domingo, 31 de julio de 2022

RICO SEGUN DIOS

 

«Entonces -podríamos pensar- ¿no se puede desear ser ricos? Por supuesto que se puede, es más, es justo desearlo, es bueno hacerse rico, ¡pero rico según Dios! Dios es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia. Su riqueza no empobrece a nadie, no crea peleas ni divisiones. Es una riqueza que ama dar, distribuir, compartir. Acumular bienes materiales no es suficiente para vivir bien. Entonces, nos preguntamos: ¿cómo quiero enriquecerme? ¿quiero enriquecerme según Dios o según mi codicia? Y volviendo al tema de la herencia, ¿qué herencia quiero dejar? ¿Dinero en el banco, cosas materiales, o gente feliz a mi alrededor, buenas obras que no se olvidan, personas a las que he ayudado a crecer y madurar?»


Francisco

Ángelus

31-07-2022



 

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Construir otros graneros

“Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de quién será?”. La conducta del rico del Evangelio es más irrisoria que riguroso es el castigo eterno. En efecto, este hombre, que va a ser llevado de este mundo dentro de poco tiempo, ¿qué proyectos tiene en su espíritu? “Derribaré los graneros y construiré otros más grandes.” Yo, muy a gusto le diría: Haces bien, porque no merecen otra cosa que ser destruidos los graneros de la injusticia. Con tus propias manos, destruye de arriba abajo, lo que has construido deshonestamente. Deja derribar tus reservas de trigo; nunca han reconfortado a nadie. Haz desaparecer toda construcción refugio de tu avaricia, quita los tejados, derriba los muros, expone al sol el trigo enmohecido, saca tus riquezas de la prisión en que las tienes encerradas…

“Derribaré los graneros y construiré otros más grandes.” Una vez hayas llenado cada uno de ellos, ¿qué sacarás de hacer esto? ¿Los derribarás también para de nuevo construir otros? ¿Hay peor locura que atormentarse sin fin, construir encarnizadamente y volverse a encarnizar para destruir? Si tú lo quieres tienes como graneros allí donde moran los indigentes. Atesorad tesoros en el cielo. Lo que allí se deposita “ni los gusanos se lo comen, ni la herrumbre los oxida, ni los ladrones se lo llevan” (Mt 6,20).



San Basilio (c. 330-379)
monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía 31

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 12,13-21



Evangelio según San Lucas 12,13-21

En aquel tiempo:

Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?".
Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas".
Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho,
y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'.
Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes,
y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'.
Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


SOBRE LA VACIEDAD DE LA VIDA

La primera lectura de hoy estaba escogida del llamado libro del Eclesiastés, aunque hace muchos años que, entre otras razones para evitar la confusión con el otro libro «Eclesiástico», se prefiere llamarle «Qohélet», que es como se presenta a sí mismo el autor al comienzo del libro, y que significa «el Hombre de la Asamblea» (X Pikaza). El pasaje es algo más largo que el que hemos leído y parece que su sabio autor está profundamente decepcionado y va repitiendo a cada poco, como un estribillo: Todo es vanidad (entiéndase no como "presumido" sino como sinónimo de "vacío, sin sentido..."). Y se queja: Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. De día, su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. Un poco más adelante, se desahoga:

Yo, Qohélet, he sido rey de Israel en Jerusalem... Hablé en mi corazón: ¡adelante, voy a probarte en el placer! ¡disfruta de la dicha!... Hice grandes obras: construí palacios, planté viñas, huertos y jardines con frutales... Tuve siervos y siervas. Poseía servidumbre. También atesoré el oro y la plata, tributo de reyes y provincias. De cuanto me pedían los ojos nada les negué, ni rehusé a mi corazón gozo ninguno. Todo es vanidad y perseguir al viento.

Estas palabras me han recordado a nuestro Premio Nobel de Medicina, don Severo Ochoa. Al final de su vida contaba a una periodista: ”No tengo ni una sola respuesta para nada de lo que de verdad me interesa. Puedes escribir bien grande que te he dicho que soy un extraño sabio… un sabio que no sabe nada”.
"En mi vida hay algo que ha merecido la pena, y no es la investigación científica, sino el haber tenido su amor. ¿Cómo puede sorprenderse nadie de que diga que mi vida sin Carmen no es vida?" Su mujer fue Carmen García Cobián, 55 años de vida, amor y ciencia en común. Cuando en mayo de 1986 falleció, supuso para Severo un golpe muy duro que le sumergió en una especie de profunda depresión. A partir de entonces, Ochoa decidió no volver a publicar ningún trabajo científico más, con lo que puso totalmente fin a su brillante carrera.

He tenido ocasión de acompañar y escuchar a muchas personas cuando han perdido a un ser muy querido: la propia pareja, un hijo, un amigo especial... O les han dado la noticia de una grave enfermedad de improbable curación, y se han venido abajo, al darse cuenta de que sus «muchísimas cosas importantes», sus múltiples ocupaciones de cada día, sus energías distribuidas en mil asuntos... tenían muy poco sentido, no eran realmente lo más importante.

Aquel periodista y sacerdote español que fue José Luis Martín Descalzo, al saber que le quedaba poco tiempo de vida, pudo escribir:

¡Qué maravilla poder morirse sabiendo que nuestro paso por el mundo no ha sido inútil, que gracias a nosotros ha mejorado un rinconcito del planeta, el corazón de una sola persona! ¡Y qué espantosa esterilidad la de descubrir, a la llegada de la muerte, que hemos sido el bufón de muchos, aunque decían que nos admiraban, y nos aplaudían o rociaban de incienso!

 Dios ha creado un mundo bello, donde hay muchos recursos para que podamos ser felices el tiempo que nos toque pasar aquí. Al terminar la creación, dijo satisfecho: «Todo es bueno». Todo. Y nos lo entregó y encomendó para que lo cuidáramos y para que fuéramos felices con todos esos dones, y con lo que podamos ir haciendo con nuestra vida: relaciones personales, opciones, prioridades, valores, estilo de vida... El peligro está en nuestro modo de relacionarnos con las cosas y con las personas... Cuando dejamos que las cosas, los deseos, e incluso las personas, se adueñen de nuestro corazón, se vuelvan tan «importantes» que limiten e incluso anulen nuestra libertad, nuestra humanidad, que nos hagan distanciarnos o enfrentarnos con las personas (como los dos hermanos del Evangelio que discuten por una herencia). Cuando en vez de entregarnos y amar, pretendemos poseer, retener, atar a una persona... algo va mal.

Alguien con cierta sorna definía así lo que es una herencia: «aquello que los muertos dejan para que los vivos se maten entre sí». Y a menudo es así. Las herencias sacan a flote lo que de verdad hay en el corazón de algunos: y «lo que es mío, lo que me corresponde en justicia» acaba anteponiéndose a las relaciones familiares, que quedan para siempre dañadas.

Cuando el beneficio económico, se antepone a un salario o unas condiciones laborales justas y a las necesidades de las personas... algo va muy mal. Cuando el afán económico y el desprecio por los que están peor, lleva a negar el cambio climático, a quitar importancia a la contaminación atmosférica por oscuros intereses político-económicos, a despreocuparse de la escasez de agua potable, a seguir talando y quemando (o dejando que se quemen) bosques, a seguir consumiendo sin medida... y tantas otras cosas que están destrozando el planeta y la fraternidad humana, mientras nos distraen con burdas tonterías, para que algunos pcoso pueden seguir haciendo su agosto todos los días del año... algo no va nada bien.

Leo en el último Informe Foessa/Cáritas española presentado en enero del 2022 que cuatro de cada diez personas se encuentran en situación de exclusión social por su inestabilidad laboral y sus escasos ingresos. ¡¡¡Se trata de 11 millones de ciudadanos!!! Y al mismo tiempo las grandes fortunas han crecido y los beneficios de las grandes empresas también... a pesar de la crisis. Pero no parece que éste sea un tema que preocupe a nuestros políticos (y a menudo tampoco a sus votantes), distraídos y enredados como nos tienen en asuntos bastante menos urgentes e importantes...

 Jesús nombra la «codicia» como la causa de todos estos males. Pero no hay que pensar sólo en las grandes empresas y fortunas. Acaparar, amontonar, comprar, acumular... nos toca a todos en mayor o menor medida. ¡Cuántos sacos van a los contenedores de basura cuando alguien fallece! ¡Cuántas cosas compramos o guardamos, que realmente no nos hacen ninguna falta! Y no las soltamos!!!

Como dice a menudo el Papa Francisco: “Nunca he visto un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre, nunca. Pero sí hay un tesoro que podemos llevar con nosotros, un tesoro que nadie nos puede robar, que no es lo que has estado guardando para ti, sino lo que has dado a los demás”.

San Pablo nos ha invitado a «buscar los bienes de arriba». Y Jesús: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios». Pero no es necesario tener fe para tomarse en serio todas estas cosas. Cuando alguien fallece, ¿qué es lo que realmente nos queda de él/ella? Su tiempo entregado, sus detalles, sus ayudas, su generosidad, su empeño por hacer este mundo mejor. En definitiva: me hace grande lo que doy, y lo que hago por otros. Lo demás es todo perfectamente prescindible. Y para los que nos consideramos creyentes... no nos dejemos atrapar por las muchas cosas creadas por Dios... sino que busquemos al Señor de las cosas. Debiera formar parte de nuestro examen de conciencia... este virus tan dañino que es la codicia, que no es sino otro nombre del egoísmo, y que tanto daño hace a los otros. Ojalá no dejemos como herencia «algo para que otros se maten», sino una sonrisa grande y un profundo sentimiento de agradecimiento por habernos conocido. Ojalá que no pongamos todo el corazón en nada que nos puedan quitar, o que podamos perder (como Severo Ochoa) o que nos distancie de los otros, sino en el que es Autor y Dueño de nuestra vida.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 30 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA


« El que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna »

El que se ama a sí mismo (Jn 12,25) no puede amar a Dios, pero el que a causa de las desbordantes riquezas del amor divino, no se ama a sí mismo, éste ama a Dios. Un hombre como éste no busca jamás su propia gloria sino la de Dios, porque el que se ama a sí mismo busca su propia gloria. El que está unido a Dios ama la gloria de su creador. En efecto, lo propio de una alma sensible al amor de Dios es buscar constantemente la gloria de Dios cada vez que cumple sus mandamientos, y se alegra de su pasar desapercibido. Porque la gloria pertenece a Dios por su grandeza, y el pasar desapercibido es lo propio del hombre, porque eso le hace ser de la familia de Dios. Si obramos así nuestro gozo será grande como lo fue el de san Juan Bautista y comenzaremos a repetir sin cesar: «Él tiene que crecer y yo tengo que menguar» (Jn 3,30).


Diadoco de Foticé (c. 400-?)
obispo
La perfección espiritual, 12

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 14,1-12


Evangelio según San Mateo 14,1-12
En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes,

y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos".

Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe,

porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla".

Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.

El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes

que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.

Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista".

El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran

y mandó decapitar a Juan en la cárcel.

Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre.

Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Después de una semana oyendo hablar del Reino de Dios, junto al testimonio de la vida de algunos santos, en el evangelio de hoy se nos presenta el “reino de la frivolidad”: un Herodes que se lleva a la mujer de su hermano; una mujer que busca quitar del medio al Bautista; una hija que acepta ser mediadora de los planes de venganza de su madre; y un rey a quien le pesa más el qué dirán los invitados que la justicia.

Nuestro mundo también tiene mucha frivolidad. No hay más que mirar alrededor, ver las noticias o entrar en internet. Afortunadamente, en nuestro mundo también hay muchas “semillas del Reino”. ¿Qué pesa más…? ¿Quién lo sabe? Y además, no nos toca a nosotros juzgar, como decíamos ayer.

Lo que nos toca a nosotros es crecer en consciencia, darnos cuenta de lo que pasa, descubrir esas semillas de Vida, acogerlas, cultivarlas, repartirlas... La parábola del Reino como pequeña semilla vuelve a iluminarnos al final de esta semana.

Algo así fue la vida de Santiago, la de Santa Marta… y la de tantos otros hombres y mujeres santos. También de aquellos “santos de la puerta de al lado”, que nos dice Francisco: aquellas personas que, con su vida sencilla, abren caminos a la verdad, al bien y a la belleza, para bien de muchos. Porque su corazón está abierto al Dios del Reino, y en su vida acogen el Reino de Dios. Entre dudas y certezas, con sus luces y sombras… Así es como crece todo lo importante. Sin perder la esperanza.

Pues tras esta semana contigo, sólo me queda desearte que tengas un buen fin de semana. Y hasta la siguiente.

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 29 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Marta le dijo: «Sí, Señor, yo creo»

Cristo vino para resucitar a Lázaro, pero el impacto de este milagro será la causa inmediata de su arresto y crucifixión (Jn 11, 46s)... Sintió que Lázaro estaba despertando a la vida a precio de su propio sacrificio, sintió que descendía a la tumba, de dónde había hecho salir a su amigo. Sentía que Lázaro debía vivir y él debía morir, la apariencia de las cosas se había invertido, la fiesta se iba a hacer en casa de Marta, pero para él era la última pascua de dolor. Y Jesús sabía que esta inversión había sido aceptada voluntariamente por él. Había venido desde el seno de su Padre para expiar con su sangre todos los pecados de los hombres, y así hacer salir de su tumba a todos los creyentes, como a su amigo Lázaro... los devuelve a la vida, no por un tiempo, sino para toda la eternidad.

Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente." Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos. Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: "¿Crees esto?". Donde hay un corazón para responder: "Señor, yo creo", ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos que seres que nos son queridos. ¡Bendito sea su nombre! nada puede privarnos de este consuelo: vamos a estar tan seguros, a través de su gracia, de que Él está junto a nosotros en el amor, como si lo viéramos. Nosotros, después de nuestra experiencia de la historia de Lázaro, no dudamos un instante que él está pendiente de nosotros y permanece a nuestro lado.



San John Henry Newman (1801-1890)
teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Sermón: "Las lágrimas de Cristo en la tumba de Lázaro» PPS, vol. 3, n°10

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 11,19-27


Evangelio según San Juan 11,19-27
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.

Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.

Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".

Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".

Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".

Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;

y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".

Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Cuando queremos saber algo de una persona, solemos preguntar por sus características más importantes. ¿Cómo es? Y sabiendo sus rasgos principales, nos da una idea inicial de la persona, que nos ayuda a situarnos ante ella.

De muchos personajes del Nuevo Testamento conocemos poco o muy poco. Sin embargo, de alguno de ellos se nos dan algunas características que son capaces de iluminar lo que es una vida desde Dios para los demás. Uno de estos personajes es Marta de Betania, Santa Marta. La hermana de Lázaro y de María se nos describe en varios pasajes de los evangelios como amiga, creyente y servicial.

Marta fue amiga del Señor. Lo eran los tres hermanos, a cuya casa se acercaba Jesús de vez en cuando para disfrutar de su amistad, descansar, compartir… La amistad es un don de Dios, que es capaz de crear lazos de humanidad que nos mantienen en la vida y nos sostienen en la adversidad.

Marta fue creyente. Así aparece principalmente en el pasaje de hoy: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». Una confesión de fe que, sin esquivar las preguntas y en medio de la dificultad, se fía del Amigo.

Marta fue servicial. Hasta el extremo. Así queda consignado en el otro pasaje evangélico donde su hermana María se ha quedado escuchando a los pies del Señor, mientras que Marta se afana en cuidar todos los detalles para acoger al Amigo.

Amigos, creyentes, serviciales… tres dones que recibir y tres tareas en las que crecer en nuestra relación con el Señor. Una buena definición de lo que significa ser un “discípulo misionero”, un seguidor de Jesús en el siglo I, en el siglo XXI y en cualquier tiempo y lugar.

¡Feliz día de Santa Marta!

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 28 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea en el Hijo, no verá la vida»

[Santa Catalina oyó que Dios decía:] En el último día del juicio, cuando el Verbo, mi Hijo, revestido de mi majestad, vendrá a juzgar al mundo con su poder divino, no vendrá como pobre y miserable tal como se presentó cuando nació del seno de la Virgen, en un establo y en medio de animales, o tal como murió, entre dos ladrones. Entonces, en él mi poder estaba escondido; como hombre le dejé sufrir dolores y tormentos. No fue, en absoluto, que mi naturaleza divina se separara de la naturaleza humana, sino que le dejé sufrir como a hombre para expiar vuestras faltas. No, no es así que vendrá en el momento supremo: vendrá con todo su poder y con todo el esplendor de su propia persona...

A los justos les inspirará, al mismo tiempo que un temor respetuoso, un gran júbilo. No es que su rostro cambie: su rostro, en virtud de su naturaleza divina, es inmutable porque no es sino uno conmigo, y en virtud de la naturaleza humana su rostro es igualmente inmutable porque tiene asumida la gloria de la resurrección. A los ojos de los réprobos, aparecerá terrible, porque le verán con ese ojo de espanto y turbación que los pecadores llevan dentro de sí mismos.

¿No es lo mismo que ocurre con un ojo enfermo? Cuando brilla el sol no ve más que tinieblas, mientras que el ojo sano ve la luz. No es que la luz tenga algún defecto; no es que el sol cambie. El defecto está en el ojo ciego. Es así como los réprobos verán a mi Hijo: en la tiniebla, el odio y la confusión. Será por culpa de su propia enfermedad y no a causa de la majestad divina con la que mi Hijo aparecerá para juzgar al mundo.


Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El Diálogo, cap. 39

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,47-53


Evangelio según San Mateo 13,47-53
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.

Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.

Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,

para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.

Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".

Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Hoy Jesús nos presenta el Reino como una gran red, con la que los marineros salen a pescar... y que recoge todo lo que hay. Y que cuando está llena, se sube a la barca y se va seleccionando, para quedarse con lo bueno y desechar lo que no sirve.

Es normal: no todo es lo mismo. Como se dice por aquí, “no da igual ocho que ochenta”. Para el Dios del Reino hay cosas que tienen mucho valor, pero hay otras que no sirven, porque no construyen humanidad, Reino, Vida.

La vida es el tiempo de la libertad. Se nos ha regalado un tiempo y unas capacidades, y con ello podemos hacer muchas cosas. Podemos construir... o destruir. También podemos darnos cuenta y arrepentirnos. La vida es también tiempo de perdón y de reconciliación.

Por eso, al final, no será lo mismo una vida entregada -de las múltiples maneras que se puede entregar-, que una vida guardada, malgastada –de las muchas formas que también se puede hacer esto-. El final de la vida será la verdad y la consolidación de lo que fue.

Dios quiere que todos los hombres y mujeres se salven... En su casa hay sitio para todos, y ya nos lo ha preparado. A la vez, Dios respeta nuestra libertad. Malgastar la vida es como decidir quedarse fuera de la fiesta, del banquete que nos ha preparado... y que ya estamos pudiendo gustar aquí en la tierra.

La vida eterna es vivir con Dios y con los otros. La muerte eterna es vivir sin Dios y sin los demás. Ambas empiezan ahora, pero se consolidarán al final... aunque no nos toca a nosotros determinarlo, sino al Dios de Jesucristo, que respeta nuestra libertad a la vez que es misericordioso.

Sobre todo, no nos toca a nosotros hacer el juicio antes de tiempo. La red con los peces tiene su selección al final, no durante la pesca.

Sigamos caminando, dando pasos hacia la Vida y ayudando a otros a vivir ya de la plenitud que Dios nos ofrece.

Ojalá que nadie se quede fuera de la fiesta…

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 27 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA


«Las parábolas del tesoro y de la perla»

La semejanza que puede haber entre la parábola del grano de mostaza y la levadura se encuentra entre la del tesoro y la perla: las dos significan que es necesario elegir el mensaje evangélico a otra cosa... En efecto, el Evangelio se desarrolla como el grano de mostaza, impone su fuerza como la levadura; como la perla, es de un precio elevado; en fin, como un tesoro, otorga los más preciosos beneficios.

A este propósito, conviene saber no solo que es necesario desprenderse de todo para acogerle Evangelio, más aún es necesario hacerlo con alegría... Observa cuan inadvertido pasa la predicación del Evangelio en el mundo, del mismo modo, el mundo no ve los numerosos bienes que tiene en recompensa... Dos condiciones son pues necesarias: la renuncia de los bienes del mundo y un firme valor. Se trata, en efecto, «de un comerciante en busca de perlas finas» que «habiendo encontrado una de gran valor va y vende todo lo que tiene» para comprarla. La verdad es una, no se divide. Lo mismo que el poseedor de la perla conoce su riqueza, en el momento que la tiene en sus manos, por la pequeñez de la perla, los ayudantes no tienen duda, cuando lo saben, lo mismo estos que son instruidos por el Evangelio conocen su felicidad, los infieles, ignoran este tesoro, sin tener idea alguna de nuestra riqueza.



San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre San Mateo 47,2

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,44-46


Evangelio según San Mateo 13,44-46
Jesús dijo a la multitud:

"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;

y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Hoy Jesús nos vuelve a hablar del Reino de Dios. El centro de su predicación, porque fue el centro de su vida…

En realidad, la humanidad siempre ha buscado “el secreto de la felicidad”, “la piedra de la sabiduría”, “el elixir de la eterna juventud”... “el tesoro”.

Pues bien, Jesús dice que eso, encontrar el Reino de Dios es como encontrar el tesoro de la vida y el secreto de la existencia. El que lo encuentra, es capaz de dejarlo todo por ello.

Su rostro se vuelve luminoso, como el de Moisés (“contempladlo, y quedaréis radiantes”, dice un Salmo).

Sus manos se abren, para dar y recibir.

Su corazón se esponja, con un sitio para todos.

La vida se vuelve confianza, en la salud y en la enfermedad.

El mundo se transforma en la casa de todos.

El futuro se contempla con esperanza...

“Reino de Dios”. Los dos términos son importantes. Porque el Reino no es anónimo, sino que tiene un Padre, Alguien para quien somos alguien, con nombre, con historia, con futuro. Y “Dios del Reino”, porque no es un Dios aislado, alejado, abstraído... Es un Dios que se da a la humanidad, que inaugura un reinado nuevo, que se preocupa por todos.

Cada vez que rezamos la oración del “Padre nuestro”, invocamos a Dios y le pedimos que “venga su Reino”.

“Venga tu Reino, Señor.
Venga a nosotros
y que lo acojamos, lo amasemos y lo repartamos
a manos llenas”.
Vuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 26 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre”

"Cristo le devolverá el Reino a su Padre", dice san Pablo (1Co 15,24), no en sentido de que renunciaría a su poder devolviéndole su Reino, sino porque somos nosotros quienes seremos el Reino de Dios, cuando hayamos sido hechos conforme a la gloria de su cuerpo, constituidos Reino de Dios por la glorificación de su cuerpo. Es a nosotros a quienes devolverá al Padre, como Reino, según lo que está dicho en el Evangelio: "Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo" (Mt 25,34).

"Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre". Porque el Hijo le entregará a Dios, como su Reino, a aquellos a los que convidó a su Reino, a aquellos a quienes prometió la bienaventuranza de este misterio, por estas palabras: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8)... he aquí que aquellos que devuelve a su Padre como su Reino, ven a Dios.

El Señor mismo explicó a sus apóstoles en qué consiste este Reino: "El Reino de Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,21). Y si alguno quiere saber quién es el que devuelve el Reino, que escuche: "Cristo resucitó de entre los muertos, para ser entre los muertos el primer resucitado. Ya que la muerte vino por un hombre, también por un hombre viene la resurrección " (1Co 15,20-21). Todo esto concierne al misterio del Cuerpo, porque Cristo es el primer resucitado de entre los muertos... Es pues, para el progreso de la humanidad asumida por Cristo, que "Dios lo será todo en todos" (1Co 15,28).


San Hilario (c. 315-367)
obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
La Trinidad, XI, 39-40

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,36-43


Evangelio según San Mateo 13,36-43
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".

El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;

el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,

y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.

Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.

El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,

y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.

Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Hoy se celebra en todo el mundo la Jornada Mundial de los abuelos y personas mayores. Un reconocimiento propuesto por el Papa Francisco, en este día que celebramos la memoria de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Bienaventurada Virgen María, a quienes nos han precedido en la vida y en la fe y siguen entre nosotros, enriqueciéndonos con su experiencia.

En esta memoria, el evangelio nos cuenta una escena cotidiana de Jesús. “Dejó a la gente y se fue a casa”. Jesús también descansa. Jesús también toma distancia. Jesús también comparte con los suyos.

Allí, en la casa, sus amigos le piden que les aclare, que no entendieron bien. Y él les explicaría, hasta que pareciera que entendían... Y comerían, y descansarían, y hablarían de mil cosas, y de cómo iba la misión, y de sus familias de origen... y de lo que les preocupaba, y de la situación del pueblo, y de... tantas cosas...

Los cristianos estamos llamados a tener intimidad con Jesús. Como Moisés, que hablaba “cara a cara” con Dios. Una fe que no se cultiva en la oración es como una amistad que no se ejercita en el encuentro, en el trato, en la conversación.

En su tiempo, entre las multitudes de Galilea había quien seguía a Jesús a distancia, con encuentros esporádicos, de tarde en tarde... Desde que está Resucitado, accesible en todo tiempo y en todo lugar, la invitación a todos es a seguirle de cerca, tenerle presente, intimar con él: en la oración breve o larga de cada día; en la celebración de cada domingo; en la confianza con que se puede vivir la vida... para que vaya limando nuestras contradicciones, reconciliando nuestro pecado, despertando lo mejor en nosotros, para darnos en el día a día.

Tampoco es cuestión de estar todo el día pensando en Jesús... pero sí buscar esos momentos de intimidad, y vivir todo en la onda de estar en su presencia, procurando abrir los mismos caminos que él intentó: caminos de Reino.

Seguro que tenemos cerca algunos abuelos o personas mayores, de nuestra familia o de otros ámbitos, que pueden ser para nosotros una referencia en este trato cotidiano con Jesús, que renueva la vida cada día. Qué bueno sería tener estos días una palabra de agradecimiento y un gesto de cariño por todo lo que nos aportan.

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 25 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Jesús los llevó a solas a una montaña alta y se transfiguró ante ellos.” (Mc 9,2) Santiago, testigo de la luz

Todos los que ven a Cristo no son iluminados del mismo modo sino según la medida de su capacidad de recibir la luz. Nuestros ojos corporales no siempre están iluminados del mismo modo por el sol. Cuanto más alto uno sube, más puede contemplar su salida y mejor percibe su resplandor y su calor. Del mismo modo, nuestro espíritu cuanto más alto se eleva y sube hasta Cristo, más descubrirá el esplendor de su claridad, más intensamente será iluminado por su luz. El Señor mismo lo declara por boca del profeta: “Acercaos a mí y yo me acercaré a vosotros.” (Zac 1,3)...

De manera que no todos nosotros nos llegamos a Cristo de la misma manera, sino que cada uno lo hace según “sus capacidades”. (Mt 25,15) O bien, nos vamos con las multitudes hacia él para que nos sacie con el pan de sus parábolas para no desfallecer por el camino (Mc 8,3), o bien, nos quedamos a sus pies, sin preocuparnos de nada más que de escuchar su palabra, sin dejarnos distraer por las múltiples necesidades del servicio. (Lc 10,38ss)... Sin duda alguna que los que se acercan así al Señor recibirán mucha más luz.

Pero, igual que los apóstoles, sin alejarnos nunca de él, “permanecemos” constantemente con él en las tribulaciones (Lc 22,28) Cristo nos explicará en secreto lo que había dicho a las multitudes y con más claridad todavía nos iluminará. (M13,11ss). En fin, si él encuentra a alguien capaz de subir a la montaña con él, como Pedro, Santiago y Juan, éste ya no sólo será iluminado por la luz de Cristo sino también por la voz del Padre.



Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo
Homilías sobre el Génesis 1,7; SC 7

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 20,20-28


Evangelio según San Mateo 20,20-28
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.

"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".

"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.

"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".

Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.

Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.

Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;

y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:

como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Hoy es una fiesta grande. Celebramos el recuerdo vivo de uno de los 12, de aquellos elegidos personalmente por Jesús, el Maestro, que anduvieron por Galilea con Él, junto con algunas mujeres y algunos más, escuchando sus enseñanzas y siendo enviados a hacer lo mismo que Él hacía. Que llegaron a Jerusalén con grandes expectativas, que comieron la cena pascual con el Señor, que tuvieron miedo y huyeron… Y que finalmente fueron testigos de la Resurrección, en aquella Pascua y aquél Pentecostés que les dio de nuevo la fuerza para ser los testigos de Cristo hasta los confines de la tierra, sobre cuyo testimonio se asienta la fe de nuestra Iglesia, transmitida de generación en generación… hasta nosotros. Le conocemos como Santiago “el Mayor”, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, y según la tradición, predicó el Evangelio hasta “Finisterre” (el “fin de la tierra” conocido en aquel momento), y cuyo sepulcro se haya en la ciudad española de Santiago de Compostela, a donde peregrinan cada año muchas personas, especialmente en los “años santos”, que se celebran cuando el 25 de julio cae en domingo.

Se podrían decir muchas cosas de Santiago. Mirando las lecturas de hoy, quizá podríamos condensarlas en dos palabras: “barro” y “aliento”. Son dos palabras que pueden describir a todo ser humano, desde el relato de la Creación, en Génesis 2: el ser humano es formado del “barro” (símbolo de la fragilidad), y sobre ese barro, Dios sopla su “aliento” (símbolo de la vida, y sinónimo de “espíritu”).

En Santiago vemos una manera de concretar ese ser “barro y aliento”. Por un lado, aunque había oído a Jesús hablar de ser los últimos, de servir… pervive en él el anhelo de dominar, de ser uno de los primeros en el nuevo Reino que anuncia el Maestro, de sentarse a su derecha o a su izquierda, junto a su hermano. Jesús no escogió hombres perfectos, sino seres de “barro”, que tuvieron que hacer su camino de aprendizaje. Y desde ese barro, avanzado ya el camino, le vemos, tras la Pascua, predicando con valentía: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres…”. Una muestra del “aliento” de Dios, que con el nuevo envío del Resucitado se hace en ellos fuerza del Espíritu Santo.

“Barro y aliento”: esa es la vida de los santos, porque puede ser la vida de toda persona. “Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan (…) llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”. Así también puede ser tu vida, si, como Santiago, como María… dejas que en tu barro sople el Señor el aliento de su Espíritu. ¿Te atreves?

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 24 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Llamen y la puerta les será abierta”

Después de esto, nuestro Señor me hizo una revelación sobre la oración; en ella vi dos condiciones: una, la rectitud; la otra, la confianza firme. Muy a menudo nuestra confianza no es completa, pues no estamos seguros que Dios nos escuche, debido, pensamos, a que no somos dignos de ello y también porque no sentimos nada en absoluto. Con frecuencia nos encontramos tan vacíos y secos después de nuestras oraciones como lo estábamos antes. Y cuando nos sentimos de esa manera, es nuestra locura la causa de nuestra debilidad, así lo he experimentado en mí misma. Súbitamente nuestro Señor trajo todo esto a mi espíritu y me reveló estas palabras: “Yo soy el fundamento de tu súplica. Primero, es mi voluntad hacerte este don, luego hago de modo que lo desees y después que supliques por él. Si tú suplicas, ¿cómo podría suceder que no obtuvieras lo que pides?”

Nuestro Señor transmite una gran confianza. (…) Cuando dice: “Si tú suplicas”, muestra el gran deleite que le causa nuestra súplica y la recompensa infinita que por ella nos otorgará. Cuando dice: ”¿Cómo podría ser...?”, se habla como de una imposibilidad; pues nada podría ser más imposible que el que nosotros buscáramos misericordia y gracia y no la obtuviéramos. Porque todo lo que nuestro buen Señor nos hace suplicar, él mismo lo ha ordenado para nosotros desde toda la eternidad. Así, podemos ver aquí que no es nuestra súplica, sino su propia bondad, la causa de la bondad y la gracia que él nos da. Y esto es lo que realmente revela en todas estas dulces palabras, cuando dice: «Yo soy el fundamento». (…)


La súplica es un deseo sincero, gracioso y perseverante del alma, unida e incorporada a la voluntad de nuestro Señor por la dulce y secreta operación del Espíritu Santo. Nuestro Señor es el primer receptor de nuestra oración, según yo lo vi. La acepta con el mayor agradecimiento, y muy regocijado la envía al cielo, depositándola en un tesoro donde nunca perecerá. Allí, ante Dios y todos sus santos, es continuamente recibida, beneficiándonos siempre en nuestras necesidades. Y cuando alcancemos la bienaventuranza, se nos dará como una medida de alegría, con un agradecimiento infinito y glorioso por su parte.



Juliana de Norwich (1342-después de 1416)
reclusa inglesa
Revelaciones del amor divino, cap. 41: 14º revelación (Revelations of Divine Love, c. 41), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,1-13


Evangelio según San Lucas 11,1-13
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".

El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;

danos cada día nuestro pan cotidiano;

perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".

Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes,

porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle',

y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'.

Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.

También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.

Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?

¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!".


RESONAR DE LA PALABRA


LA ORACIÓN DE JESÚS

 Hoy nos encontramos a Jesús en oración. No es ésta la única ocasión en la que aparece orando. Más bien ocurre con frecuencia (sobre todo en Lucas). Parece que era una necesidad tan vital para él, que a veces se pasa la noche entera orando. El Hijo necesita encontrarse con el Padre, y el Padre necesita encontrarse con el Hijo. Y si esto es así, nosotros, que no somos Jesucristo, nos quedamos sin excusas ni argumentos para no orar. Hay que decirlo así de claro: Yo necesito orar y el Padre necesita o desea que yo ore.

Se ve que a los discípulos de Jesús les resultaba llamativo y les cuestionaba eso de verle orar. Algo notaban en su oración que les resultaba«distinta» con respecto a lo que, como judíos, habían aprendido y estaban acostumbrados. ¿Y Cómo era esta oración, de la que Jesús se distancia y diferencia?

- Algunos rezaban repitiendo Salmos, bendiciones y plegarias, o algún pasaje bíblico en concreto, que aprendieron desde pequeños... Tiene su valor este modo de orar, pero... tiene el riesgo de que realmente no haya verdadero encuentro con Dios, que se quede todo en palabrería y rutina, que sea yo solo el que hable, y que no me plantee el «Señor, ¿qué quieres de mí?».

- Muchos comprendían la oración como un modo de «informar» a Dios de lo que les pasa, y convencerle de que les echase una mano, o explicarle lo que tendría que hacer en su favor. Dios sería algo así como un señor feudal sentado en su trono, al que hay que sacar de sus profundas meditaciones, para decirle que estamos aquí, y que necesitamos sus «mercedes», como decían los antiguos cristianos.

- Con frecuencia creían que a Dios se le podía «ganar», «convencer» o «comprar» a base de ofrendas, sacrificios, ritos... Ellos encargaban a los sacerdotes algún sacrificio u ofrenda, hacían algún ayuno o rezo, y «a cambio», Dios les escucharía, los perdonaría o les prestaría su ayuda. Al menos se quedaban con la conciencia tranquila de que ya habían «cumplido». Luego, fuera del Templo, no era raro que la vida fuera por otro lado, y se portaran de manera egoísta, ignoraran al pobre, o abusaran de sus trabajadores. Esto suena a «mercado» religioso con Dios: Yo te doy, y a cambio Tú me das...

- La oración se había vuelto enormemente individualista y centrada en los propios intereses. Rezaban por sus cosas, por sus familias y amigos, por sus necesidades... Su modo de plantearse o hacer la oración no les cambiaba en absoluto, no les hacía abrirse más a los otros...

- Y, por señalar un último elemento, a Dios se lo solían dejar «dentro» del Templo. Estaba alejado de la vida. Una cosa era la vida cotidiana, y otra distinta la oración y la relación con Dios, aunque rezasen varias veces al día. El trabajo, la diversión, los acontecimientos sociales y políticos no eran lugares ni materia para el encuentro con Dios.

Jesús, quiso que sus discípulos orásemos de otra manera. Y para ello «traduce» y sintetiza su experiencia íntima en una oración: el Padrenuestro. Se trata de una especie de «manual» de oración, no un simple rezo para repetir..., con los contenidos y actitudes que debieran empapar cualquier otra oración. Jesús no pretendió cambiar unos rezos por otros.

 Þ Al orar decimos «Padre». Necesitamos, al comenzar nuestra oración, caer en la cuenta, de a quién nos dirigimos. No se trata de un señor importante, con la agenda apretada, que, si tiene tiempo y ganas, nos atiende. Es un Padre, y su mayor interés (por no decir el único) somos nosotros. No hace falta «convencerle» de nada, porque Él está de nuestra parte, es bueno y quiere en todo nuestro bien. Él sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, y está dispuesto a dárnoslo aunque no se lo pidamos. Eso hace un buen padre ¿no?

Decía San Agustín: «El hombre ora no para orientar a Dios, sino para orientarse a sí mismo». Y Julien Green escribió: «El objetivo de la oración no es conseguir lo que hemos pedido, sino hacernos distintos”. Y para L. Evely “orar es ponerse a disposición de Dios para que haga en nosotros finalmente lo que desde siempre ha querido hacer, y para lo que nunca le hemos dado ni tiempo, ni ocasión, ni posibilidad…”

Un buen hijo está pendiente de lo que su padre necesita o desea para agradarle. Y saber que Dios es mi padre ya me calma, y me recuerda que todo está en «buenas manos». Cada vez que oramos así, le dejamos a Dios que nos diga «hijo mío».

Escribió San Cipriano:

El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice en primer lugar: Padre, porque ya ha empezado a ser hijo. La Palabra vino a su casa —dice el Evangelio— y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Por esto, el que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe comenzar por hacer profesión, lleno de gratitud, de su condición de hijo de Dios, llamando Padre suyo al Dios que está en los cielos.

Þ Este Padre es «nuestro», y cada vez que nos abrimos a Él, tiene siempre una pregunta en los labios: "¿Qué hay de tu hermano?" (Génesis) ¿qué me cuentas de él, cómo está? ¿Qué podemos hacer por él entre los dos? Es lógico que éste sea tema de conversación con él. Un padre siempre anda preocupado por todos y cada uno de sus hijos, especialmente por los que peor lo pasan, nos quiere a todos hermanos, porque todos somos hijos suyos.

De nuevo San Cipriano:

«Ante todo, el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: “Padre mío, que estás en los cielos”, ni: “El pan mío dámelo hoy”, ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en la tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

Þ Y Decimos santificado sea tu nombre, no en el sentido de que Dios pueda ser santificado por nuestras oraciones, sino en el sentido de que pedimos a Dios que su nombre sea santificado en nosotros. Por lo demás, ¿por quién podría Dios ser santificado, si es Él mismo quien santifica? Él ha dicho: «Sed santos, porque yo soy santo», por esto, pedimos y rogamos que nosotros, que fuimos santificados en el Bautismo, perseveremos en esta santificación inicial. Y esto lo pedimos cada día. Necesitamos, en efecto, de esta santificación cotidiana, ya que todos los días pecamos, y por esto necesitamos ser purificados mediante esta continua y renovada santificación. (San Cipriano)

Þ La oración continúa, recordándonos cuál es la tarea en la que anda empeñado el Padre: su voluntad es el Reino, la felicidad del hombre, nuestra santificación, conducirnos hacia la plenitud. Pero para ello ha querido contar libremente conmigo para esta tarea. Sabiendo que él hará por mí todo lo que pueda, yo le digo: «Aquí estoy para hacer tu voluntad». Podemos hacer mucho en la vida de cada día: en cada encuentro, en cada decisión, en cada acontecimiento la oración se va convirtiendo en actitudes y compromisos. Buscar y conocer su voluntad nos abre al sentido y al compromiso para ser obreros de su viña. Para no quedarnos en palabrerías, sino que construyamos nuestra casa sobre roca y «haciendo» en todo su voluntad.

 Þ Entonces, ¿no hace falta que pidamos nada, a parte del pan y el perdón? Jesús nos insiste en que pidamos, busquemos y llamemos... porque el Padre no niega el Espíritu a quien se lo pide, a quien lo busca, a quien lo llama. Lo mejor que podemos pedir y lo mejor que Dios nos puede dar es a sí mismo (su Espíritu). Y si Dios está con nosotros, ¿quién podrá con nosotros? Nadie, ni nada, ni siquiera la muerte, nos podrá apartar de Dios. Este Don (del Espíritu) lo vamos recibiendo poco a poco, precisamente en el silencio, en nuestros ratos de estar a solas con Dios. Un Espíritu que nos ayuda a tomar bien nuestras decisiones, a tener la fuerza para perdonar, acoger, compartir y darnos sin medida a los otros, para querernos como Dios nos quiere, para ser mejores, para vivir como hijos amados.

¡Se pueden decir tantas cosas sobre la oración y sobre el Padrenuestro...!
Quisiera que nos quedáramos hoy con menos dos cosas: Que mastiquemos y meditemos las palabras que Jesús nos enseñó, su modo y nuestro modo de abrirnos a Dios. Y que nos pongamos en actitud de acogida y apertura para que Dios nos vaya llenando con su Espíritu, en nuestros tiempos de oración. Y todo ello con insistencia, como el «amigo impertinente» de la parábola.

Nosotros necesitamos orar mucho más que Jesús, y -a Dios gracias- sabemos el modo de hacerlo. Que el Padre nos libre de «caer en la tentación» de vivir sin Él. Es lo peor que nos podría pasar.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 23 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«El campo es el mundo» (Mt 13,38)

En Cristo, Cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (Col 1,18), todos los cristianos forman «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa» (1 P 2,9). La Eucaristía, como misterio que se ha de vivir, se ofrece a cada persona en la condición en que se encuentra, haciendo que viva diariamente la novedad cristiana en su situación existencial. Puesto que el Sacrificio eucarístico alimenta y acrecienta en nosotros lo que ya se nos ha dado en el Bautismo, por el cual todos estamos llamados a la santidad, esto debería aflorar y manifestarse también en las situaciones o estados de vida en que se encuentra cada cristiano. Este, viviendo la propia vida como vocación, se convierte día tras día en culto agradable a Dios. Ya desde la reunión litúrgica, el Sacramento de la Eucaristía nos compromete en la realidad cotidiana para que todo se haga para gloria de Dios.

Puesto que el mundo es «el campo» (Mt 13,38) en el que Dios pone a sus hijos como buena semilla, los laicos cristianos, en virtud del Bautismo y de la Confirmación, y fortalecidos por la Eucaristía, están llamados a vivir la novedad radical traída por Cristo precisamente en las condiciones comunes de la vida. Han de cultivar el deseo de que la Eucaristía influya cada vez más profundamente en su vida cotidiana, convirtiéndolos en testigos visibles en su propio ambiente de trabajo y en toda la sociedad.

Animo en especial a las familias para que este Sacramento sea fuente de fuerza e inspiración. El amor entre el hombre y la mujer, la acogida de la vida y la tarea educativa son ámbitos privilegiados en los que la Eucaristía puede mostrar su capacidad de transformar la existencia y llenarla de sentido. Los Pastores siempre han de apoyar, educar y animar a los fieles laicos a vivir plenamente su propia vocación a la santidad en el mundo, al que Dios ha amado tanto que le ha entregado a su Hijo para que se salve por Él (cf. Jn 3,16).


Benedicto XVI
papa 2005-2013
Exhortación apostólica postsinodal, Sacramentum caritatis, 22 Febrero 2007, 79 (© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,24-30


Evangelio según San Mateo 13,24-30
Jesús propuso a la gente otra parábola:

"El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;

pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.

Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.

Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.

El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.

'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.

Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Hoy celebramos la fiesta de santa Brígida, religiosa, nacida en Suecia, que nos ofrece un perfil muy completo de la vida cristiana: familia, peregrinación, enseñanza, consagración al Señor… En su matrimonio tuvo ocho hijos, a quienes educó piadosamente, y consiguió al mismo tiempo, con sus consejos y su ejemplo, que su esposo llevase una vida de piedad. Muerto éste, peregrinó a muchos santuarios y dejó varios escritos, en los que habla de la necesidad de reforma, tanto de la cabeza como de los miembros de la Iglesia. Puestos los fundamentos de una orden religiosa, en Roma pasó finalmente de este mundo al cielo.

El evangelio que se nos propone este día, como todos los evangelios, nos sirve para todos: quienes viven su fe desde una familia, aportando desde su fe, en la sociedad, como cristianos en medio del mundo; y quienes vivimos desde una vocación de consagración especial, con el estilo de vida que llevó Jesús y sirviendo a la Iglesia y al mundo de múltiples maneras. Nos acerca a lo más central de nuestra fe: “permanecer en el Señor”.

Jesús nos lo explica con una imagen de la agricultura: una vid, imagen de cualquier árbol. En la medida que los sarmientos o ramas están unidos a la vid o al tronco, tienen vida y pueden dar fruto. Porque una rama arrancada del tronco se seca; pero si permanece unida, la vida de la planta corre por ella. Es, pues, una vida recibida, y con todo, es la misma vida y con la misma fuerza. Lo mismo pasa con los frutos: solo cuando está unida al tronco la rama puede dar frutos.

Esa es la vida cristiana: por el bautismo, fuimos injertados al tronco de la vida de Cristo y de su Iglesia, y a través de ella -de las personas, de los sacramentos, de la catequesis, de los testimonios…- recibimos la vida de Dios y podemos dar fruto.

Hoy puede ser un buen día para agradecer la vida de Dios en nosotros; reconocer cómo esa vida se va abriendo camino, a veces en medio de las dificultades; apreciar la vocación concreta que vamos viviendo o, los más jóvenes, buscando: desde la familia, el trabajo o una consagración al Señor; y pedir que, con todo lo recibido y permaneciendo siempre en Dios, podamos llegar a dar el fruto que el Señor espera de nosotros.

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA