miércoles, 31 de octubre de 2012

Acoger al mundo

Una Iglesia capaz de acoger al mundo como es
  

Mons. Yves Patenótre
Arzobispo de Sens - Francia
Jueves 25 de Octubre del 2012
Si el fenómeno de la secularización existe en nuestros países de antigua cristiandad, ello no nos debe descorazonar, sino renovar en nosotros el espíritu misionero.
Debemos mirar al mundo moderno con la mirada del Padre.
Este mundo es amado por Dios:
Él lo ve como el mundo de sus hijos en la diversidad de pueblos, culturas y religiones.
Es la familia humana de la que Él es el Padre.
El rastro divino de esta paternidad es el amor en el corazón de todo ser humano.
Cristianos, en la gracia de la Revelación,
sabemos que el amor viene de Dios,
que el amor es Dios: ¿cómo hacer para que se reconozca? Ésta fue toda la misión de Jesús. Hoy es la nuestra.
El Concilio Vaticano II ha presentado a la Iglesia como sacramento de unión de los hombres con Dios, y de los hombres entre ellos. Un sacramento es una realidad del mundo que revela el misterio de la salvación porque éste se está realizando. Sin ser del mundo, nuestra Iglesia ¿está bien en el mundo? Ella es visible, pero su mensaje ¿es legible? De alguna manera, nosotros no debemos ser signos de la Iglesia, sino signos de Cristo y es en ello que seremos Iglesia: rostro y palabra de Cristo, vivos y proclamando la fe de siempre con las palabras de hoy.
Me acuerdo de una palabra, que sigue siendo actual, del Cardenal Suhard, quien inició la Misión de Francia:
“No se trata de obligar el mundo a entrar en la Iglesia tal como ésta es, sino de hacer una Iglesia capaz de acoger al mundo tal como éste es”.
Para nuestro Sínodo, ésto es todo un programa. ¡Qué felicidad proponer la Buena Nueva de Jesús a todos los hombres y mujeres de hoy, a los jóvenes y a los niños, que no saben que están ahí, cerca de la Fuente!

fuente: Portal Ciudad Redonda

martes, 30 de octubre de 2012

Clama al Señor y la victoria vendrá!

En general, cuando pasamos por situaciones difíciles nos angustiamos, caemos en desesperación y nos volvemos sobre nosotros mismos.
El problema nos envuelve de tal forma que olvidamos a Dios
y comenzamos a alimentar sentimientos negativos.
Aceptamos con mucha facilidad las insinuaciones del enemigo que nos invita a revelarnos contra Dios, acusándolo se ser la "causa" de todo dolor, dolencia, infelicidad y principalmente, de la muerte. En la hora de la desesperación no faltan personas que golpean nuestro interior repitiendo:
"¡Paciencia!, Es la voluntad de Dios!"

Necesitamos entender que el Señor es nuestro mayor aliado,
sólo Él puede venir en auxilio de nuestras flaquezas.
El libro de Los Salmos nos enseña a vivir abandonados en Dios
y a confiar plenamente en el socorro del Cielo.

¿Oramos el Salmo 18?
Percibe la manifestación del abandono y la confianza en Dios.


"Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador, mi Dios,
el peñasco en que me refugio, mi escudo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
Las olas de la Muerte me envolvieron,
me aterraron los torrentes devastadores,
me cercaron los lazos del Abismo, las redes de la Muerte llegaron hasta mí.
Pero en mi angustia invoqué al Señor,
grité a mi Dios pidiendo auxilio,
y él escuchó mi voz desde su Templo, mi grito llegó hasta sus oídos."

Salmo 18(17) 2-7

Cuando invocamos el Nombre del Señor,
Él se compadece de nuestras miserias y se inclina en nuestra dirección.
El Amor de Dios es tan grande que Él viene a nuestro encuentro,
cuida de nuestras heridas, restablece nuestra dignidad de hijos
y cura nuestro corazón de toda desesperanza.
Si confiamos nuestros problemas a Jesús
y proclamamos su Señorío sobre toda y cualquier situación,
no seremos derrotados de ninguna forma.
Victorioso es aquel que confía en el Señor
y no se aparta en la hora del sufrimiento:
"En mi angustia invoqué al Señor,
clamé a mi Dios".

La Gracia de Dios es para todos!
Si estas viviendo alguna situación difícil, aproxímate al Trono de la Gracia,
y entrega todo a Dios, que es omnipotente, omnisciente, omnipresente.
Y recuerda que la base del tratamiento de cura es: "oración y perdón".

Comencemos yá!
Digamos:

Señor, clamo ahora tu Señorío sobre toda mi existencia.
Desde mi concepción hasta éste momento, que tu poder venga a revestir
todos los momentos de oscuridad y todo se torne luz delante de Tu Nombre.
Te pido perdón, Jesús, por no haberte acogido en tantas ocasiones importantes
de mi vida. Te pido perdón por las veces que rehusé amar a mi familia,
viendo solamente los defectos y no las riquezas.
Jesús, renuncio a todo sentimiento de culpa, rabia, odio, 
y resentimientos que fueron guardados en mi mente y en mi corazón.
Perdono a todas aquellas personas que de alguna forma me perjudicaron
y asumo el compromiso de aprender a amarlos. Sé que por mi mismo
no soy capaz, pero tu Gracia está conmigo y tu poder viene en mi auxilio.
Así seré capaz de amarlos.
Gracias, Señor, por todo lo que estás realizando.

Mons. Jonas Abib
"Milagres aos nossos olhos"
Editorial Canção Nova
Adaptación y traducción: miguel


Serenidad y Paciencia

Hay luchas en las que nadie apuesta un peso por nosotros. Hay momentos en los que ya nos dan por muertos, por perdidos, por derrotados y nos ponen la lápida de perdedores.
Hay días en los que las cosas se complican más que en todos los otros y uno tiene esa percepción de pequeñez frente a una tarea tan grande, tan complicada. Pero ahí, en esos momentos de complicación, de dolor y adversidad, en medio de esos desiertos, es cuando los que creen hacen la diferencia.
Aparecen esos inquebrantables, los de la esperanza viva y profunda.
En esos momentos tú y yo podemos hacer algo distinto a tirar la toalla y llorar sobre la leche derramada.

Uno puede revisar la historia y darse cuenta que muchos de los que alcanzaron grandes logros, arrancaron con nada en las manos, pero con una convicción firme en ellos, en sus posibilidades, atentos a sacar provecho de la oportunidad que se presentaba; pero eso sí, no hagamos de esto un argumento flaco como ese que dice que son gente con suerte. Porque nada es fácil y la diferencia está entre los que lloran y pierden y los que lloran, se reponen, salen adelante, lo intentan y no se cansan.

Así, si estás pasando por un momento de adversidad, cíñete, aprieta el pulso, ponle el pecho a la brisa y ánimo que Dios está contigo en tu lucha. Ya no más auto-compasión absurda que no te hace bien; ya no más excusas que son los argumentos de los mediocres para continuar en su mediocridad; ya no más culpar a la suerte creyendo que la vida se confabula en tu contra. Haz ya un alto. Vamos, sé valiente y firme (Josué 1, 9) porque el Señor está contigo, a tu lado, es tu escudo, pero la batalla la das tú, la lucha es una responsabilidad de tu corazón.

No tengas miedo al fracaso, porque no existe más fracaso que no intentarlo. Piensa en que la peor, pero la peor de las situaciones que podría darse, es lo que seguro se dará si no lo intentas y peleas tu lucha. No son pocos los vientos contrarios que a diario soplan en nuestra vida, no serán pequeñas las trabas que encontremos en el camino, ni todos los saltos que debamos dar serán cosa de levantar el pie.

Sé que tendremos, que podemos tener ya, situaciones muy complicadas, en las que sentimos que Dios no está con nosotros o que su silencio es demasiado prolongado, que por más que le rezamos no contesta, que por más que le pedimos no da.
La soledad, la angustia, el desespero, la impotencia,
el abandono, la derrota o la incomprensión
pueden estar tocándote justo ahora.

Y eso pesa, y duele, y nos hace sentir chicos,
muy débiles, hasta incapaces.
Pero quiero invitarte a leer un texto bíblico que a mí me ha servido de mucho: “Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”. (Isaías 41, 10).
Ten la certeza de que vas a triunfar, ten tranquilidad, como solía decirle Kalimán a Solín “serenidad y paciencia” porque no todo es como queremos. Pero que nada opaque tu alegría, que nada se robe tu corazón de valiente, ese que mi Dios te dio, que tejió en ti. Confía en que ahora se está cumpliendo esa promesa de Isaías en tu vida, te llenará de fortaleza, te ayudará, no estás solo, porque estás en sus manos.

Aunque no lo parezca porque la vida es complicada, dura, dolorosa, pues hoy revístete de la alegría del creyente, que en medio del desierto ya vive anticipadamente el gozo de la tierra que mana leche y miel.
Sonríele a la vida, dale duro a lo tuyo,
cumple con tus responsabilidades, no te quites de lo que debes hacer, no des excusas, no te hagas la víctima.
Que en todo lo que haces reconozcas que vas a salir adelante con la fuerza del que se cree que va a ganar y con la certeza de que lo sostiene el que todo lo gana, el dueño de la victoria.
No dejes que tu mente se centre sólo en lo negativo que hay a tu alrededor, siéntete amado e invitado a triunfar. Quisiera que cada palabra te llenara de la certeza de que Dios te hizo fuerte, capaz, valioso y hoy, una vez más, está dándote la oportunidad de salir adelante.
p. Alberto Linero Gomez, eudista
fuente: Blog Personal

lunes, 29 de octubre de 2012

Los que nunca se cansan...


Ron Rolheiser (Trad. Julia Hinojosa)
Lunes 29 de Octubre del 2012
Hay un proverbio Noruego que dice: El heroísmo consiste en aguantar un minuto más.
Cuando yo era un niño en la escuela primaria, una de las historias que había en nuestro libro de texto de literatura tenía ese título, y contaba la historia de un niño que había caído en el hielo mientras patinaba y se quedó aferrado al borde del hielo, frío y solo, con ninguna ayuda a la vista. Mientras aguantaba en esta situación aparentemente desesperada, fue tentado muchas veces por el simple dejarse ir, ya que según parecía, nadie iba a venir a rescatarlo. Y sin embargo aguantó, a pesar de todos los pronósticos. Finalmente, cuando todo parecía estar más allá de la esperanza, se aferró un minuto más y después de ese minuto extra la ayuda llegó. La historia era simple y su moral era sencilla: Este joven vivió porque tuvo el valor y la fuerza para aguantar un minuto más. El Rescate llega justo después de que hayas renunciado a él, así que aumenta tu valentía y esperara un minuto más.
Aunque ésta es una historia de heroísmo físico, clarifica esta cuestión, el heroísmo frecuentemente consiste en mantener el rumbo lo suficiente, en aguantar cuando todo parece estar sin esperanza, en sufrir el frío y  la soledad mientras se espera un nuevo día.
Las Escrituras nos enseñan más ó menos lo mismo sobre el heroísmo moral: En la segunda carta a los Tesalonicenses, Pablo pone fin a una larga y desafiante reprimenda, diciendo: nunca te canses de hacer el bien. Y en su carta a los Gálatas, Pablo prácticamente repite el proverbio Noruego: No nos cansemos de hacer el bien, ya que si no nos damos por vencidos, tarde o temprano recogeremos la cosecha. 
Esto que parece tan sencillo, sin embargo, nos sitúa en el corazón de muchas de nuestras luchas morales. Nos damos por vencidos demasiado pronto, cedemos demasiado pronto, y no llevamos nuestra soledad a su nivel más alto. Simplemente, no sostenemos la tensión el tiempo suficiente.
Todos experimentamos tensión en nuestras vidas: tensión con nuestras familias, tensión con nuestras amistades, tensión en nuestros lugares de trabajo, tensión en nuestras iglesias, tensión en nuestras comunidades, y tensión en nuestras conversaciones sobre otras personas, sobre la política y sobre la actualidad. Y, como somos personas de buen corazón, sobrellevamos esa tensión con paciencia, respeto, amabilidad y paciencia - ¡por un tiempo!  Luego, en un momento concreto sentimos que esa tensión llega al límite, nos cansamos de hacer el bien, sentimos que algo estalla dentro de nosotros, y escuchamos una voz interna que nos dice: ¡Basta! ¡He estado en esto demasiado tiempo! ¡No voy a tolerar esto más! Y nos dejamos llevar, al contrario que el niño que se aferró al hielo a la espera de rescate. Perdemos la paciencia, el respeto, la amabilidad y el auto-dominio, ya sea por desfogarse, o por devolver lo recibido, ó simplemente por huir de la situación con la actitud de dejar de todo se vaya al fresco.  De cualquier manera, nos negamos a cargar con la tensión por más tiempo.
Pero ese momento exacto, cuando tenemos que elegir entre abandonar o mantenernos,  sostener la tensión ó dejarnos llevar, es un punto moral crucial que determina el carácter de una persona: la bondad, la nobleza, la madurez profunda o la santidad espiritual, frecuentemente se ponen de manifiesto en la respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cuánta tensión se soportar? ¿hasta dónde llega nuestra paciencia y nuestra tolerancia? ¿Cuánto podemos aguantar? Los padres maduros soportan mucha tensión en la crianza de sus hijos.  Los grandes maestros aguantan mucha tensión al tratar de abrir las mentes y los corazones de sus alumnos. Los amigos maduros asumen mucha tensión en el permanecer fieles el uno al otro. Mujeres y hombres, jóvenes y adultos, aguantan mucha tensión sexual mientras se preparan para el matrimonio. Los cristianos maduros aguantan mucha tensión al cargar con las inmadureces y los pecados de sus iglesias. Hombres y mujeres son nobles noble precisamente cuando pueden caminar con paciencia, respeto, amabilidad y autodominio en medio de la tribulación y las tensiones, cuando nunca se cansan de hacer lo que es correcto.
Por supuesto, esto viene con una advertencia: aguantar la tensión no significa aceptar abusos. Los de carácter noble y con un alma santa se enfrentan a los abusos en lugar de aceptarlos a través de una bien intencionada conformidad.  A veces, en nombre de la virtud y la lealtad, se nos anima a aceptar el abuso, sin embargo esto es la antítesis de lo que Jesús hizo.  El amó, desafió, y absorbió la tensión de una forma tal que quitó los pecados del mundo.  Ahora sabemos que gracias esta la larga y amarga experiencia, por muy noble que sea nuestra intención, cuando aceptamos los abusos en lugar de enfrentarlos, no evitamos el pecado sino que lo permitimos.
Sin embargo, todo esto no es fácil. Este es un camino de intensa soledad, con muchas tentaciones de dejarnos llevar y de escapar. Pero, si perseveras y nunca te cansas de hacer el bien, los que te conocieron se sentirán bendecidos y agraciados de que tu seguiste creyendo en ellos, incluso cuando ellos por un tiempo habían dejado de creer en si mismos.

Consagrados al Espíritu


Suplicar un nuevo Pentecostés o el protagonismo del Espíritu Santo

  
Mons. Gustavo García-Siller - Lunes 29 de Octubre del 2012
Vivimos en un mundo muy prometedor, pero a la vez muy necesitado, a veces marcado por la oscuridad.
Como Iglesia que trata de responder a la situación de nuestro mundo y de evangelizar de modo nuevo, debemos también darnos cuenta de que estamos en una Iglesia con dificultades.
La realidad de este mundo exige una nueva efusión del Espíritu Santo.
Nuestros Papas nos han exhortado a recordar que “no habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo” (Evangelii Nuntiandi, 75).
A fin de que la salvación de Jesucristo llegue a todo el mundo y lo transforme, de que la Iglesia se renueve y en ella florezca la santidad, de que los cristianos avancen con la nueva evangelización, necesitamos un nuevo Pentecostés.
Para que este Año de la Fe dé como fruto el nuevo Pentecostés que necesitamos, os propongo, hermanos Obispos, que este Sínodo pida humildemente al Santo Padre que consagre el mundo al Espíritu Santo.

domingo, 28 de octubre de 2012

¡Dios es simple!

Dios Simples
¿Por qué Dios esta quietito?
¿Por qué no me habla?
¿Por qué no me responde?
Estas preguntas son tan comunes, ¿verdad?
Todo el tiempo queremos ver a Dios, sentirlo, oírlo, queremos que Él hable todo el tiempo, muchas veces queremos que nos de, a cualquier costo, lo que queremos.
Tenemos un secreto para contarte:
¡Dios es simple!
Es así, en nuestras búsquedas desesperadas por respuestas queremos que Dios hable, hable y hable. Pero detente ahí: Dios es simple, ¿entonces los que complicamos las cosas somos nosotros? Sí, somos nosotros.
Nuestra oración no debería ser desesperada, “yo quiero esa gracia, quiero y quiero”, parecemos un niño haciendo berrinche. Nuestra oración necesita ser de entrega, abandono, tranquila, sin la desesperación de que Dios necesita responder sí o sí. ¿Y cuando Dios no responde? ¿Cuándo él se queda quietito? Nuestra humanidad es probada, ¿Cierto? Eso hace parte de nuestra fragilidad humana, mucho más en nosotros los jóvenes que somos inmediatistas.
Santa Teresita dice: Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sincera mirada al cielo, un clamor de gratitud, el amor en medio de la prueba y de la alegría”.
O sea: rezo en la tranquilidad de que saber que Dios responde: amén si él no responde, amén también. Parece cosa solo de los santos, ¿verdad? Pero justamente ahí es que quiero llegar contigo: Dios nos quiere enseñar que Él esta siempre presente y escucha todas nuestras oraciones, nada pasa desapercibido en su corazón aunque humanamente pensemos que Él se olvidó de nosotros.
La oración que hacemos va directamente hacia donde la oración de Jesús iba: hacia el corazón del Padre del cieloYou Cat (Catecismo Joven – 495)
Entonces, ¿podemos encontrar a Dios en una profunda experiencia como Moisés en la zarza ardiente? Sí, con seguridad. Pero también podemos encontrar a Dios en las cosas más simple de nuestro día a día. En una simple sonrisa Dios puede hablar contigo, ¿sabías?
Muchas veces esperamos que Dios se manifieste en un trueno o algo esplendoroso, y así no escuchamos nada. La simplicidad de Dios es tan profunda que solo quien hace la experiencia de tener intimidad con Él puede testimoniar. Y Dios desea estar cerca de nosotros mucho más que nosotros mismo, así como era con Moisés: “El Señor hablaba con Moisés cara a cara como quien habla con un amigo” (Ex 33,11).
¡Hermanos! Dios nos llama a vivir cerquita del Él, pero en la desesperación de escucharlo no conseguiremos salir del lugar. Deja que Dios hable contigo, Él quiere hablarte. Y si se queda quietito, es porque no es hora de que Él responda. Él sabe el porqué de todas las cosas y en el momento indicado tendremos las respuestas. Eso es un buen entrenamiento para el abandono y en verdad ése es el secreto de para que Dios hable y actúe: el abandono.
No te olvides del dato: “El querer de Dios, en tiempo de Dios, de la forma de Dios”
¡Dios es simple, no lo compliquemos!

FUENTE: Portal en español Canción Nueva.

viernes, 26 de octubre de 2012

Inocente e intachable


LIGERO DE EQUIPAJE
Tony de Mello, un profeta para nuestro tiempo

Carlos G. Vallés S.J.
INOCENTE E INTACHABLE
"Nunca consideréis a la gente como buena o mala, sino pensad siempre que toda persona es plenamente egoísta, ambiciosa, malvada, estúpida, inocente e intachable." 
Tony nos dijo estas palabras no una, sino al menos diez veces aquellos días en Lonaula.
Siempre las mismas, siempre en el mismo orden, siempre con un tonillo que subrayaba la paradoja que él mismo veía entrañaban, y la convicción cada vez creciente con que las decía, porque las creía. De hecho, ésa era una de sus ideas favoritas, relacionada muy de cerca con el "condicionamiento" de que acabo de hablar. Se trata de que las personas actúan siempre de la mejor manera que saben y pueden, dentro de las circunstancias en que se encuentran; y que, por consiguiente, son en todo caso inocentes o intachables; sólo que su "condicionamiento" de toda la vida y las circunstancias en que se encuentran las llevan a considerar como "lo mejor" lo que a nosotros, con nuestro propio condicionamiento, nos puede parecer estúpido o depravado. No se trata de negar la existencia del libre albedrío en el hombre, sino sólo (y ¡sabiamente!) subrayar el papel que los condicionamientos previos juegan en la conducta humana. Eso ayuda a entenderse y aceptarse mejor a uno mismo y, desde luego, a entender y aceptar con mayor facilidad a los demás y su manera de portarse, por desagradable que a nosotros nos resulte.

Todos hemos heredado del mundo del cine (que nosotros mismos hemos creado) la imagen del "bueno" y el "malo", y la aplicamos, desgraciadamente, a toda persona que se pone a tiro de juició en nuestra vida, dividiendo a la humanidad entre buenos y malos (con imágenes bíblicas, para recargar más las tintas), sin caer en la cuenta de que al hacer eso estamos usurpando el papel de Dios, con funestas consecuencias para nuestra vida social y nuestro desarrollo personal. En uno de sus libros cuenta Tony la anécdota aquella de que si los buenos fueran blancos y los malos negros, la pequeña María Luisa sería... ¡a rayas! De eso se trata.

En la tradición cristiana, los santos se han visto a sí mismos siempre como los peores pecadores. Y no era eso humildad exagerada ni, menos aún, hipocresía afectada, sino el reconocimiento sincero de todo lo que llevaban dentro, y que precisamente la luz de la gracia iluminaba con mayor intensidad; y en eso que llevaban dentro se parecían y se identificaban con lo peor que en otros había salido a la superficie y que en ellos, por la gracia de Dios y hasta la fecha, permanecía doblegado. Un dicho "sufí" enfoca la misma idea desde otro ángulo: "Un santo es santo hasta el momento en que se entera de que lo es."

Todos nos hemos dicho más de una vez en la vida, ante caídas (que ya estamos juzgando) de compañeros o noticias oficialmente tristes de gente cercana a nosotros: si Dios no me tiene de su mano... ¡por ahí voy yo también! San Agustín, que supo por experiencia en la primera parte de su vida lo que era ceder a la tentación y que, tras su conversión y consagración, se sabía el mismo de siempre, capaz otra vez de infidelidad, como lo era ahora de generosidad, tuvo aquel grito sincero al relatar la integridad de su segunda vida como había relatado la infidelidad de la primera: "¡Domine, ut occasio deesset tu fecisti!" (¡Tú, Señor, fuiste quien quitaste la ocasión!) Si la ocasión hubiera vuelto, habría vuelto la caída, porque la persona habría sido la misma. Al cambiar las circunstancias, cambió la conducta. Las "personas decentes" somos distintas de los "criminales públicos" (éstas son ya palabras de Tony) no en lo que somos, sino en lo que hacemos. En el fondo, todos somos lo mismo, todos llevamos al santo y al pecador dentro de nosotros, dispuestos a saltar a escena en cuanto se lo permitan; y luego son las circunstancias de la vida y las tendencias de la mente las que nos llevan a actuar a unos de una manera y a otros de otra. No hay lugar ni para la vanagloria por un lado ni para la condenación por otro. Aun aquellos que a nosotros nos parecen perversos y malvados no actúan en realidad por malicia, sino por ignorancia. Aquí contaba Tony con el apoyo firme de la Sagrada Escritura. "Os matarán creyendo que le hacen un favor a Dios"; "¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!"; "Yo soy el peor de los pecadores..., pero lo que hice lo hice por ignorancia" (Pablo); y los "pecados ocultos" del salmo 18, que no son los que yo he cometido sin que nadie se entere, sino sin enterarme yo mismo. "Mi conciencia no me reprocha nada, pero eso no quiere decir que yo esté sin pecado", vuelve a decir Pablo; y en esa humildad bíblica está la base dogmática y psicológica del poder aceptar a todos los hombres como, en esperanza y humildad, nos aceptamos a nosotros mismos.

Tony nos contó un pequeño experimento que llevó a cabo con un grupo de religiosos y religiosas. Les dijo que tomaran papel y lápiz y pusiera cada uno brevemente por escrito, sin firma ni nombre, cinco ocasiones de su vida en las que tuvieran conciencia de haber actuado por malicia. El resultado fue un montón de papeles en blanco. Nadie escribió nada. Ni uno solo de los presentes, frente a frente con su conciencia, sin miedo a ser rechazado, y sin necesidad de encubrir nada por falsa humildad o deseo de seguridad ante los demás; ni uno solo pudo decir de una sola vez siquiera en su vida que había actuado por pura maldad. Es verdad que eran religiosos, pero si el mismo experimento se hiciera con gente a quien la sociedad considera como malhechores, el resultado sería el mismo. El montón de papeles en blanco.

Nadie actúa por maldad. Aun el terrorista, al poner la bomba que va a matar a gente inocente ante el horror del mundo entero, cree con toda su alma que al hacer eso está cumpliendo con su deber, a veces con riesgo de su propia vida, que está obrando en servicio de su grupo o de su país, o incluso que le está "haciendo un favor a Dios". La acción más execrable ante la conciencia de toda la humanidad no es tal ante la conciencia del que la ejecuta; incluso puede parecerle a él sinceramente meritoria. "No juzguéis", mandó Jesús con firme claridad... y nadie le hizo caso.
La diferencia entre el terrorista y el asistente social es que el asistente social hace algo que agrada y ayuda a la sociedad, mientras que el terrorista hace algo que desagrada y hiere a la sociedad; y, en consecuencia, la sociedad alaba a uno y condena al otro. No es que la persona sea "buena" o "mala" en sí misma, sino que sus actividades resultan beneficiosas o perjudiciales a la sociedad, y ella, es decir, nosotros, reaccionamos espontáneamente, por puro sentido de conservación. Bien está la defensa propia, pero no el juicio moral. La sociedad hace bien en recompensar a los que la ayudan y reprimir a los que la dañan. Donde la sociedad se equivoca, y nosotros con ella es en pasar del juicio de la acción (beneficiosa, perjudicial) al de la persona (buena, mala) y en juzgar intenciones y motivos a partir del beneficio o el daño que las consecuencias de esa acción le reportan a ella. El antiguo principio, "Condenar el pecado, no al pecador", tiene plena vigencia y urgencia hoy como siempre.

Otro ángulo desde el que Tony enfocaba la misma cuestión era el siguiente: dañar a los demás es, en último término, dañarse a sí mismo, y todos sabemos eso muy bien en el fondo. Puede que la pasión nos ciegue en el momento de actuar y lleguemos a herir a otros con loca violencia; pero sabemos que esos golpes se volverán contra nosotros mismos, y que el hacer sufrir a otros lleva siempre a hacerse sufrir a uno mismo.

Quien a hierro mata, a hierro muere. Hacer mal al prójimo es, más pronto o más tarde, de una manera o de otra, hacerme daño a mí. Y como nadie quiere hacerse daño a sí mismo, nadie va tampoco directamente a hacerle daño a nadie. Es decir, que no obra por hacer el mal, aunque el resultado externo de su acción así lo haga parecer. El motivo íntimo (oculto quizá al observador externo, pero evidente para quien obra) es el hacer lo que en último término sea más ventajoso para él, lo cual incluye (quizá también "en último término", y pasando primero por la explosión de la bomba del terrorista) lo que en su entender haya de ser más ventajoso para todos. Nadie hiere por herir, a no ser que sea un loco. Todo miembro de un grupo (aunque ese grupo sea la raza humana) sabe que en el bienestar del grupo está, en definitiva, su propio bienestar, y a eso tienden a la larga sus esfuerzos. Los resultados pueden ser dispares y extraños, porque el entendimiento humano hace cosas extrañas; pero el motivo de origen es la autopreservación y, con él, la preservación necesaria de los demás. La maldad por la maldad queda descartada.

En el curso de la vida hay que enjuiciar inevitablemente acciones y actitudes que nos afectan; pero aun ahí hay que separar cuidadosamente, por una parte, el juicio práctico de lo que esa persona representa para mí y, por otra, el juicio moral de lo que ella es en sí. Puedo enjuiciar a las personas como enjuicio la utilidad de una secretaria o la eficiencia de un agente de viajes (son ejemplos de Tony), con desprendimiento y objetividad:este agente hace un buen trabajo, es puntual, exacto, de fiar; o, al contrario, es un inútil que no hace más que complicar las cosas sin ayudar en nada. Juicio práctico y directo que regirá después mi conducta y mi relación con ese agente y con esa persona; pero sin juzgar en ningún caso a la persona como tal. Jesús no condenó ni siquiera a la mujer adúltera.

Una importante consecuencia se desprende de todo esto. Cuando personas con quienes vivimos y trabajamos se portan con nosotros de manera que nos disgusta o nos hiere, no tenemos derecho alguno a protestar o a quejamos de los que así actúan. Haremos bien, sin duda alguna, en protegemos y defendemos del daño que sus acciones nos pudieran causar, pero no tenemos nada contra las personas como tales. Podría yo protestar si es que se tratara de un "enemigo" mío que actuara contra mí con mala intención y deseo de hacerme daño; pero no es eso, en manera alguna, lo que está haciendo; ese supuesto "enemigo" mío, lo que está haciendo es sencillamente proteger sus propios intereses como mejor sabe, tratar de avanzar su propia causa, hacer lo que él cree es lo mejor para él mismo o incluso, tal vez, para la sociedad; en otras palabras, está siendo "plenamente egoísta, ambicioso, malvado, estúpido, inocente e intachable". Si lo entiendo así, lo único que puedo hacer es dejado en paz. No tengo derecho a decir: "No debería hacerme eso"; al contrario, la realidad es que sí debería hacerte eso, porque, dada la manera como él ve y entiende la situación, eso es lo único que él puede hacer en conciencia, por difícil que para ti sea el verlo y admitirlo. Aprendamos a no culpar nunca a nadie.

Otra consecuencia: no hay nada que perdonar. Todos los perdones, excusas y explicaciones del mundo no tienen sentido alguno. Nadie me ha ofendido, para empezar; ¿cómo, pues, puedo pedide explicaciones a nadie? Me haya hecho lo que me haya hecho, lo ha hecho convencido de que eso era lo que él debía hacer; ¿cómo puedo ahora exigirle que retire lo dicho, que me presente sus excusas, que se retracte en público? Pedir perdón, y aun concederlo, es reconocer que había culpa, falta moral, malicia; y una vez que reconocemos que no hay tal, no hay lugar tampoco para el perdón. Perdonar es sólo acentuar la discordia. (¡Qué razón tienes, Tony! pensé yo al oírle decir estas palabras. Sólo una vez me mandaron en la vida que le pidiera perdón a un profesor por no haber asistido a su clase. Lo hice así cumplidamente, él me perdonó generosamente... y desde entonces nos odiamos cordialmente, hasta el día de hoy.) El perdón no existe, porque la ofensa no existe; y la ofensa no existe, porque no existe la intención. El único perdón verdadero es el caer en la cuenta de que no hay nada que perdonar.

Aquí se presenta una pequeña cuestión que Tony aclaró con firmeza cuando alguien, inevitablemente, la propuso. Hemos dicho que cuando alguien actúa de manera desagradable o perjudicial para otros, lo hace así por razón del condicionamiento, el conjunto de hábitos, prejuicios y creencias que le llevan a ver las cosas de una manera concreta y a reaccionar también de manera específica en consecuencia. ¿Podemos, pues, decir ahora que hay un "mal condicionamiento" que lleva a la gente a actuar mal, y un "buen condicionamiento" que le lleva a obrar bien? No. Todo condicionamiento es malo en sí mismo. El resultado de un condicionamiento que lleva al sujeto a hacer cosas que nos gustan, nos agrada; así como el que le lleva a hacer cosas que no nos gustan, nos desagrada; pero el condicionamiento como tal, el doblegar la mente, el forzar la naturaleza, el fijar el prejuicio, el filtro, la censura, el lavado de cerebro (sea cual sea la intención con que se haga) nunca puede aceptarse. Va contra la dignidad de la persona humana, contra la libertad de la mente y, en último término, contra la salud fundamental del individuo y de la sociedad. En el liberarse de todos los condicionamientos (o, al menos, de tantos cuantos podamos) está el camino hacia la verdadera paz interior y la concordia universal.
Es importante caer en la cuenta de que tras esa manera de pensar y de expresarse está el sólido apoyo de una fiel confianza en la naturaleza humana y en Dios" que la ha creado. Ese optimismo creacional nos permite confiar en el hombre, aceptar sus instintos y defender su integridad ante cualquier intento de subyugación mental de cualquier signo que sea. El hombre es mejor de lo que le enseñan a ser. Es verdad que existen el pecado original y la concupiscencia del mal en el corazón del hombre; pero también existen, y con mayor abundancia y generosidad, la gracia de Dios y la filiación divina de todos sus hijos. Tener fe en el hombre es tener fe en Dios.

Una ligera reflexión basta para descubrir cómo esta manera de pensar encaja exactamente en el concepto general que Tony tenía del hombre, de la vida y de Dios. No juzgar, no culpar, no quejarse, no sentir necesidad de perdonar ni de ser perdonado... son consecuencias lógicas de esa actitud general ante la naturaleza y las cosas y las personas que nos lleva a aceptar todo tal como es; a abrir las puertas a la realidad; a caer en la cuenta de que nadie, de hecho, me hace daño; que nadie necesita cambiar; que yo mismo puedo pasar tal como estoy; y que no son la protesta y la rebelión, sino la fe y la esperanza, las que constituyen la base de una vida feliz. La paz y la felicidad están en aceptar, no en rebelarse. Evitando malentendidos, y hablando de la persona en su actitud consigo misma, no de la revolución social que la historia puede justificar y exigir, la integración personal de todo lo que ella es y la rodea, incluso los aspectos dolorosos del ser, es la dirección clara y eficaz del desarrollo y la plenitud de la persona humana.

Ese es el sentido profundo del mandamiento incondicional de Jesús: "No resistáis al mal." Con conciencia humilde de nuestra limitación para entender todo el sentido que Jesús dio a esas palabras, y de la lucha en nuestros corazones cuando llega el momento de poner en práctica el mandato eterno y reconciliado con el deber urgente de oponerse a la injusticia y suprimir la opresión, el mandamiento de Jesús apunta a una paz del alma y un equilibrio de ánimo que son nuestra herencia evangélica y nos han de acompañar, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, para que nuestra acción sea fecunda y nuestra presencia benéfica. "No juzguéis", "no resistáis", "tampoco yo te condeno","puedes ir en paz".
Bendición divina sobre el corazón del hombre.

Del libro Ligero de equipaje
Carlos Valles, jesuita

Decepción de Decepciones


Todos experimentamos -en algún momento de nuestra vida-
frustraciones y tenemos que aprender a experimentarlas
como fuentes de crecimiento personal.
No podemos pretender que todo nos salga bien,
ni creer que se puede lograr una vida sin tropiezos, ni dificultades.
Todos tenemos problemas
y ellos son excelentes maestros para ser mejores seres humanos.

Hoy quisiera que reflexionáramos
en torno a una de las fuentes de frustración más común
y es la de sentirnos decepcionados por la actuación o no-actuación de alguien.
No son pocas las veces en las que esperamos algo de alguien
que éste no da o no realiza y terminamos sintiéndonos frustrados,
decepcionados y muy tristes.
La madurez humana pasa por la capacidad de comprender
que las personas no están obligadas a pensar y actuar como nosotros esperamos.
Cada uno es libre y dueño de su proceder,
y sabe cuáles son las fuerzas interiores –valores-
que lo impulsan a actuar y muy probablemente estos son diferentes a los nuestros. Comprender esto no es fácil; pero es lo que debemos hacer.

En estos días alguien me decía: "pero es que yo no hubiera actuado así".
Claro, tú no habrías actuado así,
pero eso no significa que esa otra persona este obligada a hacerlo.
Cuando nos ponemos en esta situación
somos capaces de frustrarnos menos y aceptar los comportamientos de los otros
como lo que son: acciones que yo puedo juzgar mal o bien,
que pueden ser correctas o no –según los criterios que se tengan-
pero que no tienen porque afectarte interiormente.

Se trata de aprender a no esperar nada de los otros,
son nuestras expectativas las que nos llevan a esas frustraciones.
A veces nuestras expectativas son absolutamente “locas”,
porque esperamos lo que los otros no van a hacer.
Y los demás no son responsables de esa frustración, sino nosotros mismos.
Por eso siempre cuando estoy frente a un grupo o comenzando un proyecto,
siempre digo lo que estoy dispuesto a dar,
lo que pueden esperar de mí,
para que no terminen esperando lo que no voy a dar, ni quiero dar.
Que tengan claro qué estoy ofreciendo y con qué me estoy comprometiendo.

Esto en las relaciones afectivas tienen que ser muy claro.
Algunos a veces creen que el otro les está jurando amor eterno y así lo esperan,
y resulta que el otro lo que está proponiendo es una relación efímera y basada en el placer. Luego vienen los dolores y las depresiones por estar esperando lo que nadie va a dar. Les propongo que tengamos claro estos elementos para evitar sufrir frustraciones y decepciones innecesarias:

1. Dejar claro a través de una comunicación asertiva
qué estoy ofreciéndole a la otra persona, en todas las dimensiones.

2. Analizar si lo que estás esperando de la otra persona es real o es más fruto de tu imaginación o deseo.

3. Comprender que cada uno tiene derecho a expresar,
hacer y construir su vida desde su singularidad
y esa es totalmente diferente a la nuestra, no necesariamente mejor, ni peor.

4. No reclamar por lo que no es un derecho.
Ni pretender que los otros den lo que para nosotros es una obligación;
pero realmente no lo es.

5. Saber que siempre nos podemos levantar
de una situación de frustración y que esta no es más que una de las tantas experiencias que nos hacen crecer y ser mejores seres humanos.
Así evitaríamos muchos de los sufrimientos que tenemos
y no tendríamos que decir como Mark Twain:
“Soy un hombre viejo y he sufrido muchas y grandes desgracias,
muchas de ellas nunca sucedieron.”

p. Alberto Linero Gomez,
eudista
fuente: Blog Personal 

martes, 23 de octubre de 2012

Fragilidad y Fidelidad


Mientras nos disponemos a celebrar nuestro segundo aniversario recordando una y otra vez la “fidelidad del Señor que dura por siempre”, percibimos en las tribulaciones de la vida que “somos portadores de un tesoro en vasijas de barro”.

¿Has advertido y experimentado en estos tiempos “tu fragilidad”?
Es parte de nuestra condición.
Misterio y Bendición.
Nuestro Dios ha decido poner su morada en nuestra fragilidad.
Bendición que nos lleva a reconocer que sin Él nada somos,
nada podemos.

Te invito a prepararnos para celebrar este miércoles,
en torno al Altar,
el misterio de los dos “F”
Fragilidad y Fidelidad.
Lo humano y lo Divino.

Miguel
Comunidad de Oración

lunes, 22 de octubre de 2012

El orgullo en formas sutiles


Ron Rolheiser 
Traducción Julia Hinojosa
Lunes 22 de Octubre del 2012
Una de las características maravillosas de los niños pequeños es su honestidad emocional.  Ellos no esconden sus sentimientos ó sus deseos.  No tienen ninguna sutileza.  Cuando quieren algo, simplemente lo exigen, gritan, lloran,  se  arrebatan las cosas los unos a los otros.  Y no se avergüenzan de nada de esto.  No piden disculpas por ser egoístas, ni lo disfrazan.
A medida que crecemos llegamos a ser emocionalmente más disciplinados y la mayor parte de esto lo dejamos  atrás.  Sin embargo,  también nos volvemos mucho menos honestos emocionalmente. Nuestro egoísmo y nuestros defectos se vuelven menos groseros, sin embargo, en este lado de la eternidad, nunca desaparecen realmente, únicamente se vuelven más sutiles.
La iglesia, clásicamente, habla de lo que llama los "siete pecados capitales": el orgullo, la envidia, la ira, la pereza, la avaricia, la gula y la lujuria. Cómo se manifiestan estos en sus formas más burdas es evidente, sin embargo, ¿cómo se manifiestan estos en sus formas más sutiles?  ¿Cómo se manifiestan en la personas supuestamente maduras?  Los grandes escritores espirituales siempre han tenido varios tratados, algunos agudos que otros, sobre lo que ellos llaman las faltas religiosas de aquellos que están más allá de la conversión inicial. Y es importante que nos veamos a nosotros mismos con una honestidad desnuda y nos preguntemos cómo hemos transformado las faltas burdas de los niños en las faltas más sutiles de los adultos. ¿Cómo, por ejemplo, se manifiesta el orgullo en nuestras vidas en sus formas más sutiles?
La famosa parábola del fariseo y el publicano, es probablemente la mejor descripción que hace Jesús sobre cómo el orgullo pervive en nosotros durante nuestros años de mayor madurez.  El fariseo, villanizado en esta historia, esta precisamente orgulloso de su madurez espiritual y humana.  Ese es el sutil orgullo del cual nos es casi imposible librarnos.  A medida que maduramos, moral  y religiosamente, es casi imposible que no compararse con otros que están sufriendo, y no sentir una cierta presunción de que nosotros no somos como ellos, y un cierto desdén por su condición.  Los autores espirituales a menudo describen el problema de esta manera: El orgullo en la persona madura toma la forma de negarse a ser pequeños ante Dios y se niega a reconocer adecuadamente nuestra interconexión con los demás.  Es un rechazo a aceptar nuestra propia pobreza, es decir, reconocer que estamos de pie ante Dios y ante los demás con las manos vacías, y que todo lo que tenemos y hemos logrado, ha llegado a nosotros por pura gracia más que por nuestros propios esfuerzos.
Durante nuestra adultez el orgullo a menudo se disfraza de humildad, lo cual es una estrategia para seguir realzándose.  Se requiere aceptar de corazón la invitación de Jesús: ¡El que quiera ser el primero, sea el último y el servidor de todos!  Luego, a medida que vamos tomando el último lugar y sirviendo, no podemos dejar de sentir complacencia con nosotros mismos, y nos damos cuenta en secreto de que nuestra humildad es en realidad una superioridad y algo por lo que más tarde seremos reconocidos y admirados.
Además, a medida que maduramos, el orgullo adquirirá su rostro más noble: empezamos a hacer las cosas bien por las razones correctas, aparentemente, aunque a menudo nos engañamos a nosotros mismos, ya que, al final, seguimos haciéndolo al servicio de nuestro propio orgullo. Nuestra motivación hacia la generosidad es a menudo inspirada más por el deseo de sentirnos bien con nosotros mismos, que por verdadero amor hacia los demás.  Por ejemplo, un número de veces durante mis años de ministerio, he tenido la tentación de mudarme al centro de la ciudad, para vivir entre los pobres, como un signo de mi compromiso con la justicia social.  Un buen director espiritual me hizo caer en la cuenta, al menos en mi caso, que tal medida, sin duda, haría mucho más por mí que por los pobres.  Mi cambio me haría sentir bien, mejoraría mi estatus entre mis colegas, y quedaría maravilloso en mi curriculum vitae, pero no haría mucho por los pobres, a menos que yo cambiara más radicalmente mi vida y ministerio.  En última instancia, serviría a mi orgullo más de lo que serviría a los pobres.
Ruth Burrows advierte que esta misma dinámica se sostiene en términos de nuestra motivación para la oración y la generosidad.  Así, escribe: "La forma en que nos preocupamos del fracaso espiritual, la incapacidad de orar, las distracciones, pensamientos feos y las tentaciones de las cuales nos podemos deshacer... no es porque defraudemos a Dios, porque no lo es, sino es porque no somos tan hermosos como nos gustaría ser ".
Y el orgullo sutil, invariablemente, lleva consigo el juzgar condescendientemente a los demás.  Esto lo vemos con mayor fuerza tal vez en el período inmediatamente después de la primera conversión, cuando como jóvenes amantes, los recientes conversos religiosos y neófitos en el servicio y la justicia, todavía atrapados en el fervor emocional de la luna de miel, piensan que solo ellos saben cómo relacionarse con otros, con Jesús, y con los pobres.  El fervor es admirable, sin embargo, el orgullo siempre genera un par de hijos horribles: la arrogancia y el elitismo.
El orgullo está íntimamente ligado a nuestra naturaleza y en parte es saludable, sin embargo, el mantenerlo sano es una lucha moral de toda la vida.

Dios tiene siempre algo nuevo para hacer en nosotros


Deus sempre tem algo novo para fazer em nós! 
Padre Vagner Baia
Foto: Maria Andrea/Cancaonova.com
Dios tiene siempre algo nuevo para hacer en nosotros!

Él siempre coloca alguien delante de nosotros para trabajar lo que está herido.

Muchas veces vivimos tan agitados que dejamos de percibir los cuidados y cariños del otro para con nosotros. Acabamos dejando pasar desapercibido un elogio, un acto de amor, una gentileza por causa de nuestro "activismo".

Muchas veces la gracia de Dios pasa desapercibida en nuestra vida, no asumimos la gracia que nos fue concedida por el amor de Dios. 

En Efesios podemos ver esta riqueza:

"En él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria. En él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido. Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria."

"Dios siempre tiene algo nuevo para hacer en nosotros!" afirma el Padre Vagner Baia
Foto: Maria Andrea/Cancaonova.com


Precisamos asumir la gracia de la predilección, que es un acto de amor gratuito de Dios para con nosotros.

Dios quiere curarnos en nuestra totalidad, así es como nos enseña San Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses 5,23, diciendo:

"Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser -espíritu, alma y cuerpo- hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo."

Precisamos cuidar de nuestra alma tanto cuanto del cuerpo y de nuestro cuerpo como de nuestra alma. En este campamento vamos a hablar sobre algunos bloqueos que traemos en el corazón:

El primer bloqueo para la sanación es la falta de perdón y reconciliación para con uno mismo y con la propia historia.

Segundo bloqueo: la falta de arrepentimiento.

Tercer bloqueo: No asumir las propias culpas y buscar la sanación. Debemos aprender que actualizar la vida es arrancar las culpas.

Cuarto: El miedo que no nos deja crecer.

Y por último la falta de educación religiosa, malas enseñanzas, costumbres e influencias.

Que Dios te Bendiga en estos días de campamento!

Transcrição e Adaptação: Mariana Lazarin Gabriel (@marilg)
Fuente Portal português Canção Nova.
traducción miguel yunges
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Padre Vagner Baia 
Missionário da Comunidade Aliança Canção Nova

domingo, 21 de octubre de 2012

El Poder del Espíritu Santo nos hace nuevos

Quiero compartir una palabra del evangelio de San Juan y deseo que esa palabra sea para vos no solo fuente de meditación sino también de sanación.




"Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:«Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan"


Estar con Dios siempre, siempre, siempre, siempre... es mejor! Pe. Alberto Linero

En el texto del evangelio, el Resucitado está en el medio de ellos y los hace nuevos por la acción del Espíritu Santo.

Así como el libro del Génesis, cuando Dios Padre sopló y dió vida, hoy el Resucitado sopla sobre nosotros y nos da una vida nueva, una vida que Él había anunciado como vida en abundancia.
Por eso nuestro pedido hoy es que el Señor sople sobre nosotros el Espíritu Santo y nos haga nuevos.

Con la acción y el poder del Espíritu, Dios nos hace nuevos, nos da nueva vida y nos permite vivir en plenitud.

Quiero que quede claro la acción del Espíritu Santo y por eso voy a citar algunas tareas.
Primera cosa es que Dios nos hace nuevos por la acción del Espíritu Santo; Esto significa que las cosas que no resultaron bien en nuestra vida, debemos aceptarlas en Dios. Las aceptamos porque no se hace nuestra voluntad sino porque él, Dios, quien decido ese punto. Eso es libertad.

Algunos intentan con insistencia conseguir cosas que Dios ya dijo "no".
Acepta. ¿queda claro?

Hay cosas que debemos aceptar.
No todo va a suceder como queremos.
Nosotros queremos que acontezcan cosas que Dios no quiere, más es Él quien decide, Él es quien sabe más que yo y usted; Él es infinitamente sabio y sabe lo que conviene y lo que no conviene, y nosotros, por nuestra parte precisamos aceptar esto con libertad.

Ser un hombre nuevo significa liberarnos de nuestros caprichos a los cuales Dios dice "no" va a acontecer y punto.

¿Quién decide, usted o Dios? ¡Dios!
Y usted qué hace? ¡Acepta! Amén!

Así como Cristo aceptó. Él dijo al Padre en Getsemaní: "Señor, se puedes aparta de mí éste cáliz, pero que no sea mi voluntad, sino Tu Voluntad"

Ser un hombre nuevo es soñar un nuevo sueño, soñar que se puede ser feliz, que se puede disfrutar la vida. El hombre nuevo es un soñador!


"Dios te hace libre. Él no te obliga a nada"
(Pe. Alberto Linero)

La segunda cuestión es que la acción del Espíritu Santo tiene que llevarnos a perdonar. Ser un hombre nuevo significa perdonar. Y si no perdonamos no crecemos. Pide al Espíritu Santo que te de la posibilidad de perdonar.

Guarda ésta frase: El resentimiento es recordar quien merece nuestro olvido. No es verdad que si me hacer tanto mal yo prefiero tenerte lejos de mí?
Por eso, en éste momento, precisamos pedir al Espíritu Santo que nos dé la posibilidad de perdonar para que seamos libres de todo dolor. Vivir con libertad delante del dolor es ser un hombre nuevo.

No siempre vamos a ganar. Preciso aceptar la derrota porque en ella existen muchas enseñanzas. No siempre acontece lo que quiero, a veces perder es ganar.

A veces Dios bendice tirando abajo proyectos y yo preciso aprender a vivir así. No quedes frustrado porque Dios no te concede lo que estabas pidiendo, si obras de ése modo te conviertes en un niño lleno de caprichos. Si eres un hombre o una mujer de fe, debes saber que Dios, algunas veces dice "sí" y algunas veces dice "no"; y ése "no" es Bendición, porque Él sabe lo que precisas y uno precisa dar gloria a Él por eso.

No quedemos aferrados a proyectos de sufrimiento. Lo que necesitamos es una gran capacidad de discernimiento. Tenemos que distinguir cuando algo es de Dios y cuando algo no es de Dios.
Vamos a hacer un ejercicio: piensa en cosas que sabes que precisas dejar y que te están haciendo sufrir. Después repite:

"Señor, por la fuerza de Tu Espíritu Santo, libérame de esas situaciones y abrázame al poder de Tu Sangre, que siempre me da libertad."

¿Cuantas esclavitudes tienes en tu vida y que son caprichos?
Deja que el Espíritu Santo te libere.
Dios te hace libre. El no te obliga a nada. Son los apegos los que te roban la libertad.
Por ejemplo el alcoholismo. La bebida destruye tu voluntad, así como la droga. Pero Dios siempre pide que escojas y Él respeta y acepta tu decisión. Si estás aquí es porque libremente decidiste estar con Dios aquí. Nadie te obliga.

Estar con Dios tiene que ser mejor que estar sin Dios.
Con todo respeto, a veces, encuentro que nosotros, los cristianos, somos los peores publicitarios, porque estamos con Dios y no estamos felices; solo falta que la vida en Dios sea sufrimiento. Pero si te digo que la vida en Dios es salud, amor, y plenitud, vos querrás esa vida y yo la quiero también.

Precisamos dejar al Espíritu Santo convencernos de ésto y que Él puedo obrar en nosotros.


¿Cuál es el mejor presente que has recibido?

¿Abandonarías a Cristo Jesús? ¡Dí la verdad!
Dejar que el Espíritu Santo actúe en mí es tener los ojos abiertos, o sea, no soñar bobadas. ¡Sueña proyectos de Dios! ¡Sueña!

La enfermedad comienza a desaparecer cuando comienzas a soñar, y para soñar es preciso confiar en Dios.


2ª Tarea: Amar.

Comprometernos a amar.
Cuando alguien te vea, que vea en vos una persona dispuesta a amar: a tu esposa, familia, amigos... Invierte tu tiempo en amar. Expresa tu amor.

¡Bendito aquel que ama!

3ª tarea: Aceptar a los otros tal como ellos son.
Si quieres vivir en el poder del Espñiritu Santo que sana, precisas aceptar al otro como él es. Tarea difícil, pero el Espíritu Santo te ayudará a aceptar.

4ª tarea: Vivir en oración permanente.
Esto es  vivir según el Espíritu.
La verdadera persona de fe ora en todos los momentos y no apenas los domingos o en algunos momentos, ora cuando descansa, cuando se divierte, cuando trabaja... 

Tengo una oración para que repitas siempre: "Señor Jesús queremos que vivas y reines en medio nuestro"


Para ser una persona nueva que sueña, que ama, que acepta al otro y que ora siempre es preciso tener Espíritu Santo.


 

Transcrição e Adaptação:
 @tatianebastos

traducción al español miguel yunges
fuente Portal portuguès Cançao Nova.