosa que ayudaría a innumerables pobres en hospitales, orfanatos y escuelas en los Estados Unidos y en todo el mundo? En efecto, Dios usó la fe de esta religiosa, como la semilla de mostaza y la medida de levadura, para realizar una maravillosa obra de amor.

Lo que Jesús enseña es que el Reino de Dios comienza modestamente en nuestro corazón, pero puede crecer hasta llegar a ser algo capaz de transformar el mundo entero.
“Señor, tú no pones límites a lo mucho que puede crecer tu Reino. Concede, Señor, que hoy mismo venga tu Reino a mi vida y a la de mis semejantes.”
Efesios 5, 21-33
Salmo 128(127), 1-5

fuente. Devocionario católico la palabra con nosotros

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