viernes, 28 de enero de 2011

Eucaristia, Banquete de los miserables


Un banquete solo tiene significado para quienes tienen hambre.
Los saciados no desean la proximidad del alimento.
El hambre es el elemento clave para que podamos desear y apreciar el banquete.
De la misma manera, el hospital no tiene significado para quien esta sano.
Solamente los enfermos necesitan de hospitalización.
Esas comparaciones son simples, lo sé.
Pero ellas nos aproximan a una verdad única que Jesús nos quiso enseñar.


Es desconcertante, pero la Eucaristía es el banquete de los miserables.

Ella es el momento en que Dios se pone a la mesa con las escorias de la humanidad, con los últimos, los menos deseados.

Miserables, hambrientos, prostituidos, enfermos, legítimos representantes del hambre.

Hambre de pan, hambre de belleza, hambre de dignidad, hambre de amor, hambre de compañía.
Corazones sofocados por la soledad del mundo, por la despreocupación de los favorecidos y por la arrogancia de los fuertes.

La vida sin cuidados, mostrada en los ojos que ya no saben alimentar grandes esperanzas.

Miradas que nos hacen recordar el mirar de Mateo,
el mirar de Zaqueo, el mirar de Magdalena...
Miradas que no se sienten merecedoras
y que ya se convencieron de que no están condenados.

Es entonces, cuando la vida los sorprende con la sonrisa de Dios, mirándolos a los ojos, diciendo que esta feliz porque ellos reaparecieron, y que para conmemorar esta alegría un banquete les fue preparado.
Ropas limpias, baños lentos, tarea de quien no hace del amor un discurso teórico.
El jabón, el buen olor que nos recuerda antiguas esperanzas.

Alegrías en las copas, manteles blancos espléndidos sobre la mesa, el colorido que tiene sabor agradable.
El mejor vino, la mejor música, el mejor motivo a ser conmemorado.
La cena esta servida.


Y entonces me pongo a pensar...
Recuerdo cuando no sabía vivir la Eucaristía con esta mística.
Recuerdo entonces cuando soy selectivo al pensar en aquellos que Dios anda prefiriendo.

Es entonces, hoy, en esta fracción de tiempo que pasa, en que sus ojos se encuentran con mi corazón de padre, aquí en esta pantalla fría de la computadora, y quedo deseando convencerte de cuanto eres amado por Dios.
Aunque tus días estén marcados por la rebeldía,
por la derrota, por la caída, no desistas!


La religión solo tiene sentido si fuera para congregar,
para recordar la miseria como condición que nos torna preferidos...
Es fácil de entender.
Piensa conmigo:
Una madre generalmente tiende a cuidar de forma especial del hijo que es más frágil.
¿Coincides conmigo?


Pues bien.
Lo que es frágil siempre será vigilado, cuidado y amado.
Así pasa contigo.
Un miserable que tiene la entrada garantizada en la Última cena de Jesús.
No vengas con muchas cargas
Trae apenas un pequeño recuerdo para el Maestro que te espera.
Una flor, un pedacito de dulce, no sé…
Sé creativo y escoge lo mejor.
Que el presente sea pobre,
así descubrirás que el mayor presente que El puede recibir es tu corazón de vuelta.


¿De acuerdo?
Espero que sí.
Tu nombre ya fue llamado por El.
No lo dejes esperando por mucho tiempo.


La casa es la misma.
La dirección ya la conoces!

P. Fabio de Melo

No hay comentarios:

Publicar un comentario