lunes, 13 de abril de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 130420


Temblando, exulten en el Señor

Así como es eterno el rey del universo, de quien el Reino no tiene ni principio ni fin, así sucede que sea recompensado el esfuerzo de quienes eligen de penar por él y por las virtudes. Los honores de la vida presente, por grande que sea du esplendor, se esfuman totalmente con esta vida. Pero los honores que Dios otorga a quienes son dignos de ellos, esos honores que son otorgados con la incorruptibilidad, permanecen para siempre. (...)

Está escrito: “Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2,10). No sólo para una parte del pueblo. “Toda la tierra se postra ante ti y canta en tu honor, en honor de tu Nombre” (Sal 66 (65),4). No es dicho “una parte de la tierra”, eso no correspondería. No cantan quienes piden ayuda sino quienes están en la alegría. Ya que es así, no desesperemos. Recorramos contentos la vida presente, pensando en la alegría y júbilo que nos aporta. Sin embargo unamos el temor de Dios a la alegría, tal cómo está escrito: “Temblando, rindan homenaje al Señor” (cf. Sal 2,11). Es así que las mujeres que rodeaban a María, corrieron al sepulcro llenas de temor y de gran alegría (cf. Mt 28,8). Nosotros también, un día, si unimos el temor a la alegría, nos desplazaremos del sepulcro inteligible. Me asombra que podamos ignorar el temor. Ya que nadie carece de pecado, aunque sea Moisés o el apóstol Pedro. Sin embargo en ellos el amor divino fue el más fuerte y ha expulsado al temor (cf. 1 Jn 4,18) a la hora del éxodo. (…)

¿Quién quiere ser llamado sabio, prudente, amigo de Dios, para presentar al Señor su alma, pura, intacta e irreprochable como la ha recibido de él? ¿Quién quiere eso, para ser coronado en los cielos y ser llamado feliz por los ángeles?



Juan de Cárpatos (VII s.)
monje y obispo.
Filocalia, “Capítulos de exhortación 1, 14, 89”, (Philocalie des Pères neptiques, Paris, DDB-Lattès, 1995), trad. sc©evangelizo.org

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