domingo, 18 de diciembre de 2016

Meditación: Mateo 1, 18-24


IV Domingo de Adviento

En la primera lectura, el profeta Isaías habló de la venida de un niño muy especial, pero no hay razón alguna para pensar que se haya imaginado cuán especial sería este niño. Los cristianos creemos que la profecía de Isaías tuvo su cumplimiento preciso en la persona de Jesús de Nazaret.

La segunda lectura y el Evangelio de hoy nos revelan la verdadera identidad, de hecho la doble identidad, de este maravilloso Niño Jesús. Ninguna profecía se entiende a cabalidad sino hasta que se ha cumplido.

Decir que Jesús era del linaje de David era ya señal de gran prestigio, pero el Señor es más que eso. Cristo tiene otra identidad que es infinitamente superior a ésta: Él es “Emmanuel”, nombre que significa “Dios con nosotros”. De modo que no sólo es Hijo de David, sino también el Hijo unigénito de Dios y por eso es capaz de salvar a su pueblo de sus pecados.

Así pues, nosotros creemos en la doble identidad de Cristo. Es Hijo de David e Hijo de Dios. Pero nosotros también tenemos una doble identidad. Como hijos de nuestros padres, somos seres humanos, lo que significa que tenemos una plena dignidad humana y esto es en sí mismo algo bueno. Pero gracias a Jesús hemos llegado a ser hijos de Dios, lo que significa que también tenemos una dignidad divina.

La Navidad es una época maravillosa, que nos recuerda el suceso más trascendental de la historia: La Encarnación del Verbo divino, cuando el Hijo de Dios bajó a la tierra para revestirnos de la dignidad de hijos de Dios.

Algunos piensan que nuestro mundo se ahoga en un mar de malas noticias, y que pide a gritos informes positivos. Pero lo que los ángeles comunicaron a los pastores es la noticia más positiva de todas: “Les traemos una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor.” ¡Qué magnífica noticia!
“¡Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley: Ven a librarnos con el poder de tu brazo!”
Isaías 7, 10-14
Salmo 24(23), 1-6
Romanos 1, 1-7

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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