lunes, 27 de febrero de 2017

EXPULSANDO LA INFELICIDAD

Venciendo aflicciones - Parte II

“Aparta la tristeza lejos de ti, pues la tristeza mató a muchos y no hay en ella utilidad alguna” Eclesiastico 30, 24-25. Cuando una persona deja de sentirse amada, ella comienza a ser infeliz. La infelicidad es una venda que, colocada sobre los ojos, nos impide percibir hasta el bien más evidente.

Sé de la historia de un hombre que hizo esta experiencia. El caminaba a la orilla del mar, era de noche y la luna estaba llena. Sólo conseguía concentrarse en sus insatisfacciones y pensaba “Ah! Si tuviese un auto nuevo, entonces sí que yo sería feliz! Si tuviese una casa mejor, sería feliz; si tuviese un empleo excelente con un buen salario, sería feliz; si encontrase a la mujer ideal, sería verdaderamente feliz… Y, distraído, con sus pensamientos, acabó tropezando con una caja llena de piedras.
Fue sacando y tirando una a una las piedritas en el mar cada vez que decía: “Yo sería feliz si tuviese…” Cuando al fin solo quedó una piedra en la caja, percibió que se trataba de un diamante preciosísimo. El simplemente tiró al mar innumerables diamantes sin siquiera detenerse para pensar.


Esto es lo que hacen las personas que desperdician los días de su vida buscando solo ilusiones. Infelices por no poseer aquello que juzgan perfecto y que piensan que es la causa de su realización, deseando lo que no tienen y no valorizando lo que Dios les dio. Si levantasen los ojos hacia el cielo… si al menos mirasen a su vuelta y observasen, percibirían que están rodeados de tesoros y cuán cerca están de la felicidad.

De los problemas y las cosas desagradables, que constantemente suceden en nuestra vida, Dios se sirve para desprendernos de este mundo colocándonos en el camino que lleva al Cielo y que sacia todos nuestros deseos.
Cada día vivido es un tesoro incalculable, valioso e insustituible. Solo tú puedes aprovecharlo o lanzarlo al mar.
La infelicidad ciega, ensucia y envejece a la persona; ella va apagando de a poco la llama de la vida y amargando la vida de los que le dan hospedaje. Pero Dios puede expulsarla. ¿Quieres que eso haga?
Será un cambio radical en tu vida!
Solo el agua del Espíritu Santo puede sacar las manchas de la tristeza y Dios va a derramarlo sobre ti.
Sólo confía y entrégale tu corazón al Señor; déjalo que lo llene con Su Amor. No tengas miedo de lo que va a suceder. Será un gran abrazo del Padre que recibe al hijo que vuelve a casa, lleno de añoranza, después de mucho tiempo.

Marcio Mendes
Del libro “Venciendo Aflicciones. Alcanzando milagros”. Ed. Canção Nova

Adaptación del original en portugués.

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