miércoles, 18 de febrero de 2015

El Amor de Dios: fuente de la verdadera alegría

Elegí este tema, porque, ciertamente, fuera de ese amor y de las realidades que lo engloban, difícilmente encontraremos la verdadera alegría.

El 15 de diciembre de 2013, el Papa Francisco dijo en el Ángelus, que la fuente de la alegría cristiana es la seguridad de que somos amados gratuitamente por Dios. Quien no asume esa seguridad y esa verdad, de que es gratuitamente amado por el Señor, no puede experimentar ese amor.

Todo hombre que golpea la puerta de un burdel es un ser humano en búsqueda de Dios, pero que aún no sabe eso. Todavía no sabe que el amor que busca sólo el Señor se lo puede dar, que sólo el Señor puede llenar el vacío más profundo de su alma.

Nosotros necesitamos, hermanos y hermanas, con mucha seriedad e intensidad, hacer esa diferenciación: ¿cuál es la verdadera y la falsa alegría? En primer lugar, eliminemos una cuestión: la verdadera alegría es aquella que viene de Dios, que vine del cielo. ¿Y cuál es su característica? En primer lugar, es aquella que no pasa, que trae gozo interior para hacernos capaces de enfrentar la vida y lo que se nos presente.

¿Y cuál es la falsa alegría? En su encíclica Evangelii Gaudium, número 7, el Papa dice que la tentación, para muchos, es creer que la alegría exige muchas condiciones para que se de. “Voy a ser feliz y alegre cuando tenga aquella cantidad de dinero, aquella casa, aquel novio, esa ropa de moda…” Pero el Papa está diciendo que tenemos que tener mucho cuidado, porque la verdadera alegría no exige condiciones externas, porque viene de adentro de nosotros. Claro que, cuando conseguimos un ascenso en el trabajo, cuando estamos bien en el matrimonio, cuando vemos a nuestro hijo libre de un vicio, ciertamente eso contribuye a nuestra felicidad. Pero cuando nuestra alegría está enraizada en Dios, no depende de esas cosas.

Necesitamos aprender a lidiar con la tristeza, porque, en algunos momentos de nuestras vidas, nos visitará. Y yo necesito ser honesto contigo: no es con una oración que vamos a acabar con los problemas. Por eso, necesitamos aprender a lidiar con la tristeza.
Leí algo que un psiquiatra escribió sobre la tristeza. Decía que cuando vives un momento de tristeza, la tristeza te está avisando que hay algo dentro de ti que necesita resolverse, o ser mejorado o solucionado, puede ser algo que desprecies, algo de tu infancia que esté pendiente. Como decía el Padre Leo: “La sanación interior es necesaria para nuestra salvación”.

El amor de Dios es la fuente de la verdadera alegría 1

El psiquiatra también relata que tenemos que prestar atención a lo que la tristeza nos quiere decir, porque si la tapamos, va a llegar un momento y va a estallar. La tristeza también nos revela que algo dentro de nosotros necesita ser resuelto por nosotros o por el Espíritu Santo, por medio de la oración. Quien no aprende a integrar las propias tristezas no sabe vivir una perfecta alegría.

Dios nos creó como seres humanos y quiere que trabajemos con las realidades de nuestra historia. Puede que haya cosas en nuestro interior que estén dando señales de alerta, puede que no seamos tan fuertes como imaginábamos, por eso necesitamos cultivar la humildad, identificar nuestros propios límites.

Tenemos que aprender que la tristeza también hace parte de nuestra vida, porque nos ayuda a construir la alegría. Con ella aprendemos, en primer lugar, a cambiar algunas actitudes; en segundo lugar, logramos, de una manera más madura, a eliminar las voces interiores de autocondenación.

Si buscamos en Dios sabiduría para reaccionar y aprender con nuestros dolores, las transformaremos en aprendizajes.
Abre tu Biblia en 2Cor 13,11:
“Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos;animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz,y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros”

Presta atención en la lectura, que nos trae cuatro órdenes de Dios: estén alegres, busquen la perfección, anímense, tengan un mismo sentir. Solo así el Dios de la paz estará en ti.

El Señor nos está dando una guía clara y concreta, Él quiere que seamos alegres. La segunda orden es que trabajemos en nuestra perfección. Confieso que, a veces, tengo una “santa rabia” de San Pablo, porque tiene unas palabras que tocan el alma. Trabajar es “colocar las manos en la masa”. ¡Muévete! Serás más alegre cuando aprendas a salir de tu zona de confort para ser una persona mejor. Experimenta un proceso de sanación espiritual, busca un director espiritual, alguien que rece por ti, una buena terapia, un buen psicólogo. Dios quiere verte feliz, quiere que camines y des pasos en dirección a la alegría.
Tercera orden del Señor: “anímense mutuamente, tengan un mismo sentir”. Aprende a compartir lo que eres. La felicidad es el único bien que se multiplica cuando lo compartes. Busca la comunión y la superación. Supera los sufrimientos, los rencores. Tengan un mismo modo de pensar y sentir.

La última orden de Dios: “el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros”, o sea, solamente siguiendo esas órdenes tendrás esa paz, que es el propio Dios.


Padre Adriano Zandoná
Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
Predica del Retiro de Carnaval 2015
fuente PORTAL CANCIÓN NUEVA

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