domingo, 26 de febrero de 2017

Meditación: Mateo 6, 24-34


VIII Domingo del Tiempo Ordinario

Probablemente casi todos dedicamos mucho tiempo y atención a las obligaciones, exigencias y responsabilidades laborales y hogareñas que tenemos, y también a las amistades e incluso a las diversiones y, por lo general, lo hacemos sin “buscar primero el Reino de Dios” como nos aconseja hoy el Señor. Es allí, en el trabajo diario, en la cena familiar, en las diversiones, donde debemos buscar el Reino de Dios, y no creer que solo basta con ir a Misa o rezar una breve oración. Eso de poner toda la atención en el Reino de Dios no es para beneficio del Señor. Dios no necesita nada, ¡nosotros sí necesitamos mucho!

Precisamente para esto es que Dios nos ha dado su Espíritu Santo, para que nos anime, nos guíe, nos ayude, nos enseñe y jamás nos abandone. ¿Cuántas veces al día le pedimos consejo, fortaleza o perdón? Todos los bautizados tenemos al Espíritu Santo en el corazón, y él nos dará fuerzas cada día para entregarnos más a Dios. Si tú piensas que eres espiritualmente débil, recuerda que el poder de Dios se muestra mejor en la debilidad (v. 2 Corintios 12, 9).

Pero todo esto no sucede por arte de magia. Hay que buscarlo conscientemente. Por ejemplo, hacer oración personal al comenzar el día unos diez minutos al menos, y leer la Sagrada Escritura, donde aprendemos a apreciar lo que Jesús piensa, siente y espera de nosotros. Luego hay que cumplir las obligaciones diarias, sabiendo que Dios conoce todo lo que uno experimenta, y todo esto lo toma en cuenta en el plan perfecto y generoso que tiene para nuestra salvación.

Al final, al llegar la noche, conviene recordar lo sucedido en el día y darle gracias a Dios por las bendiciones recibidas. Si hemos faltado a la voluntad de Dios, hay que arrepentirse, pedirle perdón y proponerse mejorar al día siguiente. Así puede uno comenzar el próximo día con la conciencia tranquila.
“Jesús, Señor y Dios mío, me entrego por entero a ti y a tu Reino en la tierra. Por el poder de tu Espíritu Santo, quita de mí, Señor, todo lo que ocupe tu lugar en mi vida.”
Isaías 49, 14-15
Salmo 62(61), 2-3. 6-9
1 Corintios 4, 1-5

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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