viernes, 17 de abril de 2020

MEDITACIÓN PARA HOY: JUAN 21, 1-14


Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio. (Juan 21, 13)

Jesús se aparece a los discípulos por tercera vez. Pedro ha regresado a su oficio de pescador y los otros se animan a imitarlo. Eran pescadores antes de seguir a Jesús y piensan que pueden volver a su antiguo oficio.

¡Pero aquella noche no pescaron nada! Cuando al amanecer aparece Jesús, no le reconocen hasta que él les pide algo de comer. Al decirle que no tienen nada, él les indica dónde han de lanzar la red. A pesar de que los pescadores se las saben todas, y en este caso han estado bregando sin frutos, obedecen. “¡Oh, el poder de la obediencia! El lago de Genesaret le negaba sus peces a las redes de Pedro. Toda una noche en vano. Ahora, obediente, vuelve la red al agua y pescan una gran cantidad de peces. El milagro se repite cada día” (San Josemaría Escrivá).

Pedro habla con gran valentía y una certeza interior convencido de que Jesús es ahora el único Salvador; una fe fuerte que le permite confiarse en el Señor resucitado y que ahora es portador de su poder milagroso que sana el cuerpo y el alma.

Concédeme, Señor, la actitud justa respecto a tu acción en el mundo. No permitas que yo busque “signos y prodigios”, como si tú tuvieras que demostrar que existes. Extirpa de mí el corazón cerrado a admitir que tú puedes intervenir, incluso de forma extraordinaria, cuando y como quieras. Concédeme discernimiento para que yo sepa reconocer su presencia y la distinga de la incredulidad y la superstición. Concédeme, sobre todo, la fe sencilla de quien no se confía de los “milagros”, aunque también la fe ardiente de quienes se atreven a pedírtelos, sin enojarse cuando no los concedes. Hazme comprender asimismo que no debo poner mi confianza exclusivamente en los medios humanos para la implantación del Reino de Dios, sino ser eficaz en la medida en que me proponga buscar las riquezas del mundo. Porque el milagro más grande que nos brindas es la existencia de personas que confían en ti de tal modo que viven pobres y humildes. Es a ellos a quienes concedes, normalmente, la obtención de milagros para el alivio y la alegría de su ser.

Si estas peticiones encuentran resonancia en tu corazón y quieres hacerlas tuyas, no dudes en presentárselas al Señor, que está deseoso de escucharlas y responderlas.
“Yo creo en ti, amado Jesús, y creo en las maravillas que tú haces.”
Hechos 4, 1-12
Salmo 118 (117), 1-2. 4. 22-27

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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