miércoles, 21 de diciembre de 2016

Meditación: Lucas 1, 39-45


San Pedro Canisio

¡Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor! (Lucas 1, 45)

La santísima Virgen María creyó en lo que el ángel le decía. Pero ¿qué fue lo que ella creyó? Sin duda, creyó en las promesas específicas que el Señor le había hecho; pero más que nada en todo lo que Dios había anunciado que haría, porque si el Todopoderoso había sido fiel en el pasado, seguiría siéndolo en el futuro. Este fue el fundamento seguro de la vida de María. Cuando ella creyó en Dios, recibió la fortaleza necesaria para no desmayar en todas las dificultades que tuvo que enfrentar.

Los creyentes también estamos llamados a construir nuestra vida sobre el fundamento firme de Dios y sus promesas. Esto es lo que proclama el salmista cuando dice: “Con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos” (Salmo 33(32), 20-21). En efecto, el Todopoderoso ha cumplido en Cristo lo que nos había prometido, de modo que el Señor es digno de toda confianza. Dios es inmutable, y cuantos confían en él se llenan de una “alegría en el corazón” que simplemente confunde al mundo.

La Virgen María meditaba en la Palabra de Dios, tal como la mujer del Cantar de los Cantares, que estaba siempre tratando de escuchar la voz del amado de su alma (Cantar 2, 8), vale decir, el Señor. Dios también es nuestro “amado”. ¿Deseas encontrarte tú con él, querido lector, y consideras que las promesas de la Escritura son igualmente válidas para ti?

El Señor promete que nunca nos abandonará, que orientará nuestros pasos y nos concederá su fortaleza. Ya sea que uno tropiece con dificultades y presiones, como perder el trabajo, mudarse a una nueva casa, formar un hogar, caer enfermo, quedar inválido o cualquier otra prueba difícil, siempre podemos recordar la fidelidad de Dios.

Hermano, ¿no estás del todo convencido? Lee la Sagrada Escritura y ve todo lo que Dios ha hecho por su pueblo amado. Haz oración y pídele al Señor que te dé la certeza de su fidelidad. Él te concederá una paz que es superior a las tentaciones, la inseguridad y la angustia. Sin duda alguna, Dios hará todo lo que ha dicho que hará.
“¡Oh Sol naciente, Esplendor de la luz eterna y Sol de justicia, ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte! Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!”
Cantares 2, 8-14
Salmo 33(32), 2-3. 11-12. 20-21


fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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