miércoles, 28 de diciembre de 2016

Meditación: Mateo 2, 13-18


Los Santos Inocentes

Es imposible leer sin estremecerse el horroroso relato de la matanza de niños ordenada por Herodes cuando nació Jesús. Es igualmente difícil no pensar en la maldición del aborto, que hoy sigue destruyendo a millones de Santos Inocentes. Sin embargo, pese a esta aterradora realidad, Dios nos pide que caminemos en la luz. Por eso, dejemos que la luz de Cristo brille hoy en nosotros.

Si usted ha participado en un aborto, como paciente o como practicante, si ha presionado a alguien para hacerse un aborto, o si fingió ignorar lo que sucedía, sepa que la misericordia de Dios es infinitamente mayor que esos pecados. Sí, Dios puede y quiere perdonarle y sanarle.

Si usted ha juzgado severamente a una hija o conocida que optó por el aborto, y la condena en lugar de comprenderla y socorrerla, recuerde la advertencia de Jesús acerca de arrojar la primera piedra, y pídale al Señor que le ayude a amar a esa persona.

Si usted ha trabajado durante muchos años para acabar con el aborto, pero ahora le parece que es inútil y que la situación no cambia, también puede pedirle a Dios que le dé nuevas fuerzas para perseverar, porque las estadísticas muestran que está surgiendo una nueva generación de gente joven opuesta al aborto. Tal vez el Señor le esté llamando a unirse a estos grupos recién formados y servirles como consejero.

San Juan dice que uno se engaña si cree que no tiene pecado; pero también nos engañamos si no aceptamos el perdón que el Señor nos ofrece compasivamente: “Si… confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará” (1 Juan 1, 9).

Toda vida humana es valiosa para Dios: la del bebé aún no nacido, la de la madre asustada, la del abortista, la del cristiano pasivo y la del activista pro-vida desalentado. Su amor incondicional nos tiende la mano a cada uno de nosotros, y nos fortalece para seguir promoviendo y defendiendo la vida. Por eso, no hay que ceder en la lucha ni dejar de promover la santidad de toda vida humana. Sigamos todos tratando de curar este devastador cáncer de nuestra sociedad, pero hagámoslo siempre con amor y comprensión.
“Amado Padre, recibe a todos los inocentes pequeños que hoy son asesinados en el vientre materno. Recoge también las lágrimas de dolor, remordimiento y culpa de los causantes y úsalos para terminar con el flagelo del aborto.”
1 Juan 1, 5—2, 2
Salmo 124(123), 2-5. 7-8

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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