sábado, 28 de febrero de 2015

Los 7 Domingos de San Jose - Quinto domingo


Quinto domingo.
+En el Nombre del Padre +y del Hijo +y del Espíritu Santo.
Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
para todos los domingos.

¡Dios y Señor mió, en quien creo, en quien espero y a quien amó sobre todas las cosas! al pensar en lo mucho que has hecho por mí y lo ingrato que he sido yo a tus favores, mi corazón se confunde y me obliga a exclamar: ¡ Piedad, Señor, para este hijo rebelde y perdóname los extravíos, que me pesa de haberte ofendido, y deseo antes morir que volver a pecar. Confieso que soy indigno de esta gracia; pero te la pido por los méritos de Tu padre nutricio San José. Ya  Vos, gloriosísimo abogado mío, recíbeme bajo tu protección, y dame el fervor necesario para emplear bien este rato en obsequio Tuyo y utilidad de mi alma. Amén.

Ofrecimiento
Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dígnate aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de tus siete dolores y gozos. Y así como en tu feliz muerte, Jesucristo y su madre María te asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asísteme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y tu patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de tu compañía en el Cielo. Amén.

Primer dolor y gozo
Esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de tu corazón en la perplejidad en que estabas sin saber si debías abandonar o no a tu esposa! ¡Pero cuál no fue también tu alegría cuando el ángel te reveló el gran misterio de la Encarnación!
Por este dolor y este gozo te pedimos consueles nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte, semejante a la tuya asistidos de Jesús y de María.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Segundo dolor y gozo
Bienaventurado patriarca glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre, el dolor que sentiste viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza, se cambió de pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella noche tan resplandeciente.
Por este dolor y gozo alcanzanos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los ángeles y a gozar de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Tercer dolor y gozo
Ejecutor obediente de las leyes divinas, glorioso San José, la sangre preciosísima que el Redentor Niño derramó en su circuncisión te traspasó el corazón, pero el nombre de Jesús que entonces se le impuso, te confortó llenándote de alegría,
Por este dolor y por este gozo alcanzanos el vivir alejados de todo pecado, a fin de expirar gozosos con el nombre de Jesús en el corazón y en los labios,
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Cuarto dolor y gozo
Santo fiel, que tuviste parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José, aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María, te causó dolor, sin embargo te llenó también de alegría, anunciándote al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas.
Por este dolor y por este gozo, consíguenos ser del número de los que por los méritos de Jesús y por la intercesión de la Virgen María han de resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Quinto dolor y gozo
Custodio vigilante del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufriste teniendo que alimentar y servir al Hijo de Dios, particularmente en la huida a Egipto!, ¡pero cuán grande fue tu alegría teniendo siempre con vos al mismo Dios y viendo derribados los ídolos de Egipto.
Por este dolor y por este gozo, alcanzanos alejar para siempre de nosotros al demonio, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para que ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Sexto dolor y gozo
Ángel de la tierra, glorioso San José, que pudistes admirar al Rey de los cielos, sometido a tus más mínimos mandatos, aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado luego por el Ángel viviste dichoso en Nazareth con Jesús y María.
Por este dolor y gozo, alcanzanos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor nocivo, de poseer la paz de la conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y de morir también asistidos de ellos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Séptimo dolor y gozo
Modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa tuya al Niño Jesús, le buscastes durante tres días con profundo dolor, hasta que lleno de gozo, le encontraste en el templo, en medio de los doctores.
Por este dolor y este gozo, te suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedas en nuestro favor para que no nos suceda jamás perder a Jesús por algún pecado grave. Mas si por desgracia le perdemos, haz que le busquemos con tal dolor que no nos deje reposar hasta encontrarle favorable, sobre todo en nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y a cantar eternamente con Vos sus divinas misericordias.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Antífona
Jesús mismo era tenido por hijo de José, cuando empezaba a tener como unos treinta años. Ruega por nosotros, San José, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Oración Final
Oh Dios, que con inefable providencia, te dignaste elegir al bienaventurado José por esposo de Tu Santísima Madre, te rogamos nos concedas tener como intercesor en los cielos al que en la tierra veneramos como protector. Tú que vive y reinss por los siglos de los siglos. Amén.
MEDITACIÓN.
Pocos días después de la presentación de Jesús en el templo, un ángel se apareció a San José, y le ordenó que huyera a Egipto para librar al Niño divino de la persecución de Herodes. Riguroso era entonces el invierno, largísimo el viaje y muchos eran los peligros que en él se ofrecían ; por otra parte, la pobreza de San José y la premura con que había de ponerse en camino la santa Familia, le impidieron hacer provisión siquiera de lo más necesario. 
María Santísima era doncella de poco más de quince años, Jesús estaba recién nacido; y sin embargo tuvieron que salir al punto, y a toda prisa para poner en salvo el gran tesoro que se les había confiado. La Santa Escritura no nos refiere ninguna circunstancia de este viaje; pero su silencio mismo nos está diciendo que en él hubo de padecer la sagrada Familia las penas del cansancio y fatiga, del hambre y de la sed, del calor y del frío, del destierro y del abandono.
Largos días tardaron en llegar al sitio de su refugio, y allí ¡cuánto padeció el corazón de San José, al ver a los 14 demonios adorados como dioses, desconocida la verdadera religión y reinante una groserísima idolatría! Pero esta amargura se cambió en júbilo cuando, a la presencia del Niño Dios, cayeron los ídolos por tierra; vacilaron sus templos y los oráculos callaron, dando así testimonio claro de la divinidad de Jesucristo nuestro Señor. En esa región de destierro oyeron también María y José por vez primera la voz dulcísima del Redentor, que se desataba en tiernos acentos con los nombres de madre y de padre, dichos con la dulzura de niño y con el amor del corazón de Dios.
iOh Patriarca Señor San José! por este dolor y gozo tuyo, alcanzanos la gracia de huir prontamente no sólo del pecado, sino de las ocasiones de cometerlo, por remotas que sean, para que, derribados en nuestra alma los ídolos de los vicios; reine en ella sólo y sin competencia el divino Jesús, nuestro Rey y nuestro Dios. Amén. 


EJEMPLO.

De una persona que nos merece toda confianza por su carácter y por la amistad con que nos honra, publicamos la siguiente carta que no es de poca edificación para todos los devotos josefinos. «Sé, nos escribe, que trata Ud. de recoger ejemplos en honra de San José, y yo se los puedo suministrar a cientos y a millares, y no de casa ajena, sino de la propia. Con más razón tal vez que la santa Josefina Teresa de Jesús, puedo decir que me cansaría y cansaría a todos, si hubiese de referir muy por menudo las gracias que debo a San José. Apuntaré algunas. Molestado por una grave tentación contra la santa pureza, acudí al Santo, y hasta hoy no me ha molestado más, pareciendo haberse extinguido el estímulo de la carne. Le pedí conocimiento, amor y trato íntimo con Jesús, y hallo mi espíritu inundado a veces de tal conocimiento y luz interior, que sin sentirlo, me hallo todo movido a 15 alabanzas y amor de Dios. Cada año en su día le pido alguna gracia, y siempre la veo cumplida mejor que yo la he sabido pedir. En dos ó tres graves enfermedades, el Santo bendito me ha dado salud mejor que los médicos y cuidados de los hombres.»,
En algunos apuros de honra, y faina y necesidades temporales, San José me ha socorrido siempre, y a veces de un modo tan portentoso, que, hasta los mismos que tienen poca fe, se han visto obligado a confesarlo. Una vez, sobre todo, que todos los caminos en lo humano estaban cerrados, el Santo, mostró gallardamente que ninguno de los que han acudido con confianza a su protección, ha quedado burlado. Creo que esto 'basta, para que pueda servirle en algo para mover a la devoción del santo Patriarca, toda vez que a mi, pecador ruin y miserable, así me ha asistido siempre. Otro día, concluye, le daré más detallada relación de algunas gracias bien singulares que me ha dispensado el glorioso San José— ¡Quién no se anima con estos ejemplos a acudir con confianza a la protección del Santo! 

Obsequio
 Huir de las malas compañías y de las ocasiones de pecar.

Jaculatoria
Glorioso Señor San José, guárdame; del enemigo maligno defiéndeme.

Abundante fruto espiritual se sacaría de esta práctica de los Siete Domingos consagrados a honrar al excelso Patriarca Señor San José, si los obsequios y jaculatorias de cada domingo se practicaran con cuidado todos los días de la semana.

Para mas agradar al santo Patriarca, se puede rezar la letanía

No hay comentarios:

Publicar un comentario