
Pero cuando aquietamos los sonidos internos y logramos escuchar lo que el alma tiene para decirnos reconocemos la invitación a no claudicar. Es como un llamado o una exhortación. Y como intuimos que ese el “camino” hacia la libertad, redoblamos el empeño...
Los montañistas dicen que instantes antes de hacer cumbre, el corazón se les inflama, el alma se dilata y las palmas de las manos se abren como entregando tanto esfuerzo…
El camino es “hacia arriba" ( o hacia adentro, según lo veamos). Hacia la cima. Es una llamada a conocernos de veras, a aceptarnos tal cual somos y a contemplarnos con autenticidad: “Este soy…me conozco y me acepto.”
Y al fin abrir las palmas para entregarle a Él nuestro esfuerzo. Allá en la cima...
Alejandra Vallina
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