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martes, 19 de junio de 2018

SANACIÓN Y LIBERACIÓN


Características y frutos del Bautismo en el Espíritu
SANACIÓN Y LIBERACIÓN

A través el bautismo en el Espíritu, los carismas de sanación se han difundido ampliamente, y las oraciones de sanación se han convertido para muchos en parte habitual de la vida cristiana. Desde el primer momento, la Renovación adoptó el ministerio de sanación como parte integral de su misión, reconociendo que la sanación era esencial en el ministerio de Jesús y que Él, a su vez, facultó a sus seguidores para que curaran. La Renovación ha dado lugar a diversas prácticas y ministerios en los que se ejercitan los carismas de sanación. 12 Durante los encuentros de oración es común que las personas pidan por la sanación de unos y otros; en retiros y conferencias a menudo se incluyen momentos reservados a la oración para la sanación. Muchos han experimentado algún tipo de sanación, ya sea física, emocional, psicológica o espiritual.

La sanación está estrechamente vinculada a la liberación de la influencia de los espíritus malignos.13 Al igual que Jesús mismo fue conducido de la teofanía de su bautismo al desierto para ser tentado por Satanás, así aquellos que están llenos del Espíritu Santo también experimentan tanto la oposición de Satanas, como el poder del Espíritu que mora en ellos para rechazar la tentación y superar los poderes del mal. La experiencia cristiana milenaria de la batalla espiritual se revitaliza, dando lugar a una nueva conciencia de la necesidad de oraciones y ministerios de liberación para rescatar al hombre de las diversas formas de opresión espiritual.

Esta renovada atención a la liberación del mal llega en un momento en que las sociedades, anteriormente cristianas, particularmente en Europa, están experimentado nuevas expresiones de paganismo que conducen a formas de esclavitud espiritual, de las cuales no pueden ser liberadas las victimas solamente por medios psicológicos. Al mismo tiempo, en su obra misionera entre las naciones, la Iglesia se enfrenta al poder destructivo del espiritualismo y las prácticas ocultas, de los maleficios y de la nigromancia. Al tiempo que la Iglesia está dando una mayor atención a la necesidad del ministerio del exorcismo, no es casualidad que muchos de los sacerdotes que llevan a cabo este ministerio provienen de la Renovación Carismática. Aquí la gracia del bautismo en el Espíritu se ocupa de una necesidad espiritual importante en el ministerio de la Iglesia para el mundo contemporáneo. 14

12 Este aspecto se trata mas detalladamente en el documento Directrices para las oraciones de sanación; ICCRs 2012
13 Véase: Mt 8,16; 10,8; Mc 1,34; 6,13; 16,17-18; Hch5,16; 8, 7; 10,38; 19, 12 El asunto fue abordado directamente en la ponencia de Rufus Pereira en el Coloquio Internacional sobre la oración de sanación realizado en Roma en el 2001
14 Las cuestiones pastorales suscitadas por estos ministerios fueron tratadas en el documento Directrices para las oraciones de sanación y son abordadas brevemente en la cuarta parte de este libro.

Bautismo en el Espíritu Santo
Comisión Doctrinal ICCRs

lunes, 18 de junio de 2018

CARISMAS


Características
y frutos del Bautismo
en el Espíritu
Carismas

El Bautismo en el Espíritu trae consigo la liberación de carismas, especialmente los “dones espirituales” mencionados por san Pablo en la primera carta a los Corintios (12, 8-10).8 Mientras estos carismas siempre han estado presentes en la Iglesia, en la Renovación Carismática han aparecido en una abundancia nueva y a todos los niveles, entre el clero, los religiosos y los laicos.9 Estos carismas son entendidos como dones no precisamente para el que los ostenta, sino para la edificación de la Iglesia y la obra de evangelización.
Dondequiera que la Renovación es saludable y el ejercicio de los carismas es maduro, el énfasis no está en el carácter milagroso o extraordinario de estos dones, sino más bien en su capacidad de fungir de mediadores en el amor de Dios y edificar el cuerpo de Cristo. En particular, el don de lenguas se ha tornado bastante común y, en este sentido ordinario, sobre todo se ha convertido en un don de oración y alabanza.10 En retrospectiva, podemos ver la maravillosa providencia de Dios en la doctrina del Concilio Vaticano II sobre los carismas:

El mismo Espíritu Santo no solo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1Cor 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: “A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad” (1Cor 12,7) Estos carismas, tanto los extraordinarios como los mas comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la iglesia.11

8 Hay otras listas de carismas en el Nuevo Testamento, pero la Renovación ha dirigido especial atención a los que Pablo llama “dones espirituales” en 1 Cor 12 (véase la sección 2.3 de la segunda parte.
9 “Los carismas habían desaparecido no tanto de la vida de la Iglesia como de su teología” Raniero Cantalamessa, presentación en el Coloquio Internacional sobre carismas y Renovación Carismática, Roma abril de 2008, publicado en francés como “Dons et Charismes dans la foi et la vie de L Eglise”
10 En la Renovación también ha habido numerosos informes de un milagroso don de lenguas, en donde el hablante se ha expresado de modo inteligible en un idioma desconocido para él, pero conocido por el oyente. Por ejemplo el padre don Louis Leloir OSB, experto en lenguas b{iblicas, relata que en un encuentro de oración carismática se asombró al escuchar a una joven mujer que, sabiendo solamente francés, dirigió una oración a la Virgen Maria en un fluido siríaco antiguo. Leloir, Desert et communion.
11 Lumen Gentium, 12

Bautismo en el Espíritu Santo
Comisión Doctrinal ICCRs

domingo, 17 de junio de 2018

Amor a la Iglesia, María y los santos

Características y frutos del Bautismo en el Espíritu
Nuevo amor por la Iglesia, por María y por los santos

Aquellos que son bautizados en el Espíritu encuentran un amor mas profundo no solo por Jesús, sino también por su esposa la Iglesia. Perciben a la Iglesia como una realidad sobrenatural animada por el Espíritu y no meramente como una institución humana. A través de la estrecha interacción con los demás, ellos experimentan personalmente como el Espíritu Santo trae unidad al cuerpo de Cristo en medio de la diversidad de dones.

A menudo también hay un nuevo acercamiento a María, madre de Cristo y esposa del Espíritu Santo. Los católicos la reconocen como la primera discípula en llenarse del Espíritu Santo (Lc 1,35), y como un modelo de fe, obediencia, oración y docilidad al Espíritu. Tal y como ella estuvo en el corazón del grupo apostólico orando en el cenáculo en espera de la efusión del Espíritu Santo (Hech 1,14), del mismo modo ahora su presencia e intercesión son buscadas ansiosamente por aquellos que se esfuerzan por responder de todo corazón a la gracia de Dios. En consecuencia, hay una nueva comprensión y apreciación de su papel como Madre de la Iglesia.

Del mismo modo, el bautismo en el Espíritu a menudo da a lo católicos una apreciación más profunda de la santidad y de la doctrina de los santos. Así, los católicos redescubren las riquezas espirituales de la gran tradición cristiana de Oriente y de Occidente, y reciben vida y sabiduría de los clásicos espirituales del pasado.

Bautismo en el Espíritu Santo
Comisión Doctrinal ICCRs

sábado, 16 de junio de 2018

REDESCUBRIMIENTO

Características y frutos del Bautismo en el Espíritu
REDESCUBRIMIENTO DE LA ORACIÓN,
DE LA SAGRADA ESCRITURA Y DE LOS SACRAMENTOS

Los bautizados en el Espíritu Santo dan testimonio de una nueva sed de oración, de Sagrada Escritura y de sacramentos. Desde los primeros días de la Renovación, las personas se han reunido en grupos para orar bajo la guía del Espíritu Santo. La oración se convierte menos en un asunto rutinario y más en un asunto del corazón, en una respuesta espontánea de amor y gratitud a Dios y en una expresión de confianza en que Él nos proporciona indulgentemente todo lo que necesitamos. Muchos han encontrado que el Espíritu los conduce a la oración contemplativa y a la disciplina del ayuno.

La sagrada Escritura cobra vida. Los bautizados en el Espíritu descubren, a menudo por primera vez, que la Sagrada Escritura es una Palabra viva, en la que Dios nos habla personalmente y en la que encontramos alimento y orientación para nuestra vida. Hay una sed de estudio de la Palabra, a fin de que nos pueda cambiar. Los textos que han sido leído antes, adquieren una nueva claridad, ardor y relevancia. Por esta razón, la Renovación Carismática usualmente le da un lugar prominente a los estudios bíblicos y a la predicación y doctrina intensamente bíblica. A veces los creyentes sencillos que son bautizados en el Espíritu muestran una profunda comprensión de la Sagrada Escritura y una percepción profunda sobre los misterios cristianos.

Hay una nueva conciencia del poder y la presencia de Cristo en la liturgia de la Iglesia, especialmente en los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación. Las personas que previamente estuvieron alejadas del Señor o que recibieron los sacramentos solo por costumbre, ahora los experimentan como fuentes de vida y desean recibirlos regularmente. El culto renovado que surge de esta gracia se ve más claramente en las celebraciones de la liturgia eucarística, que es la mas profunda expresión colectiva de culto de todos los bautizados en Cristo.

Bautismo en el Espíritu Santo
Comisión Doctrinal ICCRs

viernes, 15 de junio de 2018

Revitalización del Culto

Características y frutos del Bautismo en el Espíritu
ALABANZA Y CULTO

El bautismo en el Espíritu conduce a revitalizar el culto, en el corazón de quien proclama las alabanzas de Dios, ya sea con canciones o con palabras habladas, y a menudo con las manos levantadas. Como las personas están llenas del amor del Padre, y del conocimiento del señorío salvador de Jesús, responden espontáneamente con alabanza y culto. Se llenan de alegría, al tiempo que se unen en el movimiento de alabanza y adoración que alcanza su climax en la doxología mayor al final de cada plegaria eucarística: “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. En esta renovación del culto trinitario, las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia y la liturgia encarnan en la vida del cuerpo de Cristo. (cfr. LG 2-4; SC 5-6; CIC 781 a 810 y 1077 – 1090)

Como el Espíritu Santo se cernió sobre la creación en sus orígenes, así el mismo Espíritu siempre creativo da lugar constantemente a nuevos patrones dentro de la tradición antigua. De este modo, entre los frutos del bautismo en el Espíritu hay muchos signos de creatividad en el culto: una capacidad recién hallada para formular alabanzas a Dios en un lenguaje propio, tanto entre los menos educados, como entre los mejor educados, la recepción generalizada del don de lenguas, sobre todo como un regalo para la oración y la alabanza; el fenómeno del canto colectivo en el Espíritu y una explosión de nuevas canciones y melodías que expresan la alabanza a Dios.

Bautismo en el Espíritu Santo
Comisión Doctrinal ICCRs

jueves, 14 de junio de 2018

Bautismo en el Espíritu Santo: Poder para la santificación

Características del Bautismo en el Espíritu Santo
PODER PARA LA SANTIFICACIÓN

El Bautismo en el Espíritu es un descubrimiento del poder del Espíritu Santo para conducirnos a una conversión más profunda y a la santidad de vida. Esto se manifiesta a menudo en una recién hallada fuerza para resistir tendencias pecaminosas, en una liberación de adicciones o de patrones arraigados de pecado, y en la sanación de las relaciones, especialmente en el matrimonio y en la familia. La cruz y resurrección de Jesucristo llega a ser conocida no solo como un acontecimiento del pasado, sino como una fuente presente de gracia que nos capacita para morir al pecado y vivir para Dios. Se da una atención recién despierta a las persuasiones del Espíritu Santo, la cual conduce a una obediencia más profunda al Señor. El crecimiento en la santidad se convierte menos en un asunto de esfuerzo personal y más en una rendición al Espíritu Santo. Donde las personas responden a esta gracia de una manera consistente, hay una experiencia cierta de la vida cristiana como se describe en el Nuevo Testamento, una vida ordenada de amor mutuo bajo la influencia del Espíritu Santo (véase Romanos 12, 1-21; Efesios 4, 1-5; Colosenses 3, 12-17) que revela los frutos del Espíritu (Gálatas 5, 22-23)

Comisión Doctrinal del ICCRs

viernes, 25 de mayo de 2018

Bautismo en el Espíritu - Rasgos

RASGOS CARACTERÍSTICOS DEL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU

Las características del bautismo en el Espíritu fueron bien resumidas por uno de los participantes en el fin de semana de Duquesne de 1967:
"Nuestra fe ha cobrado vida, nuestras creencias se han convertido en una especie de conocimiento. De pronto, el mundo de lo sobrenatural se ha convertido en más real que el natural. En resumen, Jesucristo es una persona real para nosotros, una persona real que es nuestro Señor y que toma parte activa en nuestras vidas. Leímos el Nuevo Testamento como si fuera literalmente verdadero, actual, en cada palabra, en cada línea. La oración y los sacramentos se han convertido realmente en nuestro pan de cada día, en vez de prácticas que reconocemos como “buenas para nosotros”. Un amor por la Sagrada Escritura, un amor por la Iglesia que nunca creí posible, una transformación en nuestras relaciones con los demás, una necesidad y un poder de testimonio más allá de cualquier expectativa, todo esto se ha convertido en parte de nuestras vidas. La experiencia inicial del bautismo en el Espíritu no fue emotiva en absoluto, pero la vida se ha cubierto de calma, de confianza, de dicha y de paz (…) Cantamos el “Veni Creatror Spiritus” antes de cada conferencia y en realidad le dimos sentido. No nos decepcionamos (…) También fuimos colmados con los carismas. Esto también nos puso en una atmósfera ecuménica al máximo”
Patti Gallagher


jueves, 24 de mayo de 2018

Experiencia del Amor de Dios Padre

"El Bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia del amor de Dios Padre, el cual es vertido en el corazón del hombre por el Espíritu Santo y recibido a través de una entrega al señorío de Jesucristo. Tal experiencia de amor es transformadora de vida. El bautismo en el Espíritu Santo reaviva el bautismo y la confirmación sacramentales, profundiza la comunión con Dios y con los hermanos cristianos, enciende el fervor evangélico y dota a la persona de carismas para el servicio y la misión. Esta obra de Dios, que ha estado presente desde el comienzo de la Iglesia, no puede limitarse a una corriente o movimiento."

Comisión Doctrinal ICCRs
Bautismo en el Espíritu Santo


miércoles, 23 de mayo de 2018

Una Gracia inesperada

"Debido a que surgió como una gracia inesperada, la Renovación Carismática no tiene miembros en la forma en que los suelen tener los movimientos organizados y las comunidades. Forman parte de la Renovación las personas que, en primer lugar, han sido bautizadas en el Espíritu Santo y que, posteriormente, confirman esta gracia y procuran ser fiel a ella dentro de la Iglesia. La organización del movimiento fue posterior a sus inicios. Las primeras estructuras formadas dentro de la Renovación fueron llamadas "comités de servicio" y no reclamaban ninguna autoridad sobre las comunidades y los grupos que emergían. Los cursos de preparación para que las personas fueran bautizadas en el Espíritu Santo, tales como los Seminarios de Vida en el Espíritu, fueron ideados posteriormente para ayudar a la recepción fructífera de esta gracia."

Comisión Doctrinal del ICCRs
Bautismo en el Espíritu Santo


Una sorpresa del Espíritu

"Desde el comienzo de la renovación carismática, el bautismo en el Espíritu Santo ha sido experimentado como un don supremo de Dios, que no depende de ningún mérito humano o actividad. La Renovación Carismática Católica también surgió como una gracia inesperada, una sorpresa del Espíritu, no planificada y sin metas formuladas ni programas. La Renovación no tiene a alguien que pueda identificarse como su fundador, sin embargo, las muchas comunidades que surgieron dentro de ella sí tienen fundadores o fundadoras. Las historias de los orígenes de la Renovación muestran que los católicos fueron bautizado en el Espíritu en muchos contextos diferentes y de muy diversas maneras. Algunos recibieron está gracia de las plegarias hechas por otros ya bautizados en el Espíritu; algunos durante su oración privada; otros la recibieron en grupos de estudio y de oración con la Sagrada Escritura, y algunos más por medio de los testimonios que leyeron o escucharon de otros."

Comisión Doctrinal del ICCRs
Bautismo en el Espíritu Santo



miércoles, 9 de mayo de 2018

El centro de nuestra identidad carismática

¿Por qué hablar siempre del bautismo en el Espíritu en la Renovación Carismática Católica? para la renovación carismática el bautismo en el Espíritu Santo es el motivo principal para existir. Para la espiritualidad carismática seguir a Jesús a partir de un Bautizo o efusión del Espíritu Santo es lo principal, porque es su núcleo central. El espíritu es quien produce la renovación.




​El bautizo en el espíritu santo es el corazón de la acción mesiánica de Jesús es bautizar en el Espíritu Santo: «el que viene después de mí los bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Mt 3,11); «aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda en él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo» (Jn 1,32). Es la obra esencial de Cristo, el cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento en que Dios «derramará su Espíritu sobre toda carne» (Jl 3,1ss).

​​El Espíritu Santo ha suscitado la RCC para difundir la experiencia de Pentecostés en nuestro tiempo, para decir a todos los hombres y mujeres de nuestra sociedad que Jesús es el Señor, que ha resucitado. Tener la experiencia del bautismo en el Espíritu es vivir un Pentecostés hoy. Las experiencias y cambios de vida producidos tanto en los apóstoles el día de Pentecostés como por todos los que han tenido su bautismo en el Espíritu. Es una gracia única que hace al hombre reconocer el poderío y señorío de Dios. En ese momento «el hombre reconoce que no es nada y que Dios lo es todo» (P. Cantalamessa).

​Quienes han tenido la experiencia del bautismo en el Espíritu han quedado deslumbrados, fascinados por Dios. Entonces la respuesta espontánea, natural de quien se encuentra con Dios y queda fascinado, es la misma que la de los discípulos en Pentecostés desencadena un torrente de alabanza, embriagados por el Espíritu Santo. Y después de la experiencia, nadie puede dejar de hablar de Jesús, que está vivo y que es el Señor. Es el Espíritu Santo nos muestra el camino, no solo nos recuerda lo que debemos hacer sino que nos impulsa a que lo hagamos y nos abre las puertas donde quiere que vayamos para evangelizar con poder.

El bautismo en el Espíritu recibido por los apóstoles en Pentecostés fue el motor de la evangelización que ha llegado hasta nosotros. El bautismo en el Espí­ritu experimentado por los cristianos de hoy será el que hará creíble y convincente la proclamación de la Buena Nueva en nuestro tiempo, haciendo vida las palabras de Jesús: «He venido a arrojar fuego sobre la tierra y cuánto desearía que ya estuviese ardiendo» (Lc 12,49).

¡Renuevate!, ¡no te detengas! Promueve, difunde, y sigue pidiendo a Dios un nuevo Pentecostés, un perenne bautismo en el Espíritu para la Iglesia y para toda creatura (cf. Jl 3,1ss).

martes, 13 de marzo de 2018

¿Qué es el "Bautismo o la efusión del Espíritu Santo"?

El termino “Bautismo” proviene del verbo griego baptizein que significa sumergir, lavar, limpiar.


Juan Bautista bautizaba a todos aquellos que aceptaban su llamado a volver a Dios y para manifestar su arrepentimiento pedían el bautismo de Juan.


Jesucristo enseñó a los apóstoles un bautismo diferente del conocido por los judíos. No era sólo un símbolo, sino una verdadera purificación y un llenarse del Espíritu Santo.

Juan Bautista lo había anunciado: "Yo bautizo con agua, pero pronto va a venir el que es más poderoso que yo, al que yo no soy digno de soltarle los cordones de sus zapatos; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego". (Lc 3,16)

Ahora bien, el bautismo sacramental lo hemos recibido en la Iglesia Católica generalmente cuando éramos niños. Lo hemos renovado conscientemente cada año en la celebración de la “Vigilia Pascual”.

Pero, lo que pasa es que, no vivimos auténticamente nuestro compromiso bautismal, por ello el llamado “bautismo o efusión del Espíritu Santo” es un acto de fe, una oración, no es otro sacramento. Es simplemente una invocación al Espíritu que realiza una comunidad cristiana, para pedir que el Espíritu Santo se derrame, se libere en el interior de la persona que lo necesita.

Que el Espíritu Santo empape, sumerja, llene con el amor de Dios toda la existencia humana y comience a dirigir la vida del creyente, “…porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5) . Solo se puede ser cristiano católico normal, o cristiano verdaderamente comprometido, si uno es guiado por el Santo Espíritu de Dios.

Para poder pedir esta oración de “efusión del Espíritu Santo” es conveniente prepararse mediante un curso de evangelización conocido en ambientes carismáticos y parroquiales como “Seminario del la vida en el Espíritu”.

El grave problema de nuestra Iglesia es que existe un enorme número de miembros que han recibido el Bautismo Sacramental pero no practican su fe, se hace necesario pues que renueven sus promesas bautismales, por eso mediante esta acto de fe y oración, hoy estos cristianos nominales pueden experimentar una autentica renovación espiritual en sus vidas.
"Si, pues, ustedes aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espirítu Santo a los que se lo pidan" (Lc 11,13)

lunes, 8 de enero de 2018

Sumergidos en el Espíritu de Dios

El Espíritu Santo es don y gracia de Dios, es Dios en nosotros; el mismo Dios que está en mí y en ti. Si tomamos conciencia de esa gracia, de ese don sublime, buscaremos todos los días ser bautizados. Algunos pueden decir: "ya fui bautizado un día", ese día fue único, irremplazable, nadie es bautizado más de una vez. Pero cuando decimos: "quiero ser bautizado todos los días", somos sumergidos en el Espíritu Santo y estaremos buscando así la gracia del Espíritu Santo todos los días.
Dios te bendiga!
Pe Roger Araujo
Adaptación del original en portugues.


sábado, 17 de diciembre de 2016

Bautismo en el Espíritu Santo - III Meditación de Adviento

16 de diciembre de 2016.
También el tercer viernes de diciembre a las 9.00 el Papa Francisco asistió a la tercera Predicación de Adviento del Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico del Vaticano. El tema de esta predicación fue: “La sobria embriaguez del Espíritu”, que el Predicador analizó a lo largo de tres puntos.

Ante todo hizo una distinción acerca de los “dos tipos de embriaguez”. También recordó que el lunes después de Pentecostés, del año 1975, con ocasión de la clausura del Primer Congreso Mundial de la Renovación Carismática Católica, el Beato Pablo VI se había dirigido a los diez mil participantes, reunidos en la Basílica de San Pedro, definiendo a la Renovación Carismática como “una oportunidad para la Iglesia”. Y aprovechó la ocasión para felicitar al Santo Padre ante la inminencia de su 80º cumpleaños.

A partir de Orígenes – explicó el Padre Cantalamessa – son incontables los textos de los Padres que ilustran este tema, aludiendo a la analogía o contraste entre la embriaguez material y espiritual, en el sentido de que ambos tipos de embriaguez infunden alegría, hacen olvidar las fatigas y hacen salir de sí mismos. “El contraste – afirmó – consiste en el hecho de que mientras la embriaguez material – a causa del alcohol, las drogas, el sexo o el éxito – vuelve vacilantes e inseguros, la embriaguez espiritual nos hace estables en el bien. Sí porque la primera hace que salgamos de nosotros mismos para vivir por debajo del propio nivel racional, mientras la segunda nos hace salir de nosotros mismos, pero para vivir por encima de nuestra propia razón. De ahí que para este estado se utilice la palabra “éxtasis”.

En el segundo punto el Predicador se refirió a cómo hacer para retomar este ideal de la sobria embriaguez y encarnarlo en la situación histórica y eclesial actual. “El Espíritu – afirmó textualmente – nos ha sido dado para ser capaces de mortificarnos, antes que como premio para ser mortificados”.

En el tercer y último punto de su predicación, el Padre Raniero Cantalamessa se refirió a los “lugares” en los que el Espíritu actúa hoy de manera pentecostal. Y dijo que uno de los modos en que se manifiesta en nuestros días el modo de obrar del Espíritu fuera de los canales institucionales de la gracia es, precisamente, la Renovación carismática.

Se trata de una renovación y una actualización no sólo del Bautismo o de la Confirmación – añadió – sino también de toda la vida cristiana: para los casados, del Sacramento del Matrimonio; para los sacerdotes, de su Ordenación y para los consagrados, de su Profesión religiosa. Y agregó que el “Bautismo en el Espíritu” se ha revelado un medio sencillo y poderoso al mismo tiempo, para renovar la vida de millones de creyentes en casi todas las Iglesias cristianas.

El Predicador de la Casa Pontificia concluyó estas meditaciones con las palabras del himno litúrgico que había recordado al inicio de esta meditación y que reza: “Que Cristo sea nuestro alimento, que Cristo sea el agua viva: en Él gustamos sobrios la embriaguez del Espíritu”. El texto completo de la meditación es el siguiente:



LA SOBRIA EBRIEDAD DEL ESPÍRITU

1. Dos tipos de ebriedad

El lunes después de Pentecostés de 1975, en ocasión de la clausura del Primer Congreso mundial de la Renovación Carismática Católica, el beato Pablo VI dirigió a los diez mil participantes reunidos en la basílica de San Pedro un discurso en el que la definió como “una oportunidad para la Iglesia”.

Una vez concluida la lectura del discurso oficial el Papa añadió, improvisando, las siguientes palabras:

“En el himno que leemos esta mañana en el breviario y que se remonta a san Ambrosio, en el IV siglo, se encuentra esta frase difícil de traducir aunque sea muy simple: Laeti, que significa con alegría; bibamus, que significa bebamos; sobriam, que significa bien definida y moderada; profusionem Spiritus, o sea la abundancia del Espíritu. ‘Laeti bibamus sobriam profusionem Spiritus’. Podría ser el lema de vuestro movimiento: un programa y un reconocimiento del movimiento mismo”.

La cosa importante que debemos notar enseguida es que aquellas palabras del himno no fueron escritas en el origen para la Renovación carismática. Ellas siempre fueron parte de la liturgia de las horas de la Iglesia universal; son por lo tanto una exhortación dirigida a todos los cristianos y como tal quiero nuevamente proponerla, en esta meditación que quiere ser también un pequeño homenaje al Santo Padre por su 80º aniversario.

En verdad en el texto original de san Ambrosio, en el lugar de “profusionem Spiritus”, la abundancia del Espíritu, está “ebrietatem Spiritus”, o sea la ebriedad del Espíritu[1]. La tradición sucesiva había considerado a esta última expresión demasiado audaz y la había sustituido con una más blanda y aceptable. Entretanto de esta manera se había perdido el sentido de una metáfora antigua como el mismo cristianismo. Justamente por lo tanto, en la traducción italiana del breviario se ha recuperado el sentido original de la frase ambrosiana. Una estrofa del himno de Laudes, de la cuarta semana del salterio, en idioma italiano de hecho dice:
Sea Cristo nuestro alimento,sea Cristo el agua viva:en Él gustamos sobriosla ebriedad del Espíritu.
Lo que empujó a los Padres a retomar el tema de la “sobria ebriedad”, ya desarrollado por Filón Alejandrino[2], fue el texto en el cual el Apóstol exhorta a los cristianos de Éfeso diciendo:

“No se emborrachen de vino, el cual produce desenfreno, sino sean colmados por el Espíritu, entreteniéndose juntos con salmos, himnos, cantos espirituales, cantando y alabando al Señor con todo vuestro corazón” (Ef 5,18-19).

A partir de Orígenes son incontables los textos de los Padres que ilustran este tema, jugando a veces sobre la analogía, otras sobre el contraste contradicción entre la ebriedad material y la ebriedad espiritual. La analogía consiste en el hecho que ambas ebriedades infunden alegría, hacen olvidar los esfuerzos y hacen salir de uno mismo.

La contraposición consiste en el hecho de que mientras la ebriedad material (alcohol, droga, sexo, éxito) vuelve vacilantes e inseguros, la espiritual nos vuelve estables en el bien; la primera hace salir de sí mismos para vivir por debajo del propio nivel racional, la segunda hace salir de sí mismos para vivir por encima de la propia razón. Para ambas se usa la palabra “éxtasis” (¡nombre dado recientemente a una droga tremenda!), pero uno es un éxtasis hacia el bajo y lo otro un éxtasis hacia lo alto.

Aquellos que en Pentecostés confundieron a los apóstoles por ebrios tenían razón, escribe san Cirilo de Jerusalén; se equivocaban solamente en atribuir la ebriedad al vino ordinario, cuando en cambio se trataba del “vino nuevo”, elaborado de la “viña verdadera” que es Cristo; los apóstoles estaban sí ebrios, pero de aquella sobria ebriedad que da la muerte al pecado y da vida al corazón [3].

Tomando inspiración en el episodio del agua que fluye de la roca en el desierto (Es 17, 1-7), y del comentario que hace san Pablo en la Carta a los Corintios (“Todos bebieron de la misma bebida espiritual... Todos hemos bebido de un solo Espíritu). (1 Cor 10,4; 12,13), el mismo san Ambrosio escribía:

“El Señor Jesús hace surgir agua de la roca y todos bebieron de ella. Los que la bebieron en la figura quedaron saciados; aquellos que la bebieron en la verdad quedaron incluso ebrios. Buena es la ebriedad que infunde alegría. Buena es la ebriedad que afirma los pasos de la mente sobria... Bebe a Cristo que es la vid; bebe a Cristo que es la roca de la cual brota el agua; bebe a Cristo para beber su sus palabras... La Escritura divina se bebe, la Escritura divina se devora cuando la medula de la palabra eterna baja en las venas de la mente y en las energías del alma”. [4]

2. De la ebriedad a la sobriedad
¿Qué nos dice hoy a nosotros este sugestivo oxímoron de la sobria ebriedad del Espíritu? ¿Cómo hacer para retomar este ideal se la sobria ebriedad y encarnarlo en la actual situación histórica y eclesiástica? ¿Dónde está escrito de hecho que un modo así “fuerte” de sentir al Espíritu era una exclusividad de los Padres y de los primeros días de la Iglesia, pero que no lo es más para nosotros? El don de Cristo no se limita a una época particular, pero se ofrece en cada época. Hay bastante para todos en el tesoro de su redención. Es justamente el rol del Espíritu el que vuelve universal la redención de Cristo, disponible para cada persona, en cada punto del tiempo y del espacio.

En el pasado el orden que se inculcaba era, generalmente, el que va de la sobriedad a la ebriedad. En otras palabras, el camino para obtener la ebriedad espiritual o el fervor, se pensaba, es la sobriedad, o sea la abstinencia de las cosas de la carne, el ayunar del mundo y de sí mismo, en una palabra la mortificación. En este sentido el concepto de sobriedad ha sido profundizado en particular por la espiritualidad monástica ortodoxa, relacionada a la llamada 'oración de Jesús'. En esa la sobriedad indica “un método espiritual” hecho de “vigilante atención” para librarse de los pensamientos pasionales y de las palabras malas, substrayendo a la mente cualquier satisfacción carnal y dejándole, como única actividad la compunción por el pecado y la oración.[5]

Con nombres distintos (desvestirse, purificación, mortificación), es la misma doctrina ascética que se encuentra en los santos y en los maestros latinos. San Juan de la Cruz habla de un “despojarse y desnudarse por el Señor de todo lo que no es del Señor”[6]. Estamos en los períodos de la vida espiritual llamados purgativo e iluminativo. En estos el alma se libera con fatiga de sus hábitos naturales, para prepararse a la unión con Dios y a sus comunicaciones de gracia. Estas cosas caracterizan el tercer nivel, la “vida unitiva” que los autores griegos llaman “divinización”.

Nosotros somos herederos de una espiritualidad que concebía el camino de perfección de acuerdo a esta sucesión: antes es necesario vivir largo tiempo en el nivel purgativo, antes de acceder a aquel unitivo; es necesario ejercitarse largamente en la sobriedad, antes de sentir la ebriedad. Cada fervor que se manifestara antes de aquel momento había que considerarlo sospechoso. La ebriedad espiritual, con todo lo que eso significa, está colocada por lo tanto al final, reservado a los “perfectos”. Los otros, “los proficientes”, tienen que ocuparse sobre todo de la mortificación, sin pretender, hasta que están luchando aún con los propios defectos, de tener una experiencia fuerte y directa de Dios y de su Espíritu.

Hay una gran sabiduría y experiencia en la base de todo esto, y pobre de aquel que considere estas cosas como superadas. Es necesario entretanto decir que un esquema así rígido indica también un lento y progresivo desplazamiento del acento de la gracia al esfuerzo del hombre, de la fe a las obras, hasta resentir a veces de pelagianismo. De acuerdo al Nuevo Testamento, hay una circularidad y una simultaneidad entre las dos cosas: la sobriedad es necesaria para llegar a la ebriedad del Espíritu, y la ebriedad del Espíritu es necesaria para llegar a practicar la sobriedad.

Una ascesis tomada sin un fuerte empuje del Espíritu sería esfuerzo muerto y no produciría otra cosa que “presunción de la carne”. Para san Pablo es “con la ayuda del Espíritu” que nosotros debemos “hacer morir las obras de la carne”(cfr. Rm 8,13). El Espíritu nos ha sido dado para que estemos en grado de mortificarnos, antes aún que como premio para habernos mortificado.

Una vida cristiana llena de esfuerzos acéticos y de mortificación, pero sin el toque vivificante del Espíritu, se asemejaría -decía un antiguo Padre- a una misa en la que se leyeran tantas lecturas, se cumplieran todos los ritos y se llevaran tantas ofrendas, pero en la cual no se realizara la consagración de las especies por parte del sacerdote. Todo quedaría aquello que era antes: pan y vino.

“Así -concluía aquel Padre- sucede también con el cristiano. Aunque él haya cumplido perfectamente el ayuno y la vigilia, la salmodia y toda la ascesis y cada virtud, pero no se ha cumplido por la gracia, en el altar de su corazón la mística operación del Espíritu Santo, todo este proceso ascético está inconcluso y es casi vano, porque él no tiene la exultación del Espíritu místicamente operante en el corazón”. [7]

Esta segunda vía -que va de la ebriedad a la sobriedad- fue la que Jesús le hizo seguir a sus apóstoles. Si bien tuvieron como maestro y director espiritual al mismo Jesús, antes de Pentecostés ellos no fueron capaces de poner en práctica casi ninguno de los preceptos evangélicos. Pero cuando en Pentecostés fueron bautizados con el Espíritu Santo, entonces se los ve transformados, con la capacidad de soportar por Cristo molestias de todo tipo y hasta el mismo martirio. El Espíritu Santo fue la causa de su fervor, más que el efecto de ese.

Hay otro motivo que nos lleva a redescubrir este camino que va de la ebriedad a la sobriedad. La vida cristiana no es solamente una cuestión de crecimiento personal en la santidad; es también ministerio, servicio, anuncio, y para cumplir estas tareas tenemos necesidad de la “potencia que viene desde lo alto”, de los carismas; en una palabra, de una experiencia fuerte, pentecostal, del Espíritu Santo.

Nosotros tenemos necesidad de la sobria ebriedad del Espíritu, más aún de lo que tuvieron los Padres. El mundo se ha vuelto refractario al Evangelio, tan seguro de sí que solo el “vino fuerte” del Espíritu puede prevalecer a su incredulidad y quitarlo fuera de su sobriedad toda humana y racionalista que se hace pasar por “objetividad científica”.

Solamente las armas espirituales, dice el Apóstol, “tienen de Dios la potencia para abatir las fortalezas, destruyendo los raciocinios y toda arrogancia que se levanta contra el conocimiento de Dios, y sometiendo cada intelecto a la obediencia de Cristo. (2Cor 10, 4-5).

3. El bautismo en el Espíritu

¿Cuáles son los “lugares en donde el Espíritu actúa hoy de este modo pentecostal? Escuchemos nuevamente la voz de san Ambrosio que fue el cantor por excelencia entre los Padres latinos, de la sobria ebriedad del Espíritu. Después de haber recordado los dos “lugares” clásicos en donde encontrar el Espíritu -la Eucaristía y las Escrituras-, él indica una tercera posibilidad. Dice:

“Hay también otra ebriedad que se realiza a través de aquella penetrante lluvia del Espíritu Santo. Fue así que en los Actos de los Apóstoles, aquellos que hablaban en idiomas diversos aparecían a los oyentes como si estuvieran llenos de vino”. [8]

Después de haber recordado los medios “ordinarios” san Ambrosio, con estas palabras indica un medio diverso, “extraordinario”, en el sentido de que no ha sido fijado antes y no es algo instituido. Consiste en revivir la experiencia que los apóstoles hicieron en día de Pentecostés. Ambrosio no entendía seguramente señalar esta tercera posibilidad para decir al público que esta estaba excluida para ellos, siendo reservada solamente a los apóstoles y a las primeras generaciones de los cristianos. Al contrario, él entendía animar a sus fieles a hacer como la primera generación de los cristianos. Él anima a sus fieles a hacer experiencia de aquella “lluvia penetrante del Espíritu” que se verificó en Pentecostés.

Queda por lo tanto abierta también para nosotros la posibilidad de contactar al Espíritu por esta vía nueva, personal, que depende únicamente de la soberana y libre iniciativa de Dios. No debemos caer en el error de los fariseos y de los escribas que a Jesús le decían: “Existen nada menos que seis días para trabajar, ¿por qué entonces sanar y hacer milagros en día de Sábato? Nosotros podríamos ser tentados de decir o pensar en nuestro corazones: hay siete sacramentos para santificar y donar el Espíritu, ¿por qué actuar fuera de ellos en manera nueva y desconocida?”.

Uno de los modos en que se manifiesta hoy este actuar del Espíritu fuera de los canales institucionales de la gracia es precisamente la Renovación carismática. El teólogo Yves Congar en su informe al Congreso Internacional de Pneumatología que se realizó en 1981 en el Vaticano, en ocasión del XVI centenario del Concilio Ecuménico de Constantinopla, hablando de los signos del despertar del Espíritu Santo en nuestra época dijo:

“¿Cómo no situar aquí la corriente carismática, mejor llamada Renovación en el Espíritu? Esto se ha difundido como fuego que corre sobre los pajares. Es algo muy diverso de una moda... Por un aspecto, sobre todo, esto se asemeja a un movimiento de despertar: por el carácter público y verificable de su acción que cambia la vida de las personas... Es como una juventud, una frescura y nuevas posibilidades en el seno de la vieja Iglesia, nuestra madre. Salvo excepciones muy raras, la Renovación se coloca en la Iglesia y lejos de poner en discusión las instituciones clásicas, las reanima” [9].

El instrumento principal con el cual la Renovación en el Espíritu “cambia la vida de las personas es el bautismo en el Espíritu. Hablo sobre ello sin ninguna intención de proselitismo, sino solamente porque pienso sea justo que se conozca en el corazón de la Iglesia una realidad que involucra a millones de católicos. Se trata de un rito que no tiene nada de esotérico, sino que es hecho más bien de gestos de gran simplicidad, calma y alegría, acompañados por actitudes de humildad, de arrepentimiento, de disponibilidad de volverse niños, que es la condición para entrar en el Reino.

Es una renovación y una actualización no solo del bautismo y de la confirmación, sino de toda la vida cristiana: para los casados, del sacramento del matrimonio, para los sacerdotes, de su ordenación, para los consagrados, de su profesión religiosa. El interesado se preparara, además que con una buena confesión, participando a encuentros de catequesis en los cuales viene puesto en un contacto vivo y alegre con las principales verdades y realidades de la fe: el amor de Dios, el pecado, la salvación, la vida nueva, la transformación en Cristo, los carismas, los frutos del Espíritu. El fruto más común y hermoso es que ayuda a realizar un encuentro personal con Jesús resucitado y vivo. En la comprensión de la Iglesia católica el bautismo en el Espíritu no es un punto de llegada sino un punto de salida hacia la madurez cristiana y el servicio de la Iglesia.

Una década después que llegó la Renovación carismática en la Iglesia católica, Karl Rahner escribía:

“No podemos negar que el hombre pueda hacer aquí abajo experiencias de gracia, que le dan un sentido de liberación, le abren horizontes enteramente nuevos, se imprimen profundamente en él, lo transforman, plasmando también por largo tiempo su actitud cristiana más íntima. Nada prohíbe llamar a tales experiencias bautismo del Espíritu”[10].

¿Es justo esperarse que todos pasen por esta experiencia? ¿Es este el único modo posible para sentir la gracia de Pentecostés? Si por bautismo en el Espíritu entendemos un cierto rito, en un determinado contexto, debemos responder no; no es el único modo para tener una experiencia fuerte en el Espíritu. Hubo y hay incontables cristianos que han hecho una experiencia análoga, sin saber nada del bautismo en el Espíritu, recibiendo una efusión espontánea del Espíritu, a continuación de un retiro, de un encuentro, de una lectura, o –come dice san Tomas de Aquino – en el momento en que una persona está llamada a un compromiso nuevo y más exigente en la Iglesia[11].

Es necesario decir entretanto que el “bautismo en el Espíritu” se ha revelado un medio simple y potente para renovar la vida de millones de creyentes en todas las Iglesias cristianas. También un curso de ejercicios espirituales puede muy bien concluirse con una especial invocación del Espíritu Santo, si quien lo guía ha hecho experiencia y los participantes lo desean.

He tenido una experiencia de esto el año pasado. El obispo de una diócesis del sur de Londres convocó, por iniciativa suya, a un retiro carismático abierto también al clero de otras diócesis. Estaban presentes un centenar entre sacerdotes y diáconos permanentes y al final todos recibieron la efusión del Espíritu, con el apoyo de un grupo de laicos de Renovación que vinieron para la ocasión. Si los frutos del Espíritu son “amor, alegría y paz”, al final estos se podían tocar con las manos, entre los presentes.

No se trata de adherir a uno más bien que a otros movimientos actuales en la Iglesia. No se trata ni siquiera, propiamente hablando de un “movimiento”, sino de una “corriente de gracia” abierta a todos, destinada a perderse en la Iglesia como una descarga eléctrica que se dispersa en la masa, para después desaparecer come realidad independiente, una vez que se cumplió esta tarea.

Concluimos entonces con las palabras del himno litúrgico recordado en el inicio:
Sea Cristo nuestro alimento,sea Cristo el agua viva:en él saboreamos sobriosla ebriedad del Espíritu.

 P. Raniero Cantalamessa Ofmcap.

[1] S. Ambrosio, himno “Splendor paternae gloriae”, en Sancti Ambrosii, Opera, 22: Hymni, Inscriptiones, Fragmenta, Milano, Roma 1994, p. 38.
[2] Filone Alejandrino, Legum allegoriae, I, 84 (ed. Claude Mondesert, Paris, u Cerf 1962, p. 88 (methē nefalios).
[3] S. Cirilo de G., Cat. XVII, 18-19 (PG 33, 989).
[4] S. Ambrosio, Comm. al Sal 1, 33.
[5] Cfr. Esichio, Carta a Teodulo, in Filocalia, I, Torino 1982, p. 230ss).
[6] S. Juan de la Cruz, La subida del monte Carmelo 5, 7; en Opere, Roma 1979, p. 82)
[7] Macario Egipcio, in Filocalia, 3, Torino 1985, p. 325).
[8] S. Ambrosio, Comm. al Sal 35, 19.
[9] Y. Congar, Actualité de la Pneumatologie, in Credo in Spiritum Sanctum, Libreria Editrice Vaticana, 1983, I, p. 17ss.
[10] K. Rahner, Erfahrung des Geistes. Meditation auf Pfingsten, Herder, Friburgo  i. Br. 1977.
[11] S. Tomas de Aquino, S. Th. I, q. 43, a.6, ad 2.