sábado, 14 de febrero de 2015

Los siete domingos de san jose - Tercer Domingo

Tercer domingo.
+En el Nombre del Padre +y del Hijo +y del Espíritu Santo.
Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
para todos los domingos.

¡Dios y Señor mió, en quien creo, en quien espero y a quien amó sobre todas las cosas! al pensar en lo mucho que has hecho por mí y lo ingrato que he sido yo a tus favores, mi corazón se confunde y me obliga a exclamar: ¡ Piedad, Señor, para este hijo rebelde y perdóname los extravíos, que me pesa de haberte ofendido, y deseo antes morir que volver a pecar. Confieso que soy indigno de esta gracia; pero te la pido por los méritos de Tu padre nutricio San José. Ya  Vos, gloriosísimo abogado mío, recíbeme bajo tu protección, y dame el fervor necesario para emplear bien este rato en obsequio Tuyo y utilidad de mi alma. Amén.

Ofrecimiento
Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dígnate aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de tus siete dolores y gozos. Y así como en tu feliz muerte, Jesucristo y su madre María te asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asísteme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y tu patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de tu compañía en el Cielo. Amén.

Primer dolor y gozo
Esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de tu corazón en la perplejidad en que estabas sin saber si debías abandonar o no a tu esposa! ¡Pero cuál no fue también tu alegría cuando el ángel te reveló el gran misterio de la Encarnación!
Por este dolor y este gozo te pedimos consueles nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte, semejante a la tuya asistidos de Jesús y de María.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Segundo dolor y gozo
Bienaventurado patriarca glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre, el dolor que sentiste viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza, se cambió de pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella noche tan resplandeciente.
Por este dolor y gozo alcanzanos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los ángeles y a gozar de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Tercer dolor y gozo
Ejecutor obediente de las leyes divinas, glorioso San José, la sangre preciosísima que el Redentor Niño derramó en su circuncisión te traspasó el corazón, pero el nombre de Jesús que entonces se le impuso, te confortó llenándote de alegría,
Por este dolor y por este gozo alcanzanos el vivir alejados de todo pecado, a fin de expirar gozosos con el nombre de Jesús en el corazón y en los labios,
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Cuarto dolor y gozo
Santo fiel, que tuviste parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José, aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María, te causó dolor, sin embargo te llenó también de alegría, anunciándote al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas.
Por este dolor y por este gozo, consíguenos ser del número de los que por los méritos de Jesús y por la intercesión de la Virgen María han de resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Quinto dolor y gozo
Custodio vigilante del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufriste teniendo que alimentar y servir al Hijo de Dios, particularmente en la huida a Egipto!, ¡pero cuán grande fue tu alegría teniendo siempre con vos al mismo Dios y viendo derribados los ídolos de Egipto.
Por este dolor y por este gozo, alcanzanos alejar para siempre de nosotros al demonio, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para que ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Sexto dolor y gozo
Ángel de la tierra, glorioso San José, que pudistes admirar al Rey de los cielos, sometido a tus más mínimos mandatos, aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado luego por el Ángel viviste dichoso en Nazareth con Jesús y María.
Por este dolor y gozo, alcanzanos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor nocivo, de poseer la paz de la conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y de morir también asistidos de ellos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,

Séptimo dolor y gozo
Modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa tuya al Niño Jesús, le buscastes durante tres días con profundo dolor, hasta que lleno de gozo, le encontraste en el templo, en medio de los doctores.
Por este dolor y este gozo, te suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedas en nuestro favor para que no nos suceda jamás perder a Jesús por algún pecado grave. Mas si por desgracia le perdemos, haz que le busquemos con tal dolor que no nos deje reposar hasta encontrarle favorable, sobre todo en nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y a cantar eternamente con Vos sus divinas misericordias.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Antífona
Jesús mismo era tenido por hijo de José, cuando empezaba a tener como unos treinta años. Ruega por nosotros, San José, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Oración Final
Oh Dios, que con inefable providencia, te dignaste elegir al bienaventurado José por esposo de Tu Santísima Madre, te rogamos nos concedas tener como intercesor en los cielos al que en la tierra veneramos como protector. Tú que vive y reinss por los siglos de los siglos. Amén.


MEDITACIÓN.
Habiendo venido el Mesías para dar cumplimiento a la ley, quiso someterse humildemente al martirio de la circuncisión; Terminada la ceremonia, impuso al Niño Dios el adorable nombre de Jesús, según mandato que de lo alto había recibido. Y ¡con qué dulzura, con qué amor, con qué afectos de confianza, con qué reverencia pronunciaría José, por vez primera, este nombre de salud, consuelo de nuestra vida y esperanza de nuestra muerte!
Jesús, nombre dulcísimo, nombre sobre todo nombre, por el cual nos será concedido todo lo que pidamos; nombre obrador de milagros, que al oírlo, se postran en adoración los cielos, salta de júbilo y esperanza la tierra, tiemblan de pavor los infiernos. Jesús, nombre del que brota leche suavísima y casto vino para las almas puras, pan de fortaleza para los débiles, manantial de delicias infinitas para los santos, y esperanza y amor y salud de todos.
Grábese este nombre en nuestras almas, palpite en nuestros corazones, sea la miel de nuestros labios, el adiós de nuestra despedida del 'mundo, y el saludo y principio de nuestra glorificación perdurable.

¡Oh Patriarca, Señor San José! por este dolor y gozo tuyo, alcánzanos la gracia de cumplir en todo con nuestros deberes, por grandes que sean los sacrificios que en ello hayamos de hacer; y otóganos también el favor de pronunciar siempre con mérito el santísimo y dulcísimo nombre de Jesús. Amén. 


EJEMPLO.
Uno de los asuntos más importantes de la vida es sin duda alguna la elección de estado, pues de su acierto depende casi siempre la felicidad temporal y aun eterna de los hombres. San José, socorredor en toda necesidad, no se hace sordo a sus devotos, que de él quieren aconsejarse, como lo demuestra el caso siguiente, escogido entre millares.

Una joven suspiraba por acertar en la elección de estado, y no sabiendo qué resolver, si abrazar el estado religioso, ó dar su mano en ventajoso matrimonio, determinó con el consejo de su confesor hacer los Siete Domingos a San José para conocer con certeza su vocación. No se hizo sordo el Santo bendito; pues tan suavemente la inclinó a seguir la vocación religiosa y deshizo todo lo que parecía ligarla al mundo, que ella misma no llegaba a comprender tan súbita claridad.

Mas no era esto lo más difícil. Los padres de la joven, mirando, como sucede casi siempre, antes a su conveniencia que a la felicidad temporal y eterna de sus hijos, no quisieron darle su consentimiento de ningún modo para hacerse religiosa. «Cásate, le decían, te daremos buen dote, y así estarás siempre a nuestro lado.» Pero como cuando es de Dios el llamamiento, si no le resistimos, al fin se vence todo, así sucedió en esta ocasión por intercesión de San José. Hizo la joven otra vez los Siete Domingos, y antes de concluirlos, el padre de la joven, que era el que más se oponía, estaba, como escribía un devoto de San José, chocho de alegría, porque su hija había escogido la mejor parte, haciéndose religiosa. Quedaron todos maravillados de tan inesperada mudanza, mas no la joven devota, que agradecida al Santo decía con gracia: «¿Por qué se maravillan? Nombré agente de este negocio a mi Padre y Señor San José, y él lo había de hacer y lo ha hecho mejor que yo supe encargárselo. ¡Gloria a San José!» 

Obsequio
Haré actos de caridad espiritual ó corporal con el prójimo.

Jaculatoria
¡Bondadoso Señor San José, maestro de oración! enséñame a orar y conversar con Jesús.

Abundantísimo fruto espiritual se sacaría de esta práctica de los Siete Domingos consagrados ahonrar al excelso Patriarca Señor San José, si los obsequios y jaculatorias de cada domingo se practicaran con cuidado todos los días de la semana.

Para mas agradar al santo Patriarca, se puede rezar la letanía

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