domingo, 30 de junio de 2024

SÍ, LA EMBARRO MUCHO

por Alberto Linero
publicado en EL HERALDO

Su presencia en nuestra vida no es un premio porque cumplimos las mil leyes religiosas que nos hemos inventado o porque participamos de manera angelical en el culto de nuestra religión, sino que es el amor que nos llena para que seamos felices en medio de las decisiones que debemos tomar a veces sin toda la información o con una comprensión distorsionada por los prejuicios que hemos aprendido desde niños.

El silencio se apodera de mi casa. Se acalla la playlist que repito una y mil veces. Cierro el libro que estoy leyendo, cuya voz me enseña y cuestiona. Se apaga la pantalla del computador. Cierro los ojos para entrar en lo profundo de mi corazón y encontrarme con Dios.

Me siento amado y eso basta. He luchado por vivir desde unos valores aprendidos en mi casa materna, en las butacas de la escuela pública donde estudié la primaria, en las conversaciones con quienes influyeron en mi vida; me he exigido ser coherente, pero entiendo que no siempre lo he sido, que a veces he traicionado -sin querer o queriendo- esos valores. Pero no tengo vergüenza ni miedo delante de Dios, porque sé que él me conoce y sabe cuál es mi opción fundamental. Es más, recuerdo a Tamar, Rajab, Betsabé, Salomón, David, Saúl, seres humanos que se relacionaron con Dios -y hasta fueron llamados por él a misiones concretas- desde su fragilidad y error. También pienso en aquellos seres anónimos como la adúltera, la samaritana y la que sufría de flujo, que recibieron la bendición de ser amados desde sus vulnerabilidades. No sé quién le hizo creer a algunos que tenían que ser perfectos para ser amados por Dios, que tenían que ser los más virtuosos para que Dios los quisiera, que tenían que asumir poses de inmaculados para ser bendecidos. Él nos ama como somos. Su presencia en nuestra vida no es un premio porque cumplimos las mil leyes religiosas que nos hemos inventado o porque participamos de manera angelical en el culto de nuestra religión, sino que es el amor que nos llena para que seamos felices en medio de las decisiones que debemos tomar a veces sin toda la información o con una comprensión distorsionada por los prejuicios que hemos aprendido desde niños.

Disculpen, sé que no soy santo en el sentido que los moralistas predican ni perfecto como lo hubiera soñado mi madrina. Simplemente soy un humano que se sabe amado por Dios, y que quiere ser coherente para ser feliz. La tragedia de muchas experiencias espirituales es que logran que los seres humanos odien lo que son, que se nieguen a reconocer sus limitaciones, que construyan fachadas de buenos, extraordinarios, que solo los distancia de asumirse para dar la mejor versión posible. Ante Dios no hay vergüenza, hay amor. Eso es lo que experimento en este momento. Solo será bendición la espiritualidad que le permita al humano ser y lo impulse a dar su mejor versión, lo cual siempre se mide en servicio y amor al otro, sobre todo al que no puede recompensar nuestros esfuerzos. Ese es el Dios en el que creo, el que me reveló Jesús de Nazaret.

ÉL ME SALVÓ SIEMPRE

«Siempre aprobé y serví a su nombre, jamás recibí daño de Él, y Él, me salvó siempre»

San Policarpo de Esmirna

«El Procónsul, insistiendo le dijo: “jura por la fortuna del César y puedes quedar en libertad y desprecia Cristo”. Entonces dijo Policarpo: “Voy a entrar en el año 86 de mi edad y siempre aprobé y serví a su nombre, jamás recibí daño de Él, sino que me salvó siempre; ¿Cómo puedo odiar a quien he dado culto, a quien tuve por bueno, a quien siempre deseé me favoreciera…?»

Un gran pastor

Policarpo nació en una familia cristiana, de origen griego, entre los años 68-69, es considerado como uno de los Padres apostólicos, pues fue instruido por los apóstoles y cercano a muchos que «habían visto al Señor». Fue consagrado y nombrado obispo de Esmirna muy posiblemente por el mismo apóstol Juan; varón conocido y respetable de Asia Menor, fue maestro de san Ireneo, obispo de Lyón, quien llegó a ser considerado uno de los padres de la teología. San Ignacio, en su paso por Esmirna hacia su martirio, fue confortado por el testimonio del anciano Policarpo, y este fue animado, a su vez, a perseverar en su entrega pastoral, mediante una epístola de Ignacio que ha llegado hasta nosotros. Gracias a una carta escrita por san Policarpo a los Filipenses quedó asentada la autenticidad de las 7 cartas de san Ignacio de Antioquía, que en el ámbito protestante quiso ponerse en tela de juicio. Hacia el 154 o 155, san Policarpo acompañó una comisión ante el Papa Aniceto para defender la celebración de la Pascua el día 14 de Nisan, de acuerdo al calendario judío, pues el Papa pretendía normalizar dicha festividad, de acuerdo a la costumbre occidental, el domingo siguiente al 14 de Nisan; según testimonios posteriores Asia Menor siguió celebrando la pascua como lo había hecho antes. Su martirio, hacia el año 155, al regresar de Roma, en tiempos de Antonino Pío, ocurrió, movido más que por una sentencia oficial, por la turba que exigía su condena, y quedó testimoniado por el «Acta del martirio de san Policarpo», redactada por un testigo ocular de Esmirna a la Iglesia de Filomelio, cuya importancia radica en ser uno de los documentos más antiguos de la hagiografía cristiana, dicho de otro modo, es uno de los primeros escritos sobre la vida de santos, mucho antes del nacimiento del género biográfico; en dichos escritos se testimonian los últimos días de vida, incluyendo signos y prodigios, así como la templanza y valentía mostrada por quien es entregado al martirio por Cristo.

Fragmentos del acta de su martirio

[Fragmentos tomados de la versión antigua latina, traducidos por Daniel R. Bueno, en Acta de los mártires, 2003; 275-277]

Policarpo se había refugiado en una casa de campo cerca de la ciudad pero tras ser traicionado fue apresado y enjuiciado por ser cristiano. En la parte más emotiva de su proceso dice:

«El Procónsul, insistiendo le dijo: “jura por la fortuna del César y puedes quedar en libertad y desprecia Cristo”. Entonces dijo Policarpo: “Voy a entrar en el año 86 de mi edad y siempre aprobé y serví a su nombre, jamás recibí daño de Él, sino que me salvó siempre; ¿Cómo puedo odiar a quien he dado culto, a quien tuve por bueno, a quien siempre deseé me favoreciera, a mi Emperador, al Salvador de salud y gloria, perseguidor de los malos y vengador de los justos?»

Policarpo fue condenado a morir en la hoguera, muerte anunciada al anciano obispo mediante un sueño. El acta narra una serie de prodigios en el momento de su muerte:

«Terminada la oración y, prendido fuego a la hoguera, levantándose la llamas del cielo se produjo repentinamente la novedad de un milagro… Apareció en efecto un arco curvado en sus lados con ambas puntas un tanto dilatadas imitando las velas de una nave, el cual cubría con suave abrazo el cuerpo del mártir, a fin de que la llama no atacara ningún santo miembro. En cuanto al cuerpo mismo, como grato pan cociéndose o como fundición de oro y plata que brilla con hermoso color, recreaba la vista de todos. Además, un olor como de incienso y mirra o de algún otro ungüento precioso alejaba todo mal olor del incendio. Este prodigio lo vieron los mismos pecadores, de suerte que pensaban que el cuerpo era incombustible; de ahí que dieron orden al encargado se preparara a hundir un puñal en el santo cuerpo, que había demostrado aún para ellos ser santo. Hecho esto, entre una oleada de sangre que brotaba, salió una paloma del cuerpo y al punto, el incendio se extinguió por la sangre. Todo el pueblo quedó estupefacto y todos tuvieron la prueba de la diferencia que va de los justos a los injustos… Tal fue el combate del martirio cumplido por Policarpo obispo de Esmirna… Más el diablo, enemigo de los justos, como vio la fuerza del martirio y la grandeza de la pasión, su vida entera irreprensible y el mayor mérito de su muerte, armó una estrategia para que no pudieran los nuestros retirar el cuerpo del mártir por más que había muchos que deseaban tener parte en sus santos despojos. Sugirió a Nicetas, padre de Herodes y Hermano de Alce, que hablara al procónsul a fin de no entregar las reliquias a ningún cristiano asegurándole de que abandonarían todo para dirigir su oración sólo a este. Así hablaban por sugestión de los judíos… por ignorar que los cristianos jamás podemos abandonar a Cristo, que por nuestros pecados se dignó padecer tanto, ni dirigir a ningún otro nuestras oraciones. Porque a este le adoramos y damos culto como Hijo de Dios y a sus mártires los abrazamos con honor y de buena gana, como a discípulos fieles y abnegados soldados, además rogamos se nos conceda ser también nosotros compañeros y condiscípulos de ellos. Vista pues la disputa que sosteníamos con los judíos, el centurión mandó poner el cuerpo en medio. Nosotros recogimos sus huesos como oro y perlas preciosas y les dimos sepultura. Luego celebramos alegremente nuestra reunión, como mandó el señor, para celebrar el día natalicio de su martirio.»

Profesar la fe en Jesucristo exige, también hoy en día, la fe convencida de los mártires; pues dicha fe perseverante es una invitación a vivir de cara a la exigencia de los tiempos actuales, donde, sabemos, como dice san Juan: «Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe» [1Jn 5,4].

LAS ACTAS DE LOS MÁRTIRES

Las ACTAS DE LOS MÁRTIRES son la transcripción de los procesos verbales redactados por las autoridades romanas y conservados en los archivos oficiales, que los cristianos conseguían por diversos medios.

En ningún tribunal faltaban los notarii porque recogían taquigráficamente todos los actos del proceso, señaladamente en el interrogatorio, por medio de notae o signos de abreviación. Luego se traducía a escritura vulgar, y así pasaban las piezas a los archivos judiciales.

Pero toda la labor de redacción de las Actas y su conservación en los archivos oficiales era obra de los magistrados romanos. Muchas de las actas fueron destruidas por Diocleciano S.III) que había notado que estos relatos heroicos inflamaban el alma de los cristianos y les daban el ejemplo para sufrir; de ahí que los colocó en los libros de la doctrina proscrita, que ordenó recoger y quemar en la plaza pública.
Su lectura ha hecho mucho bien a los cristianos de todos los tiempos.
  • Acta de los protomártires romanos
  • Acta de los mártires de la nobleza romana
  • Acta de Martirio de Santas Felicidad y Perpetua (año 203 d.C.)
  • Acta del martirio de San Policarpo de Esmirna (año 155 d.C.)
  • Martirio de San Justino y de sus compañeros (año 165 d.C.)
  • Acta del Martirio de los Santos escilitanos (año 180 d.C.)
  • Acta del Martirio de San Cipriano (año 258 d.C.).
  • Martirio de San Fructuoso, obispo, y de Augurio y Eulogio, diáconos (año 259 d.C.)-mp3
  • Acta del Martirio de Santa Crispina (año 304 d.C.)

¿Quiénes eran los primeros "protomártires" romanos?

Su fiesta se celebra el 30 de junio
Son los primeros mártires que murieron en Roma, cuya muerte decretó el emperador Nerón por medio de atroces tormentos.


No sabemos sus nombres, salvo que los apóstoles Pedro y Pablo encabezaron este numeroso grupo de los primeros mártires romanos, víctimas de la persecución de Nerón tras el terrible incendio que destruyó gran parte de Roma en el año 64 (19 de julio). Fue precisamente en el transcurso de esta persecución cuando se produjeron los martirios de San Pedro y San Pablo, por lo que la fiesta de los protomártires se celebra el 30 de junio, es decir, el día siguiente a la de estas dos columnas de la Iglesia.

En comparación con la comunidad hebrea, los cristianos residentes en Roma en aquella época constituían un grupo de personas reducido. De ellos, poco conocidos, circulaban voces calumniosas, y sobre ellos hizo recaer Nerón, condenándolos a terribles suplicios, la culpa del incendio, a fin de que cesaran las acusaciones que se le habían hecho a él.

En este sentido, el emperador se sirvió del hecho de que las ideas que profesaban los cristianos eran un abierto desafío a los dioses, celosos y vengativos.

“Los paganos—recordará más tarde Tertuliano— atribuyen a los cristianos cualquier calamidad pública, cualquier flagelo.
Si las aguas del Tíber se desbordan e inundan la ciudad, si por el contrario el Nilo no se desborda ni inunda los campos, si hay sequía, carestía, peste, terremoto, la culpa es toda de los cristianos, que desprecian a los dioses, y por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!”

Los hechos acaecidos tras el incendio están atestiguados por el más célebre de los historiadores romanos, el pagano Tácito (Annales, 15, 44),quien no expresa la menor simpatía por los cristianos, tal y como lo demuestran los calificativos que emplea al referirse a ellos: “ignominias”, “execrable superstición”, “odio al genero humano”, “culpables”, merecedores del máximo castigo”…

Lo de menos es que fuera verdad que los cristianos hubieran incendiado Roma, el odio se había desatado y todos tenían que morir.

Tácito especifica claramente los géneros de muerte que se aplicaron a los cristianos: “A su suplicio se unió el escarnio, de manera que perecían desgarrados por los perros tras haberles hecho cubrirse con pieles de fieras, o bien clavados en cruces, al caer el día, eran quemados de manera que sirvieran como iluminación durante la noche”.

También hace referencia a ellos San Clemente, Obispo de Roma, en su carta a los Corintios (caps. 5-6), donde narra lo siguiente: “Pongamos ante nuestros ojos a los santos apóstoles. A Pedro, que por una hostil emulación tuvo que soportar no una o dos, sino innumerables dificultades, hasta sufrir el martirio y llegar así a la posesión de la gloria merecida.

Esta misma envidia y rivalidad dio a Pablo ocasión de alcanzar el premio debido a la paciencia: enrepetidas ocasiones, fue encarcelado, obligado a huir, apedreado y, habiéndose convertido en mensajero de la palabra en el Oriente y en el Occidente, su fe se hizo patente a todos, ya que, después de haber enseñado a todo el mundo el camino de la justicia, habiendo llegado hasta el extremo Occidente, sufrió el martirio de parte de las autoridades y, de este modo, partió de este mundo hacia el lugar santo, dejándonos un ejemplo perfecto de paciencia. A estos hombres, maestros de una vida santa, vino a agregarse una gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos también por emulación, se han convertido para nosotros en un magnífico ejemplo”.

Juan Pablo II al referirse a estos mártires romanos decía: “es necesario recordar el drama que experimentaron en su alma, en el que se confrontaron el temor humano y la valentía sobrehumana, el deseo de vivir y la voluntad de ser fieles hasta la muerte, el sentido de la soledad ante el odio inmutable y, al mismo tiempo, la experiencia de la fuerza que proviene de la cercana e invisible presencia de Dios y de la fe común de la Iglesia naciente. Es preciso recordar aquel drama para que surja la pregunta: ¿algo de ese drama se verifica en mi?

fuente: primeros cristianos

martes, 18 de junio de 2024

Como yo os he amado

Dice Jesús, amar a los enemigos significa desearles el bien y hacerles el bien. No quiere decir que tengamos por ellos los mismos sentimientos que por las personas que nos quieren, sencillamente porque no somos dueños de nuestros sentimientos. Aún así, desear y buscar el bien de quienes nos persiguen y calumnian nos puede parecer no sólo difícil sino hasta peligroso. ¿No es correr el riesgo de quedarnos con las manos vacías de amor?

Nos parece más seguro esperar a que alguien nos pruebe primero su amor para decidirnos a amar nosotros también. No nos consideramos capaces de funcionar como una fuente de amor en un desierto sin amor.

Pero, si todos nos quedamos quietos esperando a que los demás nos quieran, nunca habrá amor entre nosotros. Aunque Dios no nos pide que seamos la fuente del amor. Esa fuente ya existe y nosotros disfrutamos de ella. Jesús nos invita a contemplar y sentir en medio de nuestras vidas al Padre del cielo que hace salir su sol sobre malos y buenos. El amor lo tenemos asegurado. Nos falta creer en él y apostar nuestra vida por él.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
publicación original: Dominicos.org 

lunes, 17 de junio de 2024

Buen día, Espíritu Santo! 17062024

 

¿Cómo saber si tengo caridad?

Querido padre: usted puede decirme “Amo la caridad pero ¿cómo saber  si la tengo?”

Le contestaré: Si el alma encuentra en ella misma las condiciones  que hemos reconocido en la caridad. Se resumen todas en dos principales. Primero, la verdadera y santa paciencia que soporta todas las injurias pequeñas o grandes, de cualquier lugar que provengan, soportándolas con espíritu calmo y tranquilo. Luego, el celo para aliviar las necesidades del prójimo tanto como fuera posible. Así, la primera condición de la caridades soportar las injurias, la segunda condición es dar. ¿Qué dar? El afecto de la caridad, amando al prójimo como a sí mismos y asistiendo a las criaturas según la gracia y dones espirituales y temporales que ofrece Dios. Entonces el alma se encuentra dispuesta a tomar y gustar la palabra de Dios, aplicándose a observarla hasta la muerte. Existen otros signos de la caridad, pero no quiero extenderme demasiado y cito sólo los dos principales.

¡Qué feliz es el alma que se nutre en el seno de una tan tierna madre! Ella es humilde, obediente, preferiría morir a no ser sumisa a Jesús crucificado.

Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Carta 42 al rey Luis de Hungría (Lettres, I, Téqui, 1976)

REFRESCAR LLA VIDA DE FE

El evangelio no es para vivir una fe “intimista”, alejada del compromiso social. No es para vivir “el ojo por ojo, diente por diente”, sino para perdonar 70 veces 7 y estar dispuestos a “volver a empezar” todas las veces que sea necesario en pro de un mundo mejor. No es para aferrarse a las formas externas sino para dejar que el Espíritu “renueve la faz de la tierra” (Salmo 104, 30) y “haga nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). El magisterio del papa Francisco -sus exhortaciones y encíclicas- traen un mensaje renovado, unas perspectivas mucho más integrales e integradoras, mucho más comprometidas con la vida -lo que en verdad le interesa a Dios- y no tanto con el “culto” que parece que es lo único que interesa a algunos círculos creyentes. En fin, sea lo que sea, el que ahora haya menos miembros en la Iglesia no es porque Dios no esté convocando, es porque nosotros no somos capaces de “refrescar” la vida, la fe, la esperanza, el amor. Si dejáramos entrar al espíritu de Jesús, con certeza, se renovaría la faz de la Iglesia y así muchos podrían ver una Iglesia que apuesta por la vida y, la vida de todos, “sin miedo a herirse, mancharse, equivocarse” (Evangelii Gaudium n. 44).

sábado, 15 de junio de 2024

RESONAR DE LA PALABRA

Que su hablar sea sí, sí, no, no.

Puede ocurrir, y de hecho ocurre que a veces nuestro sí no lo sea del todo. Que juguemos con cierta ambigüedad al afirmar algo o comprometernos. En su comentario a estas palabras del Señor, San Agustín previene: “tú que eres hombre y te engañas en muchas cosas, con frecuencia presentas a la verdad como testigo de tu falsedad”.


Lo que Jesús nos pide es que a nuestras falsedades y engaños, en muchas ocasiones autoengaños, no añadamos la ofensa de poner como testigo el santo nombre de Dios. El nos promete que conoceremos la verdad, que él mismo es la Verdad. Si “andamos en verdad” como pedía Santa Teresa a sus monjas, bastará con el sí y el no.

“No tomarás el nombre de Dios en vano”: en el Decálogo que Dios entregó a Moisés, este mandamiento es el segundo. Y lo cierto es que no se respeta, ni siquiera en ambientes de gente que cree. De gente, como nosotros que recita a diario “santificado sea tu nombre” en el Padrenuestro. Pero si el nombre, en el sentido bíblico es la verdad íntima de las cosas y sobre todo de las personas, tomar el nombre de Dios quiere decir asumir su realidad, entrar en una relación fuerte, en una relación estrecha con Él. El nombre del Señor es santo debe y guardarse en la memoria en un silencio de adoración amorosa. Sólo puede ser dicho para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo. Tomarlo en vano, frívolamente o lo que es peor, con la pretensión de utilizarlo para nuestros fines, incluso los que nos parecen buenos, es necedad y ofensa.

Si al empezar el día o a lo largo de él, hacemos la señal de la cruz y decimos “en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” que sea con reverencia y amor, conscientes de lo que decimos y porqué lo decimos.

Virginia Fernandez
publicación original: Ciudad Redonda org

No juren


No juren… a ustedes les basta decir sí o no

Leyendo este pasaje evangélico, vemos cómo Jesús insiste en la sencillez y en la verdad. Un seguidor de Jesús cuando afirma algo, tiene la fuerza de su afirmación, la fuerza de decir la verdad. No hay que invocar al cielo, a la tierra, a Jerusalén… ni a otra posible realidad. “A ustedes les basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Porque un seguidor de Jesús no puede mentir.

Pero como bien sabemos, la iglesia, en sus diversos estamentos, exige, en ciertos casos, jurar por Dios, como si la palabra del cristiano no fuera suficiente. Hagamos caso a Jesús, el que es la Verdad, que nuestras palabras sean siempre verdaderas.

En el ámbito cristiano hay otra manera de ir en contra de lo que nos manda Jesús de decir siempre la verdad. Es lo que conocemos como mentiras piadosas. Que es algo así como mentir para defender una verdad. Nunca una mentira puede ser piadosa, nunca un cristiano puede mentir. Ha de vivir y decir siempre la verdad sabiendo que intenta seguir a Cristo que es la Verdad.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

jueves, 13 de junio de 2024

Amar a nuestros enemigos, ¿es esto posible?

Durante el régimen comunista en Rusia, la Iglesia era considerada demasiado liberal. Daba demasiada libertad a la gente y se consideraba un peligro para el Estado. La iglesia fue odiada y la gente sufrió por su fe. En el Occidente secular la iglesia es nuevamente odiada pero por la razón opuesta. Se la considera demasiado conservadora porque no está de acuerdo con que la gente actúe como les plazca.
Verás, la iglesia es una institución tanto divina como humana, por lo que siempre criticará el tiempo presente con una perspectiva del futuro último con Dios. Resistirá el mal dondequiera que surja y siempre tendrá enemigos.

Hoy en día, no muchos quieren oír que todos somos pecadores y necesitamos salvación. Por eso la cruz es tanto escándalo porque allí el Hijo de Dios muere por nuestros pecados. Somos más pecadores y imperfectos en nosotros mismos de lo que jamás nos atrevemos a creer, pero al mismo tiempo somos más amados y aceptados en Jesucristo de lo que jamás podríamos atrevernos a esperar.

Entonces, ¿estamos dispuestos a amar a quienes nos persiguen? Unos 90.000 cristianos fueron martirizados por su fe este año. Uno moría cada seis minutos.

En el mundo de hoy escuchamos cómo se difama a la iglesia y a los cristianos. En cuestiones culturales y morales acaloradamente debatidas (aborto, eutanasia, matrimonio entre personas del mismo sexo, anticoncepción, pena de muerte), la iglesia es vista como una barrera. Entonces nuevamente pregunto: ¿Tienes enemigos?

Amarlos no significa nunca oponernos a ellos, pero lo hacemos de manera que demostremos cuidado e interés genuinos, sin ánimo de venganza.

Jesús nos dice que “pongamos la otra mejilla”. Esto muestra nuestra apertura a reconciliarnos con quienes se nos oponen, a iniciar una relación sobre una nueva base de justicia y amor.

Este enfoque requiere decir la verdad con amor. El amor sin verdad es sentimentalismo; nos apoya y afirma, pero mantiene a la gente en negación sobre los efectos dañinos del pecado. La verdad sin amor, por otra parte, es dura y a menudo meramente crítica. Puede brindar información verdadera, pero de una manera que otros no pueden soportar escuchar.

Decir la verdad con amor genuino puede ser un desafío. Pero Jesús nos insta a amar a nuestros enemigos y a orar por quienes nos persiguen, para que todos seamos hijos de nuestro Padre Celestial.

Jesús partió el pan con quienes luego lo llevaron a la muerte y lo traicionaron. Tuvo comunión con amigos que se convirtieron en enemigos.

¿Podemos compartir el pan con nuestros enemigos? Solos no podemos perdonar y amar como deberíamos pero por eso Jesús murió en la cruz. Con él podemos verdaderamente desear que nuestros enemigos sean perdonados y sanados junto con nosotros.

¿Cómo empezar? Empieza por decir los nombres de aquellos a quienes le cuesta amar. Haga esto antes de recibir el pan de vida y, sí, la copa de la salvación.

padre Michael Shields

Las dificultades del amor

E
l seguir a Jesús no es fácil, cumplir sus enseñanzas, es muy exigente. No basta con amar a tus seres queridos y amigos, hay que “amar” también a tus enemigos, hay que ser misericordioso con ellos y perdonar toda ofensa que recibamos por su parte. Y eso, sí que cuesta. Eso no es nada fácil. Lo más sencillo es insultar y regañar a aquel que nos importuna o molesta, con palabras o con acciones.

Precisamente, vivimos en una época en la que estamos muy acostumbrados a usar ciertos “calificativos” y tenemos un vocabulario muy creativo, para insultar a los demás, o bien inventar bulos o noticias falsas, para perjudicarlos. Pues ofender de esta manera, también es pecado; es como dar una bofetada en el alma al hermano, a la dignidad propia del hermano.

Señor, tú me invitas a vivir un amor semejante al tuyo, tú practicas la misericordia, la reconciliación, el perdón y el amor, incluso a los enemigos. Entiendo Señor, que la razón la tiene siempre el que más ama; el que más te ama, el que más ama a sus hermanos.


Párrafo artículo publicado por
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Valencia

lunes, 3 de junio de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

"Todavía le faltaba enviar a alguien: a su Hijo muy amado"

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gn 1,26), lo honró con el conocimiento de sí mismo, lo dotó de razón, por encima de los demás seres vivos, le otorgó poder gozar de la increíble belleza del paraíso y lo constituyó, finalmente, rey de toda la creación. Después, aunque el hombre cayó en el pecado, engañado por la serpiente, y, por el pecado, en la muerte y en las miserias que acompañan al pecado, a pesar de ello, Dios no lo abandonó; al contrario, le dio primero la ley, para que le sirviese de ayuda, lo puso bajo la custodia y vigilancia de los ángeles, le envió a los profetas, para que le echasen en cara sus pecados y le mostrasen el camino del bien. (...)

La bondad del Señor no nos dejó abandonados y, aunque nuestra insensatez nos llevó a despreciar sus honores, no se extinguió su amor por nosotros, a pesar de habernos mostrado rebeldes para con nuestro bienhechor; por el contrario, fuimos rescatados de la muerte y restituidos a la vida por el mismo nuestro Señor Jesucristo; y la manera como lo hizo es lo que más excita nuestra admiración. En efecto, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo (Ef. 2,6-7). Más aún, soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores, fue traspasado por nuestras rebeliones, sus cicatrices nos curaron (Is 53,4-5); además, nos rescató de la maldición, haciéndose por nosotros un maldito (Ga 3,13), y sufrió la muerte más ignominiosa para llevarnos a una vida gloriosa.

Y no se contentó con volver a dar vida a los que estaban muertos, sino que los hizo también partícipes de su divinidad y les preparó un descanso eterno y una felicidad que supera toda imaginación humana. ¿Cómo pagaremos, pues, al Señor todo el bien que nos ha hecho? (Sal. 115, 12) Es tan bueno que la única paga que exige es que lo amemos por todo lo que nos ha dado.



San Basilio (c. 330-379)
monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Grandes Reglas monásticas, § 2

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 12,1-12


Evangelio según San Marcos 12,1-12
Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.

A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía.

Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías.

De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes.

Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros.

Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.

Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra'.

Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.

¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.

¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:

esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?".

Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron.


RESONAR DE  LA PALABRA


Jesús cita una frase de las Escrituras: “la piedra que despreciaron los constructores es ahora la piedra principal” Aquellos constructores sabían lo importante que era escoger bien las piedras principales para levantar la casa y sostener la casa, seleccionan la mejores

Jesús, piedra angular será despreciado por las autoridades que, al escucharle, se daban cuenta de que la comparación que hacía Jesús iba dirigía a ellos, que planeaban la muerte, pero no podían arrestarlo por temor a la gente.

Así vemos que el corazón de la gente sencilla suele estar más abierto a las novedades de Dios, pero cuando tenemos algún poder, sea económico, intelectual, político, religioso, nos aferramos a esa seguridad falsa, hasta el punto de que ya no recibimos con apertura los mensajes de Dios. Pretender construir comunidades cristianas con otras piedras es un error, un pecado. ¿Sabremos hoy ser instrumentos de Cristo, servidores de su viña, no la nuestra?

Cordialmente

Salvador León, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 2 de junio de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

El prodigioso misterio de la Eucaristía

Cuando debes acercarte a la mesa del banquete celeste, examínate a ti mismo, según el consejo del Apóstol (cf.1 Cor 11,28). Examina cuidadosamente con qué fe te aproximas. (…) Mira primero qué fe debes tener a la verdad y la naturaleza del sacramento de la Eucaristía. Debes creer con firmeza y sin dudar lo que enseña la fe católica. En el momento que son pronunciadas las palabras de Cristo, el pan material y visible, en cierta forma, rende homenaje al Creador. Por el ministerio y servicio sacramental, da lugar, bajo la apariencia de accidentes, al Pan vivo que desciende del cielo. De manera prodigiosa e inefable, el pan material deja de existir en ese instante, aún bajo sus accidentes.

La carne purísima y el cuerpo sagrado de Cristo, fueron engendrados por obra del Santo Espíritu en el seno de la gloriosa Virgen María, suspendidos en el sepulcro y glorificados en el cielo. Porque la carne no vive privada de sangre, sangre preciosa, que corrió de la cruz, felizmente por la salvación del mundo. No hay hombre verdadero sin alma con razón. Igualmente, el alma gloriosa de Jesucristo, que es en gracia y gloria superior a toda virtud, gloria y poder y en la que reposan los secretos de la sabiduría divina (cf. Col 2,3), está presente. Ya que Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios, Dios está ahí en la gloria de su majestad.

Juntas y distintas una de otra, estas cuatro realidades se encuentran enteras y perfectamente contenidas bajo las especies del pan y del vino, tanto en la hostia como en el vino. Igualmente en ambos, nada falta en ninguno que debiera ser suplantado, todo se encuentra en cada uno, por un misterio del que podríamos decir mucho (cf. Heb 5,11). Es suficiente creer que cada especie contiene al verdadero Dios y Hombre, rodeado de Ángeles y de la presencia de Santos.


San Buenaventura (1221-1274)
franciscano, doctor de la Iglesia
Tratado sobre la preparación de la Misa (Œuvres spirituelles, III, Sté S. François d'Assise, 1932)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26.


Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".

El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,

y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.

El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".

Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".

Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.

Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.

Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".

Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

No hay descanso en la Liturgia, en este tiempo ordinario. La Ascensión, la Santísima Trinidad, y hoy el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Hay oportunidades, pues, para profundizar en nuestra fe.

Hoy se nos presenta para la reflexión el Cuerpo y Sangre de Cristo. Celebramos hoy un misterio de la fe: la gran fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor. Sólo se puede comprender cuando conocemos la vida de Jesús. Porque su vida fue una continua entrega de sí. Y la muerte fue la entrega de sí llevada hasta el final, hasta el extremo: nadie ama tanto como el que da la vida por los amigos. Toda esa vida y toda esa muerte están condensadas en cada una de nuestras celebraciones eucarísticas.

El relato del Éxodo nos recuerda la Alianza del Antiguo Testamento, que comenzó el largo camino hasta la Alianza Nueva del mismo Jesucristo. Se ve que Dios lo tenía todo previsto, desde el comienzo hasta el final de los tiempos.

En esa lectura, el pueblo de Israel hasta dos veces promete cumplir todo lo que Moisés les presenta. Para hacer más patente ese acuerdo, se ponen por escrito esas palabras. Las Tablas de la Ley. Las reglas de vida del pueblo elegido. Sabemos, por las Sagradas Escrituras, que pronto se apartaron de ellas. Se entregaron a otros dioses, y rompieron con su Dios, y sufrieron múltiples penalidades. Y Dios, por lo visto, lo permitía.

¿Cuál era el plan de Dios? Según los profetas, sobre todo Jeremías, (Jer 31, 33) Dios promete hacer una Nueva Alianza, que no sería necesario escribir ya en piedra, porque estaría impresa en el corazón de cada hombre. De esta manera, no serían necesarias normas externas, porque todo saldría del corazón. Interiorizar el mensaje, se dice ahora. Sin prisa, pero sin pausa. Día a día, año a año.

Nosotros hemos hecho también un pacto con el Señor. Mejor, él lo ha hecho con nosotros. Nos ha elegido y sólo nos pide que seamos fieles, como Él es fiel. Que seamos santos, como Él es santo. Y, como el pueblo de Israel, también faltamos a ese pacto con relativa frecuencia. Menos mal que Dios sí es fiel, guarda siempre su alianza. Nos ofrece una nueva vida, como la que recibieron los hebreos, después de la salida de Egipto, para vivir según Dios. Y nos ha dado la máxima señal de este amor: a su propio hijo.

La segunda lectura es el recordatorio de que ya no hace falta la sangre de los animales, porque, para el perdón de los pecados, disfrutamos de la sangre del mismo hijo de Dios, Jesucristo, que se nos ofrece cada vez que participamos de la Santa Misa. En ese sacrificio incruento, podemos recibir el perdón de nuestros pecados y siempre es posible renovar la alianza con nuestro Dios. Recuperamos la unión que, por nuestros pecados y debilidades, perdemos a menudo. Y lo hacemos “simplemente” con el arrepentimiento y el deseo de seguir adelante.

La Eucaristía, pues, es nuestra posibilidad de recuperar la alegría. Y, revitalizados, debe llevarnos a la misión. El Señor, antes de marchar al cielo, nos dijo “Id”. Desde entonces, los cristianos, hemos aprendido la siguiente lección: no nos podemos detener. El Señor nos aguarda en el horizonte; nos espera en el compromiso activo y sin límites en pro de un mundo mejor. Debemos compartir con los demás nuestra felicidad, al estilo de Jesús, es decir:

* Reconciliar a los hombres con su pasado, consigo mismo, para que se sientan y vivan como hijos de Dios, pues lo son.

* Ponerse siempre de parte del pobre, del que es marginado por la mayoría, del que no tiene derechos, del que menos pinta.

* Consolar, curar, apoyar, alimentar, dar libertad a los que creen que el sufrimiento tiene la última palabra.

* Buscar la soledad, lo escondido para encontrarse con el Padre y sentirse amado sin condiciones; perdonado porque sí; pacificado y fortalecido porque Dios es así. Porque sabe que somos de barro. Y ante las caídas y desesperanzas, sólo tiene una pregunta que hacernos: ¿Me amas?

* Ser constructores de la gran familia del Padre, hermanos todos en Cristo y hermanos todos en el Espíritu.

Este es el proyecto del Padre. Comer a Jesús que es pan es hacerse uno con él, dejar que su vida corra por nuestras venas; dejarle que ore en nosotros; amar y consolar con nuestro corazón y nuestras manos; ir por los mismos caminos por donde él gustaba meterse; mirar con sus ojos limpios a los hombres; experimentar con él que las cosas no dan la felicidad y que los pobres y despojados por amor estarán más cerca de Dios y de los hombres.

Esto es comulgar. Ofrecernos a él. Pero contar también con su ayuda, porque sin mí no podéis hacer nada. Pentecostés nos lo dejó claro, con la promesa del Espíritu. Y es también una garantía de felicidad presente y futura. Acerquémonos, pues, hasta su mesa, ofrezcámosle nuestras personas y recibamos el regalo de felicidad y vida eterna que nos tiene reservado.

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 1 de junio de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Vino Juan el Bautista... y vosotros no creísteis su palabra» (Mt 21,32)

Juan Bautista enseña con palabras y obras. Verdadero maestro, que muestra con su ejemplo, lo que afirma con su lengua. La sabiduría hace al maestro, pero es la conducta lo que da la autoridad... Enseñar con obras es la única regla de aquellos que quieren instruir. Enseñar con palabras es la sabiduría; pero cuando se pasa a las obras, es virtud. El verdadero conocimiento está unido a la virtud: es esta, solo esta la que es divina y no humana...


"En aquellos días, se manifiesta Juan Bautista, proclamando en el desierto de Judea:"Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos"(Mateo 3:1-2). "Convertíos" ¿Por qué no dice: "Alegraos"? "Alegraos, más bien, porque las realidades humanas dan paso a las divinas, las terrestres a las celestes, las temporales a las eternas, el mal al bien, la incertidumbre a la seguridad, la tristeza a la felicidad, las realidades perecederas a aquellas que permanecen para siempre. El reino de los cielos está cerca. Convertíos".

Que tu conducta de conversión sea evidente. Tú que has preferido lo humano a lo divino, que has querido ser esclavo del mundo, en vez de vencer al mundo con el Señor del mundo, conviértete. Tú que has huido de la libertad que las virtudes te hubieran procurado, ya que has querido someterte al yugo del pecado, conviértete, conviértete de verdad, tú que por miedo a la Vida, estás condenado a muerte.



San Pedro Crisólogo (c. 406-450)
obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 167; CCL 248, 1025; PL 52, 636

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 11,27-33


Evangelio según San Marcos 11,27-33
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él

y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?".

Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.

Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?".

Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'.

¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta,

respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".


RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

¿Quién te ha dado permiso para actuar así, para hacer lo que haces? ¿De qué vas? ¿Con qué autoridad haces eso? Son las increpaciones que le hacen a Jesús los que llenos de ira y envidia, lo rechazan frontalmente. Sin embargo, no consiguieron que Jesús claudicara de su misión ni dejara de hacer aquello por lo que había venido al mundo.

Que nadie coarte tu libertad, que nadie impida impida que puedas realizar tus mejores sueños, que nadie te quite la ilusión. Si tu actuar es bueno, si nace del amor, si es para el bien de los demás, aunque cuestione todos los sistemas y todas las tradiciones, es semilla del Reino de Dios. Jesús fue un hombre libre, nada ni nadie, como puedes observar en el evangelio de hoy, le impidió cumplir la voluntad de su Padre.

San Justino, el mártir que hoy recuerda la liturgia, también fue un hombre libre. nos cuenta que tuvo un largo camino filosófico de búsqueda de la verdad, luego del cual, llegó a la fe cristiana. Fundó una escuela en Roma, donde enseñaba gratuitamente a los alumnos en la nueva religión, considerada como la verdadera filosofía. En ella, de hecho, había encontrado la verdad y por tanto el arte de vivir de manera recta. Por este motivo fue denunciado y fue decapitado en torno al año 165,

Ser libre como tú Jesús, ser valiente, decidido, confiado; aunque nadie me entienda, aunque los míos no me comprendan, aunque no sea políticamente correcto, aunque sea motivo de burla o me señalen con el dedo. Quiero ser instrumento de tu amor para que a través mía puedas realizar tu sueño sobre este mundo. ¿Qué de qué voy? Voy de la voluntad del Padre.

Nuestro hermano en la fe:

Juan Lozano, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA