lunes, 31 de agosto de 2015

RESONAR de la Palabra - 31 de Agosto de 2015

Evangelio según San Lucas 4,16-30.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.



RESONAR DE LA PALABRA
Conrado Bueno, cmf
Para anunciar Buenas Noticias


“Con los ojos fijos en él”, en Jesús, como los judíos en la sinagoga de Nazaret. Así estamos nosotros hoy. Es sábado, y Jesús, judío devoto, acude a leer y comentar la palabra en comunidad. Así comienza, en su propio pueblo, su misión evangelizadora. Aquí, el hijo del carpintero tiene la osadía de aplicarse a sí mismo el pasaje de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí,porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de Gracia del Señor”. Es el programa marco que aparece al inicio de su ministerio,émulo de la ley fundamental que son Bienaventuranzas

Jesús se autodescribe como el enviado, el Ungido por el Espíritu del Señor. Es su definición, su ser cabal. Por eso, luego, hará obras como Mesías, Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Maestro. Los destinatarios de su programa son los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Sobre ellos quiere actuar anunciando la Buena Noticia, anunciando libertad, dando libertad, dando luz a los ojos, anunciando la Gracia de Dios para los hombres. Ahora cabe preguntarse, ¿cómo es posible que, pregonando cosas tan buenas, Jesús sea rechazado por sus paisanos?

Somos y nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo. Cristo es la palabra griega de Ungido. Somos ungidos, empapados por el Espíritu en el Bautismo. Y robamos la exclamación a San León Magno: “Reconoce, oh cristiano, tu dignidad”.

Y el cristiano sale a la palestra del mundo con el mismo programa de Jesús. ¿Cómo? Anunciando y siendo la Buena Noticia para todos. Ya hemos apuntado que, desde el texto de Isaías, estamos en la misma línea programática de las Bienaventuranzas, de las razones grandes por las que somos llamados dichosos. Si el mundo, si la gente no nos ve como señales vivas de Buena Noticia, ¿qué pintamos? ¿Cómo podremos presentarnos como predicadores del Evangelio de Jesús? Nuestras palabras y gestos han de brillar desde esos motivos de esperanza que nos marca Jesús: libertad, gracia, luz, noticia grata para todos. Lo contrario serán anatemas, fama de gruñones, instalarse en sesudos documentos que no llegan o en liturgias formales y barrocas. Algunos, también de los nuestros, hablarán de buenismo o de estilo ligt. ¿Sí? Pues volvamos, detenidamente y con corazón abierto, al evangelio de hoy.

Y en el centro, los pobres, los sufrientes. Es Jesús quien lo clarifica en el evangelio; no, el Vaticano II que acuñó la expresión “Iglesia de los pobres”, ni Pablo VI que clamaba por una Iglesia “servidora de la humanidad”, ni Francisco que repite “quiero una Iglesia que sea hospital de campaña para tantos heridos”. Nos preocupamos de los pobres, no porque sean más buenos sino porque son más necesitados. Esta será la prueba del algodón. El programa de Jesús habla de sanar; no, de estructuras, de ritos, de estrategias en las que gastamos tantas energías. Por aquí va el Espíritu de Jesús, esto es ser espirituales. Hacer otras cosas sería un espiritualismo. Y los “ismos” no suelen ser muy buenos.


fuente: Ciudad Redonda

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