jueves, 31 de diciembre de 2015

Meditación: Juan 1, 1-18

Amado Señor, te doy gracias por este año que termina. Te doy gracias por las cosas grandes y también por las pequeñas.
Por darme lugar para estacionar cuando lo necesité y por encontrar mis llaves cuando las extravié. Por todas las ocasiones de alegría y felicidad durante el año, y también por aquellos momentos de dolor y sufrimiento, aunque no vengan de ti, Señor, porque me mueven a acercarme más a tu lado y buscar consolación y protección.
Te doy gracias, Señor, por mi familia y los amigos que me has dado. Ayúdame a quererlos y ser más paciente y comprensivo con ellos. Muéstrame qué puedo hacer para traer de regreso a tu lado a los que se han alejado de ti y de la Iglesia.
Te doy gracias, también, por todas las veces en que tú saliste a buscarme para traerme de regreso al redil. En demasiadas ocasiones he hecho mi voluntad, y pocas veces hice lo que tú me indicabas, pero tú siempre estuviste allí, Señor, tendiéndome la mano y llamándome por mi nombre.
Gracias también por perdonarme cuando me arrepiento de mi terquedad y egoísmo, de mis malos hábitos y la tendencia a juzgar a otros, y por la gracia para comenzar una vida nueva.
Gracias, Señor, por darme el Pan de Vida, porque en él tú mismo te haces parte mía y porque cada vez deseo vivir en comunión contigo y veo que me cuesta menos amar y perdonar cuando he recibido tu Cuerpo y tu Sangre. Hay un poder que actúa en mí y sé que no proviene de mí. Eres tú, Señor, que actúas en mí. ¡Tú eres lo mejor que me ha sucedido en la vida!
Te doy gracias por la Iglesia, porque nunca me abandona. Sé que somos una Iglesia de pecadores que cometen errores y a veces se hieren los unos a los otros; pero también somos la congregación de “una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2, 9). Señor, que tu Iglesia, de la cual tú eres la Cabeza, sea siempre bendecida y protegida por ti, que todos nos acerquemos más a ti y tengamos más amor entre unos y otros.
“Gracias, Señor y Salvador mío, por estar conmigo este año. Te ruego, Señor, que me concedas la gracia de mantenerme en comunión contigo el año que viene y siempre.”
1 Juan 2, 18-21
Salmo 96(95), 1-2. 11-13
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Comprendiendo la Palabra

«La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre viniendo al mundo»

   «Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida, os lo anunciamos» (1Jn 1,1-3)... El Verbo encarnado se dio a conocer a los apóstoles de dos maneras: en primer lugar lo reconocieron a través de la vista, como recibiendo del mismo Verbo el conocimiento del Verbo, y en segundo lugar a través del oído, recibiendo esta vez el conocimiento del Verbo por el testimonio de Juan el Bautista.


    Refiriéndose al Verbo, Juan evangelista afirma primero: «Hemos visto su gloria»... Para san Juan Crisóstomo estas palabras van unidas a lo que precede en el evangelio de Juan: «El Verbo se hizo carne». El evangelista quiere decir: la encarnación nos ha conferido no tan sólo el beneficio de poder ser hijos de Dios, sino también el poder ver su gloria. En efecto, unos ojos débiles y enfermos no pueden por ellos mismos mirar la luz del sol; pero cuando brilla dentro de una nube o en un cuerpo opaco, entonces sí pueden contemplarlo. Antes de la encarnación del Verbo, los espíritus humanos eran incapaces de mirar la luz misma «que ilumina a todo hombre». Así que, a fin de que no se vieran privados del gozo de verla, la misma luz, el Verbo de Dios, se quiso revestir de nuestra carne para que pudiéramos contemplarla.

    Entonces, los hombres «se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube» (Ex 16,10), es decir, al Verbo de Dios hecho carne... Y san Agustín señala que para que nosotros pudiéramos ver a Dios, el Verbo curó los ojos de los hombres haciendo de su carne un colirio salutífero... Por eso inmediatamente de haber dicho: «El Verbo se hizo carne» el evangelista añade: «Y hemos visto su gloria» como para decirnos que después de haber aplicado el colirio, sanaron nuestros ojos... Es esta la gloria que Moisés deseaba ver y de la cual no vio más que la sombra y el símbolo. Los apóstoles, por el contrario, vieron su mismo esplendor.

Santo Tomás de Aquino (1225-1274), dominico, teólogo, doctor de la Iglesia
Comentario sobre san  Juan, I, 178s

RESONAR DE LA PALABRA - 31 DIC 2015

Evangelio según San Juan 1,1-18. 
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 

RESONAR DE LA PALABRA
Queridos Hermanos:

Hace pocos días reflexionábamos sobre las palabras de Simeón: Jesús estaba destinado a que muchos en Israel, a causa de él, cayesen o se levantasen (Lc 2,34). En esa línea, el prólogo del IV evangelio, composición sublime que acabamos de oír, ya sabe de diferencias: la Palabra “vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron; mas a quienes la recibieron…”.

Desgraciadamente la división no afectó solo al Israel de entonces; a las pocas décadas de su fundación, la comunidad joanea sufrió un cisma; cabalmente 1Jn nos habla hoy de los que se marcharon “porque no eran de los nuestros”; nos queda la impresión de una cierta ineficacia de la plegaria de Jesús por “que todos sean uno” (Jn 17,21). La Iglesia ha llevado siempre consigo el dolor de haber roto la túnica inconsútil de su Maestro.

El prólogo joaneo ya se nos leía el día de Navidad. Y no está demás su repetición. Nos invita a que nuestra mirada pase por la menesterosidad de ese Niño recién nacido pero no se quede detenida en él; a través de él es preciso ver la Gloria y la Verdad divinas, que han querido ponerse completamente a nuestro alcance. El que nace en condiciones humanas precarias y se cría en un pueblo pequeño y de mala fama (“¿de Nazaret puede salir algo bueno?”: Jn 1,46) es nada menos que el Eterno que ahora se convierte en la Luz y la Vida del mundo. “No pongáis lo ojos en nadie más que en él”, dice el conocido cantico.

El autor del célebre prólogo ha querido resaltar la categoría de Jesús en cuanto plena manifestación de lo divino. No menosprecia la descomunal personalidad religiosa de Moisés, pero el don que se realiza a través de Jesús es inmensamente mayor. Él es el único que está “vuelto hacia el pecho del Padre”, le conoce en profundidad y le refleja insuperablemente. La traducción correcta del último versículo sería: “él en persona fue la revelación”. En su despedida Jesús lo dirá más explícitamente: “quien me ha visto ha visto al Padre” (Jn 14,9).

En nuestra época de desoladora secularidad, algunos se consuelan resignadamente con la “inquietud religiosa” de quienes “buscan lo divino” siquiera en otros ámbitos, de quienes, desde la llegada de la “era de Acuario” u otras ofertas exotéricas, han optado por una religiosidad difusa y sin dios. “Algo es algo; queda cierta apertura a la trascendencia”. Pero es muy poco. Otros, incluso dentro de la Iglesia, después de un tiempo de abandono o decepcionados de lo recibido, han buscado fuentes alternativas: por ahí andan las espiritualidades sustentadas en apariciones, mensajes secretos… Tal vez han faltado en la transmisión del mensaje los resortes pedagógicos adecuados; o no hemos sabido hacer frente al cansancio de una civilización. Es preciso volver a lo esencial, y no pedir nuevas o diferentes revelaciones al Dios que en su Hijo nos lo ha dicho todo, “que es su única Palabra, que no tiene otra” (S. Juan de la Cruz).

Tu hermano
Severiano Blanco cmf
fuente Ciudad Redonda

Buen día Espíritu Santo

Padre Amoroso,
La Luz de la mañana me hace pregustar
El tiempo que viene.
La Luz que resplandecerá cuando Tu Hijo vuelva!
La Luz que todo lo penetrará.
En mi presente, penetra con la gracia de Tu Espíritu mi vida.
¡Ven y derrama lluvia abundante de Amor!
Derrámate Dador de todo Bien!
Llena con “Tu aceite” mi cántaro
Y sella mi ser con Tu impronta.


miércoles, 30 de diciembre de 2015

Consejos para tu grupo de oración

Tener instrucciones para los grupos de oración nos ayuda a vivir mejor los momentos con Dios

El grupo de oración es como una piscina llena de agua, llena del Espíritu Santo, donde nos lanzamos de cabeza y nos sumergimos en el amor de Dios y en Sus dones.
El mundo es tan árido y la guerra espiritual que enfrentamos diariamente es tan ardua que si no tenemos al menos una vez por semana, la gracia de poder sumergirnos en el Espíritu Santo con los hermanos, orando con ellos libremente en el lenguaje de los ángeles, alabando y cantando juntos, fatalmente viviremos como quien vive en el desierto.

grupodeoracion

Nuestros grupos de oración precisan ser cálidos, acogedores, pero no ruidosos. Deben ser llenos de la presencia de Dios, del Espíritu Santo, llenos de oración. Los grupos necesitan ser lugares donde realmente nos ayudamos unos a otros y nos animamos con los cantos, con la música y la alabanza, con la oración espontánea y los gestos. En el grupo de oración necesitamos ser conducidos y ayudados por personas llenas de alabanza, de alegría de la Palabra de Dios, de manera que podamos tener cada semana, un grupo sobre el cual el Espíritu se derrame.
El grupo de oración necesita ser leve y espontáneo. Es necesario acabar con los vicios de pose y posición: “¡Ese es mi lugar!”, “soy yo quien hace eso, nadie más”. Lo peor son las sillas prisioneras: “Ese lugar es mio. Ay de quien se atreva a tocar mi lugar, mi silla prisionera”. Los servidores no son los dueños del grupo.
La persona que coordina el grupo necesita discernimiento, ser dócil a la condición del Espíritu Santo. No es como aquel dirigente que aún tiene las riendas en sus manos, y se siente seguro de sí mismo. El Espíritu Santo anda, y rápidamente, si tu tomas las riendas en tus manos, Lo detendrás.
Es muy importante que pertenezcamos a un grupo que sea de oración del derramamiento del Espíritu Santo, porque necesitamos de más fuerza de lo Alto. La vida nos deja secos y duros, lo propio del dia a dia, el trabajo de casa, de la familia y del mundo nos desgastan. Por eso, el mismo Jesús nos dice:
“Recibireis una fuerza, la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, hasta los confines de la tierra” (Hech 1,8).

Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva

La nueva Esperanza

LA NUEVA ESPERANZA.

"En Jesús, Dios se hizo cargo de la carne humana. El Espíritu de Dios cubrió a María y en ella toda enemistad entre el espíritu y el cuerpo fue superada. Así, el Espíritu de Dios se unió al espíritu del hombre y el cuerpo humano se transformó en el templo destinado a elevarse hacia la intimidad con Dios a través de la Resurrección.
A todo cuerpo humano se le ha dado una nueva esperanza, la de pertenecer eternamente al Dios que lo creó.
Gracias a la Encarnación puedes hacer que tu cuerpo te vuelva a pertenecer. "

HENRI NOUWEN 

MARÍA QUIERE EDUCARNOS COMO A JESÚS

Nuestra Madre puede formar a Jesús en nuestros corazones

Ya lo sabes: María fue quien lo educó a Jesús. Es lindo lo que se lee en el Evangelio de San Lucas, cuando el niño Jesús, a los 12, fue encontrado en el templo de Jerusalén: “El regresó con sus padres a NazaretH y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres” (Lc 2,51-52).

El propio Evangelio da testimonio de eso: Jesús era sumiso a sus padres. La mujer tiene un papel preponderante en la educación de los hijos. La madre es educadora por excelencia. Imagina, entonces, a la Virgen María transmitiéndole a Jesús, desde sus primeros días, toda su fe, su amor a Dios, toda su espiritualidad, fidelidad y entrega al Todopoderoso.

El hijo de Dios criado por una mujer humilde

Todo lo que ella vivía le transmitía a aquel niño, junto con su leche materna, día tras día. Es una belleza poder imaginar a María formando, educando al niño Jesús. Dentro de Él había una semilla: Era el Hijo de Dios, había en Él una naturaleza receptiva. Él no tenía, como nosotros, el pecado original. Pero quien lo educaba era la Virgen María.

Maria

El Padre quiso que su Hijo Jesús fuera educado por una mujer. Así como Cristo fue engendrado y dado a luz, amamantado por María, así también fue educado por ella. Quiere decir: todo lo que había en el interior de Jesús fue exteriorizado, creció, surgió y se desenvolvió gracias a María. Él recibió todo eso de Ella. Ella fue la formadora y educadora de Jesús.

Que seamos Jesús en los días de hoy

El Padre quiere que seamos semejantes a Jesús. Que seamos sus continuadores. La voluntad de Dios es que seas otro Jesús para el mundo, porque el mundo necesita de cosas concretas, el mundo solo va a creer a partir de cristianos que vivan la vida de Cristo. Y para ser como Jesús es necesario ser educados por aquella que lo educó. Por causa del pecado, que está en nosotros, hay un largo trabajo de educación por hacer, y María tiene ahí su papel especial de madre y educadora. Ella quiere educarnos en los caminos de Jesús. Con el amor, la paciencia, la bondad, la simplicidad, la humildad de Jesús…
Ella quiere formarte con la fortaleza de Nuestro Señor Jesucristo. Ella te quiere con el entusiasmo, el optimismo, la garra y la entrega de Cristo.
María quiere formarte como a Jesús. Esta es su misión. La respuesta de cada uno debe ser: “¡Hágase! Hágase en mi según la voluntad del Padre”.

Tu hermano,
Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Fragmento del libro “El Pan de la Palabra”, Monseñor Jonas Abib
PUBLICADO POR Portal Canción Nueva

Meditación: Lucas 2, 36-40

Lucas nos lleva a reflexionar sobre la gran influencia que tuvo el nacimiento de Jesús en Israel. En su relato, dio a sus lectores gentiles (que desconocían la historia de Israel) una idea de cómo se desplegaba el plan de Dios para la salvación del género humano.

Por ejemplo, Ana “una mujer muy anciana” y su vida de oración representan los muchos siglos que los judíos pasaron anhelando la venida del Mesías y preparándose para ella.

Sin duda que Ana debe haber sufrido muchísimo ante la muerte de su marido después de apenas siete años de matrimonio, tras lo cual, sin duda experimentó muchísimos años de completa soledad y desolación. En la antigüedad, era común que la sociedad despreciara y olvidara a las mujeres solteras en general, y a las viudas en particular. Pero Dios eligió a Ana como servidora y profetisa, y eso es prueba de que el Señor no se preocupa de la condición social de las personas cuando se trata de escoger sus instrumentos.

Pese a toda una vida de penurias, Ana no se dejó llevar por el rencor; más bien, encontró el consuelo abriendo su corazón ante el Señor en la oración. “Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones” (Lucas 2, 37). Esta admirable mujer de fe había transformado sus muchos años de soledad y dificultad en un prolongado ministerio de intercesión para la redención de Israel. Y Dios demostró un amor especial por esta “profetisa” (Lucas 2, 36) dotándola de la capacidad de percibir la llegada del Mesías.

¡Qué modelo para nosotros! La paciencia y los padecimientos de Ana encarnan el anhelo de salvación del corazón humano. ¿Te sientes tú, amigo, a veces agotado, abandonado o insignificante frente a Dios? Nada podría ser más contrario a la verdad. Si te acoges al Señor, como lo hizo Ana, la gracia de Dios llenará tu vida. Entrégale al Señor tus pesares y dolores. Adóralo, alábalo e intercede por la salvación de su pueblo. De esta forma llegarás a ser un testigo de la presencia de Dios en nuestro medio; Dios te llenará de gracia y de esperanza de un modo que jamás podrá hacerlo el mundo.
“Padre eterno y todopoderoso, te ofrezco mi vida. Quiero unir mi fe y mi trabajo al de todos tus santos en la construcción de tu Reino en la tierra.”

fuente DEVOCIONARIO CATÓLICO LA PALABRA CON NOSOTROS

«Sirviendo a Dios día y noche»

San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago y mártir 
Sobre el Padrenuestro; PL 4, 544
«Sirviendo a Dios día y noche»

    En las Escrituras, el verdadero sol y el verdadero día, es Cristo; por eso los cristianos no excluyen ninguna hora, y hay que adorar a Dios sin cesar y siempre. Puesto que estamos en Cristo, es decir, en la luz verdadera, estemos en oración y no dejemos de suplicar a lo largo de todo el día. Y cuando, siguiendo el curso el tiempo, la noche llega después del día, no hay nada, ni las  mismas tinieblas nocturnas, que nos puede impedir de orar: para los hijos de la luz (1Ts 5,5), incluso durante la noche es de día. ¿Cuándo, pues, está sin luz aquel que tiene la luz en su corazón? ¡Cuándo falta el sol, cuándo, pues, no es día para aquel que Cristo es Sol y Día?

    Durante la noche, pues, no dejemos de orar. Es así como Ana, la viuda, obtuvo el favor de Dios perseverando en la oración y en las vigilias, tal como está escrito en el Evangelio: «No se alejaba nunca del Templo, sirviendo día y noche con ayunos y la oración»... Que la pereza y la desidia no nos priven de orar. Por la misericordia de Dios, hemos sido recreados en el Espíritu y hemos renacido. Imitemos pues, eso que seremos. Debemos ser habitantes de un reino donde no habrá más noche, donde brillará el día sin ocaso, velemos ahora, durante la noche como si fuera pleno día. Llamados a orar y a dar gracias sin fin al Dios del cielo, comencemos ya aquí a orar sin cesar y a darle gracias.

RESONAR DE LA PALABRA - 30 DIC 2015

Evangelio según San Lucas 2,36-40. 
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él. 


RESONAR DE LA PALABRA
Queridos Hermanos:

El nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne es un hecho de tal envergadura que requiere tiempo para reflexionarse y asimilarse. Por eso, Navidad –como pascua de resurrección- tiene octava; es como si la fiesta durase no un día sino una semana.

Y cada texto evangélico de estos días, en su aparente ingenuidad, nos va subrayando diversos aspectos de la humanidad de Jesús. El de hoy nos habla de su situación de verdadero niño, limitado y menesteroso, y por tanto necesitado de tutela, de aprendizaje y de maduración: “crecía en sabiduría y en gracia”. En el cristianismo de todas las épocas ha estado presente, de una u otra forma, la inclinación monofisita, es decir, la tendencia a afirmar la divinidad de Jesús sin aceptar plenamente su humanidad. Es ciertamente paradójico que un ser divino pueda crecer y estar sometido a un proceso pedagógico; pero esa es justamente la paradoja de la fe cristiana: que la Palabra eterna se haya hecho carne temporal (Jn 1,14), humanidad sometida a las leyes del universo y a las limitaciones de una cultura. El domingo pasado celebrábamos la fiesta de la Sagrada Familia; un título de  grandeza de María y de José es haber guiado los primeros pasos de Jesús en el campo de la oración, la religiosidad y la conceptualización de la fe de Israel.

Con muy buen criterio, la liturgia de esta semana nos va presentando diversos pasajes del escrito designado como “Primera Carta de Juan” (no es carta, sino homilía o meditación). La preocupación fundamental del autor es corregir el “docetismo” o monofisismo incipiente: el anticristo es el que niega que Jesús encarnado pueda ser el Cristo (1Jn 2,22; cf 2Jn 7). Está combatiendo a cristianos demasiado “espirituales”, que viven una fe de la evasión, descuidando el compromiso con la historia y su manifestación más elemental: el amor fraterno. El cristiano auténtico sigue a Jesús encarnado, es “mundano” en el mejor sentido del término.
Pero se trata de una peculiar mundanidad. El IV evangelio (muy emparentado con 1Jn) sabe que el mundo es bueno, pues fue creado por la Palabra eterna (Jn 1,10), y que Dios lo amó hasta enviar a su Hijo para que el mundo se salve…” (Jn 3,16). Sin embargo, en su oración de despedida, Jesús dice al Padre que los discípulos “están en el mundo pero no pertenecen al mundo” (Jn 17,16); en esa línea nos dice hoy 1Jn que no amemos al mundo, ya que lo que hay en él es pecaminosidad: soberbia, lascivia, ambición… Es decir, en la hermosa creación de Dios, de la que Dios mismo se ha hecho parte por la encarnación, se han infiltrado tendencias hostiles a Él. En ese mismo sentido el papa Francisco, desde el comienzo de pontificado, ha puesto a la Iglesia en guardia contra la “mundanización”; el autor de la encíclica Laudato Si (en elogio y defensa del mundo creado) nos exhorta a evitar la ostentación, la insensibilidad, el inmediatismo irresponsable… Todo eso sería el “mundo” que Jesús encarnado no amó ni asumió, sino frente al que nos previno.

Seamos comprometidamente “mundanos”, amantes de la creación, de la humanidad, de la historia, como Jesús, sin dejarnos devorar por su deformación egoísta que se llama “mundanidad”.      

Tu hermano
Severiano Blanco cmf
fuente Portal Ciudad Redonda

Buen día, Espíritu Santo

Pequeño y Divino Señor,
Tú que siendo grande hallaste gozo en ser llamado
"hijo del carpintero";
Tú que siendo artesano del Hombre,
te hiciste nada para rescatar lo que nada podía ofrecerte;
Acompaña con Tu Espíritu nuestro día!
Envía desde el Cielo las entrañas de Tu Corazón,
Tu mismo Espíritu Santo!
Que en Él seamos fortalecidos!
Que en Él seamos ungidos!
Que en Él seamos llenos de júbilo y alegría.
Por el honor de Tu Nombre Santo,
conserva nuestras vidas en tu paz,
Danos la gracia de ser fieles a las promesas del bautismo
y sella, imprime en nosotros, la huella imperecedera de pertenencia:
¡séllanos con Espíritu Santo!


martes, 29 de diciembre de 2015

Sacerdotes de la Iglesia doméstica


Los esposos, sacerdotes de la casa, también pueden unir o desatar las cosas en el cielo.

"Todo aquello que ates en la tierra será atado en los cielos y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos" (Mateo 16,19). Eso no es sólo para el sacerdote, no!
Así como nosotros los sacerdotes somos consagrados para atar o desatar las cosas en el Cielo, ustedes, sacerdotes de la Iglesia doméstica, los esposos, pueden hacer lo mismo.

alem_de_namorados_amigosFoto: Arquivo CN
Así como un sacerdote no puede ser indigno de sus atribuciones, también ustedes, esposos y esposas, no pueden ser indignos en el ministerio de la Iglesia doméstica.
Mi hijo, ata la tierra al Cielo y el Señor atará el Cielo a la tierra!

Tu hermano,
Mons. Jonas Abib.
Fundador Comunidad Canción Nueva.
fuente: Portal Canción Nueva en português

"Cuando percibas que personas que "no tienen freno en la lengua" se apartan de ti o te evitan, agradece mucho a Dios por esto. Es Él que te está librando de males mayores"

p. Roger Araujo
Adaptación del original en portugues.


Meditación: Lucas 2, 22-35

Un hombre justo y piadoso, que esperaba la restauración de Israel” (Lucas 2, 25)

El anciano y fiel Simeón pasaba mucho tiempo en el templo y sin duda disfrutaba de la oración pública, las ofrendas y las ceremonias que allí se realizaban.

Pero su vida espiritual comprendía mucho más que la sola observancia religiosa; su asidua presencia en el templo era una clara expresión de su anhelo de Dios. Es fácil imaginarse que al despertar cada mañana decía “Aquí estoy, Señor. ¿Qué quieres decirme hoy?” Por su constante vigilia frente a Dios, “guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo.” Conocía bien las Escrituras y confiaba en que Dios cumpliría sus promesas; esperaba al Mesías y sabía —también por acción del Espíritu— que “no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor enviaría.”

Cuando Dios mira dentro de tu corazón, querido lector, ¿Qué ve allí? ¿Fe, obediencia, entrega? ¿Ve a una persona dócil, que responde a su Espíritu? No te preocupes si no has llegado aún a esa etapa. Sólo confía en que, si le ofreces tu vida a Dios cada día, él te transformará según el modelo de Simeón.

Para mantener la mirada fija en esta meta, te sugerimos tomar ciertas medidas prácticas. Cuando reces, recuerda que eres un tesoro valioso para el Señor; confía en que Dios tiene reservado un plan especial para tu vida; cuando leas la Escritura, preséntale tus dudas al Señor y espera a que él te revele su fidelidad y su poder. Varias veces al día, haz un alto en tus actividades y dile al Señor que lo necesitas; renuncia a dejarte dominar por la duda o la inseguridad y él infundirá confianza en tu corazón. Guarda silencio y escucha: el Señor desea hablarte como le habló a Simeón; posiblemente quiera enseñarte a orar por alguien, abandonar un hábito de pecado que has mantenido por largo tiempo, hablarle a algún vecino o amigo acerca del amor de Dios o ayudar a alguien en necesidad.

Simeón fue dócil y obediente, y por eso vio el rostro de Jesús. ¡No deberías tú esperar menos, porque Dios quiere que todos los ojos contemplen su salvación!
“Amado Jesús, quiero verte con mis propios ojos. Sólo en ti encontraré verdadera paz y alegría. Señor, haz brillar tu luz en mi corazón para que reciba la gloria del Padre. ¡Cristo, tú eres mi esperanza de gloria!”

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nostros

Comprendiendo La Palabra

San Gregorio de Nisa (c. 335-395), monje, obispo 
Vida de Santa Macrina, 23-25; SC 178, pag. 217ss
En el ocaso de la vida, entrar en la luz

     El sol se iba hacia el ocaso. Pero el fervor de mi hermana Macrina no vacilaba. Cuanto más cercana estaba de su partida, más diligente se dirigía hacia su Amado...Ya no se dirigía a nosotros que estábamos presentes, sino a Aquel hacia quien dirigía incesantemente su mirada... Decía:

     “Eres tú, Señor, que has abolido para nosotros el temor a la muerte. Eres tú quien, por nosotros, has hecho del fin de la vida terrena el comienzo de la vida verdadera. Eres tú que, por un tiempo, dejas que nuestros cuerpos descansen en un sueño pasajero y eres tú quien los despiertas de nuevo “al son de la trompeta” (1Cor 15,53) Tú entregas en depósito nuestros despojos a la tierra, para que revivan de nuevo, transformando por la inmortalidad  todo lo que hay en el cuerpo de caduco y deforme...

    “Dios eterno, a ti fui confiado desde el seno, desde el vientre de mi madre eres mi Dios” (Sal 21,11), te amo con todas mis fuerzas, a ti me consagro en cuerpo y alma desde mi juventud, envíame un ángel luminoso que me conduzca de la mano al lugar del descanso y de refrigerio donde se encuentra “el agua que sacia” (Sal 22,2) al seno de los patriarcas (Lc 16,22). Tú que has retornado al paraíso al hombre crucificado contigo y que se encomendó a tu misericordia, “acuérdate también de mí cuando llegues a tu reino” (Lc 23,42) porque yo también estoy crucificada contigo...Que me encuentre ante tu presencia “sin mancha ni arruga” (Ef 5.27); que mi alma sea acogida en tus manos...”como incienso en tu presencia” (Sal 140,2)...

    Luego, cuando ya caía la noche, alguien trajo una lámpara. Macrina abría los ojos y dirigía su mirada hacia la luz, manifestando su deseo de pronunciar la oración de acción de gracias, a la luz de la lámpara. Pero no tenía fuerza su voz...respiró hondo y dejó a la vez la oración y la vida.

    “Luz amable de la santa gloria del Padre celestial, inmortal, santo y bienaventurado Jesucristo. Llegados al crepúsculo de este día, contemplando la claridad del atardecer, cantamos al Padre, al Hijo, al Espíritu de Dios. Eres digno de toda alabanza y que nuestras voces te canten, Hijo de Dios que das la vida. Todo el universo se aclama!” (Himno de acción de gracias por la luz en las vísperas ortodoxas)

RESONAR DE LA PALABRA - 29 DIC 2015

Evangelio según San Lucas 2,22-35. 
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos". 


RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:

Nosotros confesamos ante todo que “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”; desde ahí lo nuestro queda divinizado sin perder lo que tiene de humano y mundano. Los evangelios de la infancia hablan plásticamente de esa encarnación. Según la carta a los Hebrero, obra teológica de gran calado, Jesús entró en el mundo diciendo: “heme aquí, Padre, que vengo para hacer tu voluntad”; y la escena de su presentación en el templo visibiliza dicha actitud. Pero ese autoofrecimiento Jesús lo realiza en las condiciones humanas más corrientes: llevado por sus padres y en dependencia de ellos, es ofrecido a Yahvé según los ritos usados en el judaísmo. La encarnación implica pertenencia a una familia, una cultura, etc., y la fidelidad se vive desde ellas.

Jesús es presentado como aquel que, si es acogido en nuestros brazos, colma nuestras esperanzas: “mis ojos ya lo han visto” (=ya puedo retirarme). En la intención del evangelista subyace una interpelación al pueblo judío: “no esperéis otro Mesías; uno de vuestros sabios y santos ya ha reconocido que es Jesús”. Y para nosotros tiene su propia traducción: no pongamos nuestra esperanza en lo que no la merece; uno sólo es nuestro Salvador; no lo será el dinero, ni el éxito político o profesional, ni el prestigio… El Bautista enviará emisarios a preguntar a Jesús: “¿eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?”. Y Jesús da una respuesta definitiva, válida para nosotros hoy.

Pero debemos alargar la mirada mucho más allá de las esperanzas judías, como ya lo hacemos. Ellas nos dieron el concepto de Mesías o Ungido (=Cristo), que seguimos usando. Pero Jesús hace estallar todas las barreras del judaísmo y de la Iglesia; por ello Simeón le declara no sólo “gloria de Israel” (¡que lo es!), sino también “luz para alumbrar a las naciones”. Aquí radica la vocación y actividad misionera de la Iglesia.

Sigamos leyendo. El evangelista sabe cuál fue la relación de Jesús con su pueblo y el desenlace de su oferta mesiánica. Y lo predice por boca de Simeón, en palabras sombrías: por causa de Jesús unos se levantarán y otros caerán. Jesús, el que es y trae la buena noticia, resulta una “bandera discutida”; el que es y  trae el “consuelo” de Israel, trae también la espada; impulsa y estimula, no viene al mundo para que todo siga igual. Y, si lo nuestro es opción por la comodidad y perezosa rutina, su llamada nos causa “sarpullido” y nos coloca en una situación de crisis de la que hay que intentar salir airosos.

Sería un pecado aguar las fiestas navideñas; comparto plenamente la afirmación de Lutero de que “el gozo es el birrete doctoral de la fe” (M. Lutero). Pero Navidad es mucho más que pandereta y castañuelas. La propuesta evangélica, siempre alegre y entusiasta, lleva consigo una ineludible dosis de “seriedad”; a veces, de “incomodidad”.

Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf

Buen día, Espíritu Santo!

¡Buen día, Espíritu Santo!
Así como despejado amanece un nuevo día,
Así despeja en mis horizontes las nubes
de la indiferencia, la codicia y el mal humor.
Que en el camino de la semana elija siempre
aquello que más tiende a Ti, Dios de mis alegrías,
aquello que devuelve a mi rostro Tu Rostro.
Y Visítame con tu Gracia, aquella que renueva y santifica.
¡Dime!,
¿qué podemos hacer juntos hoy?


lunes, 28 de diciembre de 2015

Atrapado en la trampa

Salmo 123- Atrapado en la trampa

En mis malos ratos, pienso, Señor, que la vida es una trampa. Perdóname por decir esto ante ti, que has hecho la vida y eres el responsable de su funcionamiento; pero a veces me siento como atrapado en las redes de una existencia sin valor y sin sentido, como un pájaro en el lazo del cazador. De nada me sirve agitar las alas o mover frenéticamente las piernas. Estoy apresado en la tenaza de acero de mi duda mortal. No puedo ir a ningún sitio. Quizá es que no hay ningún sitio adonde ir.

De todas las depresiones que sufro, este sentido de impotencia es la mayor prueba. No puedo hacer nada. No soy nada. Un pedazo de arcilla, una masa inerte, un vacío existencial. Mi vida no cuenta para nada, si es que puede llamarse vida. No le supongo nada a nadie, y menos a mí mismo. Mi llegada a este mundo no ha cambiado en nada la faz de la tierra, y tampoco la cambiará mi salida. El viento va y viene, pero al menos columpia a las flores y hace cantar a los árboles. Yo no valgo ni para eso. No cuento para nada. Veo la vida como un juego cruel en el que me echan de aquí para allá, sin que siquiera me pregunten adónde quiero ir y qué quiero hacer. O, más en profundidad el hecho descarnado es que yo mismo no sé adónde quiero ir ni lo que quiero hacer. Las raíces de mi impotencia se hunden en mi propio ser. Eso es lo que me desespera.

Estoy atrapado, alma y cuerpo, en una trampa que yo mismo he puesto. Quizá esperaba demasiado de la vida, de mí mismo, de ti, Señor, si es que puedo hablarte cuando ni siquiera tu existencia me dice nada (y perdóname por decirte esto, pero es sólo para marcar el límite de mi desesperación). Tenía esperanzas que no se han cumplido y sueños que no se han hecho realidad. La vida me ha estafado con toda la cruel indiferencia de un juego de azar. Estoy sumido en la miseria de un vivir sin sentido.

La única oración que puedo hacer hoy, Señor (y aun ésa la he de tomar prestada palabra por palabra del salmo, ya que yo no tengo fuerzas para crear hoy mi oración), es pedirte que me saques pronto de las tinieblas en que estoy, para que pueda hacer mías de verdad las palabras que tú has inspirado:

«Hemos salvado la vida
como un pájaro de la trampa del cazador;
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra».

¡Rompe la trampa pronto, Señor!

Carlos Valles sj

El poder del Espíritu Santo nos hace nuevos

Espirito SantoQuiero hablarles de una cita del evangelio de San Juan y deseo que esa palabra sea fuente de meditación y también de sanación para ustedes.
Juan 20,19-23: “Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: – La paz esté con ustedes. Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos, se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo: – La paz esté con ustedes. Y añadió: – Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes. Sopló sobre ellos y les dijo: – Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá”
En el texto del Evangelio, el Resucitado está en medio de ellos y los hace nuevos por la acción del Espíritu Santo.
Así como en el libro del Génesis, Dios Padre sopló y dio vida, hoy el Resucitado sopla sobre nosotros y nos da una nueva vida, una vida que Él había anunciado como vida en abundancia.
Por eso nuestro pedio hoy, es que el Señor sople sobre nosotros el Espíritu Santo y nos haga nuevos.
Con la acción y el poder del Espíritu, Dios no hace nuevos, nos da vida y nos permite vivir en plenitud.
Quiero que quede clara para nosotros la acción del Espíritu Santo y para eso voy a citar algunas tareas: – Primer asunto: Dios nos hace nuevos por la acción del Espíritu Santo y eso significa que debemos ser libres y aceptar las cosas que no salieron bien en nuestra vida, sin resignación, sin dolor, sino en Dios. Y tu aceptas eso porque no se hace tu voluntad y si la de Él, es Dios quien decide y punto. Eso es la libertad.
Algunos de ustedes intentan, con terquedad, conseguir cosas a las que Dios ya dijo “No”. Acéptelas.
¿Quedo claro?
Hay cosas que debes aceptar. No todo sucederá como lo quieres.
Tú quieres que sucedan cosas que Dios no quiere, pero Él es quien decide, Él sabe mucho más que tú y yo. Él es definitivamente sabio y sabe lo que te conviene y lo que no, y tú necesitas aceptar eso con libertad.
Ser un hombre nuevo significa liberarse de esos caprichos, que dios dice que no a suceder y punto.
¿Quién decide tú o Dios? ¡Dios! ¿Y tú que haces? Aceptas. Amén.
Así como Cristo aceptó. Él le dijo al Padre en Getsemaní: “Señor si puedes aparta de mí este cáliz, pero que se haga tu voluntad y no la mía”.
Ser un hombre nuevo es soñar un sueño nuevo, soñar que se puede ser feliz, que puedes disfrutar la vida. ¡El hombre nuevo es un soñador!
-Segundo asunto, la acción del Espíritu Santo nos tiene que llevar a perdonar. Ser un hombre nuevo significa perdonar. Y si no perdonas no evolucionas. Pide al Espíritu Santo que de la posibilidad de perdonar.
Guarda esta frase: El resentimiento es recordar quien merece nuestro olvido. ¿No es verdad que si tú me hace tanto mal, yo preferiría tenerte lejos de mí?
Por eso en este momento, necesitamos pedir al Espíritu Santo que nos de la posibilidad de perdonas para que seas libre de todo tu dolor. Vivir con libertad ante el dolor es ser un hombre nuevo.
No siempre vamos a ganar. Necesito aceptar la derrota porque en ella hay mucha enseñanza. No siempre sucede lo que quieres, a veces perder es ganar.
A veces, Dios nos bendice quitándonos algo y yo necesito aprender a vivir así. No te quedes frustrado porque Dios no te concede lo que estás pidiendo, si no te conviertes en un niño caprichoso. Si eres un hombre o una mujer de fe, ten en cuenta que Dios a veces dice “sí” y a veces dice “no”; y ése “no” es bendición, porque Él sabe lo que necesitas, y tú necesitas dar gloria a Él por eso.
No te quedes atado a proyectos de sufrimientos. Lo que nosotros necesitamos es una gran capacidad de discernimiento. Tenemos que distinguir cuando algo es de Dios y cuando algo no lo es.
Vamos a hacer un ejercicio: piensa en cosas que sabes que necesitas dejar y que te están haciendo sufrir. Después di: “Señor por la fuerza de Tu Espíritu Santo, libérame de esas situaciones y ábreme al poder de Tu Sangre, que siempre me da libertad”.
¿Cuantas esclavitudes tienes en tu vida y que son caprichos? Deja que el Espíritu Santo te libere.
Dios te hace libre. Él no te obliga a nada. Sin embargo, los apegos te quitan la libertad. Por ejemplo: el alcoholismo. La bebida destruye tu voluntad, así como la droga. Pero Dios siempre te pide que elijas y Él respeta tu decisión. Si estas aquí es porque, libremente, te decidiste a estar con Dios aquí. Nadie te obliga.
Dios te ama y por Él te deja libre.
Estar con Dios tiene que ser mejor que estar sin Él.
Con todo respeto, a veces, creo que nosotros, los cristianos, somos los peores publicistas, porque estamos con Dios y no estamos felices; solo se dice que la vida en Dios es sufrimientos. Pero si yo te digo que la vida en Dios es salud, amor y plenitud tú vas a querer esa vida y yo quiero también.
Necesitas dejar que el Espíritu Santo te convenza de eso y que obre en ti.
¿Cuál es el mejor regalo que recibiste?
¿Dejarías a Cristo Jesús? ¡Di la verdad!

Dejar que el Espíritu Santo actúe en mí es obtener la certeza de que Jesús es el mejor regalo que yo haya recibido.
1ra. Tarea: Soñar. Soñar con los ojos abiertos, o sea, no soñar tonterías. Suela proyectos de Dios, pero sueñe.
Tu enfermedad comenzará a desaparecer cuando comiences a soñar, y para soñar necesitas confiar en Dios.
2da. Tarea: Amar. Comprometernos a amar.
Que cuando alguien te vea, vea en ti una persona dispuesta a amar: tú esposa, familia, amigos… Invierte tu tiempo en amar. Expresa tu amor. ¡Bendito aquel que ama!
3era. Tarea: Aceptar a los demás tal como son.
Si quieres vivir en el poder del Espíritu Santo que sana, necesitas aceptar al otro como es. Difícil tarea pero el Espíritu te ayudará a aceptarlos.
4ta. Tarea: Vivir en permanente oración. Eso es vivir según el Espíritu.
La verdadera persona de fe ora en todo momento y no solamente los domingo o en algunos momentitos, sino que ora cuando descansa, cuando esta saltando y trabajando…
Tengo una oración para compartirte y para que reces siempre: “Señor Jesús queremos que vivas y reines entre nosotros”.
Para ser una persona nueva que sueña, que ama, que acepta al otro y ora siempre es necesario tener al Espíritu Santo.

Traducción: Exequiel Alvarez
Padre Alberto Linero (Comunidad “El minuto de Dios” – Colombia)
Prédica durante el Campamento de Sanación Interior “Jesús: Aquel que cura”

¿Como protegernos de los ataques del enemigo?

Lo que necesitamos es luchar contra todo lo que nos aleja del amor de Dios 

Cierta mañana,un niño se acercó a su abuelo y le preguntó.”abuelito, dentro de mi corazón vive un lobo y una oveja. ¿Cuál de los dos va a crecer? Y su abuelito le respondió: crecerá aquel a quien tu alimentes”.

combateespiritual

Dentro de nosotros también viven un lobo y una oveja. El lobo se alimenta de nuestros pecados y la oveja de nuestra santidad. Mientras tanto, todos los dias, somos influenciados por las fuerzas del mal que intentan alejarnos del amor de Dios. El enemigo es perspicaz y actúa silenciosamente en las fuentes del sentimiento: el corazón. En este silencio, el enemigo busca alimentar nuestro lobo interior llevándonos a decir ‘si’ al pecado. El pecado alimenta el mal en nosotros. Sin embargo, siempre tendremos la libertad de decir sí o no frente al ataque del enemigo. Las Sagradas Escrituras nos orientan para vencer las guerras del terrorismo espiritual que el enemigo intenta implantar en nuestra alma.

Lo que necesitamos es luchar contra todo lo que nos aleja del amor de Dios . “Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría” (Col 3,5).

Es necesario abandonar sentimientos, palabras y acciones que desfiguran nuestra identidad divina:  es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras. (Col 3,8).

La búsqueda de la santidad nos capacita a alimentar nuestro corazón con el amor a los hermanos “Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.” (Col 3,12-14).

La búsqueda por las cosas de lo alto nos hace caminar con el corazón en Dios y con una mirada de misericordia con los hermanos y hermanas. ‘La sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura; y además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera’ (Santiago 3,17).

Silenciar frente a un ataque es el camino para no alimentar la maldad en el corazón de quien busca crear guerras y divisiones: ‘Sin leña se apaga el fuego, y si no hay un detractor se apacigua la pelea. (Proverbios 26,20).

El camino de la victoria por la paz es reconciliarse con sus sentimientos: ‘¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones. (Santiago 4,1-3).

Todo lo que disminuye al otro en su dignidad es un plato lleno de maldad para engordar al lobo que se saciará de  desrespeto: ‘Hermanos, no hablen mal los unos de los otros. El que habla en contra de un hermano o lo condena, habla en contra de la Ley y la condena. Ahora bien, si tú condenas la Ley, no eres cumplidor de la Ley, sino juez de la misma.(Santiago 4,11).

Para vencer un ataque es necesario cultivar una vida de oración cimentada en la Palabra de Dios. Nuestra alma se alimenta de lo que le ofrecemos.

Padre Flávio Sobreiro
Bachiller en Filosofía. Teólogo por la Facultad Católica de Pouso Alegre- MT. Vicario Parroquial de Canción Nueva

El perdón


«A través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio»

A la hora del Ángelus del sábado 26 de diciembre, memoria litúrgica de San Esteban, primer mártir cristiano, el Papa Francisco destacó que tras la contemplación de la Solemnidad de la Navidad y, en consecuencia, del amor misericordioso de Dios, en esta ocasión vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. De hecho, tras el nacimiento en la tierra del Salvador; nace para el cielo su testigo fiel. Y añadió que si bien aparecen siempre las tinieblas del rechazo de la vida, la luz del amor brilla más fuerte porque vence el odio e inaugura un mundo nuevo.


El Santo Padre puso de manifiesto un aspecto singular del relato de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Y es el hecho de morir perdonando al igual que Jesús. También afirmó que Esteban es mártir, que significa testigo, porque se comporta como el Señor Jesús, rezando, amando, donando y, sobre todo, perdonando, puesto que el perdón es la máxima expresión del don.

El Obispo de Roma invitó a preguntarnos ¿para qué sirve perdonar? Y explicó que encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban, quien también perdonó al joven Saulo – que perseguía a la Iglesia – y que gracias al perdón recibido llegó a ser Pablo, el gran Santo, Apóstol de las gentes. Por esta razón, el Papa Bergoglio afirmó que “Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban”.

Al mismo tiempo, el Pontífice dijo que también nosotros nacemos del perdón de Dios. Y no sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados. El texto completo de la meditación del Papa es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Hoy celebramos la Fiesta de San Esteban. El recuerdo del primer mártir sigue inmediatamente a la Solemnidad de la Navidad. Ayer hemos contemplado el amor misericordioso de Dios, que se ha hecho carne por nosotros; hoy vemos la respuesta coherente del discípulo de Jesús, que da su vida. Ayer nació en la tierra el Salvador; hoy nace para el cielo su testigo fiel. Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo.

Hay un aspecto particular en el relato de hoy de los Hechos de los Apóstoles, que acerca a San Esteban al Señor. Es su perdón antes de morir lapidado. Jesús, clavado en la cruz, había dicho: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34); de modo semejante, Esteban “poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’” (Hch7,60). Por tanto, Esteban es mártir, que significa testigo, porque hace como Jesús; en efecto, es un verdadero testigo que se comporta come Él: que reza, que ama, que dona, pero, sobre todo, que perdona, porque el perdón, como dice la misma palabra, es la expresión más alta del don.

Pero – podríamos preguntarnos – ¿para qué sirve perdonar? ¿Es sólo una buena acción o da resultados? Encontramos una respuesta precisamente en el martirio de Esteban. Entre aquellos por los cuales él imploró el perdón había un joven llamado Saulo; éste perseguía a la Iglesia y trataba de destruirla (Cfr. Hch 8,3). Poco después Saulo llegó a ser Pablo, el gran Santo, el Apóstol de las gentes. Había recibido el perdón de Esteban. Podemos decir que Pablo nace de la gracia de Dios y del perdón de Esteban.

También nosotros nacemos del perdón de Dios. No sólo en el Bautismo, sino cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. Cada paso hacia adelante en la vida de la fe lleva impreso al inicio el signo de la misericordia divina. Porque sólo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez. Recordémoslo, nos harán bien: si queremos avanzar en la fe, ante todo es necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre, que está dispuesto a perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando cura el corazón y reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar.

Pero perdonar no es una cosa fácil, es siempre muy difícil. ¿Cómo podemos imitar a Jesús? ¿Por dónde comenzar para disculpar pequeñas o grandes ofensas que sufrimos cada día? Ante todo por la oración, como hizo Esteban. Se comienza por el propio corazón: podemos afrontar con la oración el resentimiento que experimentamos, encomendando a quien nos ha hecho el mal a la misericordia de Dios: ‘Señor, te pido por él, te pido por ella’. Después se descubre que esta lucha interior para perdonar purifica del mal y que la oración y el amor nos liberan de las cadenas interiores del rencor. ¡Es tan feo vivir en el rencor! Cada día tenemos la ocasión para entrenarnos a perdonar, para vivir esto gesto tan alto que acerca al hombre a Dios. Como nuestro Padre celestial, nos convertimos, también nosotros en misericordiosos, porque a través del perdón vencemos el mal con el bien, transformamos el odio en amor y así hacemos que el mundo sea más limpio.

Que la Virgen María, a quien encomendamos a aquellos – y lamentablemente son tantos – que como San Esteban padecen persecuciones en nombre de la fe, nuestros mártires de hoy, oriente nuestra oración para recibir y donar el perdón. Recibir y donar el perdón.


26 de diciembre de 2015.- (13 TV / Radio Vaticano / Camino Católico)

Para avanzar


Comprendiendo La Palabra

Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Sermón “The Mind of Little Children” PPS 2,6

“Mártires, incapaces de confesar el nombre de tu Hijo,
son glorificados por el nacimiento de Cristo.”
Postcommunio del día
Es justo que celebremos la muerte de estos inocentes pues es una muerte santa. Cuando los acontecimientos nos acercan a Cristo, cuando sufrimos por Cristo, lo hemos que considerar como un inmerecido privilegio--- sea el que fuere el sufrimiento, incluso cuando en un principio no somos conscientes de sufrir por él. Los niños que Jesús cogió en sus brazos no podían tampoco comprender enseguida la admirable condescendencia de la que eran objeto. No obstante, esta bendición del Señor ¿no era un verdadero privilegio? Del mismo modo, esta masacre de los niños de Belén es para ellos un sacramento. Era la prenda del amor del Hijo de Dios para ellos que sufrieron por él. Todos los que se acercaron a Jesús han sufrido, más o menos, por el mismo hecho del contacto, como si emanara de él una fuerza secreta que purifica y santifica las almas por medio de las penas de este mundo. Este fue el caso de los Santos Inocentes.

Verdaderamente, la presencia misma de Jesús es un sacramento. Todos sus actos, todos sus miradas, todas sus palabras comunican la gracia a los que aceptan este don--- ¡cuánto más a los que quieren ser sus discípulos! Desde los orígenes de la Iglesia, pues, esta clase de martirio fue considerado como una especie de bautismo, un auténtico bautismo de sangre que tiene la misma eficacia sacramental que el agua que regenera. Estamos, pues, invitados a considerar estos niños como mártires y a aprovecharnos del testimonio de su inocencia.

RESONAR DE LA PALABRA - 28 DIC 2015

Evangelio según San Mateo 2,13-18. 
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen. 
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:

Los periódicos publican hoy alguna noticia inverosímil, pero presentada de tal forma que, de entrada, resulte creída y creíble; luego sigue el desengaño. Y los niños la gozan engañando a sus compañeros o pegando monigotes en la espalda de los abuelos.  “Inocente” significar con frecuencia “crédulo”, o incauto, infantil, o hasta ridículo.

Pero la narración evangélica de la matanza de los niños de Belén por orden del inicuo Herodes es de una gran seriedad y profundidad teológica. El papa emérito Benedicto XVI concluyó su trilogía sobre Jesús de Nazaret con el volumen sobre los Evangelios de la Infancia; dejó para el último lugar lo que el evangelio coloca al principio. Y es sin dudas un gran acierto, pues lo que a primera vista parece la infancia de Jesús es en realidad un condensado de todo el evangelio.

Cuando llega al pasaje de la matanza de los inocentes, se hace eco de la discusión exegética acerca de la fiabilidad histórica de la narración; él, sin menospreciar otras opiniones, se inclina por una respuesta positiva. Pero se detiene mucho más en el significado profundo del relato. Muchos de sus detalles están tomados del libro del éxodo, donde se refieren a Moisés. Allí el faraón intenta dar muerte a todos los niños israelitas, pero uno providencialmente escapa de sus manos crueles y termina siendo el salvador de su pueblo. A través de él, Dios sacará a Israel de la esclavitud de Egipto.

Con este trasfondo, completado por leyendas judías posteriores, el primer evangelista presenta magistralmente su mensaje. Jesús es el nuevo Moisés, el mediador de la nueva alianza, el que saca a su pueblo de la esclavitud. Quien opta por Jesús inicia un éxodo (“sale de Egipto”) hacia la tierra de la libertad. Jesús es además la síntesis de su pueblo, de los que le pertenecemos; su destino es el nuestro: “llamé a mi hijo” se refiere, en el éxodo, al pueblo, y, en Mt 2, a Jesús. Somos los “hijos en el Hijo”

Pero, de paso, Mt tiene siempre ante los ojos la paradoja vivida por Jesús, esa que el IV evangelio sintetiza en “vino a los suyos pero los suyos no le recibieron”; paradoja vivida también por la iglesia naciente, cuyo anuncio es frecuentemente rechazado por el judaísmo. El rey semi-judío Herodes teme al auténtico “rey de los judíos” e intenta deshacerse de él, sin reparar en la crueldad de los métodos. Y todo termina en un triste lamento: cuando el pueblo –representado ahora por su rey Herodes- no acoge a su auténtico salvador, se destruye a sí mismo.

Pero aquí aparece una vez más la ironía de la vida: los magos, unos brujos extranjeros que nada sabían de las Escrituras, acogieron a Jesús y le adoraron. En cambio su pueblo “se turbó” ante la noticia de su nacimiento. Es una advertencia permanente a la Iglesia, a quienes nos consideramos “fieles” o “los de siempre”. Nuestra rutina puede blindarnos frente a la aparición en nuestras vidas de un Dios que quiere ponernos en situación de éxodo. ¡Cuidado con las rutinas, las seguridades, el ¡sabérnoslas ya todas!

Y no nos despidamos sin una consideración heterogénea con esto, pero muy actual. Muchos inocentes siguen siendo víctimas del egoísmo de los mayores: a unos se les prohíbe nacer, a otros se los incorpora a la guerra cuando aún no pueden con el fusil y se les inculca el odio; en otros casos se los pervierte sexualmente, o se les crea una mente materialista y sin horizontes… “Herodes” es una forma de ser, que se encarna en nuestra sociedad de muchas maneras. Tengamos los ojos bien abiertos.

Tu hermano
Severiano Blanco cmf
fuente Ciudad Redonda

Buen día, Espíritu Santo!

¡Buen día, Divino Espíritu Santo!
Al encontrarte en la mañana,
coloco mi corazón en Vos y te consagro mi vida.
Que nazca en mí Tu Amor,
que nazca en mí Tu Luz!
¡Líbrame de las trampas del pecado!
De mis propias trampas y las ajenas.
Dame la gracia de entender que ya no dá
para volver atrás...
Porque Tu Amor es el que me hace seguir.
Tu Amor es más que mis tempestades,
que mis inseguridades y miedos.
y habla!, susurra!... grita...
¿qué podemos hacer juntos hoy?




domingo, 27 de diciembre de 2015

Detectar las brechas de la acción del mal

No tengas miedo del demonio, nuestro Salvador es más fuerte

A través de una brecha, de una pequeña fisura entra el enemigo en la muralla. Son siete las brechas por donde el demonio intenta entrar en nuestra vida: pensamientos, ojos, oídos, boca, corazón, manos y pies.
El demonio entra en nuestros pensamientos cuando prestamos oídos a la mentira, cuando miramos maliciosamente, cuando decimos lo que no debemos, sentimos lo que Dios no quiere que sintamos, cuando nuestras manos, en lugar de ayudar, agreden.

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Foto: Wesley Almeida/CN




1º brecha: los pensamientos

El demonio comienza queriendo traer bobadas a nuestra cabeza. A veces, no logramos impedir que los malos pensamientos invadan nuestros pensamientos, pero no podemos dejar tampoco que creen nido. El demonio solo quiere un agujerito, es suficiente que alimentemos malos deseos, adulterios y fornicaciones.
El demonio entra por el orgullo, cuando comenzamos a creer que somos mejores que otros. Son dos pensamientos: orgullo y envidia. El orgullo hace que veamos a las personas de arriba para abajo.
El envidioso siempre ve al otro como una mejor persona. Ese fue el pensamiento que entró en Caín al matar a Abel; que entró en los hermanos de José e hizo que lo vendieran como esclavo. No podemos permitir que el sentimiento de soberbia, de envidia, entre en nuestro corazón. Pidamos al Señor que nos libere de esos malos pensamientos.

2ª brecha: los ojos

“Pero si tu ojo está mal, todo tu cuerpo estará lleno de tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad ¡cuán grande será la oscuridad!” (Mt 6,23) Por los ojos cobijamos lo que no debemos. La televisión mundana esta siempre cambiando de escena para captar nuestra mirada. ¿Qué están viendo nuestros ojos? Necesitamos vigilarlos. Otra cosa: a veces miramos al otro y lo juzgamos.
La Palabra de Dios dice: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mt 7,3) Muchas personas comienzan a juzgas a otros a través de los ojos. Entonces, pidamos al Señor la gracia de purificar nuestros ojos.

3ª brecha: los oídos

“El que tenga oídos, que escuche” (Mt 13,9). Parece una frase sin sentido, pero ¿ya te diste cuenta que existen ciertas personas que no quieren escuchar? Hablamos, hablamos pero no nos escuchan.
Hay personas que no quieren escuchar la verdad, e incluso van contra quien dice la verdad.

4ª brecha: la boca

“Pero yo les digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque de tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt 12,36-37).
¡Cuántas veces escucho chistes de Dios! A veces, con la boca lastimamos a los demás.
Por la boca también entra el vicio de la bebida, el cigarrillo, de la gula. ¡Cuántas veces entra por nuestra boca lo que a Dios no le gustaría que entrara! Muchas veces, usamos las palabras para mentir y maldecir.
“La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3,6).

5ª brecha: el corazón

El odio es la principal brecha que Satanás usa para entrar a nuestro corazón. A veces, tenemos odio hacia Dios, porque nuestro hijo esta enfermo o porque falleció nuestra madre. Comenzamos a odiarnos, también, por los errores del pasado. ¡Cuántas personas traen heridas en el corazón y no pueden perdonar a quienes las lastimaron! Pidamos a Dios la gracia de perdonar.

6ª brecha: las manos

Pecamos por lo que hacemos o dejamos de hacer al hermano con las manos. La mano puede abrazar o apartar a los hermanos. Usemos nuestras manos para unir y no para separar, para abrazar y no para agredir.

7ª brecha: los pies

¿Por dónde han andado tus pies?
“Cuando hayas entrado en la tierra que Yavé, tu Dios, te da, no imites las costumbres perversas de aquellos pueblos. Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego; que nadie practique encantamientos o consulte a los astros; que no haya brujos ni hechiceros; que no se halle a nadie que se dedique a supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos. Porque Yavé aborrece a los que se dedican a todo esto, y los expulsa delante de ti a causa de estas abominaciones. Tú, en cambio, te portarás bien en todo con Yavé, tu Dios. Esos pueblos que vas a desalojar escuchan a hechiceros y adivinos, pero a ti, Yavé, tu Dios, te dio algo diferente” (Deuteronomio 18,9-14).

A veces las personas van a buscar horóscopos o lugares en que puedan “hablar con los muertos”, van a moteles, a bares para embriagarse… pero tienen pereza de visitar a los enfermos, de ir a la Iglesia.

Roberto Tannus – Predicador oficial de la Renovación Carismática Católica (RCC). Prédica durante el Campamento de Sanación y Liberación en la sede de la Comunidad Canción Nueva