jueves, 28 de julio de 2016

Meditación: Mateo 13, 47-53

En la parábola que leemos hoy, la última en una larga enseñanza acerca del Reino de Dios, el Señor dice que los buenos y los malos crecerán juntos en el Reino hasta la obra final de separación, en que los buenos irán a la gloria eterna y los malhechores al fuego de la condenación y el sufrimiento eterno lejos de la presencia de Dios.

Como resumen de la enseñanza de las diversas parábolas sobre el Reino, el Señor dijo que el “dueño de una casa… de lo que tiene guardado sabe sacar cosas nuevas y cosas viejas” (Mateo 13, 52) para guiar a su familia. Estas enseñanzas de Cristo acerca del Reino de Dios y su infinito valor se dirigen de modo directo al “dueño de casa” o “padre de familia”.
Hoy, lamentablemente, hay muchísimos casos de padres de familia que se niegan a cumplir su deber y renuncian a la responsabilidad de ser guías y protectores de aquellos que Dios ha puesto a su cuidado, es decir, su esposa y sus hijos, dedicándose en cambio a satisfacer sus deseos egoístas, como la búsqueda de dinero, el placer o las adicciones, con las nefastas consecuencias de divorcio, adulterio, violencia doméstica y abuso.
El hombre cristiano tiene el deber ineludible de ser reflejo de Cristo, tanto en el hogar como en la calle. Si no se preocupa de serlo, se estará preparando su propia perdición eterna, a menos que se arrepienta de verdad, pida perdón y se convierta.
En la segunda lectura de hoy, el Señor dice: “Ustedes son en mis manos como el barro en las manos del alfarero” (Jeremías 18, 6), es decir, tenemos que dejar que Dios nos moldee en vasijas hermosas y útiles, personas de bien, que trabajen por la paz, la armonía, el amor y la reconciliación. Si no lo hacemos, no seremos más que un montón de barro inútil.
Terminadas las parábolas, Jesús prosiguió con su misión de enseñar al pueblo, tratando de prepararlo para aceptar su pasión, muerte y resurrección, a fin de que sus discípulos fueran capaces de entender el desafío que habían de encarar todos los que decidieran entrar en el Reino de Dios. ¿Estás tú, hermano, dispuesto a seguir siempre a Cristo a donde él te quiera llevar?
“Señor Jesús, te ruego que me concedas sabiduría y prudencia para aceptar más resueltamente el Reino de Dios y vivir según tus mandamientos, especialmente los de amar a Dios sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí mismo.”
Jeremías 18, 1-6
Salmo 146(145), 1-6
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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