domingo, 27 de noviembre de 2011
viernes, 25 de noviembre de 2011
Voz que no calla
Recuerda los favores del Señor y Alábalo
por todo el bien que nos hizo.
El fue tu Salvador en tus angustias,
Él mismo en Persona,
te redimió y te levantó por su Gran Amor.
cfr. Isaías 63
por todo el bien que nos hizo.
El fue tu Salvador en tus angustias,
Él mismo en Persona,
te redimió y te levantó por su Gran Amor.
cfr. Isaías 63
El Plan de Dios
“Entonces Pedro comenzó a decirles:
–Ahora comprendo que para Dios todos somos iguales. Dios ama a todos los que le obedecen, y también a los que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno, sin importar de qué país sean”
Hechos 10, 34-35.
Nunca nos comparemos con nadie.
Somos originales, y nuestra originalidad consiste en que tenemos cualidades diferentes; y aunque hagamos cosas parecidas a otros, seguimos siendo únicos.
Tú eres como eres, no vas a ser igual a esa cantante “exitosa”, ni a aquel predicador “famoso”, tampoco como aquella persona que admiras. Podrás alcanzar más o menos, eso lo decides tú; pero no repetirás su historia.
Tú eres tú y Dios te ama tal como eres.
Tu originalidad la usará Dios con un propósito específico.
Podemos ver en la Biblia que la mayoría de hombres usados por Dios no eran perfectos,
pero los utilizó de una manera especial, según sus cualidades y posibilidades;
sin descartar sus defectos, sin pedirles ser perfectos.
Vemos que Dios actúa a través de hombres y mujeres de carne y hueso: con carácter fuerte (Pedro),
con muchas dudas (Tomás),
con un pasado difícil (Magdalena),
hombres que reconocían sus debilidades (Pablo),
hombres que pensaban que no eran dignos de ser usados por Dios (Isaías, Jeremías)
hombres que se negaban a su llamado (Jonás),
hombres con mucho orgullo pero que llegaron a ser humildes (Moisés)
y así una larga lista de personas con luchas, debilidades y situaciones difícil como las nuestras.
Jamás te sientas menos que otros, porque para Dios no hay favoritos.
Todos somos sus hijos, su especial tesoro.
A tal punto que nos amó tanto que envió a su único Hijo a salvarnos de nuestros pecados. Cada uno tiene las mismas probabilidades de ser usado por Dios de gran manera; pero para ello debemos buscarlo, intentar agradarle descubriendo y siguiendo su voluntad.
Dios, aun con tus debilidades y defectos, puede usarte de forma especial para hacer historia.
Dios nos llama y su llamado ha dejado huellas claras en nosotros.
Para saber qué quiere de nosotros debemos mirarnos interiormente y tomar conciencia de las cualidades, las capacidades, como las limitaciones y los defectos que tenemos.
Dios no nos llama sin darnos las fuerzas y las posibilidades de realizar el llamado.
Si sientes un llamado pero no tienes ninguna de las cualidades que para él se exigen sería bueno que discernieras con mayor detenimiento porque es probable que estés llamado a una misión distinta.
Pongo un ejemplo bien simple: no creo que Dios te llame a jugador de fútbol sin que tengas las capacidades físicas que se necesitan para ello.
Revisar bien si contamos con las cualidades necesarias para asumir una misión o llevar a cabo una tarea e insistes en ser un jugador de fútbol, un sacerdote, un médico, etc., entonces es probable que estés siendo un terco al que habría que invitar a repensar su vida. Habría que centrarse en dos aspectos fundamentales: qué siento y para qué tengo capacidades.
No puedo pensar que estoy llamado para hacer algo si al pensar en las realidades típicas de ese camino mi corazón se sobresalta y se deprime.
No puede ser que quieras ser médico,
pero nunca perder una noche en una sala de urgencias;
ni que quieras ser arquitecto, pero no te gusta dibujar planos.
El profeta Jeremías describe su ser profeta con una imagen muy viva:
"Pero la sentía dentro como fuego ardiente
encerrado en los huesos:
hacía esfuerzos por contenerla y no podía" (Jeremías 20,9).
¿Quién eres? ¿Cuáles son tus capacidades?
¿Cómo estás preparado para la vida?
¿Qué debes aprender?
Tienes que revisar tus talentos, tus cualidades, las capacidades que tienes.
Es claro que se necesita un buen índice de liderazgo, que se necesita capacidad para hablar, para consolar, para aconsejar, para dirigir, para entrar rápidamente en relación con los demás, una inteligencia emocional alta, una inteligencia racional mediada, capacidad de sacrificio, generosidad, entrega, responsabilidad, como capacidades mínimas para vivir.
P. Alberto José Linero Gomez, eudista
–Ahora comprendo que para Dios todos somos iguales. Dios ama a todos los que le obedecen, y también a los que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno, sin importar de qué país sean”
Hechos 10, 34-35.
Nunca nos comparemos con nadie.
Somos originales, y nuestra originalidad consiste en que tenemos cualidades diferentes; y aunque hagamos cosas parecidas a otros, seguimos siendo únicos.
Tú eres como eres, no vas a ser igual a esa cantante “exitosa”, ni a aquel predicador “famoso”, tampoco como aquella persona que admiras. Podrás alcanzar más o menos, eso lo decides tú; pero no repetirás su historia.
Tú eres tú y Dios te ama tal como eres.
Tu originalidad la usará Dios con un propósito específico.
Podemos ver en la Biblia que la mayoría de hombres usados por Dios no eran perfectos,
pero los utilizó de una manera especial, según sus cualidades y posibilidades;
sin descartar sus defectos, sin pedirles ser perfectos.
Vemos que Dios actúa a través de hombres y mujeres de carne y hueso: con carácter fuerte (Pedro),
con muchas dudas (Tomás),
con un pasado difícil (Magdalena),
hombres que reconocían sus debilidades (Pablo),
hombres que pensaban que no eran dignos de ser usados por Dios (Isaías, Jeremías)
hombres que se negaban a su llamado (Jonás),
hombres con mucho orgullo pero que llegaron a ser humildes (Moisés)
y así una larga lista de personas con luchas, debilidades y situaciones difícil como las nuestras.
Jamás te sientas menos que otros, porque para Dios no hay favoritos.
Todos somos sus hijos, su especial tesoro.
A tal punto que nos amó tanto que envió a su único Hijo a salvarnos de nuestros pecados. Cada uno tiene las mismas probabilidades de ser usado por Dios de gran manera; pero para ello debemos buscarlo, intentar agradarle descubriendo y siguiendo su voluntad.
Dios, aun con tus debilidades y defectos, puede usarte de forma especial para hacer historia.
Dios nos llama y su llamado ha dejado huellas claras en nosotros.
Para saber qué quiere de nosotros debemos mirarnos interiormente y tomar conciencia de las cualidades, las capacidades, como las limitaciones y los defectos que tenemos.
Dios no nos llama sin darnos las fuerzas y las posibilidades de realizar el llamado.
Si sientes un llamado pero no tienes ninguna de las cualidades que para él se exigen sería bueno que discernieras con mayor detenimiento porque es probable que estés llamado a una misión distinta.
Pongo un ejemplo bien simple: no creo que Dios te llame a jugador de fútbol sin que tengas las capacidades físicas que se necesitan para ello.
Revisar bien si contamos con las cualidades necesarias para asumir una misión o llevar a cabo una tarea e insistes en ser un jugador de fútbol, un sacerdote, un médico, etc., entonces es probable que estés siendo un terco al que habría que invitar a repensar su vida. Habría que centrarse en dos aspectos fundamentales: qué siento y para qué tengo capacidades.
No puedo pensar que estoy llamado para hacer algo si al pensar en las realidades típicas de ese camino mi corazón se sobresalta y se deprime.
No puede ser que quieras ser médico,
pero nunca perder una noche en una sala de urgencias;
ni que quieras ser arquitecto, pero no te gusta dibujar planos.
El profeta Jeremías describe su ser profeta con una imagen muy viva:
"Pero la sentía dentro como fuego ardiente
encerrado en los huesos:
hacía esfuerzos por contenerla y no podía" (Jeremías 20,9).
¿Quién eres? ¿Cuáles son tus capacidades?
¿Cómo estás preparado para la vida?
¿Qué debes aprender?
Tienes que revisar tus talentos, tus cualidades, las capacidades que tienes.
Es claro que se necesita un buen índice de liderazgo, que se necesita capacidad para hablar, para consolar, para aconsejar, para dirigir, para entrar rápidamente en relación con los demás, una inteligencia emocional alta, una inteligencia racional mediada, capacidad de sacrificio, generosidad, entrega, responsabilidad, como capacidades mínimas para vivir.
P. Alberto José Linero Gomez, eudista
domingo, 20 de noviembre de 2011
Promesas y cumplimientos
Estamos siempre expuestos a las promesas que otras personas nos hacen. Algunas podremos creerlas y otras no. Algunas serán la expresión del compromiso decidido y coherente y por ello podremos confiar en ellas, pero otras expresaran más el deseo que las personas tienen a lo que realmente lo que pueden hacer. Quisiera reflexionar con ustedes sobre estas segundas promesas:
No basta con querer hacer algo para poder hacerlo.
Es necesario que se den unas condiciones objetivas, y aún subjetivas, que posibiliten que eso que queremos hacer se pueda hacer. Esto es, no todos los deseos que tenemos se pueden volver una realidad objetiva. Muchas veces aquello que queremos no lo podemos hacer porque no sabemos cómo o, simplemente, porque las condiciones que tenemos no nos lo permiten.
Es necesario conocer los límites de la voluntad.
Nosotros vivimos en una sociedad que ha hiper-valorizado la voluntad, nos a hecho creer que basta con ella para transformar la vida y eso no es cierto. La libertad, que es la que nos posibilita pensar en la voluntad, no es absoluta; sino relativa y está condicionada por muchas cosas. Por ejemplo, si tengo ganas de irme ya a París pero no tengo el dinero. Mi libertad está condicionada por el dinero, de alguna manera. Este ejemplo sencillo nos pone frente a una de las realidades que el hombre de hoy muchas veces quiere soslayar y lo hacen ilusionarse con lo que no puede realizar.
Hay que tener claro qué condiciones se necesitan para que pueda realizarse lo que deseo o estoy prometiendo. Este punto es fundamental. Muchos de nuestros comportamientos son ocasionados por nuestras taras mentales, por nuestras adicciones, por nuestras debilidades, por nuestras experiencias traumáticas del ayer, por nuestros aprendizajes, etc. Lo cual significa que, para podernos comprometer a hacer algo, tenemos que saber exactamente que es lo qué nos ha estado influyendo y cómo lo podemos transformar o usar mejor en nuestra vida diaria.
Estoy pensando, por ejemplo en una persona infiel que promete no volverle a fallar a su pareja. Esta promesa, si no está sostenida por un análisis exhaustivo y concreto de las causas que le han llevado a faltar al compromiso adquirido, sino está respaldada por la terapia o por el proceso de sanación que supone el cambio de lo que ha causado ese comportamiento, no podrá creerse; porque seguro no se podrá cumplir. Sin tomar conciencia de los traumas y de las situaciones que nos están influyendo para ser infieles no vamos a poder ser fieles. Se quedará en un bello discurso y en una muy buena intención (Recordemos, que Voltaire nos decía que de buenas intenciones está empedrado el infierno). Le creo a un infiel que va a dejar de serlo, porque además de su buena intención va a hacer un proceso que ayudará a controlar, manejar, usar, en buen sentido, sus emociones. Mientras tanto es muy difícil de creer.
También pudiéramos citar el ejemplo del drogadicto que jura y jura que no va a volver a consumir. Sin un proceso terapéutico serio que lo re-eduque totalmente será muy difícil que no vuelva a caer. Se necesita de la fuerza de voluntad pero también de los procesos psicológicos que puedan ayudarle a vencer su falta de autoestima, o cualquiera de las causas de su adicción.
Sé que para algunos este tema puede resultar difícil de aceptar, ya que pareciera que al reconocer lo relativo de la libertad estuviéramos mermando la responsabilidad de las personas en sus actos. Pero tengan la seguridad de que no es así, porque cada uno es dueño de sus actos, de tratar de hacer lo mejor; pero a la vez de tratar de encontrar el camino que lo lleve a solucionar los problemas que no lo dejan cumplir su decisión. Esto es, es doblemente responsable no sólo de lo que quiere hacer sino también de generar las condiciones para hacerlo.
@PLinero (Twwitter)
www.yoestoycontigo.com
P. Alberto Linero G. Facebook
No basta con querer hacer algo para poder hacerlo.
Es necesario que se den unas condiciones objetivas, y aún subjetivas, que posibiliten que eso que queremos hacer se pueda hacer. Esto es, no todos los deseos que tenemos se pueden volver una realidad objetiva. Muchas veces aquello que queremos no lo podemos hacer porque no sabemos cómo o, simplemente, porque las condiciones que tenemos no nos lo permiten.
Es necesario conocer los límites de la voluntad.
Nosotros vivimos en una sociedad que ha hiper-valorizado la voluntad, nos a hecho creer que basta con ella para transformar la vida y eso no es cierto. La libertad, que es la que nos posibilita pensar en la voluntad, no es absoluta; sino relativa y está condicionada por muchas cosas. Por ejemplo, si tengo ganas de irme ya a París pero no tengo el dinero. Mi libertad está condicionada por el dinero, de alguna manera. Este ejemplo sencillo nos pone frente a una de las realidades que el hombre de hoy muchas veces quiere soslayar y lo hacen ilusionarse con lo que no puede realizar.
Hay que tener claro qué condiciones se necesitan para que pueda realizarse lo que deseo o estoy prometiendo. Este punto es fundamental. Muchos de nuestros comportamientos son ocasionados por nuestras taras mentales, por nuestras adicciones, por nuestras debilidades, por nuestras experiencias traumáticas del ayer, por nuestros aprendizajes, etc. Lo cual significa que, para podernos comprometer a hacer algo, tenemos que saber exactamente que es lo qué nos ha estado influyendo y cómo lo podemos transformar o usar mejor en nuestra vida diaria.
Estoy pensando, por ejemplo en una persona infiel que promete no volverle a fallar a su pareja. Esta promesa, si no está sostenida por un análisis exhaustivo y concreto de las causas que le han llevado a faltar al compromiso adquirido, sino está respaldada por la terapia o por el proceso de sanación que supone el cambio de lo que ha causado ese comportamiento, no podrá creerse; porque seguro no se podrá cumplir. Sin tomar conciencia de los traumas y de las situaciones que nos están influyendo para ser infieles no vamos a poder ser fieles. Se quedará en un bello discurso y en una muy buena intención (Recordemos, que Voltaire nos decía que de buenas intenciones está empedrado el infierno). Le creo a un infiel que va a dejar de serlo, porque además de su buena intención va a hacer un proceso que ayudará a controlar, manejar, usar, en buen sentido, sus emociones. Mientras tanto es muy difícil de creer.
También pudiéramos citar el ejemplo del drogadicto que jura y jura que no va a volver a consumir. Sin un proceso terapéutico serio que lo re-eduque totalmente será muy difícil que no vuelva a caer. Se necesita de la fuerza de voluntad pero también de los procesos psicológicos que puedan ayudarle a vencer su falta de autoestima, o cualquiera de las causas de su adicción.
Sé que para algunos este tema puede resultar difícil de aceptar, ya que pareciera que al reconocer lo relativo de la libertad estuviéramos mermando la responsabilidad de las personas en sus actos. Pero tengan la seguridad de que no es así, porque cada uno es dueño de sus actos, de tratar de hacer lo mejor; pero a la vez de tratar de encontrar el camino que lo lleve a solucionar los problemas que no lo dejan cumplir su decisión. Esto es, es doblemente responsable no sólo de lo que quiere hacer sino también de generar las condiciones para hacerlo.
@PLinero (Twwitter)
www.yoestoycontigo.com
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martes, 15 de noviembre de 2011
Comunicar lo Bueno...
Desde mi papel como presbítero de la Iglesia Católica, desde mi deseo evangelizador de llenar de sentido la vida humana, me he preguntado por qué lo malo tiene tantos seguidores emocionados; pero lo bueno parece obsoleto, aburrido y soso.
¿Cómo funciona la industria de Hollywood para tener tantos adeptos y tantos consumidores?
¿Qué hacen algunos publicistas para volver locos a los jóvenes con sus productos y lograr que quieran “consumirlos” con unas ganas brutalmente intensas?
¿Qué intentan los docentes que no logran que sus muchachos se emocionen aprendiendo la lección?
¿Qué hacen los presbíteros y catequistas para que los niños se aburran y logren –hasta- odiar sus misas y sus lecciones de catequesis? Seguro hay diferencias entre lo que hacen.
Con resultados tan dispares y contrarios, seguro que sus dinámicas de trabajo no son las mismas.
No es sensato descalificar la manera de Hollywood y de los publicistas per se.
Hacerlo es usar el mecanismo de defensa de la racionalización y gritar como la zorra que las uvas están verdes. Calificarlos de superficiales y de manipuladores es una manera de desconocer que el mundo cambió y que no se es más, ni está más, aquel en el que fueron criados nuestros profesores y evangelizadores.
La primera reflexión que podemos hacer es tratar de comprender qué mueve a los seres a actuar.
Hoy se tiene claro que no son las ideas: como bien nos han enseñado la: “La Neurobiología también apoya esta idea. ‘Nadie’ se mueve por las ideas, a lo sumo hay personas que se mueven por la pasión por unas ideas.
‘Todos’ nos movemos por emociones. Las personas que parecen moverse por grandes ideas lo hacen en realidad porque han desarrollado sinapsis entre estas ideas (corteza cognitiva) y el límbico emocional. La propia etimología de la palabra emoción (e-movere) remite a esta capacidad movilizadora. La misma pregunta es un ruego (inter – “rogación”) y este ruego es la demanda que representa el deseo emocional”[1].
Allí puede estar ya una primera gran diferencia entre la dinámica de la publicidad, de la televisión y la que usan hoy la educación y aún la evangelización: Unas apunta al mundo de las ideas únicamente, a la información que se ha de tener y el otro apunta a la integración emoción-pesamiento: “Esto se debe a que la publicidad apunta a las emociones y es generadora de deseos.
La comunicación persuasiva seductora le apunta al Límbico.
La televisión aprovecha que la imagen no debe pagar peaje intelectual (pensar, razonar, etc.) para causar emociones. La Educación, por el contrario genera una comunicación profunda pero insípida debido a su “analfabetismo emocional”
Por esto sus productos indispensables suelen ser considerados prescindibles por sus receptores”[2]. Sin pasión nadie va a aprender verdaderamente, nada que el sistema límbico considere poco importante para la supervivencia va a ser significativo, ni será aprendido.
Entre conseguir pareja y aprender una ecuación matemática,
esté seguro que el sistema límbico va a saber que escoger.
¿Cómo pretender que el discurso evangelizador/educativo
sea importante para los jóvenes de hoy si no toca para nada su mundo emocional?
¿Cómo lograr que nuestro ejercicio evangelizador/educativo
logre pasar el filtro del sistema límbico?
Una segunda reflexión sería comprender que de alguna manera la publicidad y los medios masivos están entendiendo mejor al receptor, y están co-produciendo con él una relación más íntima, intensa y productiva que los lleva a ser muy tenidos en cuenta por este.
Si la publicidad entiende al receptor mucho mejor que la educación es porque entiende mucho mejor al mundo emocional en el que el receptor vive como pez en el agua[3]. Sin entender el mundo emocional del “receptor” terminamos comunicándonos con quien no existe y comunicando lo que no les interesa.
Hay que esforzarse a conocer el mundo emocional de aquel con el que estamos trabando una relación que queremos sea significativa para él.
Sin ese mundo emocional no hay ninguna posibilidad de comunicar algo realmente significativo,
seguro de que su límbico considerará spam todo lo que intentamos comunicar. GC
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez
¿Cómo funciona la industria de Hollywood para tener tantos adeptos y tantos consumidores?
¿Qué hacen algunos publicistas para volver locos a los jóvenes con sus productos y lograr que quieran “consumirlos” con unas ganas brutalmente intensas?
¿Qué intentan los docentes que no logran que sus muchachos se emocionen aprendiendo la lección?
¿Qué hacen los presbíteros y catequistas para que los niños se aburran y logren –hasta- odiar sus misas y sus lecciones de catequesis? Seguro hay diferencias entre lo que hacen.
Con resultados tan dispares y contrarios, seguro que sus dinámicas de trabajo no son las mismas.
No es sensato descalificar la manera de Hollywood y de los publicistas per se.
Hacerlo es usar el mecanismo de defensa de la racionalización y gritar como la zorra que las uvas están verdes. Calificarlos de superficiales y de manipuladores es una manera de desconocer que el mundo cambió y que no se es más, ni está más, aquel en el que fueron criados nuestros profesores y evangelizadores.
La primera reflexión que podemos hacer es tratar de comprender qué mueve a los seres a actuar.
Hoy se tiene claro que no son las ideas: como bien nos han enseñado la: “La Neurobiología también apoya esta idea. ‘Nadie’ se mueve por las ideas, a lo sumo hay personas que se mueven por la pasión por unas ideas.
‘Todos’ nos movemos por emociones. Las personas que parecen moverse por grandes ideas lo hacen en realidad porque han desarrollado sinapsis entre estas ideas (corteza cognitiva) y el límbico emocional. La propia etimología de la palabra emoción (e-movere) remite a esta capacidad movilizadora. La misma pregunta es un ruego (inter – “rogación”) y este ruego es la demanda que representa el deseo emocional”[1].
Allí puede estar ya una primera gran diferencia entre la dinámica de la publicidad, de la televisión y la que usan hoy la educación y aún la evangelización: Unas apunta al mundo de las ideas únicamente, a la información que se ha de tener y el otro apunta a la integración emoción-pesamiento: “Esto se debe a que la publicidad apunta a las emociones y es generadora de deseos.
La comunicación persuasiva seductora le apunta al Límbico.
La televisión aprovecha que la imagen no debe pagar peaje intelectual (pensar, razonar, etc.) para causar emociones. La Educación, por el contrario genera una comunicación profunda pero insípida debido a su “analfabetismo emocional”
Por esto sus productos indispensables suelen ser considerados prescindibles por sus receptores”[2]. Sin pasión nadie va a aprender verdaderamente, nada que el sistema límbico considere poco importante para la supervivencia va a ser significativo, ni será aprendido.
Entre conseguir pareja y aprender una ecuación matemática,
esté seguro que el sistema límbico va a saber que escoger.
¿Cómo pretender que el discurso evangelizador/educativo
sea importante para los jóvenes de hoy si no toca para nada su mundo emocional?
¿Cómo lograr que nuestro ejercicio evangelizador/educativo
logre pasar el filtro del sistema límbico?
Una segunda reflexión sería comprender que de alguna manera la publicidad y los medios masivos están entendiendo mejor al receptor, y están co-produciendo con él una relación más íntima, intensa y productiva que los lleva a ser muy tenidos en cuenta por este.
Si la publicidad entiende al receptor mucho mejor que la educación es porque entiende mucho mejor al mundo emocional en el que el receptor vive como pez en el agua[3]. Sin entender el mundo emocional del “receptor” terminamos comunicándonos con quien no existe y comunicando lo que no les interesa.
Hay que esforzarse a conocer el mundo emocional de aquel con el que estamos trabando una relación que queremos sea significativa para él.
Sin ese mundo emocional no hay ninguna posibilidad de comunicar algo realmente significativo,
seguro de que su límbico considerará spam todo lo que intentamos comunicar. GC
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez
lunes, 14 de noviembre de 2011
Días grises de 24 horas
P. Alberto José Linero Gómez, eudista
Todos los seres humanos tenemos días tristes que parecen coloreados con un gris intenso, días nublados en los que no dan ganas de salir de casa y, realmente, no dan ganas de hacer nada. Días en los que estamos más sensibles y nos cuestionamos sobre el sentido, es decir, el por qué y el para qué, de todo lo que sucede y sobre todo de la vida misma.
Son días en los que la tristeza sea hace dueña nuestra y sentimos en el pecho, en los ojos, en la boca, en el corazón, en los tobillos, mejor dicho, en todas partes. Días en los que las palabras son tacañas, difíciles de encontrar y no cumplen su función de ser puente entre lo que tenemos “dentro” y lo que está afuera. A veces, tenemos claro por qué estamos así, conocemos la situación que ha desencadenado esas sensaciones, en cambio otras ni sabemos el por qué, pero eso no hace que neguemos que existen ese cúmulo de sensaciones.
Ya, al inicio, dije que todo pasamos por esos días, todos nosotros los humanos. Porque muchos, como me ven sonriente, con ganas de tragarme la vida, apasionado por cada situación y tratando de ser siempre un portador de esperanza o de ánimo para todo el que encuentro, dudan sobre si tengo o no esos sentimientos; o, simplemente, me conceden poderes “sobrenaturales” que no tengo, ni creo que existan. Por ello, quiero compartirte lo que hago en esos días para levantarme el ánimo, una experiencia mía que pueda servir de luz que pueda iluminarte sobre cómo salir de esa sensación pasajera y volver a la habitual actitud animada y entusiasta:
1. Recuerdo lo bueno que me ha pasado. Me centro en todas las cosas chéveres de mi vida. Hago flash back por todo lo que he disfrutado y gozado. Sabiendo que eso no me lo quita ya nadie, porque lo viví y está en mi corazón, lugar inviolable. No dejo que mis apreciaciones “cáusticas” le quiten brillo a esos recuerdos. Tengo mi propio palmarés y, de alguna manera, mi propia vanidoteca, y en días grises, vale la pena visitarla. Esto para que quede claro: ninguna situación me podrá hacer creer alguien no soy valioso, ni mucho menos hacerme sentir que no puedo continuar triunfando en la vida.
2. Converso con gente que me quiere, me anima y me acompaña. Hay mucha gente que no lo quiere a uno –algunos con razón y otros por envidia o incompatibilidad de caracteres- esa gente –que es muy útil para otros momentos, pues nos hacen ver errores y dicen verdades pesadas, duras, dolorosas, que ayudan- hay que evitarla en esos días. No podemos propiciar encuentros con los negativístas, los “baja caña”, los destructores, a esos hay que zafarlos en estos días. Hacerlo sería como juntar fuego con gasolina. ¿Te imaginas, uno medio “depre” y estos manes “carboneando” con comentarios más negativos. Es el momento para hablar con gente que tiene palabras de animo, de fuerza, de gozo, de agradecimiento para con uno. Molestando en mis conferencias digo que, en días cómo estos, llamo a Santa Marta, donde la Señora Rosina Gómez de Linero y le pregunto ¿quien es el mejor cura del mundo? A lo que ella –siempre tan objetiva y neutral, cuando se refieren a cosas de sus hijos- grita que yo, y saben que le creo, y eso hace que el gris trate de pasar.
3. Uso mi disciplina para hacer algo. No me quedo allí. No me encierro. No dejo que la depre tome el control de mis días, no dejo que todo siga oscuro. Hago algo. Lo que me gusta. Lo que me hace estar pendiente de otras cosas. Muchas veces voy a servir y ayudar a los otros, eso siempre es bueno. Otras veces es jugar al fútbol-aunque sigo sin mucha movilidad, claro que hago todavía hago mis goles- juego baloncesto –aunque mis rodillas se nieguen a saltar como antes- o tenis –en el que soy un principiante, pero que me hace sudar y concentrarme en otras cosas-. Hago algo. Por ningún motivo me quedo tirado en la cama. Eso hace el día más gris. Otras veces me voy a ver el mar, que tiene para mí una inspiración bárbara.
4. Vivo mi fe. ¿Saben? Es lo bueno de creer. En días como estos mi fe me hace tanto bien. Reflexiono, medito, oro, despierto mi relación con Dios Padre, que me ama y me da todo, sin importar nada de lo que vivo (Romanos 8,31-39); me trato de ver en los ojos tiernos y firmes del Resucitado que sufrió como sufro yo, pero me enseñó que debemos ser fieles al Padre en todo; y me dejo mover por el Espíritu Santo que me invade, desde dentro actúa en mí y me llena de esa fuerza que requiero para salir adelante. Son días en los que vuelvo a leer y hacer mío al profeta Habacuc 3,15-17: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas del aprisco, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi Salvación. Yahvé el Señor es mi fortaleza.”
Disculpen que les haya hablado de mí; pero eso es lo que hago en esos días tan grises, tan grises. Espero les ayude en algo a salir del gris oscuro de 24 horas que pueden estar atravesando hoy.
fuente: Blog del padre Alberto José Linero Gómez
domingo, 13 de noviembre de 2011
Tomar decisiones con Dios
Por P. Alberto José Linero Gómez, eudista
de su blog personal
Quien ha descubierto a Jesucristo como el Señor de su vida, sabe que ninguna decisión puede hacerse si no es de cara a Él. Esto es, quien ha descubierto la presencia salvadora de Jesucristo y comprendido la revelación del Padre que nos ha hecho y ha recibido el Don del Espíritu Santo ninguna decisión se puede tomar a espaldas de Él. Por eso lo primero es entrar en un proceso de oración, de diálogo, de captación de su voluntad en nuestra vida.
Dice San Juan Eudes, el fundador de mi comunidad: “La tierra que nos sostiene, el aire que respiramos, el pan que nos alimenta, el corazón que palpita en nuestro pecho, no son tan necesarios para la vida humana como la oración para llevar una vida cristiana… La oración es una elevación respetuosa y amorosa de nuestro espíritu y nuestro corazón a Dios. Es dulce diálogo, santa comunicación, divina conversación del cristiano con su Dios”. Si es de cara a Dios cómo el hombre puede conocerse y puede conocer cómo hacer su futuro. Es en un continuo diálogo con Dios en el que se descubre el misterio del corazón del hombre.
Para Juan Eudes está claro que la finalidad del hombre es conocer y amar a Dios y eso sólo lo puede lograr en la oración. Hay que tener presente que la felicidad no está en hacer cosas sino en seguir a Jesús. Para ello revisemos la escena del Joven Rico: “Al salir él, Jesús, para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándolo, le amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de Dios”. (Marcos 10,17s).
Sino nos damos cuenta la pregunta del joven rico es ¿qué hacer para ganar la vida eterna? Está preguntado por qué cosas tienen que hacer para ganar la vida eterna. Como muchos está convencido que la felicidad está en la Hacer. Pero ha hecho todo lo que manda la ley y aún así no es feliz, porque la ley, el hacer no da felicidad. Lo que da felicidad es la relación con Jesús, es colocar a Jesús en el primer lugar del corazón y actuar desde Él.
Por eso la invitación de Jesús a seguirlo. Ir tras de Jesús es lo que hace feliz al hombre. Es por esto que lo primero que un hombre que está haciendo un discernimiento sobre su vida, quien esté frente a una decisión fundamental de la vida y se pregunte cuál es el camino correcto, lo que debe hacer es hablar con Dios. Orar. Ponerse en contacto con el Dueño de la vida y preguntarle como lo hizo Pablo: ¿qué debo hacer Señor? (Hechos 22,10).
En este sentido la oración no es decirle al Señor lo que se siente y se piensa sino que es escucharlo. Afinar el oído y tener despierto el corazón para captar lo que me está diciendo. No hay manifestaciones mágicas, ni voces de ultratumba; sino la capacidad de percibir qué dice para mí, porque de alguna manera mi vocación no es algo que me invento sino algo que encuentro desde mi Dios.
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez
sábado, 12 de noviembre de 2011
ENREDOS HUMANOS
p. Alberto José Linero Gómez, eudista
La humanidad es tan compleja; que veo gente diciendo que quieren ser felices y haciendo todo para no serlo. Viviendo en busca de conflictos, urdiendo para encender hogueras de odio, tratando de generar rencillas y motivar agresiones.
Por un lado están quienes parece que se esforzaran por hacer que las realidades no sean lo que son. Todo porque nos afecta que descubran nuestros sentimientos, lo sentimos como un tipo de debilidad. Es así que los enmascaramos con todas los recursos que tenemos. Por más tristes que estemos nos presentamos como felices; por más necesitados, nos presentamos como pudientes; por más problemas que tengamos, siempre aparecemos como que todo está bien. Eso nos impide encontrarnos con la ayuda oportuna, con la solidaridad del otro, con la comprensión de lo que somos y por lo que pudiéramos estar pasando.
Claro, es más fácil culpar al mundo por su incapacidad de comprenderme; que aceptar que hago todo lo posible para que no lo hagan. Cuando los demás leen nuestros comportamientos ambiguos, nos ofendemos con su lectura; pero no somos capaces de comprender que algo estamos haciendo para que ellos saquen esas conclusiones erróneas.
Otras veces estamos agrandados, aunque no le hayamos ganado a nadie y comenzamos a sumar enemigos sin necesidad. Con palabras salidas de tono, con opiniones sobre lo que no debemos opinar, con comentarios desatinados y ofensivos que provocan molestias en los demás. Muchas veces nos falta la prudencia para callar. Otras nos falta tacto para decir lo que pensamos sin ofender. En algunas nos exageramos en mostrar nuestra posición como si fuese una palabra indudable, totalmente cierta, sin posibilidad de error.
Muchas otras situaciones, encontramos que nuestro comportamiento traiciona nuestro deseo; y por querer mostrarnos como superiores, terminamos “pelando el cobre”; como ese "pobre, inculto, impreparado" que se ve abocado al éxito, no puede con él y necesita un discurso prepotente para escudar su ontológica inseguridad de estar en un lugar cree él no le pertenece. Parece que se hiciera todo para caer mal, para ser rechazado, para no encajar. Se presenta como alguien que fastidia cada vez que abre la boca, pues no reconoce que debe estar agradecido con su estado actual, que es más saludable establecer puentes, aprender del contexto, que generar odios, consentir resentimientos, ahondar abismos.
No falta el que se escude en la fe para hacerse insoportable. El que en nombre de Dios rechaza, excluye, señala. Ese que dice ser cristiano pero en realidad es un fanático de su propia idea de Dios que es casi siempre un Dios que espía y castiga a los hombres que no son como a él le gustan. Esos que, olvidando que la fe es una manera de vivir y no un fetiche en el que esconderse, se atrincheran para humillar a los otros y se olvidan que tenemos que ser hermanos de todos.
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez
viernes, 11 de noviembre de 2011
EN DIQUE SECO
Padre Eduardo de Paola
Juan Pablo II nos lanzó el reto de una “nueva evangelización”
y Benedicto XVI no deja de recodarnos que debemos emprender nuevamente
el camino que nació en la jornada luminosa de Pentecostés.
Vemos en algunas partes del mundo, una incesante sangría de católicos
que emigran a otras denominaciones cristianas o a sectas u otras formas de religión
y no tenemos ni repuestas unificadas respecto al fenómeno,
ni mucho menos y consecuentemente soluciones.
En otras partes, vemos que una indiferencia casi rayana en la negación,
ha poblado los corazones antaño fervientes,
de católicos que han visto freezado el corazón, por el consumo,
el posmodernismo o las idolatrías del sexo o del placer en general, del poder o del tener.
En casi todas partes del mundo,
vemos a católicos que luchan a brazo partido
por mantenerse en la práctica de la fe en Jesús, pero vacíos interiormente.
Son los que cuando llega la hora de las respuestas difíciles a los cuestionamientos más agudos del mundo, sobre todo con respecto al dogma o la moral, alcanzan a balbucear :
“y… lo dice la Iglesia…!!!!”.
Cumplen lo más cuidadosamente posible las prácticas de piedad,
los preceptos de la Iglesia, acuden a los sacramentos periódicamente,
algunos hasta hacen una lectura periódica de la Escritura.
Pero carecen de “eros”, de pasión por Jesús y no pueden alcanzar sus “mismos sentimientos”.
Y queda al descubierto una persona limitada y débil,
atrapada por el saldo que deja todo intento de cursar el mundo sin Jesús:
la infelicidad, la soledad, la angustia, la impotencia, el dolor, la preocupación desmedida.
Entonces sienten que viven una fe carente de vitalidad,
de fuego, y por eso mismo de alegría profunda,
de paz interior, de experiencia constante de felicidad.
Son en general, los que esperan todo eso, cuando finalmente todo termine acá
y lleguemos al cielo, donde, después de aguantar éste valle de lágrimas,
seremos consolados de todas nuestra desventuras terrenas.
Lo que implica olvidar que Jesús vino a anunciar que el Reino
había comenzado con El, presente entre nosotros,
y con el Reino la posibilidad de ser felices en la tierra,
como anticipo de un cielo que vamos fabricando todos los días con nuestras determinaciones, que nos acercan a Dios o nos separan de El.
Así nos ha ido invadiendo a todos la sensación cada día más cierta, de que hay que empezar de nuevo. Primero desde lo personal, para luego poder también empezar de nuevo desde la misión que tenemos como Iglesia. La cuál, como hizo cuando Juan XXIII planteó el Concilio Vaticano II, tiene que comenzar de nuevo a evangelizar, según el modelo que el mismo Jesús nos dejó, porque está probado que fue un esquema exitoso.., hasta hace unos años.
Lenta pero decididamente la vieja barca de Pedro, averiada por el tiempo, los embates de las tormentas y rezagada ante las nuevas tecnologías de la navegación, va entrando en dique seco, para una reparación que le permita iniciar esperanzadamente, de nuevo, el gozoso camino de anunciar a todos los corazones la Buena Noticia de Jesús.
¿A LAS 4 DE LA TARDE
O A LAS 9 DE LA MAÑANA?
“Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Ese es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Jesús. El se dio vuelta y viendo que los seguían, les preguntó ¿qué quieren?. Ellos le respondieron: “Rabbí-que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?. “Vengan y lo verán”, les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de la cuatro de la tarde. Uno de los dos que escucharon las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”, que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: “Tu eres Simón hijo de Juan: tu te llamarás Cefas” que traducido significa Pedro. (Jn 1. 34-42)
Así como parece inevitable que la vieja barca entre en dique seco y de hecho tenemos signos como Aparecida, que nos lo indican, para relanzar su tarea evangelizadora, lo que todavía está confuso e indeterminado es a qué hora tenemos que botar de nuevo la barca de Pedro, para que comience a navegar en los mares del mundo, si a las 4 de la tarde o a las 9 de la mañana.
A las 4 de la tarde, Andrés entró en la intimidad de Jesús
y tuvo el privilegio de ser el primero en hacer una experiencia vital,
personal, estremecedora, del amor de Dios
manifestado en la Persona del Señor Jesús.
Salió al día siguiente, seguramente a la hora sexta,
cuando comenzaban las actividades, o sea a las 9 de la mañana.
Andrés no entró discípulo ni misionero al lugar donde Jesús vivía,
entró como un hombre –como nosotros- que caminaba detrás de Jesús
y a la pregunta de Jesús
¿Qué querés, qué buscás, por qué me seguís?
El respondió: quiero saber dónde vivís,
quiero entrar en tu intimidad y se animó.
Contestarle a Jesús nuevamente con un SI al “Vení y mirá”, es lo fundamental.
A las 4 de la tarde Andrés era un hombre en búsqueda, a las 9 de la mañana del día siguiente era, hecho y derecho, un discípulo y un misionero que corre a contarle a su propio hermano que había encontrado al Mesías esperado durante milenios.
Necesitamos empezar de nuevo, pero necesitamos empezar haciendo una experiencia fuerte del amor de Dios en Jesús, para llenarnos de “ardor”, de “eros”; para que el basamento de nuestra fe no sean solo unos conceptos intelectuales, sino también un contacto vital con la Verdad, con el Amor, con la Vida.
El misionero logra serlo cuando puede transmitir a Jesús con su vida, es decir cuando lo tiene consigo, cuando fue protagonista de ese encuentro. Querer evangelizar antes de saberse y sentirse hijo amado por Dios sería como empezar a caminar desde el segundo paso: imposible. Necesitamos arrancar a las cuatro de la tarde y animarnos a pasar el día con Jesús. A las nueve de la mañana saldremos de allí con la urgente necesidad de encontrar a alguien para contarle que nos hemos enamorado de este hombre que es el Hijo de Dios.
¿Cómo se llama esa experiencia de Andrés que comenzó a las cuatro de la tarde y terminó al día siguiente a las nueve de la mañana?
Se llama PRIMER ANUNCIO DEL EVANGELIO
Se habla, se escribe, se predica, sobre el Primer Anuncio, pero la mayoría de los fieles, y yo diría respetuosamente de lo sacerdotes y también de algunos Obispos, no saben qué es.
Es eso: una fuerte, inolvidable y transformadora para siempre,
experiencia del Amor de Jesús, nacido para nuestra salvación y Muerto y Resucitado por Amor a cada uno de nosotros.
Jesús le cambia el nombre a Simón, para que recuerde siempre, que en el encuentro experiencial con El, hay un antes y un después.
Sin el Primer Anuncio estamos privando al mundo de la experiencia más plena que una persona puede vivir, o lo que es peor, disfrazándola, es decir, vendiendo algo que no es, sin esencia. Lo que pudiera significar, posiblemente, que no le hemos dicho Si cuando nos dijo “Vení y Mirá”. Porque quien lo encuentra, ya no puede callarlo.
No se puede arrancar a las nueve de la mañana.
Ya lo probamos de mil formas y no da resultado.
Aparecida, en su título y solo en su título, nos da la sensación de que hay que comenzar a las nueve de la mañana. Eso crea confusión.
LA APARIENCIA DE APARECIDA
Este Documento de los Obispos de América,
tiene como subtítulo
“DISCIPULOS Y MISONEROS DE JESUCRISTO, PARA QUE EN EL TENGAN VIDA”.
La apariencia, cuando leemos el título es que nos están diciendo que hay que empezar de nuevo a las nueve de la mañana
Pero hay que leer el Nº 226 del Documento:
“Hemos de reforzar en nuestra Iglesia cuatro ejes:
a)LA EXPERIENCIA RELIGIOSA. En nuestra Iglesia debemos ofrecer a nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio Kerygmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral.
b) La vivencia comunitaria……
c)La formación bíblico doctrinal…..
d) El compromiso misionero…….”
Los Obispos dicen que hay que reforzar o sea, hacer fuertes, cuatro EJES.
Los ejes son aquellos sobre los cuales gira todo. Si tenemos que empezar de nuevo, los Obispos, movidos por el espíritu Santo nos dicen: “por favor, que lo primero sea el Primer Anuncio”, ofrezcámosle a los nuestros la posibilidad de hacer un “encuentro personal con Jesucristo”
Después viene la comunidad, la formación bíblica, el compromiso misionero, que también son ejes, no accesorios, pero primero lo primero.
Juan Pablo II mucho antes, en el Directorio Catequístico General, en el Nº 48 explica el proceso evangelizador y dice:
“Proclamar explícitamente el Evangelio,
mediante el Primer Anuncio, llamando a la conversión.”
-Luego se inicia en la fe y la vida Cristiana, mediante la catequesis y los sacramentos de iniciación a los que se convierte a Jesucristo o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana.
-Luego hay que alimentar constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la educación permanente en la fe, los sacramentos y el ejercicios de la caridad.
-Finalmente hay que suscitar la misión, al enviar a todos a anunciar el Evangelio con palabras y con obras, por todo el mundo.”
Todos coinciden en que no hay posibilidades de un proceso evangelizador sin comenzar a las 4 de la tarde.
“SENTIR”
El “sentir” se ha convertido en el último argumento de la autenticidad y de recto obrar: escuchamos permanentemente a la gente decir que solo va a Misa cuando lo “siente” porque no quieren ser falsos.
“Y …si lo siente …está bien” escuchamos como último argumento de moralidad de los actos.
Este “sentir” se ha convertido en un ídolo de esta cultura, que extremado en su uso, no es conducente a la felicidad del hombre, lo animaliza.
Pero ¿podemos prescindir totalmente de lo sensible
en nuestra relación con Dios?.
Basta ver la economía de la salvación y como eligió Dios la Encarnación del Verbo para acercarse sensiblemente a nosotros, para darnos cuenta que de ningún modo es despreciable o se puede dejar de lado, más allá de las exageraciones.
Esa experiencia personal con el Amor de Dios en la Persona de Jesús que es el Primer Anuncio, es el momento más hermoso de la vida de un hombre: sentirse amado personalmente por Dios, sentirse como transportado al seno de la Trinidad y hallarse en el vértice de amor que corre entre el Padre y el Hijo. Y todo esto en un instante, sin palabra ni reflexión alguna
Pero ¿por qué esa insistencia en el “sentir”?
¿Es necesario realmente experimentar ese Amor de Dios?
¿No es suficiente y hasta más meritorio tener la fe?.
Cuando se trata del amor, el sentimiento también es Gracia:
“Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene”
1 Jn 4, 16).
No solo hemos creído, sino que también hemos conocido y en la Biblia,
conocer significa experimentar.
creer con la inteligencia y la voluntad y conocer por la experiencia
es lo que nos pone en la intimidad del Amor que Dios nos tiene.
En el seno de la Trinidad, el amor del Padre se dirige al Hijo,
pero no termina en él, ni se detiene, sino que a través de él se prolonga al Espíritu,
así también ocurre fuera de la Trinidad.
El amor de Dios viene a nosotros, pero no termina en nosotros:
llega, nos atraviesa y nos impulsa a amar a nuestra vez,
con el mismo amor con que El nos ama.
El amor de Dios crea el éxtasis de la salida de uno mismo.
Detenernos en el primer movimiento,
limitarnos a ser destinatarios del amor de Dios y no también repetidores,
sería como detener el curso de un río: lo hacemos pantano.
El Jordán en su curso forma dos mares: el mar de galilea y el Mar Muerto.
El Mar de Galilea recibe las aguas del Jordán pero las deja pasar
y es un mar lleno de vida, en cambio en mar Muerto recibe las aguas del Jordán pero las retiene y es eso: un Mar de muerte, de salinas, de desierto.
A LAS CUATRO DE LA TARDE JESUS NOS PREGUNTA
¿ QUÉ QUIEREN, QUÉ BUSCAN, POR QUÉ ME SIGUEN?
Queremos conocer el amor que Dios nos tiene en la Persona de Jesús,
queremos hacer experiencia de ese amor, necesitamos el ardor que deviene de esa experiencia, para dejarlo pasar, para no guardarlo y hacernos con Andrés misioneros de las nueve de la mañana. Eso es el PRIMER ANUNCIO.
Por ahí tenemos que empezar.
Esa es la hora de botar nuevamente la vieja barca de Pedro: las cuatro de la tarde.
Y con todo el entusiasmo, la fuerza,
el optimismo, la esperanza y el ardor de los Apóstoles en el día de Pentecostés,
lanzarnos a iniciar nuevamente la siembra de la mejor, la más hermosa y la más feliz de todas las Noticias: Jesucristo, el Hijo de Dios que nos ama
y da su vida por nosotros, para, en la Resurrección,
entregarnos una vida nueva que es la Vida de Dios en nosotros.
Quizás también se pueda agregar algo así: “Primer” nos dice claramente que no es uno, pero si que antecede a todos en el orden. “Anuncio” nos da la impresión de que algo importante se va a decir. Habrá toque de trompetas para anunciar que Dios nos ama y ya nos salvó por medio de su Hijo, que vive hoy y también hoy quiere instaurar el Reino en la Tierra, en nuestras vidas.
martes, 1 de noviembre de 2011
Mi Amor de Hombre
En la soledad descubrí que Vos deseabas el amor de mi corazón, así tal cual es: el amor del corazón de un hombre.
Encontré y conocí, por tu inmensa misericordia, que el amor del corazón de un hombre que está abandonado, quebrado y empobrecido es más amable para Vos y atrae la mirada de tu piedad, y que ese es tu deseo y tu consuelo, Señor mío, para estar más cerca de quienes te aman y te llaman “padre”. Talvez no tengas mayor “consuelo” (si así puedo expresarme) que consolar a tus afligidos hijos y a quienes vienen a ti pobres y con las manos vacías, sin otra cosa salvo su humanidad, sus limitaciones y una gran confianza en tu misericordia.
Solo la soledad me enseñó que no debo ser un dios o un ángel para agradarte, que no debo volverme una inteligencia pura sin sentimientos y sin imperfecciones humanas antes de que escuches mi voz.
Vos no esperás que me vuelva grande antes de estar conmigo para escucharme y contestarme. Son mi pequeñez y mi humanidad las que te han llevado a hacerme tu igual, descendiendo a mi nivel y viviendo en mí mediante tu misericordioso cuidado.
Y ahora es tu deseo, no que te dé las gracias y el reconocimiento que recibes de tus grandes ángeles, sino el amor y la gratitud que emanan del corazón del niño, un hijo de mujer, tu propio Hijo.
Padre mío, sé que me has convocado para aprender, que si no fuera un simple hombre, un simple humano capaz de todos los errores y todo el mal, también capaz de un frágil y errático afecto por vos, no sería capaz de ser tu hijo. Deseás el amor del corazón de un hombre porque tu divino Hijo también te ama con el corazón de un hombre, y Él se volvió hombre a fin de que mi corazón y su Corazón puedan amarte en un solo amor, que es amor humano nacido y movido por su Santo Espíritu.
Por consiguiente, si no te amo con amor de hombre, con simplicidad de hombre y con la humildad de ser yo mismo, nunca gustaré la plena dulzura de tu paternal misericordia, y tu Hijo, en cuanto a mi vida, habrá muerto en vano.
Es necesario que yo sea humano y siga humano a fin de que la cruz de Cristo no quede vacía, Jesús no murió por los ángeles sino por los hombres.
Y éste es el misterio de nuestra vocación: no dejar de ser hombres para volvernos ángeles o dioses, sino que el amor de mi corazón de hombre pueda volverse amor de Dios por Dios y los hombres, y que mis lágrimas humanas puedan caer de mis ojos como las lágrimas de Dios, porque manan de la moción de su Espíritu en el corazón de su Hijo encarnado.
Si aprendo esto Señor, estoy seguro que mi amor por los hombres se volverá puro y poderoso, iré hacia ellos sin vanidad ni complacencia, amándolos con algo de la pureza, delicadeza y lo recóndito de Tú amor por nosotros.
Amén.
Thomas Merton
Encontré y conocí, por tu inmensa misericordia, que el amor del corazón de un hombre que está abandonado, quebrado y empobrecido es más amable para Vos y atrae la mirada de tu piedad, y que ese es tu deseo y tu consuelo, Señor mío, para estar más cerca de quienes te aman y te llaman “padre”. Talvez no tengas mayor “consuelo” (si así puedo expresarme) que consolar a tus afligidos hijos y a quienes vienen a ti pobres y con las manos vacías, sin otra cosa salvo su humanidad, sus limitaciones y una gran confianza en tu misericordia.
Solo la soledad me enseñó que no debo ser un dios o un ángel para agradarte, que no debo volverme una inteligencia pura sin sentimientos y sin imperfecciones humanas antes de que escuches mi voz.
Vos no esperás que me vuelva grande antes de estar conmigo para escucharme y contestarme. Son mi pequeñez y mi humanidad las que te han llevado a hacerme tu igual, descendiendo a mi nivel y viviendo en mí mediante tu misericordioso cuidado.
Y ahora es tu deseo, no que te dé las gracias y el reconocimiento que recibes de tus grandes ángeles, sino el amor y la gratitud que emanan del corazón del niño, un hijo de mujer, tu propio Hijo.
Padre mío, sé que me has convocado para aprender, que si no fuera un simple hombre, un simple humano capaz de todos los errores y todo el mal, también capaz de un frágil y errático afecto por vos, no sería capaz de ser tu hijo. Deseás el amor del corazón de un hombre porque tu divino Hijo también te ama con el corazón de un hombre, y Él se volvió hombre a fin de que mi corazón y su Corazón puedan amarte en un solo amor, que es amor humano nacido y movido por su Santo Espíritu.
Por consiguiente, si no te amo con amor de hombre, con simplicidad de hombre y con la humildad de ser yo mismo, nunca gustaré la plena dulzura de tu paternal misericordia, y tu Hijo, en cuanto a mi vida, habrá muerto en vano.
Es necesario que yo sea humano y siga humano a fin de que la cruz de Cristo no quede vacía, Jesús no murió por los ángeles sino por los hombres.
Y éste es el misterio de nuestra vocación: no dejar de ser hombres para volvernos ángeles o dioses, sino que el amor de mi corazón de hombre pueda volverse amor de Dios por Dios y los hombres, y que mis lágrimas humanas puedan caer de mis ojos como las lágrimas de Dios, porque manan de la moción de su Espíritu en el corazón de su Hijo encarnado.
Si aprendo esto Señor, estoy seguro que mi amor por los hombres se volverá puro y poderoso, iré hacia ellos sin vanidad ni complacencia, amándolos con algo de la pureza, delicadeza y lo recóndito de Tú amor por nosotros.
Amén.
Thomas Merton
DECISIONES, todo cuesta...
Por P. Alberto J Linero Gómez, eudista
fuente: www.padrelinero.blogspot.com
Ayer conversaba con el profesor Carlos Silva, actual Técnico del Unión Magdalena y uno de los jóvenes entrenadores con mayor futuro en el fútbol colombiano. Y me decía que la tarea principal de un orientador, entrenador, director técnico, es la de hacer que sus jugadores entiendan el fútbol es un evento “decisional”, un hecho de decisión; por lo tanto, hay que enseñarlos a saber elegir.
Realmente tiene razón, aunque no sólo en el fútbol, sino en el amplio sentido de la vida misma. Después de pensar en lo que decía también llego a la conclusión de que existencia, la historia, el ser y la felicidad se definen a partir de las decisiones que vamos tomando. Cada vez que estamos ante una realidad que nos exige decidir, estamos construyendo una vida distinta. Decido enojarme o no ante la situación, si me enojo actuaré de una manera, si no lo hago actuaré de otra; cualquiera de los dos caminos me llevará a un lugar distinto. Estoy frente a un posible empleo, decido cómo presentarme, qué actitud tener, qué palabras usar, todo eso hará que la entrevista tome un rumbo único.
La vida se construye de decisiones tomadas; para la anécdota de la imaginación quedan las que no tomé. Muchas veces malgastamos el tiempo construyendo la historia que no fue, esa que se nutre del verbo “hubiera”, con frases como “si yo hubiera dicho”, “si te hubiera esperado”, “si no me hubiera casado”, etc. De nada vale gastarnos la existencia tratando de construir lo que no fue. No se puede sino eso, imaginar, especular, y casi siempre desde una intención masoquista de machacarnos la herida frente al error que cometimos.
Por eso decidir debe ser algo que nos exija de la mayor concentración; porque la existencia está en juego en las pequeñas decisiones que tomamos a diario, si cumplimos con una responsabilidad, de decimos la verdad frente a un error, si hacemos lo que sabemos que no es correcto, si nos enojamos o no en determinada circunstancia. Esas decisiones que podemos ver como mecánicas, sin importancia, son fundamentales a la hora de sumar el sentido de lo que somos y hacemos.
De hecho, aprender a ser feliz es aprender a elegir bien, porque una vez eliges y realizas esa decisión es probable que ya no puedas echar para atrás, no se pueden obviar las consecuencias de nuestras decisiones acertadas, ni las equivocadas; ni se quita con el deseo aquello que ya dije, ni lo que hice o dejé de hacer. Por todo lo anterior creo conveniente que hoy pensemos en dos condiciones para elegir bien:
1. No elegir sólo por emociones, ni tampoco sólo por ideas; sino buscar que sea fruto de la comprensión. Y creo que la comprensión es un hecho de todo el ser. Ni tomo decisiones porque estoy lleno de rabia, ni porque estoy lleno de alegría, o porque tengo un pálpito de esperanza; ni desde la fría mente, el cálculo lógico y nada más. Algunas veces hay razones que escapan a la razón; es cierto, pero todo debe tener un equilibrio funcional entre nuestras dimensiones humanas. Una buena decisión es integradora, no excluyente, sino que responde a lo que soy y quiero desde unos fundamentos más profundos que la emoción, y más humanos que la sola razón.
2. Con revisión constante de la decisión. La vida me va mostrando si lo que hice fue correcto o no; en el fondo de nuestro corazón sabemos que hemos tomado una opción inteligente y nos encaminamos bien, o si estamos yendo en el sentido contrario a donde queremos estar. Por eso hay que tener certeza de que ésta es la mejor decisión a pesar de todo; o si, por el contrario, es mejor echar para atrás e intentar otro camino. Es mejor desandar un tanto, que seguir derecho al abismo; porque como leí “frente al abismo la única manera de seguir es dar un paso hacia atrás”.
La vida es una gran decisión y la felicidad igual. Pero se construye desde la suma de las pequeñas y sencillas decisiones que estamos tomando, que hemos tomado, que seguiremos tomando.
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez
fuente: www.padrelinero.blogspot.com
Ayer conversaba con el profesor Carlos Silva, actual Técnico del Unión Magdalena y uno de los jóvenes entrenadores con mayor futuro en el fútbol colombiano. Y me decía que la tarea principal de un orientador, entrenador, director técnico, es la de hacer que sus jugadores entiendan el fútbol es un evento “decisional”, un hecho de decisión; por lo tanto, hay que enseñarlos a saber elegir.
Realmente tiene razón, aunque no sólo en el fútbol, sino en el amplio sentido de la vida misma. Después de pensar en lo que decía también llego a la conclusión de que existencia, la historia, el ser y la felicidad se definen a partir de las decisiones que vamos tomando. Cada vez que estamos ante una realidad que nos exige decidir, estamos construyendo una vida distinta. Decido enojarme o no ante la situación, si me enojo actuaré de una manera, si no lo hago actuaré de otra; cualquiera de los dos caminos me llevará a un lugar distinto. Estoy frente a un posible empleo, decido cómo presentarme, qué actitud tener, qué palabras usar, todo eso hará que la entrevista tome un rumbo único.
La vida se construye de decisiones tomadas; para la anécdota de la imaginación quedan las que no tomé. Muchas veces malgastamos el tiempo construyendo la historia que no fue, esa que se nutre del verbo “hubiera”, con frases como “si yo hubiera dicho”, “si te hubiera esperado”, “si no me hubiera casado”, etc. De nada vale gastarnos la existencia tratando de construir lo que no fue. No se puede sino eso, imaginar, especular, y casi siempre desde una intención masoquista de machacarnos la herida frente al error que cometimos.
Por eso decidir debe ser algo que nos exija de la mayor concentración; porque la existencia está en juego en las pequeñas decisiones que tomamos a diario, si cumplimos con una responsabilidad, de decimos la verdad frente a un error, si hacemos lo que sabemos que no es correcto, si nos enojamos o no en determinada circunstancia. Esas decisiones que podemos ver como mecánicas, sin importancia, son fundamentales a la hora de sumar el sentido de lo que somos y hacemos.
De hecho, aprender a ser feliz es aprender a elegir bien, porque una vez eliges y realizas esa decisión es probable que ya no puedas echar para atrás, no se pueden obviar las consecuencias de nuestras decisiones acertadas, ni las equivocadas; ni se quita con el deseo aquello que ya dije, ni lo que hice o dejé de hacer. Por todo lo anterior creo conveniente que hoy pensemos en dos condiciones para elegir bien:
1. No elegir sólo por emociones, ni tampoco sólo por ideas; sino buscar que sea fruto de la comprensión. Y creo que la comprensión es un hecho de todo el ser. Ni tomo decisiones porque estoy lleno de rabia, ni porque estoy lleno de alegría, o porque tengo un pálpito de esperanza; ni desde la fría mente, el cálculo lógico y nada más. Algunas veces hay razones que escapan a la razón; es cierto, pero todo debe tener un equilibrio funcional entre nuestras dimensiones humanas. Una buena decisión es integradora, no excluyente, sino que responde a lo que soy y quiero desde unos fundamentos más profundos que la emoción, y más humanos que la sola razón.
2. Con revisión constante de la decisión. La vida me va mostrando si lo que hice fue correcto o no; en el fondo de nuestro corazón sabemos que hemos tomado una opción inteligente y nos encaminamos bien, o si estamos yendo en el sentido contrario a donde queremos estar. Por eso hay que tener certeza de que ésta es la mejor decisión a pesar de todo; o si, por el contrario, es mejor echar para atrás e intentar otro camino. Es mejor desandar un tanto, que seguir derecho al abismo; porque como leí “frente al abismo la única manera de seguir es dar un paso hacia atrás”.
La vida es una gran decisión y la felicidad igual. Pero se construye desde la suma de las pequeñas y sencillas decisiones que estamos tomando, que hemos tomado, que seguiremos tomando.
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez
Sacramento de la Comunión
Señor, cuando te veo en el Sacramento de la Comunión
siento el Cielo abrir y una Luz que llega a mí
enfriando mi cabeza, calentando mi corazón.
Señor Gracias y loores, sean dados en todo momento
Quiero alabarte en el dolor,
la alegría y el sufrimiento
Y si en medio de la tribulación
me olvido de tí,
ilumina mis pruebas con Tu Luz.
JESUS, FUENTE DE MISERICORDIA QUE BROTA DEL TEMPLO
JESUS, EL HIJO DE LA REINA,
JESUS, ROSTRO DIVINO DEL HOMBRE
JESUS, ROSTRO HUMANO DE DIOS.
Llego muchas veces, a tu Casa mi Señor,
triste, abatido, precisando de amor.
Y después de la comunión, Tu Casa es mi corazón
y siento el Cielo dentro de mí.
No comulgo porque merezco,
lo sé bien Oh mi Señor,
comulgo pues preciso de Tí.
Cuando falté a Misa
huía de mí y de Tí,
mas ahora que volví, por favor acéptame.
letra Diacono Nelsinho Corrêa
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