miércoles, 29 de abril de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,35-40


Evangelio según San Juan 6,35-40
Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.
Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.
Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré,
porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos, paz y bien.

Con la muerte de Esteban, comienza una persecución contra los cristianos. Una de las muchas que ha habido a lo largo de la historia. La primera, pero no la única. Desde luego, una situación horrible, pero que, a la larga, no pudo ser más beneficiosa para todos nosotros. No hay mal que por bien no venga, o Dios escribe recto con renglones torcidos. Sin esta persecución, los primeros discípulos no habrían salido de Jerusalén, o habrían tardado más. Intentando acabar con la Iglesia primitiva, los perseguidores consiguieron el efecto contrario. Gracias a ella, por todo el mundo hay cristianos. Gracias a la persecución, muchos lugares “se llenaron de alegría”.

De esta manera, a través de estos “misioneros forzosos”, muchos pudieron conocer la Buen Nueva. Acercarse al Pan de Vida, que se da la vida eterna. Ver para creer. Ver a Cristo, su ejemplo, su vida, escuchar su Palabra, para tener esa Vida. Desde nuestra perspectiva, podemos ser de los que acogen la Palabra, con oración diaria, con acción de gracias permanente, y eso está muy bien; pero debemos ser también de los que llevan el mensaje a los demás. En estos días extraños, cuando no podemos movernos mucho y, por tanto, tenemos más tiempo, quizá podamos convertirnos en apóstoles. En nuestras llamadas, en los mensajes telefónicos, en los foros de conversación, que haya hueco para Dios. Que en nuestros buenos deseos no falte el “cuando Dios quiera”, por ejemplo. Y que se note nuestra esperanza. Esperanza que nace de saberse en las manos de Dios.

Ayer comentábamos que algunos se alegraban de la muerte de Esteban. Se ve que les molestaba. Hoy, por el contrario, algunos hombres buenos procedieron a enterrarlo. Los momentos de crisis sacan lo peor, pero también lo mejor de nosotros. Como en nuestros días, con la pandemia del coronavirus alrededor. Los hay que especulan con los precios de los productos, y otros, sin embargo, lo dan todo, hasta la vida, como el padre Julio Vivas, misionero claretiano, muerto en Valladolid por esta enfermedad. Como tantos otros servidores de Dios. Como tantos trabajadores sanitarios. Los recordamos y oramos por ellos. Que el Señor les dé la vida eterna.

Hoy celebramos la memoria de santa Catalina de Siena. 

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

No hay comentarios:

Publicar un comentario