En el Evangelio de hoy leemos el diálogo entre Jesús y sus discípulos después de la transfiguración.
En este diálogo se menciona a Elías y a Juan Bautista, pero ¿por qué? Porque hay una clara relación entre la transfiguración y la resurrección.
En la literatura bíblica, la montaña es el lugar de la revelación de Dios: en el monte Sinaí recibió Moisés la Ley y Elías presenció la Divinidad en el monte Horeb. En la montaña de la transfiguración, los discípulos también recibieron una revelación: Dios les desveló el misterio de Jesús, misterio que sólo resulta explicable a partir de la resurrección. La transfiguración es un anticipo de la resurrección y sólo es comprensible en el contexto de ésta. Después de la resurrección y de Pentecostés, los apóstoles pudieron entender el misterio de Jesús y cuanto había ocurrido hasta aquel momento.
Los discípulos creen cada vez más que Jesús es el Mesías, pero ¿dónde entra Elías, que debía aparecer como su precursor? Los doctores de la Ley habían exagerado la figura del profeta diciendo que cuando él viniese establecería el derecho y el orden en todos los terrenos.
Ahora bien, esto no había ocurrido aún y todo seguía igual que antes. Pero Jesús identifica a la persona de Elías con la de Juan Bautista. Por consiguiente, Elías ya había venido y había cumplido su misión. Ahora lo que nosotros debemos esperar es el regreso de Jesús, nuestro Salvador.
Hoy, los judíos fieles ponen una silla extra en su cena pascual para el profeta Elías que esperan que venga antes del Mesías. ¿Esperamos nosotros los cristianos el regreso de Jesucristo, nuestro Señor, con el mismo entusiasmo que los judíos esperan a Elías?
Hay personas que sienten temor al pensar en la Segunda Venida de Cristo, porque piensan que será el fin del mundo, con grandes catástrofes y cataclismos. Nadie sabe a ciencia cierta cómo ni cuándo sucederá esto, pero cuando venga el Señor por segunda vez, el acontecimiento será mucho más espectacular y asombroso que el carro de fuego de Elías, y se hará plenamente realidad la restauración del género humano; se enjugarán todas las lágrimas y ya no habrá más pecado ni muerte (Isaías 25,8; Apocalipsis 21,4). ¡Será un día tan glorioso que no podemos imaginarlo!
“¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús! Anhelamos tu regreso y sabemos que tú harás nuevas todas las cosas. ¡Ven y reina sobre nosotros, Señor y Dios nuestro!”Eclesiástico 48, 1-4. 9-11
Salmo 80(79), 2-3. 15-16. 18-19
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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