martes, 14 de febrero de 2017

Meditación: Marcos 8, 14-21


San Cirilo y San Metodio

A veces cuesta mucho escuchar, al menos, escuchar bien. Hay muchos obstáculos, porque la gente no siempre se comunica con claridad o no usa las palabras adecuadas, o porque cuando escuchamos reaccionamos emocionalmente a lo que se nos dice. Pero quizás el obstáculo más común para escuchar es pensar que ya sabemos lo que el otro nos quiere decir, y por lo tanto no prestamos atención suficiente a sus palabras, porque ya tenemos la mente llena de nuestros propios pensamientos.

Al parecer, los discípulos cayeron en esto en el Evangelio de hoy. Después de haber pasado tiempo dedicados al apostolado y viajando de un lado a otro, lo que piensan no es otra cosa que en la hora de comer. Cuando el Señor trata de darles una advertencia espiritual, ellos suponen que les está hablando de comida; por eso, Jesús dedica tiempo a tratar de explicarles que a él no le preocupa cuando vayan a comer; además, ya les ha demostrado que puede conseguir alimento en cualquier momento. Lo que les quiere decir es algo mucho más importante.

Esta historia ilustra el hecho de que si bien a veces nos resulta muy difícil escuchar lo que otros nos dicen, más aún nos resulta difícil escuchar lo que Dios nos quiere decir. Se requiere esfuerzo para comenzar a ver las cosas desde la perspectiva divina, y ser capaces de escuchar lo que el Señor quiere decirnos. Pensemos, por ejemplo: ¿Era lógico preocuparse de no tener pan en la barca, cuando acabas de ver que Jesús alimenta a miles de personas con unos pocos panes y peces? ¡Y sobraron 12 canastas llenas!

Pero nosotros, al igual que los discípulos, tendemos a pensar antes que nada en nuestras propias necesidades y problemas, lo cual a su vez nos impide escuchar lo que el Señor tal vez nos esté diciendo.

Por supuesto que Dios se preocupa de tus necesidades cotidianas; claro que quiere que se las presentes; pero que no sea eso lo único que haces en la oración. Decide dedicar un momento cada día a percibir aquello que él te muestre y te diga, porque el Señor quiere darte a conocer lo que piensa; quiere compartir sus planes contigo. Este es un gran privilegio, ¿no te parece?
“Señor mío Jesucristo, perdóname por no poner toda mi atención cuando tú me hablas. Concédeme oídos para escuchar tu voz, te lo ruego.”
Génesis 6, 5-8; 7, 1-5. 10
Salmo 29(28), 1-4. 9-10

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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