jueves, 30 de junio de 2016

Obras de misericordia son testimonios concretos.

30 de junio de 2016.-(13 TV / Radio Vaticano / Camino Católico)
Con ocasión de la Audiencia Jubilar celebrada este jueves 30 de junio en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco invitó a los peregrinos presentes a hacer un serio examen de conciencia porque “una cosa es hablar de misericordia, otra es vivir la misericordia”.

“Quien ha experimentado en la propia vida la misericordia del Padre no puede permanecer insensible frente a las necesidades de los hermanos”,remarcó el Obispo de Roma quien destacó que la enseñanza de Jesús “no permite vías de escape: Tenía hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba desnudo, prófugo, enfermo, preso y me han ayudado”.

“No se puede hacer esperar a una persona que tiene hambre: es necesario darle de comer. Jesús nos dice esto. Las obras de misericordia no son temas teóricos, sino que son testimonios concretos. Obligan a remangarse las mangas para aliviar el sufrimiento”, explicó.

Al finalizar, el Papa Francisco evocó su reciente viaje a Armenia “un pueblo que, en el curso de su larga historia, ha testimoniado la fe cristiana con el martirio” y agradeció a Dios por este viaje, a todo el pueblo armenio por haberlo acogido como peregrino de fraternidad y de paz y al Supremo Patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia quien dijo:“fraternamente me ha hospedado por tres días en su casa”.

En esta línea, el Santo Padre recordó que en tres meses viajará a Georgia y Azerbaiyán, otros dos países de la región del Cáucaso para “por una parte valorizar las antiguas raíces cristianas presentes en aquellas tierras –siempre en espíritu de diálogo con las otras religiones y culturas- y por otra parte, animar esperanzas y senderos de paz”. En el vídeo superior se visualiza y escucha la sintesis de la catequesis que el Santo Padre ha hecho en español. El texto completo de toda la catequesis es el siguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
¡Cuántas veces, durante estos primeros meses del Jubileo, hemos escuchado hablar de las obras de misericordia! Hoy el Señor nos invita a hacer un serio examen de conciencia. Es bueno, de hecho, no olvidar nunca que la misericordia no es una palabra abstracta, sino un estilo de vida. Una persona puede ser misericordiosa o puede ser no misericordiosa. Es un estilo de vida, yo elijo vivir como misericordioso o elijo vivir como no misericordioso. Una cosa es hablar de misericordia, otra es vivir la misericordia. Parafraseando las palabras del apóstol Santiago (cfr 2,14-17) podemos decir: la misericordia sin las obras está muerta en sí misma. ¡Propiamente! Lo que hace viva la misericordia es su constante dinamismo para ir hacia el encuentro de las necesidades de aquellos que están en dificultad espiritual y material. La misericordia tiene ojos para ver, oídos para escuchar, manos para levantar…
La vida cotidiana nos permite tocar con las propias manos tantas exigencias de las personas más pobres y más probadas. A nosotros se nos pide aquella atención particular que nos lleva a darnos cuenta del estado de sufrimiento y necesidad en el que están tantos hermanos y hermanas. A veces, pasamos delante de situaciones de dramática pobreza y parece que no nos tocan; todo continúa como si nada pasara, en una indiferencia que al final nos hace hipócritas y, sin que nos demos cuenta, termina en una forma de letargo espiritual que hace insensible el ánimo y estéril la vida.
Hay gente que pasa por la vida, que va por la vida, sin notar las necesidades de los otros, sin ver tantas necesidades, espirituales y materiales, es gente que pasa sin vivir, es gente que no sirve a los otros. Y recuerden bien: quien no vive para servir, no sirve para vivir.
¡Cuántos son los aspectos de la misericordia de Dios hacia nosotros! Del mismo modo, cuántos rostros se dirigen a nosotros para obtener misericordia. Quien ha experimentado en la propia vida la misericordia del Padre no puede permanecer insensible frente a las necesidades de los hermanos. La enseñanza de Jesús que hemos escuchado no permite vías de escape: Tenía hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba desnudo, prófugo, enfermo, preso y me han ayudado (cfr Mt 25,35-36). No se puede hacer esperar a una persona que tiene hambre: es necesario darle de comer. Jesús nos dice esto. Las obras de misericordia no son temas teóricos, sino que son testimonios concretos. Obligan a remangarse las mangas para aliviar el sufrimiento.
A causa de los cambios de nuestro mundo globalizado, algunas pobrezas materiales y espirituales se han multiplicado: demos, pues, espacio a la fantasía de la caridad para individuar nuevas modalidades operativas. De este modo, el camino de la misericordia será siempre más concreto. A nosotros, por lo tanto, se nos pide permanecer vigilantes como centinelas, para que no suceda que, frente a las pobrezas producidas por la cultura del bienestar, la mirada de los cristianos se debilite y sea incapaz de mirar lo esencial.
Mirar lo esencial ¿qué significa? Mirar a Jesús. Mirar a Jesús en el hambriento, en el preso, en el enfermo, en el desnudo, en aquel que no tiene trabajo y debe mantener a una familia. Mirar a Jesús en estos hermanos y hermanas nuestros. Mirar a Jesús en aquel que está solo, triste, en aquel que se equivoca y necesita un consejo, en aquel que necesita hacer un camino en silencio para que se sienta en compañía. Estas son las obras que Jesús nos pide. Mirar a Jesús en ellos, en esta gente. ¿Por qué? Porque Jesús a mí, a todos nosotros, nos mira así.
Ahora pasamos a otra cosa…
Hace unos días el Señor me ha concedido visitar Armenia, la primera nación que abrazó el cristianismo, al inicio del siglo IV. Un pueblo que, en el curso de su larga historia, ha testimoniado la fe cristiana con el martirio. Doy gracias a Dios por este viaje, y estoy vivamente agradecido al Presidente de la República de Armenia, al Catholicós Karekin II, al Patriarca, a los Obispos Católicos y a todo el pueblo armenio por haberme acogido como peregrino de fraternidad y de paz.
Dentro de tres meses haré, si Dios quiere, otro viaje a Georgia y Azerbaiyán, otros dos países de la región del Cáucaso. He recibido la invitación a visitar estos países por dos motivos: por una parte valorizar las antiguas raíces cristianas presentes en aquellas tierras –siempre en espíritu de diálogo con las otras religiones y culturas- y por otra parte, animar esperanzas y senderos de paz. La historia nos enseña que el camino de la paz requiere una gran tenacidad y continuos pasos, comenzando por aquellos pequeños y poco a poco haciéndoles crecer, yendo el uno al encuentro del otro. Precisamente por esto, mi deseo es que todos y cada uno den su propia contribución para la paz y la reconciliación.
Como cristianos estamos llamados a reforzar entre nosotros la comunión fraterna, para dar testimonio del Evangelio de Cristo y para ser levadura de una sociedad más justa y solidaria. Por esto, toda la visita ha sido compartida con el Supremo Patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia, quien fraternamente me ha hospedado por tres días en su casa.
Renuevo mi abrazo a los Obispos, a los sacerdotes, a las religiosas y a los religiosos y a todos los fieles en Armenia. La Virgen María, nuestra Madre, los ayude a permanecer firmes en la fe, abiertos al encuentro y generosos en las obras de misericordia. Gracias.

(El Papa ha dicho en español:)
Queridos hermanos y hermanas:

La misericordia no es una palabra abstracta, sino un estilo de vida. Parafraseando las palabras del apóstol Santiago podemos decir: la misericordia sin obras está muerta por dentro.

La vida diaria nos permite palpar tantas exigencias con relación a las personas más pobres y vulnerables. Encontramos situaciones dramáticas de pobreza y parece que no nos afecta; todo continúa como si eso fuera normal.

Quien ha experimentado la misericordia del Padre no puede permanecer indiferente ante las necesidades de los hermanos. Las palabras de Jesús no admiten respuestas evasivas: tenía hambre y me has dado de comer; tenía sed y me has dado beber; estaba desnudo, enfermo, en la cárcel, era prófugo y me has asistido. No se puede dar largas a una persona que tiene hambre: es necesario darle de comer. Las obras de misericordia no son teoría, son testimonio concreto.

Doy gracias al Señor por mi reciente viaje a Armenia. Agradezco al Presidente de la República, al Catholicós Karekin II, al Patriarca y a los Obispos Católicos y a todo el pueblo armenio por acogerme como peregrino de fraternidad y de paz. Si Dios quiere, dentro de tres meses, viajaré a Georgia y Azerbaiyán. He decidido visitar estos países de la región del Cáucaso para apreciar sus antiguas raíces cristianas y alentar la esperanza y los caminos de paz.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, provenientes de España y Latinoamérica. Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a dar espacio a la fantasía de la caridad para que el camino de la misericordia sea cada vez más concreto. Muchas gracias.

Francisco

Mini-Sermón de Francisco

«No se puede hacer esperar a una persona que tiene hambre: es necesario darle de comer. Jesús nos dice esto. Las obras de misericordia obligan a remangarse las mangas para aliviar el sufrimiento… A nosotros, por lo tanto, se nos pide permanecer vigilantes como centinelas, para que no suceda que, frente a las pobrezas producidas por la cultura del bienestar, la mirada de los cristianos se debilite y sea incapaz de mirar lo esencial»

Liturgia Viva al atardecer + 300616


Meditación: Mateo 9, 1-8

Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados. (Mateo 9, 2)
Cuando Jesús empezó a predicar en su propio pueblo, los escribas vieron que este sencillo hijo de carpintero realizaba milagros y perdonaba los pecados y se sintieron confundidos. ¿Quién era este hombre? ¿De qué medios se valía para curar a los enfermos? ¿Por qué creía que podía perdonar los pecados? Los escribas no lograban percibir la autoridad de Cristo porque lo veían nada más que como un “hijo de vecino” y por lo tanto lo que decía era una blasfemia.
La verdad es que Jesús es el eterno y unigénito Hijo de Dios, que tiene poder y autoridad absolutos sobre todas las cosas en la tierra y en el cielo y que vino a este mundo para salvar a la humanidad. Siendo el sacrificio perfecto que Dios entregó gratuitamente para redimirnos del pecado, la autoridad suprema de Cristo procede de su obediencia perfecta al plan del Padre y de su muerte en la cruz. En su Evangelio, San Mateo revela la divinidad de Cristo cuando curaba a los enfermos; su poder sobre las fuerzas de la naturaleza cuando calmó el mar embravecido y su autoridad espiritual cuando expulsaba a los demonios y perdonaba los pecados.
Hoy, al igual que antes, Jesús tiene plena autoridad sobre el pecado, la principal causa del dolor y la miseria humana. Sólo nos pide que creamos en él de todo corazón. Su muerte en la cruz le asestó un golpe fatal al pecado, por lo cual el mal ya no tiene por qué dominarnos: Jesús nos ha dado poder y autoridad para librarnos de las ataduras del pecado, de la inseguridad, la ira, la depresión y cualquier hábito desordenado.
Por eso, cuando invitamos a Cristo a hacer su morada en nuestro corazón, empezamos a compartir su propia naturaleza. Cada creyente bautizado puede ser instrumento de la gracia y el poder de Cristo. Naturalmente, no es que podamos “hacer” milagros, sino que si nos ponemos en manos del Señor, él puede usarnos como instrumentos de su gracia. De modo que, si somos fieles al Señor, ya no somos nosotros los que vivimos, sino Cristo que vive en nosotros (v. Gálatas 2, 20).
“Señor Jesús, me pongo en tus santas manos sin reserva alguna, porque quiero ser instrumento tuyo para la edificación de tu Reino en la tierra. Te alabo y te glorifico, Señor, porque sólo tú puedes librarme del pecado.”
Amós 7, 10-17
Salmo 19(18), 8-11

DECISIONES

No seas precipitado para tomar cualquier decisión.Ese tipo de decisiones casi siempre trae consecuencias desastrosas. Si estás en extrema aflicción, impaciencia y angustia. entonces respira hondo, reza y desahogate con alguien de mucha confianza, llora y grita si fuese preciso.Retoma la calma y continúa caminando.Pero, nunca decidas nada si no estás envuelto por la luz de la serenidad.Por otro lado, no seas tampoco descuidado al punto de dejar simplemente la vida correr, puede ser que la vida corra demás y no consigas alcanzarla.Las personas muy indecisas, atrasan sus vida y la vida de los otros también.Y lo más complicado es que mucha indecisión acaba en desilusión o precipitación.De cualquier manera necesitamos saber responder cada día qué queremos de la vida.Sin claridad y objetividad en nuestros propósitos y metas, estaremos siempre propensos a decisiones equivocadas. Es difícil que alguien no erre, ahora cuando el error puede ser evitado es sabiduría.
P. Roger Araujo

Liturgia Viva en la mañana - Oración Colecta 300616

Humanamente hablando, fue una exigua consolación para el paralítico oír que sus pecados eran perdonados. Pero para el creyente, el pecado es la raíz de los males humanos; cuando esta raíz es arrancada por el perdón, la persona total está salvada, incluso corporalmente. En el evangelio los escribas tachan a Jesús de blasfemo. Los “oficiales” de la religión institucionalizada retan y se enfrentan al verdadero mensaje de Dios, con el pretexto de defender la así llamada religión verdadera. Roguemos hoy para que sepamos reconocer el verdadero Espíritu de Dios cuando quiere transmitirnos su mensaje, aun cuando nos resulte desagradable.


Buen día, Espíritu Santo! 300616

¡Buen día, Espíritu Santo!
Has sido mi descanso en la noche,
y eres mi descanso en el día;
Gracias porque nunca te marchas,
y sin siquiera pedirlo, te haces presente.
Gracias por Tu capacidad de Amar, de Consolar,
de Confortar, de llenar con Tu Mansedumbre
lo más profundo de mi ser.
Gracias por conducirme a la Verdad,
por ser mi Cielo,
por curar mis heridas,
por romper mis sorderas
y hacer caer las escamas de mis ojos.
Gracias por Tu Amor Personal,
eterno y cariñoso,
Derrama sobre Tu Iglesia,
sobre los que confiados esperan tus mejores regalos,
tus dones y tus carismas,
los que edifican,
los que construyen sobre la derruido;
los que restauran, los que dan crecimiento.
¡Amén!



Comprendiendo La Palabra 30062016

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Lucas, 5 ; PG 72, 565
“La multitud... glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.”

    El paralítico incurable yacía en su camilla. Después de haber agotado el arte de los médicos llegó, traído por sus familiares, hacia el verdadero y único médico, el que viene del cielo. Pero, una vez puesto delante de aquel que le podía curar, el Señor se fijó en su fe. Para demostrar que esta fe borra los pecados, Jesús dijo al instante: “Tus pecados te quedan perdonados.” (Mt 9,2) Alguien dirá, quizá: Este hombre quería ser curado de su enfermedad ¿por qué Cristo le anuncia el perdón de sus pecados? Lo hizo para que aprendas que Dios ve el corazón del hombre en el silencio y sin ruido, que contempla los caminos de todos los vivientes. La Escritura, en efecto, dice: “El Señor ve los caminos del hombre, vigila todas sus veredas.” (Prov 5,21)...

    No obstante, cuando Cristo dijo: “Tus pecados te quedan perdonados” deja el campo libre para la incredulidad. El perdón de los pecados no se ve con los ojos del cuerpo, mientras que cuando el paralítico se levanta y echa a andar manifiesta con evidencia que Cristo posee el poder de Dios... 

    ¿Quién posee este poder? ¿Sólo él o nosotros también? También nosotros, junto con él. Perdona los pecados porque es Dios-Hombre, el Señor de la Ley. En cuanto a nosotros, hemos recibido de él esta gracia admirable y maravillosa porque ha querido dar al hombre este poder. En efecto, él dijo a los apóstoles: “Os aseguro que todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.”» (Mt 18,18) Y también“A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.” (Jn 20,21)

RESONAR DE LA PALABRA 30062016

Evangelio según San Mateo 9,1-8. 
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados". Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema". Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres. 
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:

No hay nada como estar enfermo para valorar la salud. Ni el tener sed para valorar el agua… Cuando todo va bien, damos por supuesto lo que tenemos. Sólo cuando hemos pasado por la necesidad, podemos valorar lo que se nos regala.

El Evangelio de hoy comienza con una carencia: hay un hombre postrado. Quizá nació así. Quizá llevaba muchos años. Quizá estaba tan postrado, que ni pensaba en la posibilidad de ponerse en pie. Pero hay alguien que desea algo diferente para él. Los primeros en desearlo son los que tiene cerca, que le llevan a Jesús. Y Jesús sabe reconocerlo (“viendo la fe que tenían…”). Y también Él desea algo mejor para el que está postrado: que camine erguido.

Esa es la salvación que Jesús viene a traer: liberarnos del pecado que nos hace estar postrados, vivir de lo viejo, centrarnos en lo nuestro, hacer daño a otros… El que fue semejante a nosotros, excepto en el pecado, nos ofrece el perdón y nos abre a una vida nueva, recibida en el bautismo, que necesita ser actualizada cada día.

En un mundo donde en ocasiones se confunden el bien y el mal, y donde los intereses del Reino no siempre son los que prevalecen, la palabra de Jesús sigue siendo hoy provocadora: “Levántate y anda”. Reconocer lo que hay e impulsar una nueva situación. Palabra provocadora y necesaria. Ayer, hoy y siempre.

“Levántate y anda”. Para caminar erguidos –que no engreídos-. Para eso nos ha hecho Dios. Con capacidad de mirar a los ojos de los prójimos. Con la posibilidad de elevar la vista al horizonte que nos convoca y al cielo que nos protege, para descubrir al Dios que quiere lo mejor de nosotros y a los prójimos que necesitan ser llevados ante el Maestro.

fuente Ciudad Redonda

miércoles, 29 de junio de 2016

Encontrarse, arriesgarse, amarse


“… Porque amar empieza por una metáfora…
en el momento en que una mujer inscribe
su primera palabra en nuestra memoria poética.”
(Milan Kundera)

Estamos llamados a amar, es decir, a relacionarnos con los otros. Desde que nacemos, si no lo hacemos, simplemente moriríamos pues nuestra condición humana es de una vulnerabilidad tal que al ser arrojados al mundo la única forma de sobrevivir es a través de los cuidados que una persona nos provee. Así, la manera de interpretar el mundo y las posteriores relaciones que establezcamos estarán cimentadas sobre esa primera relación sea como haya sido.

Sin embargo, aunque es una condición inherente del ser humano, las relaciones no siempre son tan sencillas puesto que están involucradas esas primeras experiencias y aquellas que se vayan acumulando dando un significado a la vivencia que muchas veces escapa de nuestro entendimiento.

Cuando hay experiencias dolorosas en una relación, que se acentúan si hay experiencias dolorosas en el pasado; difícilmente confiamos de nuevo, es más, la creencia de que el acercarnos afectivamente a una persona es garantía de su afecto y por ende la relación sería permanente, resulta ser más dañina que esperanzadora. Sobre todo, esta creencia es más duradera a medida que nuestros afectos son más intensos. Por otro lado, cuando debajo de esa necesidad de establecer relaciones afectivas hay una necesidad mayor de sanar las propias heridas tendemos a idealizar a la otra parte como promesa de sanación.

“Oh, amigos míos, no hay ningún amigo”.
(Aristóteles)

Lo cierto es que un vínculo afectivo es “sanador” en la medida en que uno se entrega a esa experiencia de amar y ser amado. Pero, ¿qué pasa cuando debajo de la piel tenemos una coraza que nos protege de cualquier experiencia nueva y esta coraza es tan dura e impenetrable? Específicamente, ¿qué pasa cuando nuestro interior se ha desbaratado y la única forma de zurcirlo es a través de defensas que no permiten el vínculo? Con esas barreras, ¿nos entregaríamos a la experiencia?

Hablar de vínculos es en extremo complejo puesto que el encuentro trata de dos seres, dos mundos (o más), dos deseos distintos. Cuando una persona es habitada sólo por experiencias negativas, difícilmente va a “abrir la puerta” a lo que viene; se negará a la relación y a amar.

“Cuando dos seres se abrazan, no saben lo que hacen;
no saben lo que quieren;
no saben lo que buscan;
no saben lo que encuentran.”
(Paul Ricouer)


Pensemos ahora en el hecho de compartir. Quienes deciden com-partir su vida a los demás (a su familia, a sus amigos, a su apostolado, a su comunidad), están entregando parte de sí mismos, están com-partiendo esas experiencias que los habitan ya que es el bagaje que poseen. Es lo que tienen de sí para los demás; el apostolado es compartir lo que de Dios sé y así hacer comunidad.

Partiendo de estas premisas, y sabiendo que adquirimos consciencia de Dios a medida que crecemos, podríamos decir que la relación que establecemos con Él y que luego compartiremos va a estar fijada en cómo aprendimos a vincularnos así como también en la medida en que confiemos en esa relación, en otras palabras, vincularnos será un acto de fe.

Al haber una tempestad, el suelo queda removido, resbaladizo, frágil y sostenerse en pie costará trabajo. Habrán sentimientos de desesperanza y quizá la sensación de que la lluvia se llevó una parte importante de mí pues es más fácil centrarse en lo que falta que en lo que se queda. Pero al mirar alrededor y descubrir que la lluvia no sólo me mojó a mí sino que también mojó a los que caminaban conmigo, es decir, mis hermanos, puede revelarse ante nuestros ojos que nos encontramos unidos por una conmoción que nos afectó de igual forma. Lo mismo pasa en las relaciones, el saberme en falta me hace buscar fuera aquello que considero me sanará y lo que encuentro sólo va a develarme que hay otro en falta buscando algo que lo sane.

“Que se amen unos a otros, como yo los he amado. 
Nadie tiene mayor amor que éste,
que es el poner su vida por sus amigos.
Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.”
(Juan 15:12-14)

Cuando Jesús partió, quedó su palabra y la promesa de regreso. La forma de encontrarlo es un misterio que se revela en la fe y es esta misma aquella que nos invita a confiar, a apostar por una vivencia del amor de Dios. Una comunidad se instituye en la medida en que existe la fe de lograrse en el amor, no existiría sin esa confianza que se deposita en el hecho de descubrir que la única forma de amar es arriesgarse a hallar el amor en el otro. El amor de Jesús, el que nos hace encontrarnos con un Dios vivo se manifiesta en nuestra capacidad para “dar entrada” a eso diferente que comparte un mismo camino, y esto, nunca será posible sin una gran ausencia que la precede.

 fuentes ALMAS

Dejarse acompañar con el corazón

« -Usted perdone -le dijo un pez a otro-,
es usted más viejo y con más experiencia
que yo y probablemente podrá usted
ayudarme. Dígame ¿dónde puedo encontrar
eso que llaman océano? He estado buscándolo
por todas partes sin resultado.
-El océano -respondió el viejo pez- es donde estás ahora mismo.
-¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que
yo busco es el océano -replicó el joven pez,
totalmente decepcionado, mientras se marchaba
nadando a buscar en otra parte-…[1]»


Existen muchas clases de acompañamiento. Desde un acompañamiento terapéutico hasta un acompañamiento formativo, pero ¿sabemos qué significa de verdad acompañar? Todos hemos sido acompañados en algún momento de nuestra vida. Desde casa hasta en la escuela, pues el ejercicio escolar es un acompañamiento también. Supondríamos que una persona es acompañada cuando atraviesa un proceso por el cual caminar solo sería difícil si no imposible. También, requerimos ser acompañados por simple necesidad de sentirnos más fuertes ante una situación adversa.

Para comprender todo lo que implica acompañar es importante considerar ambas posibilidades: acompañar y ser acompañado, es decir, acompañar-se. Desde luego, sabemos que están implicados afectos pues no somos máquinas dedicadas a cumplir una función determinada. En términos simples, uno pone sentimiento en lo que hace y si es algo que lo motiva pondrá mucho mayor empeño en que sea una experiencia grata que le brinde la satisfacción de entregarse completamente.

Quienes han acompañado a personas saben muy bien que se requiere de un trabajo personal que permita estar “preparado” por dentro para el recorrido que emprende con la otra persona. Sin embargo, fuera de que sea un profesional preparado o no, la persona que es acompañada necesita “dejarlo entrar” para que ese proceso fluya, de lo contrario sería imposible.

Existen muchas resistencias a la hora de llevar a cabo un acompañamiento puesto que no se trata sólo de momentos felices sino que habrá que atravesar facetas en las cuales los “monstruos” más profundos emerjan y produzcan crisis indeseables.

Gracias a estas crisis el acompañamiento se convierte en un proceso de elaboración que permite reacomodar las piezas para resignificar los momentos dolorosos que no dejan avanzar. Para esto, debemos comprender que acompañar a una persona no significa llegar como un mesías que le iluminará el camino, sino como otro ser humano que probablemente ha atravesado por el mismo proceso y desde su experiencia viene a transitar a su lado para que el camino sea menos arduo.

Acompañar es estar expuesto, en ambos lados, pues qué brindará mayor sabiduría que aquellas palabras o consejos que vienen del alma misma y que han servido en el pasado para sanar al acompañante en su propio proceso. A veces cometemos el error de pensar que cuando una persona se dedica al acompañamiento debe mantenerse al margen, y en nombre de la objetividad se exhorta a que cancele todo aquello que devele su naturaleza humana: sentir.

Si bien es cierto que es menester un trabajo formativo previo y la capacidad de tomar distancia cuando se requiera para tener una perspectiva más clara; la principal herramienta es nuestra capacidad para ser empático con el dolor del otro; es nuestra persona, nuestra escucha, nuestro tiempo, nuestra alma la que está puesta ahí como préstamo para que el otro se encuentre. Esa es la labor más difícil en el acompañamiento.

¿Tendremos la sabiduría para acompañar a alguien? ¿Podríamos dejarnos acompañar con el corazón? ¿Qué significa para cada uno ser acompañado? Son cuestiones que deambulan en un proceso de acompañamiento. Suele ser confuso puesto que dicho proceso nos plantea preguntas hacia nuestra propia persona, sobretodo cuando algo de lo que se juega en el acompañamiento es del orden de la relación terapéutica que se ha germinado.

Contar con la sabiduría para acompañar a alguien requiere de una aceptación incondicional y la certeza de que no habrá certeza alguna puesto que, como en todo vínculo, aquello que florezca en una relación estará cimentado en la apuesta porque el otro encuentre su camino. Siendo así, el fruto de ese pasaje la satisfacción de culminar un encuentro sea como haya sido.

Pareciera entonces que no estamos seguros de que funcione pero sí estaremos conscientes de que en ese andar habrá algo verdadero e inexpugnable, que pese a haber sido una mala experiencia tuvo lugar en ese encuentro: la puesta en acto de nuestra capacidad de estar con el otro.

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
porque de él mana la vida.” (Provebios 4:23)

 (1) “El pequeño pez”, extraído de El canto del pájaro de Anthony De Mello.

Redes que atrapan. Cuando los lazos nos amarran



Quien no se ha sentido cercano a una relación no es de este mundo. Cuando éramos pequeños, alguien nos alimentó, nos cuidó, nos protegió y por eso llegamos hasta aquí. También, hemos sentido apego hacia alguna persona, hemos amado, estimado o sentido un gran aprecio por alguien que consideramos significativo en nuestras vidas. Experimentar la cercanía hacia una persona fue necesario, tanto, que esa cercanía sigue vigente en nuestras vidas, y en algunas ocasiones, perdura a lo largo el tiempo.

Hemos escuchado diversos puntos de vista acerca del apego en los seres humanos, por ejemplo: que apegarnos a alguien o a algo es signo de dificultades en la vida afectiva; que sentirse profundamente apegado es algo negativo; en contraste, algunos consideran el apego como un proceso natural que posibilita las relaciones interpersonales, en fin. Pudieran tener algo de razón estas aseveraciones, por contrarias que parezcan, aunque, es menester plantearnos que es difícil para el ser humano identificar cuando un apego va más allá de una relación interpersonal necesaria.

Llegamos al mundo en un estado de absoluta indefensión, y sobrevivimos gracias a que alguien nos brindó los cuidados pertinentes. Ahí aprendimos a vincularnos. El bebé estuvo durante nueves meses conectado simbióticamente con su madre porque sólo así podía sobrevivir, pues comía y respiraba a través de ella. La tarea se complicó cuando de pronto se descubre un ser separado que tiene que vérselas solo en la vida. Se dice que, cuando bebés, establecimos una relación simbiótica con nuestra madre, pero fue necesaria cierta separación para poder crecer.

Crecer duele, pues significa perder cosas para adquirir nuevas. El crecimiento de la persona implica un constante movimiento en el que hay que cambiar de posición puesto que las exigencias de la vida así lo marcan. ¿Qué pasa cuando nos quedamos suspendidos en ese momento primordial de simbiosis, ya no con nuestra madre sino con las personas que llegan a nuestra vida?

Los teóricos señalan que durante la niñez existe un momento en que surge una cierta individuación que permite al niño conocer el mundo más allá de su madre. Este conocimiento del mundo nos dará las herramientas para enfrentarnos a las crisis pero también a las experiencias gratificantes a las que estaremos expuestos al crecer. ¿Cuál es el resultado de esta individuación? El conocimiento de sí, el saberse uno en el mundo que necesita de otros y reconocerse carente y, por tanto, con la capacidad de amar. El problema surge cuando definimos esta capacidad de amar en función de otro.

Encontramos miles de formas para relacionarnos, ya sea a través de la agresión, a través de la sumisión, a través del poder o a través de la evitación (aunque es bien sabido que aquel que evita también comunica algo); sin embargo, al amar, tendemos a buscar ese encuentro protector que tuvimos con nuestra madre. Si bien, ese encuentro será imposible de alcanzar puesto que nos valemos por nosotros mismos ahora, habrá momentos en el futuro en que necesitaremos de esa mirada protectora para sentirnos bien.

Estar atrapado en una relación simbiótica nos conduce a perder esa oportunidad de individuación y, así, también se pierde la satisfacción de conocer la riqueza que conlleva el descubrimiento de cosas nuevas. La simbiosis no es más que perderse en el otro. Perderse uno mismo en una relación, ya sea amorosa, fraternal o incluso con nuestra madre siendo adultos, es amar parcialmente aunque aparentemente no.

¿Acaso amar no conlleva una cierta renuncia a uno mismo? ¿Cómo saber cuándo una relación no está fundada en el amor? Una relación simbiótica absorbe al individuo, lo despoja de toda posibilidad de libertad; sobretodo cuando existe el temor de aventurarse a descubrir su propio potencial. Cuando existe este temor, encontramos de fondo que escapamos a la libertad porque resulta más fácil que alguien nos siga cargando, es más cómodo pensar que nuestra supervivencia depende de otro a reconocer que nuestro devenir, y por tanto, nuestra felicidad, tienen como principal autor aquello que ha estado con nosotros desde el momento de nacer: nuestra propia esencia, que es irremediablemente enlazada a Otro.

fuente ALMAS

DOS VIDAS ENTRELAZADAS

P. José A. Marcone, I.V.E.
Dos vidas entrelazadas

            Hoy es un día de gran alegría porque es el día del Papa. Y por ser el día del Papa es, consecuentemente, el día de la Iglesia universal. Y está bien elegido este día para representar  a la Iglesia universal, porque San  Pedro y San Pablo, cada uno individualmente y ambos juntos representan bien a la Iglesia universal. San Pedro es el Pastor universal, el vicario de Jesucristo; él solo es el resumen de toda la Iglesia, él solo representa a toda la Iglesia. Pedro y Pablo juntos representan a la Iglesia porque Pedro representa a los judíos, y Pablo representa a los gentiles, a los paganos. San Pablo individualmente representa también a la Iglesia universal porque él fue el misionero que abrazó todo el mundo conocido con su predicación.
            ¿Cuál ha sido la relación entre dos grandes santos que representan la Iglesia? Veámoslo en los datos de la tradición y la Sagrada Escritura. Es hermoso contemplar cómo la Providencia divina ha entrelazado estas dos vidas para el bien de la Iglesia.
            1. La primera relación entre Pedro y Pablo fue una relación de enemigos. En efecto, dice San Agustín: “Pedro y Pablo (…) se encontraron en el mismo día de la pasión de San Esteban. Pedro fue quien ordenó diácono a San Esteban (…). Pedro fue su ordenador, Pablo su perseguidor”[1]. En la persona de Esteban lapidado se encuentran Pedro y Pablo. Pablo se relaciona con Pedro como el perseguidor con el perseguido.
            2. Primera visita de Pablo a Jerusalén. En Gál.1,18-19 San Pablo narra su conversión y dice: “Al cabo de tres años fui a Jerusalén para  conocer a Pedro, y estuve  con él quince días. Y no vi a ningún  otro apóstol fuera de  Santiago, el hermano del  Señor”. De esta manera San Pablo demuestra la autenticidad e independencia de su vocación a ser apóstol, que proviene directamente de Cristo. La apostolicidad de San Pablo es tan genuina como la de los otros once, dado que fue Jesucristo en persona que lo llamó y él puede ser testigo de su resurrección igual que los demás.
            3. Segunda visita a Jerusalén. Esta visita sucede catorce años después de la primera. “El mismo Dios  que hizo a Pedro apóstol  de los judíos me ha hecho  a mí apóstol de los  paganos; y Santiago,  Pedro y Juan, que eran  considerados como  columnas, reconocieron  que Dios me ha dado este  privilegio, y nos dieron  la mano a mí y a Bernabé  en señal de que estaban  de acuerdo en que  nosotros nos dedicáramos  a los paganos” (Gál.2,8-9). Comienza a gestarse la grandeza de la Iglesia Católica por la concordia y armonía de estos dos gigantes.
            4. El Concilio de Jerusalén. Falsos hermanos habían puesto inquietud entre los cristianos de Antioquía, diciéndoles que había que circuncidarse y cumplir la ley mosaica. Pablo y Bernabé van a Jerusalén y se reúnen con los apóstoles y  los presbíteros. Allí Pedro defiende ardorosamente el punto de vista de Pablo (Hech.15,7-11), y envían una carta a los cristianos de Antioquía (la primera encíclica de la historia) donde los declaran libres de la ley mosaica. Sólo les piden que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos y de la fornicación. Otra vez la concordia entre los dos apóstoles forja y construye la Iglesia.
            5. Reprensión en Antioquía. Pedro, por “temor” a los judaizantes (los que querían que los cristianos cumplan con la ley de Moisés), se apartó de los cristianos que venían de la gentilidad, del paganismo. Esto fue una “hipocresía” y una “simulación” (Gál.2,11-21). Temor, hipocresía y simulación son palabras textuales del texto inspirado, y son las faltas que por debilidad Pedro cometió. Otra vez Pedro cae en falta por fragilidad. Otra vez tenemos a los dos gigantes, uno frente al otro, el uno corrigiendo abiertamente al otro; el otro aceptando humildemente la reprensión.
            6. San Pedro escribe sobre las epístolas de San Pablo: “Tened en cuenta que  la paciencia de nuestro  Señor es nuestra  salvación, como ya os lo  escribió nuestro  querido hermano  Pablo, con la sabiduría  que Dios le ha dado; de hecho, así se  expresa en todas las  cartas cuando trata de  este tema. Es cierto que  en éstas se encuentran  algunos puntos difíciles,  que los ignorantes e  inestables tergiversan  para su propia perdición,  lo mismo que hacen con el  resto de la Sagrada  Escritura” (2Pe.3,15-16). Pedro, el anteriormente corregido públicamente, ahora expresa su humildad y manifiesta su amor hacia Pablo: ‘mi querido hermano’. Y ejerce en toda su propiedad y especificidad su carisma petrino, pues manifestando su carisma profético le da a los escritos de San Pablo el máximo reconocimiento que puede darse a un escrito: el estar inspirado con Inspiración Bíblica, el que sus escritos pertenezcan formalmente a la Sagrada Escritura.
            7. El martirio. Dice San Agustín: “Ambos apóstoles fueron martirizados el mismo día. Ambos a dos no eran sino una sola cosa, y aunque hubieran padecido en fechas distintas, no hubieran dejado de serlo”[2]. Esta afirmación, que fueron martirizados el mismo día, es la que da razón de que se festeje su fiesta el mismo día[3]. Los distintos itinerarios de estos dos grandes terminan en una misma culminación: el martirio por Jesucristo.
            Conclusión
            Pidámosle a la Virgen María la gracia de amar cada vez más a estos dos grandes apóstoles.
______________________________________________________
[1] SAN AGUSTÍN, Sermón 298, t. XXV, BAC Madrid 1984, pág. 295ss
[2] SAN AGUSTÍN, Sermón 295, t. XXV, BAC Madrid 1984.
[3] En el oficio de lectura del 29 de junio se lee este mismo sermón 295 de San Agustín. Pero se hace una restricción: se quita la frase “ambos apóstoles fueron martirizados el mismo día”, y la cambian por “En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles”. Y la frase concesiva de San Agustín: “aunque hubieran padecido en fechas distintas”, la cambian por una afirmativa: “Es que ambos eran en realidad una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos”. San Agustín afirma que fueron martirizados el mismo día, y deja abierta la posibilidad a que no haya sido así. Si fue así, si realmente murieron en días diferentes, nada cambia, dice, porque eran uno. Traduttore traditore.

Liturgia Viva al atardecer 29062016


Festividad de la Santos Pedro y Pablo

29 de junio de 2016.-(13 TV / Radio Vaticano / Camino Católico) En una ceremonia cargada de simbolismo, el Papa Francisco ha bendecido y entregado los palios a los veinticinco arzobispos nombrados en el último año, entre los que figuran el de Burgos, Fidel Herráez, y el de Barcelona, Juan José Omella. En una homilía dirigida sobre todo a los nuevos arzobispos metropolitanos, Francisco ha recordado el clima de unidad de la primera comunidad cristiana en Jerusalén, que rezaba intensamente por Pedro cuando éste fue arrestado.

“La Palabra de Dios de esta liturgia contiene un binomio central: cierre -apertura. A esta imagen podemos unir el símbolo de las llaves, que Jesús promete a Simón Pedro para que pueda abrir la entrada al Reino de los cielos, y no cerrarlo para la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende”. Con estas palabras el Papa Francisco comenzó su homilía de la Santa Misa celebrada con motivo de la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles y Patronos de Roma.

El Pontífice destacó que la lectura de los Hechos de los Apóstoles presenta tresencierros: el de Pedro en la cárcel; el de la comunidad reunida en oración; y el de la casa de María, madre de Juan, llamado Marcos, donde Pedro va a llamar después de haber sido liberado.

En cuanto a los encierros, el Santo Padre afirmó que la oración se presenta como la principal vía de salida: salida de la comunidad, que corre el riesgo de encerrarse en sí misma debido a la persecución y al miedo; y salida para Pedro, que al comienzo de su misión es encarcelado por Herodes, y corre el riesgo de ser condenado a muerte. “La oración – dijo el Papa textualmente –como humilde abandono en Dios y en su santa voluntad, es siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios”. En el vídeo superior se escucha y visualiza la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:



La Palabra de Dios de esta liturgia contiene un binomio central: cierre -apertura. A esta imagen podemos unir el símbolo de las llaves, que Jesús promete a Simón Pedro para que pueda abrir la entrada al Reino de los cielos, y no cerrarlo para la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende (cf. Mt 23, 13).

La lectura de los Hechos de los Apóstoles (12,1-11) nos presenta tres encierros: el de Pedro en la cárcel; el de la comunidad reunida en oración; y – en el contexto cercano de nuestro pasaje – el de la casa de María, madre de Juan, llamado Marcos, donde Pedro va a llamar después de haber sido liberado.

Con respecto a los encierros, la oración aparece como la principal vía de salida: salida de la comunidad, que corre el peligro de encerrarse en sí misma debido a la persecución y al miedo; salida para Pedro, que al comienzo de su misión que le había sido confiada por el Señor, es encarcelado por Herodes, y corre el riesgo de ser condenado a muerte. Y mientras Pedro estaba en la cárcel, «la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Y el Señor responde a la oración y le envía a su ángel para liberarlo, «arrancándolo de la mano de Herodes» (cf. v. 11). La oración, como humilde abandono en Dios y en su santa voluntad, es siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios. Es la gran vía de salida de las cerrazones.

También Pablo, escribiendo a Timoteo, habla de su experiencia de liberación, la salida del peligro de ser, él también, condenado a muerte; en cambio, el Señor estuvo cerca de él y le dio fuerzas para que pudiera llevar a cabo su trabajo de evangelizar a los gentiles (cf. 2 Tm 4,17). Pero Pablo habla de una «apertura» mucho mayor, hacia un horizonte infinitamente más amplio: el de la vida eterna, que le espera después de haber terminado la «carrera» terrena. Es muy bello ver la vida del Apóstol toda «en salida» gracias al Evangelio: toda proyectada hacia adelante, primero para llevar a Cristo a cuantos no le conocen, y luego para saltar, por así decirlo, en sus brazos, y ser llevado por él que lo salvará llevándolo a su reino celestial» (cf. v. 18).

Volvamos a Pedro. El relato Evangélico (Mt 16,13-19) de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea ‒ como la vida de cada uno de nosotros ‒ se abre, florece plenamente cuando acoge de Dios la gracia de la fe.

Entonces, Simón se pone en el camino – un camino largo y duro – que le llevará a salir de sí mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo. En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: «yo he pedido por ti (Simón), para que tu fe no se apague» (Lc 22,32). Es igualmente decisiva la mirada llena de compasión del Señor después de que Pedro le hubiera negado tres veces: una mirada que toca el corazón y disuelve las lágrimas de arrepentimiento (cf. Lc22,61-62). Entonces Simón Pedro fue liberado de la prisión de su ego orgulloso, de su ego miedoso, y superó la tentación de cerrarse a la llamada de Jesús a seguirle por el camino de la cruz.

Como ya he dicho, en el contexto inmediato del pasaje de los Hechos de los Apóstoles, hay un detalle que nos puede hacer bien resaltar (cf. 12.12-17). Cuando Pedro se encuentra milagrosamente libre, fuera de la prisión de Herodes, va a la casa de la madre de Juan, llamado Marcos. Llama a la puerta, y desde dentro responde una sirvienta llamada Rode, la cual, reconociendo la voz de Pedro, en lugar de abrir la puerta, incrédula y llena de alegría corre a contárselo a su señora. El relato, que puede parecer cómico, y que puede dar inicio al llamado complejo de Rode, nos hace percibir el clima de miedo en el que vivía la comunidad cristiana, que permanecía encerrada en la casa, y cerrada también a las sorpresas de Dios. Pedro llama a la puerta: “¡Mira!”. Está la alegría, está el miedo… “Pero. ¿abrimos, no abrimos?”. Y él corre peligro, porque la policía puede tomarlo… Pero el miedo hace que nos detengamos, ¡nos detiene siempre! Nos cierra, nos cierra a las sorpresas de Dios.

Este detalle nos habla de la tentación que existe siempre para la Iglesia: decerrarse en sí misma de cara a los peligros. Pero incluso aquí hay un resquicio a través del cual puede pasar a la acción de Dios: dice Lucas que en aquella casa, «había muchos reunidos en oración» (v. 12). La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría. Y podemos añadir: de la división a la unidad. Sí, lo decimos hoy junto a nuestros hermanos de la delegación enviada por el querido Patriarca Ecuménico Bartolomé, para participar en la fiesta de los Santos Patronos de Roma. Una fiesta de comunión para toda la Iglesia, como pone de manifiesto la presencia de los Arzobispos Metropolitanos venidos para la bendición de los Palios, que les serán impuestos por mis Representantes en sus respectivas sedes.

Que los santos Pedro y Pablo intercedan por nosotros, para que podamos hacer este camino con la alegría, experimentar la acción liberadora de Dios y testimoniarla a todos.

Francisco

Dime cómo rezas y te diré cómo vives



Reflexiones de la oración
Porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida.
Por: SS Papa Francisco | Fuente: Catholic.net

Fragmento de la Homilía del Papa Francisco en  Morelia, 16 febrero 2016. Misa con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas.

Hay un dicho entre nosotros que dice así:

Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas, porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas; porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida. A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración.

Y Pablo a su discípulo predilecto Timoteo, cuando le enseñaba o le exhortaba a vivir la fe, le decía acuérdate de tu madre y de tu abuela. Y a los seminaristas cuando entran al seminario muchas veces me preguntaban Padre pero yo quisiera tener una oración más profunda, más mental. Mira sigue rezando como te enseñaron en tu casa y después poco a poco tu oración irá creciendo como tu vida fue creciendo. A rezar se aprende como en la vida.

Jesús quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando, qué significa ser Hijo de Dios.

Los invitó a compartir su vida, su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre. Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir: Padre nuestro.

En Jesús, esta expresión no tiene el gustillo de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: Padre nuestro.

Y nos ha invitado a nosotros a lo mismo. Nuestra primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. Su primera llamada es introducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación. Nuestra primera llamada es aprender a decir «Padre nuestro», como Pablo insiste, Abba.

[...] Somos invitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: Padre nuestro. ¿Y qué es la misión sino decir con nuestra vida, desde el principio hasta el final, que es la misión sino decir con nuestra vida: Padre nuestro?

A este Padre nuestro es a quien rezamos con insistencia todos los días: y que le decimos en una de esas cosas no nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos -de ayer y de hoy- no cayéramos en la tentación.

  • ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden asediar?
  • ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla?
  • ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? [...]

Creo que la podríamos resumir con una sola palabra: resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. ¿Y qué le vas a hacer?, la vida es así.

  • Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino;
  • Una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras [...] aparentes seguridades;
  • Una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar. Nos quita la alegría, el gozo de la alabanza.
  • Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar.

Por eso, Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación.

[...]

Papá. Padre, papá, abba. Esa es la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos invitó.

Padre, papá, abba, no nos dejes caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la asedia, no nos dejes caer en la tentación de la pérdida de la memoria, no nos dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron con su vida a decir: Padre Nuestro.

LA FE - Hno. Roger Taizé

«Una realidad muy sencilla»


Al abrir el Evangelio, cada uno puede decirse: estas palabras de Jesús son un poco como una carta muy antigua que me fuera escrita en una lengua desconocida; puesto que me está dirigida por alguien que me ama, intento comprender el sentido de ella, y enseguida pondré en práctica en mi vida lo poco que comprenderé de ella…
No son los amplios conocimientos lo que importa en un comienzo. Éstos tendrán su gran valor. Pero es a través del corazón, en las profundidades de sí mismo, que el ser humano comienza a comprender el Misterio de la Fe. Los conocimientos llegarán más tarde. No se nos da todo de una vez. Una vida interior se elabora paso a paso. Hoy más que ayer, nos adentramos en la fe avanzando por etapas.
En lo más profundo de la condición humana descansa la espera de una presencia, el silencioso deseo de una comunión. Nunca lo olvidemos, ese simple deseo de Dios es ya el comienzo de la fe.
Además, nadie llega a comprenderlo todo acerca del Evangelio por sí solo. Cada uno puede decirse: en esta comunión única que es la Iglesia, lo que no comprendo de la fe, otros lo comprenden y viven de ello. No me apoyo únicamente en mi fe, sino en la fe de los cristianos de todos los tiempos, la fe de aquellos que nos han precedido, desde la Virgen María y los apóstoles hasta los de hoy en día. Y día tras día me dispongo interiormente a poner mi confianza en el Misterio de la Fe.
Y es así como la fe, la confianza en Dios, se muestra como una realidad muy sencilla, tan sencilla que todos podrían acogerla. La fe es como un impulso vuelto a tomar mil veces a lo largo de la existencia y hasta el último soplo.
Hermano Roger, de Taizé


Mini-Sermón de Francisco


«La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría. Y podemos añadir: de la división a la unidad. Sí, lo decimos hoy junto a nuestros hermanos de la delegación enviada por el querido Patriarca Ecuménico Bartolomé, para participar en la fiesta de los Santos Patronos de Roma. Una fiesta de comunión para toda la Iglesia, como pone de manifiesto la presencia de los Arzobispos Metropolitanos venidos para la bendición de los Palios, que les serán impuestos por mis Representantes en sus respectivas sedes»
Papa Francisco, homilía de los Santos Pedro y Pablo - 2016

Oración Colecta - 29062016


Buen día, Espíritu Santo! 29062016

¡Buen día, Espíritu Santo,
Divino y Santo Consolador!
Tesoro de Bendiciones,
Dueño de la Vida,
En las horas de soledad, cansancio y pena, ¡Ven!
En los tiempos de fracaso, en las pérdidas y decepciones, ¡Ven!
Cuando los otros me fallen,
cuando yo falle a los otros: ¡Ven!
Cuando la enfermedad me visite,
la incapacidad me atrape,
la depresión gane espacios, ¡Ven!
En cada alegría, cada palabra,
en cada gesto y en cada silencio: ¡Ven!
Al consagrarte mi semana,
consagro en el Altar de Tu Corazón mi corazón,
y desde mi corazón los míos,
los que caminan cerca,
los que decidieron caminar más lejos,
los que me esperan,
aquellos a los que espero.
Amén.



«Te daré las llaves del Reino de los cielos»

San Máximo de Turín (¿-c. 420), obispo
Sermón CC 1; PL 57, 402
«Te daré las llaves del Reino de los cielos»

     El Señor ha reconocido en Pedro el intendente fiel al cual ha confiado las llaves del Reino, y en Pablo a un maestro cualificado a quien ha dado el encargo de enseñar a la Iglesia. Para permitir encontrar la salvación a los que han sido formados por Pablo, era necesario, para su descanso, que Pedro los acogiera. Cuando Pablo predicando habrá abierto los corazones, Pedro abre a las almas el Reino de los cielos. Es pues algo semejante a una llave lo que Pablo ha recibido de Cristo, la llave del conocimiento que permite abrir a los corazones endurecidos, la fe hasta lo más profundo de ellos mismos; seguidamente, en una revelación espiritual, hace que lo que estaba escondido en el interior se vea iluminado por la gran luz del día. Se trata de una llave que deja escapar de la conciencia la confesión del pecado y en la que se encierra para siempre la gracia del misterio del Salvador. 

      Los dos, pues, han recibido unas llaves de mano del Señor; llave del conocimiento para uno, llave del poder para el otro; éste es el dispensador de las riquezas de la inmortalidad, el otro distribuye los tesoros de la sabiduría. Porque hay los tesoros del conocimiento, como está escrito: «Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer» (Col 2,3).

RESONAR DE LA PALABRA 29062016

Evangelio según San Mateo 16,13-19. 
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". 

RESONAR DE LA PALABRA
Querido amigo/a:

Hoy es una fiesta grande. Celebramos la vida de dos personas, dos personajes, que son dos “grandes” del cristianismo: San Pedro y San Pablo. Tan diferentes en su origen, en su camino, en su manera de ver las cosas... y los dos son pilares de la Iglesia...

Pedro... pescador, llano, del pueblo. La misma impulsividad para confesarle –“Tú eres el Mesías”- que para rechazar sus caminos de cruz. La misma generosidad para dejarle la barca que para ofrecerse a dar la vida por él. La misma sinceridad para intentar salvar el pellejo negándole que para llorar amargamente por haberle negado... Jesús le llamó “piedra”, pero también “satanás”. Al final, esa mirada que lo comprende todo y nada condena le rehabilitó, le levantó y le puso en su sitio: ni tan arriba, ni tan abajo. Y desde ahí, como hermano de sus hermanos, pudo seguir caminando, sirviendo a la Iglesia, hablando, discutiendo, haciendo las obras de Jesús, luchando, entregándose...

Pablo... judío donde los haya. Fariseo y perseguidor de la Iglesia en sus orígenes. Lo tenía todo muy claro... hasta que Dios le tocó el corazón y los ojos y todo quedó patas arriba. Tardó un tiempo en re-colocarse. Pero cuando lo hizo, abrazó el nuevo camino con el mismo ardor que el anterior. Predicó a unos y a otros. Escribió a muchos. Hizo equipo con otros. Discutió y concilió. Suscitó y acompañó la fe de muchas comunidades. Y cuando le tocó dar la vida, no se la guardó...

Pedro y Pablo. Tan distintos... Al final, la vida les unificó: en su amor a Cristo, en su celo por llevar a otros la Buena Noticia, en su muerte violenta a causa de la fe.

Hoy también hay muchos cristianos/as que caminan, caen, se levantan... que combaten su combate y corren hacia la meta. Con distintos acentos. Unidos en la diversidad, comulgando en lo importante.

Seguro que tú también eres uno de ellos. Por eso, hoy también es tu día.

fuente Ciudad Redonda

martes, 28 de junio de 2016

Meditación: Mateo 8, 23-27

Durante la tormenta desatada en el mar, los discípulos vieron que Jesús tenía dominio sobre la creación misma. No es extraño, pues, que se preguntaran ¿quién es este hombre? Los discípulos estuvieron casi tres años preguntándose lo mismo, y ni siquiera ellos lo entendieron realmente hasta el día de Pentecostés, cuando San Pedro explicó que Dios había constituido “Señor y Mesías” a este mismo Jesús (Hechos 2, 36).

¿Quién es Cristo para ti? Cuando miras al cielo o piensas en el misterio del alma, ¿reconoces que todo fue creado por Dios y para él; que Dios mismo se hizo hombre para salvarte a ti? Medita en las experiencias de Dios que has tenido en la vida, quizá durante una buena confesión, al recibir la Comunión, durante una oración profunda, leyendo la Sagrada Escritura, observando el firmamento o sirviendo o ayudando a otra persona.

Cuando experimentamos cosas maravillosas como la hermosura de la naturaleza, claros actos de bondad humana, una protección milagrosa o una curación física o emocional, o bien la gracia de poder soportar pruebas difíciles, vemos claramente que no hay alma alguna que quede sin ser tocada por el amor de Dios. Es posible que no hayamos tenido las experiencias directas que tuvieron los apóstoles o los santos, pero Dios ha actuado en nuestro ser para hacernos pensar por qué se ha molestado tanto el Señor para salvarnos hasta llegar incluso a morir en la cruz.

¿Quién es Cristo? Podemos adentrarnos en las profundidades de esta pregunta durante toda la vida y no llegar jamás a una respuesta completa, porque el Señor es infinito. Su justicia, su poder y su misericordia permanecen por toda la eternidad. Dios se deleita en revelarnos a Jesús cada vez más a medida que nos disponemos a percibir su presencia en la oración y obedecer sus mandatos. Se deleita en mostrarnos que Cristo es capaz de saciar el hambre o sed del corazón humano. Es cierto que jamás llegaremos a entender completamente la identidad del Señor, pero tenemos la promesa de que el Espíritu Santo está siempre dispuesto a enseñarnos algo más del misterio de Jesús y llenarnos de su gran amor.

“Padre eterno, te damos infinitas gracias por enviarnos a tu Hijo al mundo a salvarnos del mal y de la muerte. Confío en que Jesús me lleve a tu Reino celestial. Concédeme, Señor, la gracia de seguirlo más fielmente cada día.”

Amós 3, 1-8; 4, 11-12
Salmo 5, 4-8
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 280616

Cuando en la mañana logro poner mis pies en orden,
mi mente se despeja y mis ojos se abren a la luz,
sólo pienso que vengas y me llenes.
Y mi oración casi termina,
porque ya no tengo palabras,
ni tengo pensamiento,
ni mis ojos pueden fijarse en algo,
solo me queda el anhelo,
el deseo que arde,
y es como si soplase sin soplar
una brisa que reinflama mi corazón herido,
y todo alcanza su sentido cuando percibo
Tu Fuego Vivo dentro de mi.
¡Buen día, mi querido amigo,
Buen día, Espíritu Santo de Dios!



Comprendiendo La Palabra 28062016

Carta a Diogneto (c. 200)
§7 ; PG 2, 1174-1175
«¿Quién es este, al que el viento y el mar le obedecen?»

      Porque no fue una invención terrenal, como dije, lo que les fue encomendado, ni se preocupan de guardar tan cuidadosamente ningún sistema de opinión mortal, ni se les ha confiado la dispensación de misterios humanos. Sino que, verdaderamente, el Creador Todopoderoso del universo, el Dios invisible mismo de los cielos plantó entre los hombres la verdad y la santa enseñanza que sobrepasa la imaginación de los hombres, y la fijó firmemente en sus corazones. 

      No como alguien podría pensar, enviando, a la humanidad, a un subalterno, o a un ángel, o un gobernante, o uno de los que dirigen los asuntos de la tierra, o uno de aquellos a los que están confiadas las dispensaciones del cielo, sino al mismo Artífice y creador del universo, por quien Él hizo los cielos, y por quien Él retuvo el mar en sus propios límites, cuyos misterios, ordenanzas, observan todos los elementos fielmente, de quien, el sol, ha recibido incluso la medida de su curso diario para guardarlo, a quien la luna obedece cuando Él le manda que brille de noche, a quien las estrellas obedecen siguiendo el curso de la luna, por el cual fueron ordenadas todas las cosas y establecidos y puestos en sujeción, los cielos y las cosas que hay en los cielos, la tierra y las cosas que hay en la tierra, el mar y las cosas que hay en el mar, fuego, aire, abismo, las cosas que hay en las alturas, las cosas que hay en lo profundo, las cosas que hay entre los dos. A éste les envió Dios. 

      ¿Creerás, como supondrá todo hombre, que fue enviado para establecer su soberanía, para inspirar temor y terror? En modo alguno. Sino en mansedumbre y humildad fue enviado. Como un rey podría enviar a su hijo que es rey (cf Mt 21,37); Él le envió como enviando a Dios; le envió a Él como, un hombre, a los hombres; le envió como Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios.