jueves, 12 de febrero de 2015

RESONAR DE LA PALABRA - 12 FEB 2015

Lectura del libro del Génesis (2,18-25):
El Señor Dios se dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.» 
Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver que nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre. 
El hombre dijo: «¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,24-30):
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. 
Él le dijo: «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella replicó: «Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.» 
Él le contestó: «Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.» 
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

Palabra del Señor

COMENTARIO
Fernando Torres Pérez cmf
      Y vamos otra vez a la primera lectura porque nos puede llevar a un asunto muy práctico y, desgraciadamente, muy de actualidad en muchos lugares. Recuerda la primera lectura la creación de la mujer. Es un relato donde lo importante no son los detalles sino el núcleo del relato. Lo dice el hombre cuando, al ver a la mujer, exclama: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!”
      Hombre y mujer, mujer y hombre. Tan diferentes y tan iguales. Los dos salidos de la voluntad de Dios. Los dos parte, por voluntad de Dios, de su familia. La mujer no aparece en ningún momento como esclava ni como servidora. No es una criatura de segunda clase de la que el hombre se pueda servir para satisfacer sus instintos. No es una máquina reproductora. No es la encargada de lavar la ropa al marido. Ni la de preparar la comida. Tiene la misma inteligencia, o más, que el hombre.
      Los dos, hombre y mujer, llamados juntos a trabajar por el reino. Los dos, hombre y mujer, llamados a compartir la mesa del banquete de Dios padre. Por eso, hay que reclamar aquí y en todas partes el respeto para la mujer. No hay nada en la biblia que justifique una posición de superioridad del hombre sobre la mujer. ¿Es que no recordamos que ellas fueron las que primero experimentaron la presencia de Jesús resucitado y que fueron ellas las que dieron testimonio a los discípulos de la resurrección?
      No hay derecho a que en tantas partes haya mujeres sufriendo violencia por parte de los hombres. Lo que es peor, muchas veces esa violencia acontece en el seno del hogar, en el santuario del matrimonio, donde el amor tenía que ser el único nexo de unión. ¿Cómo es posible que el hombre atente contra la que es “hueso de sus huesos y carne de su carne”? Desde pequeños, en el seno de la familia, todos deberíamos aprender que ni servir la mesa ni limpiar la casa ni lavar y planchar la ropa es trabajo exclusivo de la mujer, sea esposa, madre o hija. Desde pequeños deberíamos aprender que el hombre no es amo ni señor de su mujer. Desde pequeños deberíamos aprender a compartir las tareas y los trabajos de la vida.  Y eso porque creemos en Jesús. Porque vivir así la relación entre hombres y mujeres, una relación basada en el respeto y el amor, es también una forma, y de las más importantes, de construir el reino de Dios y hacerlo presente aquí en la tierra.

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