martes, 26 de julio de 2016

RESONAR DE LA PALABRA - 260716

Evangelio según San Mateo 13,36-43. 
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!" 

RESONAR DE LA PALABRA
José María Vegas, cmf
La familiaridad de Dios
Para los espíritus críticos, esta sería una fiesta (litúrgicamente, una Memoria obligatoria) innecesaria, puesto que se basa, no en datos bíblicos, sino en tradiciones apócrifas y en visiones hagiográficas sin suficiente fundamento histórico. Sin embargo, el sentido de esta celebración que recuerda a los padres de la Virgen María, aparte de hacer homenaje a la Tradición de la Iglesia, que es una fuente verdadera de nuestra fe, quiere afirmar el realismo de la encarnación del Verbo de Dios, su verdadera inserción en la historia humana. Y, para ello, es preciso afirmar también la plena humanidad de María, a la que, en ocasiones, tendemos a considerar un ser tan angelical y celestial, que se encuentra fuera de nuestra humana concreción. Jesús nació de una mujer (Gal 4, 4), que fue hija a su vez de unos padres humanos. Aunque no podamos saber con certeza científica sus nombres, ni detalles de su vida, por ejemplo, si llegaron a conocer a Jesús, sabemos con certeza que existieron, que tuvieron rostro y nombre, y que, en su hija, María, contemplaron ya la aurora de la salvación. El Dios que se ha revelado como un Dios familia, un Dios Padre que se hace visible en el Hijo, quiere transmitirnos ese Espíritu de familiaridad (el Espíritu del Amor, el Espíritu Santo), para vivir en familiaridad con nosotros.
Al celebrar la memoria de los padres de María, Madre de Jesús, somos invitados a elevar un canto de acción de gracias y alabanza, porque, en verdad, somos dichosos, más afortunados que los antiguos patriarcas y profetas, porque a nosotros se nos ha dado contemplar el cumplimiento de las antiguas promesas, aquello que ellos anhelaron y esperaron, y que nosotros hemos recibido como un don inmerecido. La alabanza y la acción de gracias, el sentirnos dichosos por lo que hemos visto y oído, por lo que vemos y oímos cada día (la alegría del Evangelio, la alegría del amor), ¿no deberá traducirse en una forma de vida que sigue encarnando y haciendo visible la cercanía y familiaridad de Dios entre los hombres?
Cordialmente,
José M. Vegas cmf

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