P. José A. Marcone, I.V.E.
Dos vidas entrelazadas
Hoy es un día de gran alegría porque es el día del Papa. Y por ser el día del Papa es, consecuentemente, el día de la Iglesia universal. Y está bien elegido este día para representar a la Iglesia universal, porque San Pedro y San Pablo, cada uno individualmente y ambos juntos representan bien a la Iglesia universal. San Pedro es el Pastor universal, el vicario de Jesucristo; él solo es el resumen de toda la Iglesia, él solo representa a toda la Iglesia. Pedro y Pablo juntos representan a la Iglesia porque Pedro representa a los judíos, y Pablo representa a los gentiles, a los paganos. San Pablo individualmente representa también a la Iglesia universal porque él fue el misionero que abrazó todo el mundo conocido con su predicación.
¿Cuál ha sido la relación entre dos grandes santos que representan la Iglesia? Veámoslo en los datos de la tradición y la Sagrada Escritura. Es hermoso contemplar cómo la Providencia divina ha entrelazado estas dos vidas para el bien de la Iglesia.
1. La primera relación entre Pedro y Pablo fue una relación de enemigos. En efecto, dice San Agustín: “Pedro y Pablo (…) se encontraron en el mismo día de la pasión de San Esteban. Pedro fue quien ordenó diácono a San Esteban (…). Pedro fue su ordenador, Pablo su perseguidor”[1]. En la persona de Esteban lapidado se encuentran Pedro y Pablo. Pablo se relaciona con Pedro como el perseguidor con el perseguido.
2. Primera visita de Pablo a Jerusalén. En Gál.1,18-19 San Pablo narra su conversión y dice: “Al cabo de tres años fui a Jerusalén para conocer a Pedro, y estuve con él quince días. Y no vi a ningún otro apóstol fuera de Santiago, el hermano del Señor”. De esta manera San Pablo demuestra la autenticidad e independencia de su vocación a ser apóstol, que proviene directamente de Cristo. La apostolicidad de San Pablo es tan genuina como la de los otros once, dado que fue Jesucristo en persona que lo llamó y él puede ser testigo de su resurrección igual que los demás.
3. Segunda visita a Jerusalén. Esta visita sucede catorce años después de la primera. “El mismo Dios que hizo a Pedro apóstol de los judíos me ha hecho a mí apóstol de los paganos; y Santiago, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, reconocieron que Dios me ha dado este privilegio, y nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de que estaban de acuerdo en que nosotros nos dedicáramos a los paganos” (Gál.2,8-9). Comienza a gestarse la grandeza de la Iglesia Católica por la concordia y armonía de estos dos gigantes.
4. El Concilio de Jerusalén. Falsos hermanos habían puesto inquietud entre los cristianos de Antioquía, diciéndoles que había que circuncidarse y cumplir la ley mosaica. Pablo y Bernabé van a Jerusalén y se reúnen con los apóstoles y los presbíteros. Allí Pedro defiende ardorosamente el punto de vista de Pablo (Hech.15,7-11), y envían una carta a los cristianos de Antioquía (la primera encíclica de la historia) donde los declaran libres de la ley mosaica. Sólo les piden que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos y de la fornicación. Otra vez la concordia entre los dos apóstoles forja y construye la Iglesia.
5. Reprensión en Antioquía. Pedro, por “temor” a los judaizantes (los que querían que los cristianos cumplan con la ley de Moisés), se apartó de los cristianos que venían de la gentilidad, del paganismo. Esto fue una “hipocresía” y una “simulación” (Gál.2,11-21). Temor, hipocresía y simulación son palabras textuales del texto inspirado, y son las faltas que por debilidad Pedro cometió. Otra vez Pedro cae en falta por fragilidad. Otra vez tenemos a los dos gigantes, uno frente al otro, el uno corrigiendo abiertamente al otro; el otro aceptando humildemente la reprensión.
6. San Pedro escribe sobre las epístolas de San Pablo: “Tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación, como ya os lo escribió nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha dado; de hecho, así se expresa en todas las cartas cuando trata de este tema. Es cierto que en éstas se encuentran algunos puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan para su propia perdición, lo mismo que hacen con el resto de la Sagrada Escritura” (2Pe.3,15-16). Pedro, el anteriormente corregido públicamente, ahora expresa su humildad y manifiesta su amor hacia Pablo: ‘mi querido hermano’. Y ejerce en toda su propiedad y especificidad su carisma petrino, pues manifestando su carisma profético le da a los escritos de San Pablo el máximo reconocimiento que puede darse a un escrito: el estar inspirado con Inspiración Bíblica, el que sus escritos pertenezcan formalmente a la Sagrada Escritura.
7. El martirio. Dice San Agustín: “Ambos apóstoles fueron martirizados el mismo día. Ambos a dos no eran sino una sola cosa, y aunque hubieran padecido en fechas distintas, no hubieran dejado de serlo”[2]. Esta afirmación, que fueron martirizados el mismo día, es la que da razón de que se festeje su fiesta el mismo día[3]. Los distintos itinerarios de estos dos grandes terminan en una misma culminación: el martirio por Jesucristo.
Conclusión
Pidámosle a la Virgen María la gracia de amar cada vez más a estos dos grandes apóstoles.
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[1] SAN AGUSTÍN, Sermón 298, t. XXV, BAC Madrid 1984, pág. 295ss
[2] SAN AGUSTÍN, Sermón 295, t. XXV, BAC Madrid 1984.
[3] En el oficio de lectura del 29 de junio se lee este mismo sermón 295 de San Agustín. Pero se hace una restricción: se quita la frase “ambos apóstoles fueron martirizados el mismo día”, y la cambian por “En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles”. Y la frase concesiva de San Agustín: “aunque hubieran padecido en fechas distintas”, la cambian por una afirmativa: “Es que ambos eran en realidad una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos”. San Agustín afirma que fueron martirizados el mismo día, y deja abierta la posibilidad a que no haya sido así. Si fue así, si realmente murieron en días diferentes, nada cambia, dice, porque eran uno. Traduttore traditore.
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