lunes, 19 de diciembre de 2016

Meditación: Lucas 1, 5-25


Cuando Zacarías cumplía sus deberes sacerdotales en el Templo, tuvo de repente la mayor experiencia espiritual de su vida: El ángel Gabriel se le apareció para anunciarle el nacimiento milagroso de un hijito, Juan el Bautista. Sin duda, un anuncio extraordinario, pero generalmente pasamos por alto el versículo 23: “Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa.” ¡Porque fue allí, en su casa, donde comenzó a crecer el mayor fruto de la vida de Zacarías!

Fue, naturalmente, en casa donde él e Isabel concibieron a su hijo en forma milagrosa. Fue en casa donde Zacarías pasó la mayor parte de un año en silencio contemplativo, tiempo que le permitió experimentar un gran crecimiento de su fe. Y fue en casa donde, con la ayuda del Espíritu, Zacarías se dedicó a educar a su hijo para que fuera un profeta poderoso cuya predicación prepararía el camino del Mesías.

Ahora bien, es muy probable que usted, querido lector, también cumpla algún servicio o ministerio, tal como lo hacía Zacarías. Tal vez sirve como lector, ministro extraordinario de la Eucaristía, canta en el coro, es catequista o cuida a los niños pequeñitos. O tal vez usted presta algún servicio en su comunidad. Y es muy probable que haya tenido alguna experiencia espiritual fuera de lo común al realizar sus deberes. Sepa que el Señor aprecia realmente su trabajo, porque él ve lo que usted hace y se complace mucho.

Pero su servicio es una pequeña parte de lo que Dios hace en usted. Cuando al final del día usted llega a casa, ahí es por lo general donde el fruto más sabroso y duradero de su trabajo puede crecer. ¡El hogar es donde surge la realidad de la vida!

Allí es donde usted aprende a dejar que Cristo viva a través suyo. Es en las cosas pequeñas, las decisiones diarias que usted toma, que Dios puede obrar sus milagros como lo hizo con Zacarías. Cuando usted hace algo tan simple como lavar los platos sin quejarse, ese es un servicio positivo. Responder con paciencia a un comentario sarcástico ¡es muestra de una transformación interior! ¿Orar con sus hijos? ¡Claro! Así se crean las condiciones para una buena descendencia. Y el Señor le sonríe.
“¡Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: Ven a librarnos, no tardes más!”
Jueces 13, 2-7. 24-25
Salmo 71(70), 3-6. 16-17

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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