sábado, 6 de septiembre de 2014

Los carismas y la soberbia

Serie  Crecimiento PV -1


San Pablo nos dice: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común..." (I Cor. 12, 4-13).


Hoy en día el Espíritu Santo derrama gracias extraordinarias sobre todo en los grupos de oración, o en los grupos donde se ora. Y Dios que es libérrimo (autónomo) en todas sus acciones,distribuye a cada uno sus dones, según su voluntad” (1ª Cor. 12, 11).


Entre estas gracias especiales se encuentran los llamados “Carismas”, algunos de ellos listados por San Pablo (1ª Cor. 12, 4-11). Son éstos, dones extraordinarios que el Espíritu Santo derrama en la Iglesia, para el bien de la Iglesia y de las personas, y para reavivar la fe en las diferentes comunidades eclesiales.

En síntesis, los Carismas son, pues, dones espirituales, que Dios da como un regalo y que no dependen del mérito ni de la santidad de la persona, ni tampoco son necesarios para llegar a la santidad. Sin embargo, al usarlos como un servicio al prójimo, de hecho, se produce progreso en la vida espiritual, pero no por el Carisma en sí, sino por el acto de servicio.


¿Recibe algún beneficio el laico que ayuda en un exorcismo?

Satanás trata de vengarse del exorcista y de los que han ayudado en un exorcismo o en una liberación de influencia demoniaca, haciendo alguna cosa para asustarlo y que no vuelva a prestar ese servicio. Pero del mismo modo que esto es cierto, también es cierto que el que ayuda en un exorcismo o en una liberación recibe un beneficio, pues todo el que ayuda al prójimo recibe una gracia.


El demonio ya trata de hacer todo el mal que puede. Si pudiera hacer más mal, lo haría. Si el sacerdote exorcista o el laico reza el rosario cada día y le pide a Dios que le proteja contra toda asechanza del maligno, nada debe temer. El poder de Dios es infinito, el del demonio no.


De todas maneras San Pablo nos dice: “Y ahora, hermanos, busquen su fuerza en el señor, en su poder irresistible. Protéjanse con toda armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea.” (Ef. 6, 10-12)

Y Jesús nos dijo: “Mirad os he dado poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y autoridad contra toda fuerza del enemigo, y nada podrá dañaros.” (Lc. 10, 17-19)


Para un cristiano temer al demonio está completamente injustificado, la fe en Dios rechaza todo temor.

En cada exorcismo o en cada liberación supone una gracia invisible para el alma del que está allí por amor a Dios y al prójimo. Mientras se esté allí con rectitud de intención, mientras se preste este servicio sólo por esa razón y no por otras menos puras, el exorcismo o liberación supondrá un indudable beneficio para todos y cada uno de los integrantes del equipo o Ministerio. El exorcismo o la liberación supondrá una enseñanza día a día, es un acto de caridad (amor a Dios y al prójimo), un acto sagrado y un acto de oración. De ahí que para el que lo practica le hace el beneficio de la oración.


¿Tiene que haber dones extraordinarios (Carismas) en un grupo de oración?

No necesariamente. Un grupo puede invocar al Espíritu Santo, e incluso pedir esos dones, y estos no aparecer. Los dones son sólo medios para hacer que la gente ame más a Dios, son sólo un medio, no un fin. En la mayor parte de las comunidades, sólo una pequeña parte de los que participan de la oración, están dotados de dones. La oración, la alabanza, el compartir testimonios, son ya suficientes para reunirse. Lo extraordinario ayuda al fervor. Pero un exceso de afán por lo extraordinario, despista de la oración. Siempre es una tentación para los que asisten a un grupo carismático el que el centro de todo ya no sea alabar a Dios, sino el deseo de ver lo que va más allá de lo ordinario. Sucede el mayor número de veces que van al grupo de oración para ver que hace el instrumento de Dios o cuál es la manifestación extraordinaria a cambio de hacer conscientemente la oración en la que alabe a Dios.


¿Cómo saber si un don es verdadero?

Los dones de hacer milagros, de curación o sanación, de conocer lo oculto, de profecía se prueban a sí mismos, las obras que resultan de ellos o las palabras dichas son la mejor evidencia acerca de si existe o no ese don. Pero el resto de los dones deben ser discernidos por la comunidad o por los que hacen cabeza de esa comunidad.


Hay personas que creen poseer dones, y confunden su deseo con la realidad. Creen que cualquier cosa que les viene a la mente es una inspiración. Muchas veces sólo el tiempo logra poner luz acerca del carácter extraordinario o no de un supuesto don.Mientras no nos conste la veracidad o no de un don, debemos reservar nuestro juicio pidiendo al Espíritu Santo el discernimiento de aquello que no nos deja satisfechos. A tal efecto nos dice San Pablo: “No apaguen el fuego del Espíritu, no desprecien el don de profecía. Sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno” (1ª Tes. 5, 19-21).


Por otra parte, puede ocurrir que el supuesto don es una manipulación de Satanás para suplantar y engañar a los asistentes: También San Pablo no dice: “Pero voy a seguir haciendo lo que hago, para no dar oportunidad a esos que andan buscando pretexto para tener un orgullo como el nuestro; pues no son más que falsos apóstoles y engañadores que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y esto no es nada raro, ya que Satanás mismo se disfraza de ángel de luz” (2ª Co 11, 12-14).


Creemos en la fe de la Iglesia, no en que todos y cada uno de los que dicen tener un don realmente lo tengan.


El pasar de los meses nos indica si alguien que dice tener dones está cuerdo o sufre un desequilibrio, si alguien tiene afán de protagonismo o es una persona de gran vida espiritual. Es decir, el sentido común nos indicará de forma cada vez más clara por donde van las cosas. Pero al principio, la cabeza del grupo o Ministerio tiene el deber de no apartar su ojo de esa persona tratando una y otra vez de no caer en una bondadosa credulidad. Si el don, pasado el tiempo, resulta falso o razonablemente dudoso, deberá impedir que se ejercite de un modo público. Aunque en algunos casos, si existe una duda razonable, se podrá seguir permitiendo el ejercicio de ese don ante la cabeza. Por ejemplo, si dudamos del don de profecía de alguien, se le puede decir que sus profecías las de no ante el grupo, sino en privado ante la persona que dirige esa comunidad.


¿Cuándo un grupo de oración se desvía?

Un grupo o sus dirigentes se pueden desviar en puntos relativos a la doctrina de la fe, también puede desviarse por caer en una excesiva credulidad respecto a los supuestos dones de sus integrantes, también puede desviarse por ser su dirigente cada vez más exaltado, por creerse cada vez más iluminado de Dios.


Queda entonces claro que en los grupos de oración no todo el oro que reluce es oro verdadero, que la excesiva credulidad respecto a los supuestos dones de sus integrantes en tan mala como el racionalismo, pero hay que reconocer que nuestra religión está basada en las revelaciones y los milagros.


¿Qué pensar de aquellos sacerdotes que critican los carismas?

Debemos excusarlos no sólo de palabra, sino incluso interiormente, dentro de nuestro corazón. Para ello debemos pensar que algunos de ellos han sido formados de un modo muy racionalista. Son buenas personas, pero se les educó así en algunos seminarios. Un pastor debería ser el primero en ser sumamente cuidadoso en no hablar contra algo que puede ser obra del Espíritu Santo. Criticar las acciones de Dios, es criticar a Dios mismo, al mismo Señor al que sirven y que un día les ha de juzgar. Por otro lado no debemos olvidar que el que no se deba criticar aquello que suscita el Espíritu Santo, no significa que todo se haga bien allí donde está presente el Espíritu Santo.


¿La oración de liberación sólo puede ocuparse lícitamente el sacerdote exorcista autorizado por la Iglesia?

El Código de Derecho Canónico lo único que habla es del exorcismo sobre posesos. Y la carta del 24 de septiembre de 1985 de la Congregación para la Doctrina de la Fe en ningún momento dice que la oración de liberación sea una mala práctica, ni que sea exclusiva de los sacerdotes. La oración de liberación es una oración que puede ser perfectamente laical.


¿El que tenga dones en las manos cómo puede hacérsele culpable por el hecho de que Dios le esté usando como instrumento de liberación?


Si Dios no quisiera respaldar las obras de esa persona, no actuaría a través de ella. Porque el que libera es Dios a través de ese ser humano. Lo mismo vale para la sanación. Si un hombre, sea quien sea, cura a los enfermos, eso es signo de que Dios está con él. Esto no significa que sea santo el instrumento humano, pero el hecho de que cure o libere implica que Dios quiere usarlo como instrumento. Ya que es Dios quien usa a quien quiere. Y en el momento en que quiera dejar de usarlo, no habrá más curaciones.


No sobra mencionar el hecho de que este asunto de los laicos haciendo oración de liberación aparece en el evangelio. Un hombre hacía exorcismos y los Apóstoles se lo prohibieron. Y el Maestro les dijo: no se lo prohíban.


“Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros. Jesús contestó: No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a nuestro favor.” (Mc 9, 38-40)



¿Qué pasa si en un grupo se produce demasiado espectáculo con las liberaciones?

Algunas liberaciones producen mucho espectáculo, mucho estruendo, alaridos, violencia, convulsiones, ¿Por qué? Porque Dios así lo quiere. Si Dios quisiera que los demonios salieran de un modo silencioso y discreto, así sería. Pero las cosas son como Dios ha dispuesto. Y eso constituye un espectáculo de Dios (Spectaculum Dei) que aumenta la fe, que nos recuerda la existencia del demonio, que nos refuerza la convicción del poder de la oración. Es el demonio el más interesado en que esa derrota suya se oculte a los ojos de todos lo más posible. Las obras de la luz buscan la luz.


El que sucedan escenas como las mencionadas anteriormente, es un signo de que el Reino de Dios ha llegado con la oración y la fe.

Aun así, los que dirijan un grupo de oración hagan lo posible para que todo discurra con dignidad y ética, sin dar la menor impresión a los presentes de que eso se ha convertido en un espectáculo terreno, en una oración que busca el aplauso de este mundo. La oración de liberación es un misterio en el que todo debe ser dispuesto con prudencia buscando que quede clara la honorabilidad de esa oración.


Ahora bien, si en esa oración existe manifestación divina (Jesucristo, la Santísima Virgen, Los Ángeles y los Santos) a través de un instrumento humano miembro del grupo de oración, esta debe ser leal y cierta, de lo contrario se convertiría en fuente de confusión y de burla por parte de los creyentes, situación que hace daño al grupo o Ministerio.


¿Existe un cierto paralelismo entre los fenómenos místicos y los diabólicos?

Sí, es algo ciertamente curioso el paralelismo tan grande que hallamos entre los fenómenos descritos en los libros de los místicos y los fenómenos preternaturales que produce el demonio en sus posesos. El éxtasis (enajenación) es la antítesis (opuesto) de la posesión. En ambos casos se pierde la consciencia y el uso propio del cuerpo.

Tanto las personas en éxtasis como en trance son usadas a veces para que hable a través de ellos otro ser, santo o demoniaco. En ambos fenómenos se puede producir la levitación. Alrededor de místicos y posesos se pueden producir olores agradables (a rosas, a perfumes) o en el caso del poseso desagradables (a azufre, a algo corrompido).

Tener una visión puede provenir tanto de Dios como del demonio, ambos pueden producir tal fenómeno. Dios puede producir estigmas, el demonio produce a veces rasguños en el cuerpo del poseso (y alguna vez hasta estigmas).

El Espíritu Santo da a algunos el don de lenguas y el don de interpretar lenguas. También el demonio hace hablar lenguas desconocidas, asimismo el poseso entiende cualquier lengua. El don de profecía es un don del Espíritu Santo, pero también los pseudoprofetas (falsos profetas) pueden profetizar de parte del demonio. El santo puede recibir el don de curar, algunos brujos pueden recibir también poder de curar pequeñas enfermedades. La mirada del santo es especial, como especial es la mirada del hombre endemoniado, ambos a veces pueden penetrar las cosas ocultas de aquel a quien miran.


¿Qué ocurre cuando la oración de liberación se hace sin fe o se tiene dudas de los carismas?

Sencillamente la liberación fracasa. Ocurre que alguien impone manos a un poseso o a un influenciado por el demonio y no pasa nada, pero luego pasa por manos de otro instrumento de Dios que tiene fe, sucede entonces un espectáculo, mucho estruendo, alaridos, violencia, convulsiones, ¿Por qué? Sencillamente porque este instrumento de Dios tiene fe.

“Cuando llegaron a donde estaba la gente, se acercó un hombre a Jesús, y arrodillándose delante de él le dijo: Señor, ten compasión de mi hijo, porque le dan ataques y sufre terriblemente; muchas veces cae en el fuego o en el agua. Aquí se lo traje a tus discípulos, pero no han podido sanarlo. Jesús contestó: ¡Oh gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Traigan acá al muchacho. Entonces Jesús reprendió al demonio y lo hizo salir del muchacho, que quedó sano desde aquel momento. Después los discípulos hablaron aparte con Jesús, y le preguntaron: ¿Por qué no pudimos nosotros expulsar el demonio? Jesús les dijo: Porque ustedes tienen muy poca fe, aunque solo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, le dirían a este cerro: ‘Quítate de aquí y vete a otro lugar’ y el cerro se quitaría. Nada les sería imposible.” (Mt 17, 14-20)


¿Se puede decir lo mismo del espectáculo de las curaciones cuando no se obra con honorabilidad?

Si, exactamente lo mismo. Si bien tengamos presente que pocas cosas alejan tanto de la religión como ciertos shows televisivos de algunos pastores protestantes. De ningún modo nuestras reuniones de oración se deben convertir en eso. Pero evitando esos peligros, que son muy reales, las curaciones producen un espectáculo que es bueno, es el espectáculo del poder de Dios. Nada de malo hay en que se manifieste públicamente que Jesús está ahí, vivo y sanando como hace dos mil años. Hay que evitar la apariencia del interés económico, la apariencia del afán por la fama, la apariencia de la vanagloria. Pero el que la actuación extraordinaria atraiga a las masas es algo implícito en el mismo hecho de que Dios haya querido actuar de un modo que se salta las leyes ordinarias.

Lo que hay que tratar por todos los medios es que la contemplación de la acción de Jesús sanando, no se convierta en un espectáculo de la vanidad humana del sanador. Hay que evitar la teatralidad también. Hágase todo con sencillez y humildad, con fervor, pero sin arrebatos de entusiasmo que a veces llegan al histerismo porque más que un sermón son una sucesión de gritos innecesarios.


¿Hay que ser cuidadosos en el desempeño de los dones?

Si, la virtud de la prudencia debe regir el uso de todos los carismas. Dios es un ser razonable, y le gusta que hagamos todo con sensatez. Trabajamos con dones que son sobrenaturales, eso nos obliga a redoblar nuestra autoexigencia para no caer en excesos de ningún tipo. Todo debe ser discernido, en nuestro actuar debemos escuchar a unos y a otros, a hombres carismáticos de dentro del grupo y a pastores ajenos a ese mismo grupo. Del diálogo, de la escucha de unos y otros, surgirán decisiones más ponderadas, más equilibradas. Siempre hay que intentar que en una comunidad todos participen, que todos intervengan, que no esté todo centrado en una persona. Si bien hay ocasiones en que Dios concede tanto dones a alguien que esa persona constituye de forma natural el centro del grupo. Del mismo modo lo ideal es que todo se haga de forma comunitaria, es cierto que hay personas cuya vida espiritual es tan profunda y cuyo carisma arrastra tanto a la gente, que serán los protagonistas del grupo hagan lo que hagan, en esos casos tampoco hay que preocuparse y hacer un problema de esos. Dios a veces quiere señalar de forma ostensible a uno de sus siervos. Por otro lado, es cierto que hay comunidades que precisan de una mano firme que las dirija y encamine. Por tanto lo mejor es actuar con naturalidad y sin preocupaciones, y hacer en cada circunstancia lo que se vea que es más conveniente para el bien de la gente. Y en ocasiones eso significa ser la columna de un edificio. Pero inténtese que no ore sólo una persona por los enfermos, que no hable siempre uno solo, y que las decisiones importantes que haya que tomar se deliberen y se tomen de común acuerdo.


Las cosas hay que intentarlas hacer bien en cada comunidad, por pequeña que sea, porque lo que sucede en los grupos de oración afecta para bien o para mal a toda la Iglesia. Debemos huir a toda costa de considerarnos iluminados y por tanto excluidos de la necesidad de escuchar a otros, y en ocasiones de ser corregidos.


¿Cuáles son los peligros mayores de un exorcista o sanador?

Aunque existen peligros menores, los peligros mayores son tres:

La dura persecución: Se puede pensar que el sacerdote exorcista si es criticado y no apoyado por sus superiores, se hará más santo en el sufrimiento. Y así es, a menos que esa depresión le destroce. El exorcista puede resistir bien a las críticas de los hermanos sacerdotes por duras que sean mientras sienta el apoyo de su obispo, pero si el obispo le mantiene en el cargo pero le retira su confianza, entonces antes o después el exorcista se acabará enterando. Si la presión le destroza, acabará revolviéndose contra todos y contra todo. Es un error pensar que en esta lucha siempre vence la virtud. A veces sí, a veces no. El exorcista puede quedar inutilizado por el desprecio de los superiores.


La secreta soberbia: Las alabanzas, el agradecimiento, el ser consciente de uno va aprendiendo más y más, pueden hacer nacer la soberbia en el corazón del exorcista. De su corazón puede nacer estos tres venenos del alma: la vanidad, el orgullo y el egoísmo. De estos venenos se tienen los dos primeros indicios cuando comienza a tratar con más dureza menos paciencia a los posesos, y cuando uno tiene su juicio por infalible porque uno considera que ya tiene muchos años a sus espaldas y el que llega nuevo acaba de empezar. Índice inequívoco de que la soberbia ya está en el corazón del sacerdote es cuando uno no quiere explicar a un colega exorcista algo bajo la excusa de “tu no lo ibas a entender”.


El afecto no recto de las posesas: Para una mujer que ha estado viviendo un tormento tan grande en su mente y en su cuerpo, pasar a encontrar un ángel de Dios que le trate con amor, es como pasar de infierno al cielo. De ahí que alguna mujer sin darse cuenta puede pasar del mero agradecimiento a un afecto no recto al sacerdote que le ayudó.


¿Qué es la soberbia?

Es un apetito desordenado de excelencia, de dos maneras: una es carnal y mundana, que pone su excelencia en bienes corporales, como en pertenencias, tierras, linaje, hermosura, altos puestos de trabajo, dinero, clase social, etc. Otra soberbia es espiritual, que se gloría de los bienes espirituales como ciencias y virtudes, dones y carismas, obras de misericordia, etc.

La soberbia tiene cuatro actos: El primero, atribuirse a sí mismo lo que es de Dios, como si fuera suyo, debido a su naturaleza o adquirido por cuenta propia, quitándole a Dios todo mérito. El segundo, aunque se piense que es de Dios todo lo que se tiene, se cree que Dios lo da porque se es muy bueno, cuando en realidad, es pura gracia. El tercero, pensar que se tiene mucho más bienes de los que en verdad posee, tanto en virtud, como en artes o en otros dones naturales o adquiridos, complaciéndose de ellos consigo mismo. El cuarto, es pensar que se es singular y excelente sobre todos, en los bienes que se tiene; o desear vanamente serlo, para que todos se le rindan y sujeten.


De la soberbia nacen muchos otros vicios con varios actos de pecado, los cuales podemos reducir a siete, como siete son las cabezas del dragón infernal:


El primero es su hija primogénita la vanagloria, que es un apetito desordenado de ser reconocido, estimado y alabado por sus semejantes. Sus actos son: gloriarse de lo que tiene, como si no lo hubiera recibido de Dios; gloriarse de lo que de verdad no se tiene, o de cosa indigna de gloria, por ser mala o vil; desear vanamente agradar a los hombres, diciendo o haciendo cosas para que le alaben; alegrarse vanamente cuando se es alabado; saborearse al oír alabanzas, aunque sean falsas lisonjas (elogios, aplausos). Esta vanagloria es más abominable en materia de virtudes, porque es veneno dulce y ladrón secreto que las roba y destruye.


El segundo vicio es la jactancia, cuyos actos son: alabarse a sí mismo, hablando de bienes que no tiene, o exagerando los que tiene, gloriándose (exaltar) de ellos, o descubriendo sin necesidad, los que deberían encubrir.


El tercero es la ambición, cuyo desorden consiste en desear los bienes que no se merece o en buscarlos obsesivamente por malos medios, teniendo como fin la honra mundana.


El cuarto es la presunción, alardeando (ostentando) de sí mismo cosas mayores de las que puede, y arrojándose a ellas temerariamente, por vanidad.


El quinto es la hipocresía, fingiendo la virtud y la buena intención, que no tiene, para ser tenido por santo, y haciendo obras buenas con fingida bondad para este fin.


El sexto es la protervia u obstinación en la maldad, anteponiendo su propio juicio al de los otros, aunque estos sean superiores.


El séptimo es el desprecio de los demás, haciendo poco caso de ellos: primero de los menores, luego de los iguales, después de los mayores, hasta llegar a despreciar al mismo Dios. Porque la soberbia, como dice David (Sal. 75, 23), siempre va creciendo y así brotan innumerables pecados, discordias, desobediencias, maldiciones y blasfemias.


Terribles son los castigos que ha hecho Dios (Pr. 16, 5 y 18, 12) y hace en algunos soberbios en esta vida, y los que hará en la otra.


Estos castigos, se apuntan en aquella sentencia tan repetida en la Escritura (Mt. 23, 12; Lc. 14, 11 y 18, 14): “Quien se ensalce, será humillado”. En la cual se encierran tres castigos terribles para los soberbios, a saber: primero, privarlos de la excelencia que tienen; segundo, negarles lo que desean y tercero, darles la bajeza y la confusión que temen.


Por otra parte, para el soberbio no será posible escapar de los terribles castigos de la otra vida, donde todos los soberbios padecerán especial confusión, con terrible vergüenza de verse tan despreciados; los que acá pretendían el primer lugar, tendrán allá el último a los pies de Lucifer, rey de los soberbios; y los mismo demonios atormentarán a estas desdichadas almas, diciendo mofa aquello de Isaías (14, 10-11): “Tú has llegado y has sido castigado como nosotros; te han hecho semejante a nosotros en la pena, como lo habías sido en la culpa; derribada ha sido tu soberbia hasta los infiernos”, hasta lo más profundo de los lagos.


¿Qué es la Gracia de Dios?

En teología cristiana se entiende por gracia divina o gracia santificante a un favor o don gratuito concedido por Dios para ayudar al hombre a cumplir los mandamientos, salvarse o ser santo o el acto de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente las almas hacia Sí.


Notemos primeramente el significado de la palabra original griega. Gracia: “La influencia divina sobre el corazón, y su reflejo en la vida”.


Tito 2, 11–13 nos enseña cómo es realmente la gracia de Dios: Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.


Estos versículos nos demuestran claramente que la gracia de Dios no se refiere únicamente al perdón de Dios, sino que se refiere específicamente al poder que Dios nos da para dejar de practicar el pecado en nuestra vida diaria y vivir una vida santa, día tras día.


Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2, 8–10).

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