Trabajar por la paz en un país lejano puede ser una huída y un rechazo a mirar lo que está roto en uno mismo. Trabajar por la paz es acoger al que está cerca, al que irrita y enerva, al que tiene ideas diferentes, al que parece una amenaza, la que parece desvalorizarnos, al que despierta nuestras agresividades. No se trata de juzgarle ni de condenarle pues él también es un ser humano que busca la vida y la paz. No es un rival o un enemigo, sino ante todo un hermano o una hermana en nuestra común humanidad, herida como nosotros.
Jean Vanier, Cada persona es una historia sagrada, P 196
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