sábado, 22 de agosto de 2015

LIDIANDO CON NUESTRAS HERIDAS



"Es el amor el que cura nuestras heridas porque Dios es amor. Cuanto más amamos, mas cura recibimos"

"Hablaba Él todavía, cuando se presentó el jefe de la sinagoga. Se postró delante de Él y le dijo; Señor, mi hija acaba de morir. Ven, impónle las manos y ella vivirá. Jesús se levantó y fue seguido por sus discípulos"
Había una mujer atormentada por un flujo de sangre, desde hacía doce años, se aproximo a él por detrás y le tocó la orla del manto. Decía: Si solamente tocase su vestimenta, seré curada. Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: "Ten confianza, mi hija, tu fe te salvó. Y la mujer quedó curada" (Mateo 9, 18-22)
Doce años de sufrimiento, doce años para nada, solo tuvo la osadía de tocar el manto de Jesús.
Vemos en la Palabra dos momentos: una mujer que toca a Jesús, y Jesús que toca a una mujer.
La hemorroísa fue muy osada al tocarlo. Ella sufría de un flujo de sangre y, de acuerdo con la ley judaica, eso era considerado impuro. Impureza, en la mentalidad judía, no es como nosotros lo entendemos hoy: en aquella época, hablaban de una impureza legal. Una persona que estaba enferma era considerada legalmente impura.

Jesús decía que, cuando la persona esté enferma, vaya al sacerdote a presentar su impureza. Aquel lugar no era para aquella mujer, por eso, cuando Jesús preguntó quien lo había tocado, ella se sintió condenada, porque estaba enferma y no podía seguir a la multitud.
Esa mujer osó entrar en la multitud y tocar al Señor.

Hoy, Cristo está diciéndonos: Tócame!
¡¿Qué significa tocar a Jesús?! ¿Confiar en Él?
Muchas veces queremos que otras cosas llenen nuestro corazón, por eso no tocamos al Señor. Mira, presta atención, a la mujer samaritana: ella pensaba que vivir con un hombre podría llenar su corazón; ella estaba ya con el quinto hombre y todavía no se sentía amada. Mira a María Magdalena que andaba de un lugar para otro, buscando alguien que pudiese llenar su corazón. Mira a Zaqueo, el encontraba que podría llenar su corazón con dinero.
La mujer de la Palabra dice: "Si yo al menor pudiese tocarle, quedaría curada".
Ella confió en Jesús y fue curada.
Cuando Jesús dijo "¿Quién me tocó? Sentí una fuerza salir de mi" En ese momento quedo curada. Ese mismo poder está saliendo de Jesús para muchos de nosotros. El es el mismo de dos mil años atrás. Cristo está vivo de la misma forma que El estaba vivo antes. El continúa liberando y curando a las personas. La misma fuerza de Jesús de antes es la fuerza de Jesús ahora. Necesitas creer que el Señor puede liberarte y hacer cosas maravillosas en tu vida.

Cuando Él nos toca, las cosas cambian.
Mira: Jesús quiere curar a todos, pero no de la misma forma. Eso es importante tener en la mente.
Necesitamos saber que Jesús nos ama, El no nos ignora.
Muchos de ustedes son padres y madres, saben que no pueden amar a los hijos e ignorar sus problemas.
Jesús quiere convencernos de eso: "El Padre sabe de cada uno de los cabellos que caen de sus cabezas".

Eso significa que Jesús conoce todos los detalles de nuestra vida.
Mira lo pájaros del cielo! Existen millones, pero ninguno muere sin que Jesús lo sepa. Los lirios del campo, hoy, están aquí, pero mañana ya no estarán. Entonces ¿por qué te preocupas, si sabes que tienes un Padre que te ama?

Jesús, en el Evangelio, no tiene un criterio único de sanación. Cuando el hombre de Jericó se aproximó a Él, mostrando su ceguera, Jesús dijo: "Ok, ahora vé!". Hubo otro, que también era ciego, se aproximó a Jesús, pero Él colocó barro en sus ojos y le dijo: "Ahora ve a lavarte a la piscina de Siloé". El comenzo a percibir las cosas turbias, y lo que veía no sabía si era una persona o un árbol, hasta comenzar a ver todo muy claro. Entonces percibe: Jesús no usa dos criterios iguales para curar a los ciegos.

Muchas veces no reconocemos los planes de Dios. Pero ten en mente que el plan del Padre es siempre un plan de amor.
Cuando estés orando por una sanación, ten la convicción de que Jesús está oyéndote. Entonces recuerda: no es necesario que Jesús otorgue aquella cosa específica que estas pidiendo. Tal vez puedas pensar: "Dios no me oye. El está de vacaciones". Ten en mente que, cuando estamos orando, El está oyendo. Dios no tiene problema alguno en oírnos, nosotros somos los que tenemos problemas para oírlo a Él. Él por su parte está siempre oyendo y dándonos, tal vez, no la cosa específica que estamos pidiendo, pero el atiende el clamor.

La mujer decía que hacía doce años concurría a los médicos y nada acontecía. Gastó todo su dinero y nada sucedía. Ella estaba avergonzada. La única cosa a la cual ella podía aferrarse era a su fe en Jesús. Muchas veces, es eso lo que sucede con nosotros, buscando muchas cosas y nos sentimos vacíos, pero solamente Dios puede curarnos.

En ése momento, la mujer dice: "Si al menos yo tocase los flecos de su manto" Jesús dice: "Ven, ten coraje!". Es eso lo que Él esta diciéndonos hoy: ¡Coraje! El Señor quiere darte algo y la fuerza que viene de Él, toca tu corazón, tu mente y todos tus sueños y visiones. Jesús te dice: "No tengas miedo! Yo estoy contigo!"

Muchas veces en nuestra vida luchamos, luchamos y nada acontece. Siempre medito el pasaje de la barca cuando Pedro estaba en la tempestad y Jesús estaba durmiendo (Mateo 8). Yo no creo que Él estuviese precisamente durmiendo. ¿Cómo puede alguien dormir con las olas tirándote de una lado para otro? Pero Pedro pensó que Él estaba durmiendo. Tal vez, el haya pensado: "Yo soy un pescador, y el solamente un carpintero, ¿por qué debería despertarlo?

Pedro confiaba apenas en su persona, en sus experiencias de mar, pero llegó un punto que él percibió que no daba para más; fue en ese momento que El despertó a Jesús: "¡Despierta! ¿no te importa que nos estemos ahogando?! y Jesús le dijo: ¡Hombres de poca fe!.
Era como si Jesús le dijese: "¿No sabes acaso que estoy aquí?"
Podrías haberme llamado en la hora de la tempestad, pero tuviste fe en ti mismo, no en mi!".
Jesús se levantó y apenas con una palabra, calmó el mar y los vientos.
Fracasamos cuando intentamos hacer las cosas con nuestras propias fuerzas, claro que precisamos hacer nuestra parte, pero lo principal es confiar en Dios.
Necesitamos entender que en Jesús, sólo en Él vamos a resolver nuestros problemas.

Fray Elias Vello

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