jueves, 31 de diciembre de 2020

Que amanezca


Termina un año calendario y el anhelo que brota en muchos corazones, en medio de esta crisis mundial es, “¡Que se vaya pronto!”. Como si fuese el año quien produjo, sostuvo y potencializó una maldición y, por arte de magia, cuando el reloj marque la hora feliz florecerá un tiempo de bendición.

La desesperación sin Dios conduce a pensamientos mágicos.

La vida, el tiempo, en nuestra realidad humana es un continuo. En nosotros, cristianos, es un continuo con olor a eternidad.
Nada cambiará si no cambio.
Nada cambiará si no cambiamos.
Nada cambiará si no espero.
Nada cambiará si no esperamos y creemos.
Y nosotros creemos en aquello que promete Aquel que cumple porque es Fiel y siempre ha cumplido.

Nuestra esperanza no esta puesta en un cambio de calendario.
Nuestra esperanza tiene Nombre y rostro concreto.
Nuestra esperanza preparó el camino, habló, hizo silencio, se encarnó, padeció, murió y resucito al tercer día. Nuestra esperanza está sentada la diestra del Padre. Nuestra esperanza sigue obrando, sigue hablando, sigue restaurando, curando y liberando porque decidió donarnos lo más precioso que tenía: Su mismo Espíritu.

Su voz es como Él, eterna.
Su voz no cambia, no pasa, no se altera, es Viva y es Eficaz.

“No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas;
yo estoy por hacer algo nuevo” Isaías 43, 18-19

No esperes un simple cambio de hora, de números.
Espera en Aquel que viene a recordarte que Él y sólo Él esta presente para vos y para mi, para hacer algo nuevo.
El cambio de hora sólo debe servirte para recordar que siempre hay un pasado detrás. Un pasado que nos edificó, nos hizo mejores o peores, -según nuestro deseo-, un pasado que solo nos invita a dejar atrás para enseñarnos que lo más importante es lo que está por acontecer, lo que está por venir, lo que Él ya esta haciendo.

Querido hermano, querida hermana que caminaste a nuestro lado este tiempo, gracias por estar cercano aún en la distancia. Gracias por tus palabras, por tus oraciones, por compartirnos tus alegrías y tus dolores; tus anhelos más hondos y las angustias que aún te dominan.
Al final de este día solo queremos desearte con fe expectante:

¡Que amanezca en vos el nuevo tiempo!
El tiempo en que el Señor está obrando algo nuevo.
¡Que amanezca sobre tu vida, tu familia y tu historia!
¡Que amanezca!

Miguel Angel Yunges
Comunidad Piedras Vivas

PENSAMIENTOS


 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 311220


Dios está en la tierra y el hombre en los cielos

Dios, que ha dado el ser a las criaturas, ha vinculado todo a su providencia.

El Señor que se hizo esclavo (cf. Flp 2,6), ha revelado a la creación la cumbre de su providencia.

Dios el Verbo, que sin cambiar se encarnó, se ha unido a toda la creación en la carne.

Un milagro extraño tiene lugar en el cielo y sobre la tierra: Dios está sobre la tierra y el hombre en el cielo.

Después de haber unido los ángeles a los hombres, concede la deificación a todo el mundo creado.

El conocimiento de la Trinidad santa y consustancial es la santificación y deificación de ángeles y hombres.

Cuando el Verbo se hace carne (cf. Jn 1,14) en su amor por el hombre, no cambia lo que era, ni modifica lo que ha devenido.

Igualmente que decimos que el único Cristo nació de la divinidad y de la humanidad y existe en su divinidad y su humanidad, igualmente decimos que nació de dos naturalezas y existe en dos naturalezas. (…)

Jesús es el Cristo, uno de la Trinidad. De él debes ser también el heredero (cf. Rom 8,17).



Talasio Líbico y Africano
higúmeno en Libia
Filocalia, Centurias I, 95-100; II, 94-95; IV,73 (Philocalie des Pères neptiques, Paris, DDB-Lattès, 1995), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,1-18


Evangelio según San Juan 1,1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

En el último día del año, terminando la octava de Navidad, se nos recuerda el prólogo de Juan, que condensa esa historia del Dios-con-nosotros que recordamos y actualizamos en estos días.

Terminar un año es tiempo de balances y de esperanzas.

Miramos atrás para ver lo que fue, desde la distancia que dan los días, en perspectiva. Y en esa mirada, podemos distinguir lo que fue realmente importante de lo que no dejó de ser intranscendente, por mucho que pareciera otra cosa. Y se puede abrir el corazón para dar gracias, profundamente, por todo lo recibido en esos días vividos. Quizá primero por conservar la vida, que no conviene dar por supuesta, y que este tiempo de pandemia nos está ayudando a recordar. Y por la fe. Y por las personas queridas. Y por las dificultades que nos pueden ayudar a crecer…

Miramos adelante para esperar lo que está por venir. Con una espera activa, que se predispone a hacer algo bueno con lo que se nos regale de ahora en adelante. ¿Qué será? ¿Cómo vendrá? ¿Qué podré hacer con esto… o con aquello…? Quizá hoy es un buen día para pedir, y para confiar.

Junto con la plegaria que viene a continuación, te invito a preguntarte: ¿qué agradezco y qué pido hoy?

Gracias, Señor, por este año que termina.
Gracias porque, en medio de la vida de cada día,
Tú te has hecho presente… También en la dificultad.
Dame tu mirada para agradecer todo lo recibido…
Y sobre todo, gracias por ser Dios-con-nosotros,
de quien recibimos “gracia tras gracia”.

Nuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 30 de diciembre de 2020

GRACIAS!!


«El Catecismo escribe: ‘Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias’ (n. 2638). La oración de acción de gracias comienza siempre desde aquí: del reconocerse precedidos por la gracia. Hemos sido pensados antes de que aprendiéramos a pensar; hemos sido amados antes de que aprendiéramos a amar; hemos sido deseados antes de que en nuestro corazón surgiera un deseo. Si miramos la vida así, entonces el “gracias” se convierte en el motivo conductor de nuestras jornadas. Muchas veces olvidamos también decir “gracias”»

«El mundo necesita esperanza y con la gratitud, con esta actitud de decir gracias, nosotros transmitimos un poco de esperanza. Todo está unido, todo está conectado y cada uno puede hacer su parte allá donde se encuentra. El camino de la felicidad es el que San Pablo ha descrito al final de una de sus cartas: «Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros. No extingáis el Espíritu» (1Ts 5,17-19). No apagar el Espíritu, ¡buen programa de vida! No apagar el Espíritu que tenemos dentro que nos lleva a la gratitud…. Y a todos les deseo un año nuevo lleno de la Presencia misericordiosa de Dios»


Francisco

Audiencia General

30-12-2020 



COMPRENDIENDO LA PALABRA 301220


“Hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”

“Dios prepara una ciudad para ellos” (cf. Hb 11,16): fe y bien común. Al presentar la historia de los patriarcas y de los justos del Antiguo Testamento, la Carta a los Hebreos pone de relieve un aspecto esencial de su fe. La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás… Si el hombre de fe se apoya en el Dios del Amén, en el Dios fiel (cf. Is 65,16), y así adquiere solidez, podemos añadir que la solidez de la fe se atribuye también a la ciudad que Dios está preparando para el hombre. La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos. No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable.

Precisamente por su conexión con el amor (cf. Ga 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. La fe nace del encuentro con el amor originario de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la bondad de nuestra vida... La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo. 

Sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar… Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.



Papa Francisco
Encíclica “Lumen fidei”, §50-51 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22.36-40


Evangelio según San Lucas 2,22.36-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

¿Alguna vez has contemplado el crecimiento de una planta? En algún video se muestra ese crecimiento condensado en unos minutos, mediante la toma de imágenes a lo largo de varias semanas, meses y años… Lo que comienza siendo una semilla, casi imperceptible, termina siendo una planta, un árbol, que muchas veces regala su fruto… para dar vida a otros seres vivientes. Nos gusta comer el fruto, aunque a veces olvidamos que para llegar a ello hace falta plantar, regar, cuidar, esperar… La naturaleza tiene sus tiempos y sus ritmos. Y cuando pretendemos otra cosa estamos violentando la realidad.

También esto lo vivió Jesús. Su crecimiento fue progresivo. Quien le viera de un día para otro, no percibiría apenas ningún cambio externo. También fue recién nacido, tuvo cinco años, cumplió los doce, llegó a los dieciocho, a los veinticinco, a los treinta… En la esperanza de vida de aquella época, podemos decir que, aunque su vida fue interrumpida violentamente, Jesús pasó por todas las edades del ser humano: niñez, juventud y madurez. Y en ese crecimiento supo de la importancia del día a día, de cada palabra y cada gesto, de la perspectiva que dan los años… Y experimentó que el Padre estaba a su lado, en todo momento y circunstancia. “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba”.

Así es nuestra vida. A veces quisiéramos crecer más rápido. A veces quisiéramos disfrutar de los frutos… sin haberlos plantado… o cuidado… o sin esperar a que estén en su sazón. Y la experiencia enseña que no es bueno saltarse etapas, sino que conviene saber esperar, en actitud de acogida y responsabilidad.

El Dios de la Vida, que conoce por experiencia lo que es el ritmo de las cosas desde su encarnación en la persona de Jesús, acompaña ese crecimiento, alentándolo desde dentro… en la espera de que cada cual dé los frutos esperados, para la vida del mundo. ¿En qué momento de tu vida te encuentras hoy?

Nuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 29 de diciembre de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 291220


"Ahora... puedes dejar a tu siervo irse en paz"

«El Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). El Reino de Dios, muy queridos hermanos, ya desde ahora está cerca. Junto con el fin del mundo se anuncia ya la recompensa de la vida, el gozo de la salvación eterna, la seguridad sin fin y el gozo del paraíso que antiguamente habíamos perdido. Y las realidades del cielo suceden a las realidades humanas, las grandes a las pequeñas, las eternas a las temporales. ¿Hay de qué inquietarse, razones para temer el futuro?...

En efecto, está escrito "el justo vivirá por su fe". Si sois justos, si vivís de la fe, si creéis verdaderamente en Jesucristo, ¿por qué no os alegráis de estar llamados a ir al encuentro de Cristo..., puesto que creéis firmemente en la promesa de Dios y estáis destinados a estar con Cristo? Tomad como ejemplo a Simeón, el justo: ha sido verdaderamente justo y ha cumplido los mandamientos de Dios. Una inspiración divina le había enseñado que no moriría sin antes ver a Cristo, de tal manera que cuando Cristo niño fue al Templo con su madre, Simeón iluminado por el Espíritu Santo, vio claro que había nacido el Salvador, tal como se le había predicho; y en tal situación comprendió que su muerte era inminente. 

Gozoso ante esta perspectiva y seguro desde entonces de ser llamado por Dios para estar con Él, tomó al niño en sus brazos y, bendiciendo al Señor, exclamó: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador". Entonces experimentó y dio testimonio de que la paz de Dios es para sus siervos, que éstos gozan de las dulzuras de la quietud y la libertad cuando, alejados de los tormentos mundanos, adquieren el refugio y la seguridad eternas... Es solamente entonces cuando el alma encuentra la verdadera paz, el descanso total, las seguridad duradera y perpetua.


San Cipriano (c. 200-258)
obispo de Cartago y mártir
Sobre la muerte, 2-3

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22-35


Evangelio según San Lucas 2,22-35
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

La Palabra de hoy nos presenta lo que podríamos llamar un “personaje secundario” de los Evangelios, que sin embargo puede ser un icono de una vida fecunda y lograda. Se trata del anciano Simeón.

Simeón era un “hombre justo y piadoso”. Desde ese dato podemos imaginar que, como tantos hombres y mujeres de aquel tiempo –y de todos los tiempos, había vivido una vida más o menos sencilla, con sus luces y sombras, con sus certezas y dudas, en acogida de Dios y en servicio humilde hacia los demás. “Una buena persona”, “un hombre de Dios”, podrían comentar de él sus vecinos. Seguro que algunos simpatizaban con él más que otros, que ya se sabe que siempre pasa. Pero no tendría grandes enemigos declarados. Porque en su corazón había siempre un lugar para el perdón y la reconciliación. Quizá porque él también necesitó ser reconciliado y perdonado en más de una ocasión. Y era de los que, en medio de la confusión del mundo -en su época y en todas las épocas- no había perdido la esperanza. Y “aguardaba el consuelo de Israel”. Con una profunda confianza en el Dios en cuyas manos vivimos, nos movemos y existimos. Este es Simeón. Con toda su historia. “El Espíritu Santo moraba en él”.

Este es quien, en el relato de Lucas, toma al niño en brazos y bendice a Dios. Sus palabras son toda una muestra de confianza y de lucidez. Le dice a Dios que ya, cuando quiera, entiende que su vida ha llegado a su meta, porque se ha encontrado con el Dios-con-nosotros. Y a la vez que dice eso, anuncia ese futuro nuevo: ha llegado la “luz para alumbrar a las naciones”… y orienta a María con unas palabras que quieren fortalecerla para lo que pueda venir.

Simeón personifica la historia de Israel. Con todas sus idas y venidas, alianzas y traiciones, ahí está un pequeño resto manteniendo la confianza en el futuro nuevo que Dios les había prometido.

Simeón personifica la historia de cualquier persona. En búsqueda, con posibilidad de acoger al Dios-con-nosotros y de anunciar la novedad de su Reino.

Necesitamos más ancianos como Simeón. También jóvenes y personas de mediana edad. Que desde la experiencia de una vida vivida en confianza, no busquen aferrarse a nada, sino transmitir esa confianza a los que vienen por detrás. Tú también puedes ser Simeón. ¿Te lo crees?

Nuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 28 de diciembre de 2020

Herodes… se puso furioso.

Herodes… se puso furioso. (Mateo 2, 16)


¿Qué clase de persona ordena la matanza de bebés de dos años o menos? Alguien tan desequilibrado y paranoico como Herodes el Grande, esa clase de persona. Esta atrocidad muestra lo desesperado que debe haberse sentido. Posiblemente el nacimiento de un pequeño niño lo aterrorizaba porque sentía que su poder se le estaba escapando, y así era. Finalmente, su orden de matar a niños pequeños solamente era un golpe irracional y final de un destino que ya no podía evitar. Su oscuridad puede haberse desvanecido, pero él no caería sin luchar.

Puede sonar irónico, pero la desesperación de Herodes es otra señal de que la venida de Jesús marcó el inicio de una nueva era de libertad y esperanza. La luz de Jesús apenas estaba empezando a brillar, y los poderes de las tinieblas ya estaban temblando.

¿Cómo se relaciona esto con nosotros? Las obras de las tinieblas tales como el aborto, la eutanasia, la inmoralidad sexual y la corrupción en general continúan controlando el mundo. La oscuridad no está dispuesta a rendirse sin luchar, y pareciera que está ganando. O por lo menos, se está tomando mucho tiempo para admitir la derrota.

Hasta cierto punto, parecería razonable perder la esperanza por el mundo. Pero Dios no quiere que nos rindamos, y nuestra fe nos exhorta a mantener brillando la luz. A veces podríamos sentirnos tan indefensos como un niño en contra de tanto mal, pero es en esos momentos en que debemos recordar que exactamente así fue como Jesús llegó a este mundo. Solamente era un niño pequeño, pero su luz atrajo a los Magos que estaban a cientos de millas de distancia. Jesús era solo un niño, pero su luz llenó de terror a Herodes.

Podría parecer ambiguo y muy espiritual, pero lo mejor que tú podrías hacer es permitir que tu propia luz brille en la oscuridad. Muéstrale al mundo la diferencia que hace Jesús. Habla en contra del mal, pero de una forma que sea humilde y paciente. Permite que las palabras que tú dices, y las palabras que decides no pronunciar, demuestren la compasión y bondad del Señor. Nunca te olvides de que Cristo está en ti. Tú puedes hacer la diferencia.

“Ven, Señor, y brilla a través mío, te lo ruego, con la luz de tu amor.”

1 Juan 1, 5—2, 2
Salmo 124 (123), 2-3. 4-5. 7b-8
fuente La Palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 28122020

 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 281220


“No es el siervo más que su amo”

El apóstol Juan escribe: “Quien dice que permanece en Él, debe caminar como Él caminó" (1Jn 2,6); y san Pablo: " Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y, si hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con Él” (Rm 8,16s)… Hermanos queridísimos, imitemos a Abel el justo, que inauguró el martirio, sufriendo el primero la muerte por la justicia (Gn 4,8)…; imitemos a los tres jóvenes, Ananias, Azarias, Misael, que vencieron a un rey por la valentía de su fe (Dn 3) … ¿ Los profetas a los que el Espíritu Santo había dado el conocimiento del futuro y los apóstoles a los que el Señor había escogido, acaso estas personas justas no nos enseñan, dejándose matar, a morir cuando nos toque por la justicia?

El nacimiento de Cristo queda marcado en seguida por el martirio de los niños menores de dos años, a causa de su nombre; incapaces de combatir, consiguieron conquistar la corona. Para que quede bien claro, que aquellos a los que se mata por Cristo son inocentes, niños inocentes han sido matados por su nombre… ¡Qué grave sería para un siervo que llevara el nombre de cristiano, no querer sufrir cuando su dueño, Cristo, sufrió primero! ¿El Hijo de Dios sufrió para hacernos hijos de Dios, y los hijos de los hombres no quieren sufrir para continuar siendo hijos de Dios? El Señor del mundo nos lo recuerda: " si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo… Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo” (Jn 15,18-20)…

Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. ¡Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo! Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y preparémonos para la lucha con un espíritu sin tacha, con una fe sincera, con una total entrega.


San Cipriano (c. 200-258)
obispo de Cartago y mártir
Carta 58

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 2,13-18


Evangelio según San Mateo 2,13-18
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.

Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.

Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:

En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

A los tres días de la navidad, se celebra la fiesta de los “santos inocentes”, partiendo del relato del Evangelio de San Mateo de la matanza de los niños por Herodes. Una escena en la que aparecen los “personajes principales” de este tiempo de Navidad: la luz y las tinieblas, la debilidad y la esperanza.

La luz molesta a las tinieblas. Porque son incompatibles. Por eso Herodes quiere hacerla desaparecer, y trama su plan. Y en esa lucha, recreada en tantas escenas de la Biblia y del cine contemporáneo, resplandece la fuerza de la debilidad: una pareja que se pone en camino con su hijo recién nacido, huyendo a la tierra donde sus antepasados habían sido esclavos, para salvar su vida. Y en esa debilidad, surge la esperanza…

Jesús, desde su nacimiento, asume la historia de su pueblo, pasando por los mismos lugares por donde pasó y por sus mismos aprietos. Y al asumir esa historia, asume también nuestra historia de luces y de tinieblas, de luchas y de esperanzas. Porque la historia del Pueblo de Dios narrada en la Palabra es también nuestra historia.

En la fiesta de hoy recordamos a todos los que en el mundo han vivido esta misma historia de persecución, de huida y de muerte inocente. En el pasado y en el presente… Víctimas concretas de las tinieblas que quieren dominar la historia: niños, mujeres, hombres, ancianos… Víctimas de la enfermedad, de la pandemia que vivimos y de tantas otras situaciones.

Frente a esa tiniebla, Dios no despliega sus ejércitos ni acaba con el mundo de manera drástica… sino que ofrece algo mejor: su Hijo, naciendo entre nosotros, es la fuerza en la debilidad, la luz que alienta toda esperanza y que ya se ha comenzado a transmitir… hasta los confines del mundo.

Ya hay mucho camino recorrido y aún queda mucho por hacer. Pero ya está puesto, en el corazón del mundo, la semilla de un mundo nuevo. ¿Seremos capaces de acoger y cuidar esa semilla, para que vaya dando su fruto?

Nuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 27 de diciembre de 2020

PERDÓNAME



«Si nos peleamos en familia, que no termine el día sin hacer las paces. Porque la guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. No ayuda. Y luego, en la familia hay tres palabras, que hay que custodiar siempre: “Permiso”, “gracias”, “perdón”. “Permiso”, para no entrometerse en la vida de los demás. Permiso: ¿puedo hacer algo? ¿Te parece bien que haga esto? Permiso. Siempre, no ser entrometidos. “Gracias”: tantas ayudas, tantos servicios que nos hacemos en la familia: dar siempre las gracias. La gratitud es la sangre del alma noble. «Gracias”. Y luego, la más difícil de decir: «Perdón”. Porque siempre hacemos cosas malas y muchas veces alguien se siente ofendido por esto: “Perdóname”»

«Mi pensamiento va en particular a las familias que en estos meses han perdido a un familiar o han sido puestas a dura prueba por las consecuencias de la pandemia. Pienso también en los médicos, los enfermeros y todo el personal sanitario cuyo gran compromiso en primera línea en la lucha contra la propagación del virus ha tenido repercusiones significativas sobre su vida familiar. Hoy encomiendo al Señor todas las familias, especialmente las más probadas por las dificultades de la vida y por las heridas del malentendido y la división. Que el Señor, nacido en Belén, les conceda a todas la serenidad y la fuerza para caminar unidas por el camino del bien»


Francisco

Ángelus

27-12-2020 



COMPRENDIENDO LA PALABRA 271220


«Regresaron a Galilea, a su pueblo de Nazaret»

Podéis orar a la Sagrada Familia por vuestra familia:

Padre nuestro que estás en el cielo, tú nos has dado un modelo de vida

en la Sagrada Familia de Nazaret.

Ayúdanos, Padre amantísimo, a hacer de nuestra familia

un nuevo Nazaret donde reine la alegría y la paz.

Que sea profundamente contemplativa,

intensamente eucarística y vibrante de gozo.

Ayúdanos a permanecer unidos en los gozos y en las penas

gracias a la oración familiar.

Enséñanos a reconocer a Jesús

en cada miembro de nuestra familia,

particularmente cuando sufre y está herida.

Que el Corazón eucarístico de Jesús

haga nuestros corazones suaves y humildes, semejantes al suyo (Mt 11,29).

Ayúdanos a cumplir santamente nuestra vocación familiar.

Que nos podamos amar los unos a los otros

como Dios nos ama a cada uno

cada día más,

y nos perdonemos mutuamente nuestras faltas

así como tú perdonas nuestros pecados.

Ayúdanos, Padre amantísimo,

a acoger todo lo que nos das

con una amplia sonrisa.

Corazón inmaculado de María, causa de nuestra alegría, 

ora por nosotros. 

Santos ángeles de la guardia,

permaneced junto a nosotros,

guiadnos, protegednos.

Amén.


Santa Teresa de Calcuta (1910-1997)
fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
Un camino muy simple

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22-40


Evangelio según San Lucas 2,22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA

«SAGRADA» FAMILIA

No resulta fácil hablar hoy sobre la «familia», con tantas susceptibilidades, tantos modelos diferentes, tantas experiencias distintas, y no todas positivas... Pero ya sabemos que «donde hay amor allí está Dios». Y si le ponemos por delante el adjetivo «sagrada», aún es más difícil. Salvo días como hoy, es poco frecuente que los predicadores tengamos en cuenta la familia, el matrimonio, y tantos aspectos que forman parte de ella. Sin embargo, la realidad familiar (sea la que sea) forma parte de la experiencia de todos y cada uno de los seres humanos, y también de los creyentes.

Creo que hoy es día sobre todo para animar, acompañar, y rezar por todas las familias, y dejar a un lado juicios sobre los distintos "estilos" familiares, y mensajes apocalípticos sobre la crisis familiar, etc. 

Estos días navideños son, por definición, «familiares». Es evidente el esfuerzo de encontrarse juntos alrededor de una mesa, o visitar, o llamar por teléfono o videoconferencia, o hacer unos regalos... ¡Qué mal rollo que el coranavirus haya condicionado y limitado tanto estos encuentros! 

No obstante, también son días en los que afloran las dificultades y conflictos, latentes o disimuladas en otros momentos del año. Porque, una vez que estamos juntos ¿qué? ¿de qué hablamos? ¿qué tenemos que decirnos? ¿cómo hacemos para no tocar ciertos temas y que no salten chispas? Son días en que se hace más visible el sufrimiento de las familias que se han roto, y «toca» que los hijos se repartan entre el padre y la madre. Son días en que recordamos con tristeza a los que ya no están. Y son días en que aquellos que no tienen a su familia cerca, por la razón que sea, se sienten especialmente solos.

Es verdad que no todo es sufrimiento, y que, cuando una familia se lleva bien, es una de las mayores fuentes de gozo, equilibrio, seguridad, ternura... etc. Pero ¿y qué pasa cuando las cosas no han resultado bien? ¿No hay derecho a rehacerse, a intentar curar las heridas y buscar la estabilidad por otros caminos?

Cuando tratamos el tema de la educación de los hijos, más de un padre/madre pregunta: «¿Por qué no vendrán los niños a este mundo con un manual de instrucciones debajo del brazo?». Unas veces por exceso, y otras por defecto, no es rara la sensación de muchos padres de no estar haciéndolo bien, o de darse cuenta demasiado tarde, o de sentirse culpables, o de desentenderse porque «es muy difícil»...

¿Qué pueden aportarnos las lecturas de hoy para este tema de la convivencia familiar?

§ Empecemos diciendo que los evangelios nunca llaman «sagrada» a la familia de Jesús ni a ninguna otra. Por otro lado, llama la atención que en boca de Jesús nunca aparecen las palabras «padre» o «madre» para dirigirse a José o a María, ni «hermano» para referirse a sus parientes cercanos, como era costumbre en la cultura judía. Jesús sólo llama «padre» a Dios. Y expresamente pide a sus discípulos que a nadie llamen Padre sino a DIos. En cuanto a su madre, sólo se refiere a ella como desde lo alto de la cruz , para encargarle al discípulo amado que la cuide. En cuanto al nombre de «hermano» lo reserva para los discípulos, que deben tratarse así entre sí: «Si te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti», «entre vosotros, todos sois hermanos», «¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que escuchan mi Palabra y la cumplen...

Es el modo de decirnos que la «familia» verdadera, la cristiana, la suya, es mucho más grande que la que viene por los lazos de la carne y la sangre. Por tanto, la «familia» tiene que salir de sí misma para poner «calor de hogar» en este mundo tan poco hogareño. Y que, por lo tanto, no entró en su proyecto hacer de la propia familia una especia de fortaleza, burbuja o refugio para tiempos difíciles: Nosotros, y los nuestros, aquellos con los que nos llevamos bien y no nos dan problemas... "Si amáis a los que os aman, ¿qué hacéis de extraordinario?". Sus discípulos estamos llamados a multiplicar los padres, las madres, los hermanos, los abuelos en nuestro entorno cristiano y social. Se trata de que se extiendan y triunfen los vínculos del amor, todas esas cosas que forman parte de la convivencia familiar: el diálogo, la acogida, el perdón, el servicio, los detalles, el sacrificio, etc. Dentro y fuera de casa

§ En segundo lugar, sí podemos considera y llamar«sagrada» a una familia cuando está consagrada a Dios. Es decir: cuando en ella está muy presente Dios, cuando contamos con Él en los problemas y decisiones de cada día... La oración, la escucha de la Palabra, el diálogo buscando juntos la voluntad de Dios es ago indispensable en toda familia que quiera llamarse cristiana, el perdón mutuo. Probablemente los pastores de la Iglesia no hemos puesto muchas energías en enseñar y acompañar todo esto. Pero también es cierto que no pocas familias consideran que basta con estar juntos, vivir bajo el mismo techo, y comer de la misma nevera, y juntos cuando se pueda. ¡Qué fundamentales son los grupos de matrimonios que reflexionan, comparten y aprenden juntos a partir de sus experiencias! Probablemente en la parroquia los tenéis, o podéis proponer que se pongan en marcha.

§ En tercer lugar, las lecturas nos subrayan que los hijos no son propiedad de los padres. Lo de «presentarlos» a Dios (algo «parecido» a nuestros Bautismos) era la manera que Israel tenía de subrayar el infinito respeto que se merecen. Los hijos no están llamados a ser «imagen y semejanza» de sus padres, ni a cubrir ausencias afectivas cuando faltan otras personas al lado. Aunque también hay que afirmar que los hijos no son quiénes para interferir en la vida de sus padres, tenerlos a su completa disposición, y exigirles a veces cosas que no les corresponden.

Los padres tienen encomendada una «tarea sagrada»: ayudarles a conocer y a vivir a Dios, a servirle. Los hijos tienen que crecer y robustecerse (como decía el Evangelio respecto a Jesús), pero también «en sabiduría y en gracia». Esta «sabiduría» de la que habla la Escritura se refiere a la sabiduría de aprender de la vida y aprender a enfrentarse personalmente con las dificultades y retos que va planteando la vida. Una sabiduría existencial.

§ Para terminar: los cristianos (como personas, como comunidades y como Iglesia) tenemos que apoyar a las familias (sea cual sea el modelo que elijan), dar comprensión cuando aparezcan las dificultades, abrir caminos, acoger... y hacer menos juicios e imposiciones. Tomarnos todos mucho más en serio esto de «construir» familia, y también la gran Familia de la Iglesia. Ccomo dice un proverbio africano: "Para educar a un niño hace falta la tribu entera". 

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 26 de diciembre de 2020

NAVIDAD: Un día que dura ocho









Un día que dura ocho, es la Octava de Navidad, la celebración litúrgica que cumple la Iglesia Católica desde sus primeros siglos haciendo que el día del nacimiento de Jesucristo se prolongue durante ocho días hasta el primero de enero.

Días en los que se contempla un aspecto del misterio de la encarnación del hijo de Dios.


Es una tradición que se toma desde el pueblo judío, y tiene sus raíces en el Antiguo Testamento.

Los judíos celebraban las grandes fiestas por ocho días y la Iglesia nunca perdió esta costumbre.

De acuerdo a la escritura bíblica Dios hace unos 4000 años hizo una alianza con Abraham y su descendencia, cuyo signo es la circuncisión en el octavo día después del nacimiento. (Cf. Gen 17,10). Desde entonces la octava (ocho días) ha sido tradición del Pueblo de Dios.

Por eso Jesús, como todo judío, fue circuncidado en el octavo día. En ese día recibe su nombre: «Jesús» Cf. (Lc 2,21). Jesús resucitó el día después del Sábado, el día después del séptimo día de la semana.


Los santos Padres de la Iglesia en el siglo II se refieren al Domingo como el «octavo día». La epístola de Barnabás (c. 130AD): «celebramos la fiesta gozosa del octavo día en que Jesús fue resucitado entre los muertos». S. Justino mártir escribe que el octavo día posee «una cierta importancia misteriosa». En la actualidad La Navidad y la Pascua se celebran con su octava.


Durante la octava también se celebran en tres días consecutivos, tres fiestas:

San Esteban, el 26 de diciembre. Mártir. Representa aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.

San Juan Evangelista, el 27 de diciembre, representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz.

Los Santos Inocentes, el 28 de diciembre, representan aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.

El domingo después de la Navidad celebramos la Sagrada Familia, modelo de toda familia en la tierra.

El primer día del año , la festividad de María Madre de Dios, terminando así la octava.

El 6 de enero es la fiesta de la Epifanía o manifestación del Señor a los Reyes Magos. (En muchos lugares la Epifanía se traslada al domingo entre el 2 y el 8 de enero).