La vida eterna se ofrece a nosotros, hijos míos, el Reino de los Cielos nos está preparado y la herencia de Cristo nos espera. El disfrute de numerosos e inconcebibles bienes, la felicidad de una gran alegría y de la inmortalidad, la sobreabundancia de gloria y honor y de otros bienes en tan gran cantidad. ¡La voz de un hombre no alcanzaría para decir la gracia y misericordia (cf. Sab 3,9)!
Corramos entonces con creciente vigor. Ustedes, los perezosos, indóciles, corazones pesados, amigos de la murmuración. Si no se corrigen se parecerán a la higuera maldita. ¡Le ponemos fertilizante (cf. Lc 13,8) y no toma raíz, la regamos con palabras y no crece! La Escritura dice “El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles” (Lc 3,9), silenciaré lo siguiente. Busquemos los combates, versemos nuestro sudor, tomemos las coronas, ganemos las alabanzas, guardemos como un tesoro “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar” (cf. 1 Cor 2,9).
Reglemos nuestra vida sobre la de nuestros padres, la que remonta al origen. Sigamos paso a paso sus virtudes, amemos sus rectas acciones, hagamos de nuestro género de vida una imagen de la suya. (…) Si, ¡trabajemos con ellos! ¡Actuemos con ellos! ¡Sigámosle paso a paso! ¡Cumplamos lo que es justo y santo! De esta forma, tendremos parte en su gloria, seremos coronados y con ellos saltaremos d alegría en el Reino de los Cielos. En Cristo Jesús nuestro Señor, a quien pertenece gloria y poder, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
San Teodoro el Estudita (759-826)
monje en Constantinopla
Catequesis 72, (Les Grandes Catéchèses, Spiritualité Orientale 79, Bellefontaine, 2002),
monje en Constantinopla
Catequesis 72, (Les Grandes Catéchèses, Spiritualité Orientale 79, Bellefontaine, 2002),
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