jueves, 28 de julio de 2016

Meditación: Juan 11, 19-27



Todos recordamos que Marta de Betania se preocupaba demasiado de los quehaceres de la casa y hasta se molestaba con su hermana María porque ésta no le ayudaba. Si esto es todo lo que recordamos de Marta, la estamos subestimando. Más que nada, hay que recordar que Marta hizo una audaz profesión de fe en Cristo, ¡una declaración que exige decisión y coraje!

Lázaro, su hermano, había muerto hacía cuatro días y su cuerpo ya se empezaba a descomponer; pero Marta creyó, sin siquiera entender lo que Jesús iba a hacer. Pese a que sus sentidos naturales le decían lo contrario, se dejó llevar por la fe para comprender lo sobrenatural. Es cierto que pudo haber tenido momentos de debilidad, pero ¡era una gran creyente!

El ejemplo de Marta demuestra que aquellas personas que tienen ocasiones de baja emocional o desánimo son capaces de hacer grandes actos de fe; nos enseña a no menospreciar la fe y la gracia que todos recibimos en el Bautismo; es decir, nunca debemos darnos por vencidos, como el que razona: “Yo no soy San Pedro ni la Virgen María, así que es mejor que me limite a limpiar los bancos de la iglesia y me conforme con eso.”

Todos podemos tener una fe firme y audaz, que se encumbra por encima del razonamiento típico. A veces esta fe florece en casos de crisis, como el fallecimiento de un ser querido, porque nos lleva a sacar a la luz aquello de lo que realmente estamos convencidos. Pero también puede surgir en ocasiones ordinarias, en el quehacer cotidiano, porque siempre podemos actuar con fe y obediencia. Hasta lo más sencillo, si lo hacemos con fe, es valioso para el Señor.

En efecto, no hay nada que no puedan hacer los fieles cuando ejercen su fe. Dispón tu corazón y tu mente para experimentar la gracia de Dios; dales la oportunidad de mostrarte su bondad y no creas que el Señor no puede hacer grandes cosas para ti y a través tuyo. Cristo puede hacer que tú seas una columna firme y estable de fe.
“Santa Marta, gracias por tu fe que demostraste en Cristo y porque tuviste el honor y la alegría de hospedar a Jesús en tu familia. Ruega por mí y por mi familia, te lo pido, para que en ella se conserve la paz y el mutuo amor, y sobre todo la fe en Cristo.”
Jeremías 26, 1-9
Salmo 69(68), 5. 8-10. 14

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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