viernes, 24 de febrero de 2017

Meditación: Marcos 10, 1-12


Cuando Jesús dijo a los fariseos que Dios quería que los esposos se unieran y llegaran a ser “como una sola persona”, estaba explicando el deseo del Padre de que la vida conyugal sea un reflejo del amor y la dedicación de Dios a su pueblo.

Posiblemente el ejemplo más dramático de este punto lo encontramos en el Libro de Oseas. Dios quiso que el profeta se casara con una prostituta llamada Gómer. Tras un tiempo de fidelidad, en el cual tuvieron tres hijos, Gómer volvió a su vida de adulterio. Trate usted, querido lector, de imaginarse el dolor y el rencor que debe haber sentido Oseas, primero contra ella por haberlo traicionado, y luego contra Dios mismo por haberle pedido que se casara con ella.

Luego, como si fuera poco, Dios le dijo a Oseas que la buscara y la recibiera de nuevo en su casa. A pesar del sufrimiento y el orgullo herido, él la aceptó y le dijo: “Si quieres vivir conmigo, tienes que dejar tu vida antigua.” Para la mayoría sería casi imposible hacer lo que hizo el profeta, más aún cuando no fue ella la que pidió la reconciliación, sino que Dios le mandó que él actuara primero. Dios le pidió a Oseas que amara a Gómer tanto como él amaba a los israelitas, que lo habían traicionado para irse tras dioses falsos.

Siglos más tarde, cuando Jesús nos redimió, se cumplieron las palabras de Dios a Oseas. Jesús sabía que si preferimos confiar en los ídolos —sean el dinero, el prestigio o la autosuficiencia— podemos actuar como Gómer. Pero Jesús obedeció a Dios, igual que Oseas, y pagó un alto precio para redimirnos y reconciliarnos con el Padre. Jesucristo es nuestro Esposo y se ha comprometido con nosotros con un amor eterno y fiel. Su “matrimonio” con el ser humano es la unión suprema que Dios ha unido y jamás podrá separarse. Lamentablemente hay muchos que se dejan dominar por “ídolos” modernos que les alejan de Dios, como el machismo, el vicio del alcohol, las telenovelas o los amuletos. ¡Cuidado!

Querido lector, hazte un análisis sincero y ve si hay algún “ídolo” en tu vida que te separe de Cristo, si tienes “otros amores” que Dios te pida abandonar. No tardes. ¡Jesús, el Esposo, te está esperando sin reproches y con los brazos abiertos!
“Alabado seas, Jesús, mi Salvador, por la redención que ganaste para mí. Te doy gracias por ser el Esposo de mi alma. Permite, Señor, que yo llegue a ser tan fiel contigo como tú lo eres conmigo.”
Eclesiástico 6, 5-17
Salmo 119(118), 12. 16. 18. 27. 34-35

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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