Las bodas son hermosas, ¿cierto? En una boda se ve claramente la alegría del novio cuando ve a su novia que se aproxima por el pasillo de la iglesia.
Pero ninguna sonrisa a lo largo de la historia humana ha sido más amplia que la de Adán cuando posó su vista en la mujer que Dios le presentó. Admirando la belleza de ella, Adán recién comprendió quién era él y cuál era el sentido de su vida.
Hasta entonces, Adán había estado totalmente solo. Sí, el resto de los animales eran en cierta forma compañeros suyos, pero él sabía que su naturaleza era muy diferente. Ahora, en cambio, había otro ser, una mujer, que compartía con él en todo. Pese a lo diferente que ella era, Eva era una compañera adecuada para él. Juntos entendieron que ambos habían sido creados con un fin muy especial y que cada uno podía ser un regalo único y exclusivo para el otro.
En retiros y conferencias católicas juveniles en todo el mundo, las jóvenes están ahora aprendiendo sobre la singular dignidad que ellas tienen como hijas de Dios, y se llenan de alegría al recibir el mensaje de que a los hombres que hay en su vida les toca atesorarlas, amarlas y respetarlas, y se alivian al enterarse de que no tienen que conformarse con una manera inferior de relacionarse, una que dependa principalmente de su atractivo físico o de su sexualidad.
A su vez, los jóvenes están aprendiendo que ellos tienen la elevada vocación de honrar, proteger y cuidar a las mujeres; y se están enterando de que ellos fueron creados para dar de sí mismos, no para utilizar a las personas para su propio beneficio.
En efecto, se trata de darse uno mismo, no de buscar la propia ventaja. Se trata de atesorar ese don que somos los unos para los otros. Entonces, “¿cómo puedo yo dar más de mí mismo?” He aquí una manera fácil de comenzar: hazte el propósito de decirle a tu marido o a tu esposa cada día cuánto la amas y la aprecias. Empieza haciendo eso y Dios bendecirá todo lo demás. Oremos para que los matrimonios cristianos sean fuentes de amor e inspiración para todos en la comunidad y especialmente para los jóvenes.
“Padre eterno, tú me creaste para amar y ser amado. Ayúdame a romper las ideas de aislamiento y egoísmo que yo tengo, para llegar a una comunión más profunda contigo y con aquellos que tú has puesto en mi vida.”Salmo 128(127), 1-5
Marcos 7, 24-30
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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