jueves, 22 de diciembre de 2016

Meditación: Lucas 1, 46-56


“Mi alma glorifica al Señor.” (Lucas 1, 46)

¡Sí, Padre, amado, mi alma te glorifica y mi espíritu se alegra en ti, Señor, Dios Todopoderoso! Tú eres bondadoso y amable, y me tratas con amor y compasión. Señor, tú sabes quién soy yo y lo débil que soy. Sé que tú te deleitas en haberme creado y siempre me estás enseñando a llevar una vida de rectitud y fidelidad. Día a día vienes a encontrarte conmigo y cada día me das aquello que me hace falta y me ayudas cuando me equivoco o cuando me siento incapaz.

Padre, sé que para ti soy uno de aquellos que en cada generación tienen necesidad de tu misericordia. Tú, Señor, me perdonas cada vez que caigo en la tentación. Y cuando me arrepiento tú me acoges y me cubres con tu amor, tu compasión y tu tierna misericordia. Tú siempre me demuestras clemencia, aun cuando yo no la merezco. Estoy asombrado, Señor, porque tú te deleitas conmigo y me muestras la amable y suave compasión de un padre con su pequeño.

Cuando temo hundirme en la corriente del mundo, tú me llenas de tu paz y tu sabiduría. Tu brazo poderoso me sostiene y me levanta para que yo respire de nuevo. Cuando me siento cansado y desanimado, tú, Señor, me sustentas, me llenas de tu fuerza y me muestras dónde encontrar reposo en medio del diario quehacer.

¡Gracias, Padre, por estar siempre dispuesto a darme tu paz y tu amor! Tus promesas me infunden esperanza, aun cuando las circunstancias de mi vida sean las peores. Tú, Padre mío, me das la tranquilidad de que me amas, aun cuando yo me siento frustrado por mis debilidades y dominado por las tentaciones. Tú, Señor, me convences de que yo puedo conocer la alegría y la paz si vengo a tu presencia cada día en la oración.

Padre celestial, ¡qué bueno y bondadoso eres! Yo trato de serte fiel, y tú aumentas mi fidelidad. A ti me acojo sediento de tu gracia y tú me sacias. Abro mi corazón delante de ti, y tú me llenas de tu amor.
“Oh Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, tú, que unes a los pueblos, ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra. Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!”
1 Samuel 1, 24-28
(Salmo) 1 Samuel 2, 1. 4-8

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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