martes, 9 de septiembre de 2014

La gracia del autoconocimiento

¿Qué te cansa? ¿Qué te tiene estresado?

Cierto día, un sacerdote preguntó algo a unas personas, pregunta que me persigue hace casi tres años ¿Que es lo que más te tiene cansado? Hoy, te hago esta pregunta a ti: “¿Qué te cansa? ¿Qué te tiene estresado? ¿Qué te ha quitado, a veces, la esperanza? ¿Qué te deprime?” Alguien podría decir: “Tengo que cuidar de mi suegra; ella vive conmigo y está enferma. Estoy tan cansado de cuidar de ella”. Otro podrá decir: “Lo que me cansa es mi marido, que bebe; es mi hijo que no estudia o es adicto a las drogas” Tenemos la costumbre de decir que estas son las cosas que nos cansan. Pero, quiero decirte una cosa muy importante: somos nosotros los que nos cansamos a nosotros mismos.


Lo que nos cansa, lo que nos estresa son las constantes luchas que tenemos dentro de nosotros mismos. De ahí, la importancia del autoconocimiento. En la medida en que nos vamos conociendo y, más que eso, aceptándonos, nuestra vida se llenará de serenidad, paz y fecundidad muy grande.
“Tú me conoces y sabes todo de mí”

Me gustaría tomar dos pasajes de la Palabra de Dios para que podamos entender porqué nos cansamos. Nos cansamos por causa de nosotros mismos. El primer punto está en Génesis (3, 9-10), cuando Dios, diariamente, iba a tomar café o te con Adán y Eva y, un día, llegó y preguntó: “¿Dónde estás? Tú, que venías corriendo todos los días para verme, para estar conmigo, ¿dónde estás ahora? ¿Pórque no corres?” A lo que Adán responde: “Oí el ruido de tus pasos, tuve miedo, porque estoy desnudo y me oculté”.

El segundo punto es el Salmo 138: “Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces; sabes cuándo me siento y cuándo me levanto… Aún no llega la palabra a mi lengua, y tú Yahvé, la conoces por entero. Aunque yo quisiese huir de ti y entrase en lo más profundo de los abismos o en lo alto de las montañas, tú estarías allá”.

Aquí vienen dos cosas lindísimas en relación al autoconocimiento. “tú me conoces y sabes todo de mi”. Por eso, la llave está en lanzarse en los brazos de aquel que sabe todo de mí y que me conoce.

La eterna persecución amorosa de Dios para con nosotros, diciendo: “Aunque llegues a la más profunda de las depresiones, allá me encontrarás. Si tú quieres huir de mi, yendo para las montañas, yo ahí te encuentro y te persigo”. Aquí está la pasión y el amor de Dios por nosotros, que nos lleva a tener confianza: “Tú me conoces y sabes todo de mi”

(…) Es importantísimo, y fundamental, el entendimiento de este “Yo te conozco”, para que podamos aceptar la montaña inmunda de malicia, de inseguridad y de mentira que cayó sobre nosotros. Un día le dije a Dios: “Me equivoqué de nuevo, no tengo mas coraje de mirarte, porque me equivoqué de nuevo”. Entonces, Él me dio la visión de una niña de seis o siete meses que, hacia poco le habían cambiado los pañales y ella nuevamente se había ensuciado. Esa niña era yo. Y le dije a Dios: “Me ensucié de nuevo y, rápidamente”. Entonces él me tomó, me colocó en su regazo y me cambió los pañales. Ahora, cada día, yo digo: “¿Cómo consigue vivir quien no conoce al Señor?”. Por eso, amados hermanos, es importante el hecho de conocerse y aceptarse.

Hay otra pequeña historia muy interesante sobre dos vasijas: Un monje iba todos los días a la fuente, para llenarlas de agua, y una de las vasijas siempre llegaba al convento con el agua por la mitad, porque estaba perforada; la otra  llegaba siempre llena. Un día, después de mucho sufrimiento, esta vasija le dice al monje: “Tírame, porque no estoy siendo útil para ti. Tú te cansas al ir a buscar agua en la fuente y al llegar aquí yo ya estoy semi vacía”. El monje le respondió: “Querida vasija, quiero mostrarte algo. Como yo sabía que estabas perforada y que todos los días perdías las gotas de agua, planté por el camino muchas semillas y el agua que tú perdías cayó sobre esas semillas y hoy quiero mostrarte que lindo camino hiciste”

El lado por donde la vasija perforada había pasado estaba lleno de flores y el lado de la vasija entera no tenía ni una flor. Por eso, tú, que te sientes quebrado, que tienes esos pecados y ese vicio que no puedes superar, debes saber que Dios ya lanzó semillas, y que tú las estás regando con tus lágrimas, porque la flores espirituales sólo florecen cuando son regadas por las lágrimas. (…)

Comunidad Shalom
María Francisca
Consagrada de la Comunidad Oasis
fuente Portal Canción Nueva

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