viernes, 28 de agosto de 2015

Mi gracia te basta

“Mi gracia te basta,
que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza”

“Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: ‘Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza’. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte“. 2Cor 12,7-10

La liturgia de la Palabra de este domingo tiene en común un reclamo a la fe, a vencer las dificultades para creer. En la primera lectura, Dios anuncia al profeta Ezequiel que no será creído y aceptado por los hebreos a quienes le envía. El episodio narrado en el Evangelio nos presenta a Jesús que sufre el rechazo de sus paisanos a quienes dirige su predicación en la sinagoga de Nazaret. Por último, la lectura de san Pablo nos presenta la actitud de fe adecuada ante los acontecimientos de nuestra vida y la comunicación de Dios a través de ellos: la fe permite al Apóstol superar las dificultades que encuentra en su apostolado.

En la primera lectura (Ez 2,2-5), en el momento de enviar al profeta Ezequiel, al pueblo de Israel, Dios se muestra severo con relación a este pueblo, pues son una “nación de los rebeldes, que se han rebelado contra mí” (v.3). Tantos profetas antes de Ezequiel habían recriminado la falta de fe en Dios por parte del pueblo y ahora el Señor señala esta dureza de corazón: “Los hijos tienen la cabeza dura y el corazón empedernido” (v.4). Es a estos hijos rebeldes e incrédulos del pueblo de Israel a quienes Dios envía al profeta para comunicarles su mensaje. Dios procede así porque quiere atestiguar la presencia del profeta entre ellos y porque tiene la esperanza de que esta vez su mensajero será acogido.

Parecida a la resistencia del pueblo de Israel ante los anuncios de los profetas es la de los paisanos nazarenos de Jesús ante su predicación y ante el llamado de ésta a descubrir desde la fe quién es Él realmente (Mc 6,1-6). Conocedores de los milagros obrados por parte de Jesús en Cafarnaúm y ante la sabiduría que refleja su predicación en la sinagoga, los nazarenos reaccionan con estupor, pues conocen a este hombre quien juntamente con su familia ha vivido entre ellos hasta entonces. Pero no son capaces de reconciliar su origen humilde con lo que ahora ven y escuchan de Él, y terminan por rechazarlo, cerrándose a una llamada de fe para descubrir la verdadera realidad de Jesús, como enviado del Padre. Con tristeza Jesús reprocha esta actitud de incredulidad, recordándoles que en ello se identifican con quienes les precedieron: “Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio” (v.4).

Como refiere la 2ª lectura (2Cor 12,7-10), a diferencia del pueblo de Israel al que es enviado el profeta Ezequiel y de los contemporáneos de Cristo, san Pablo no pone obstáculos a Dios en su vida y a la gracia que Él le confiere. Él abraza con fe la presencia de Dios y sus manifestaciones en su vida. El Apóstol acoge con fe una manifestación difícil de aceptar en su vida, pues no correspondía a sus expectativas. A ello se refiere con dos expresiones metafóricas: “un aguijón a mi carne” y “un ángel de Satanás” que le abofetea. Es su fe inquebrantable en Dios la que le lleva a aceptar gustoso la respuesta del Señor a su petición de verse librado de este sufrimiento: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza“.

Fuente: ZENIT.org
Fuente Portal Canción Nueva en español

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