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lunes, 26 de diciembre de 2016

¿Cómo ser luz en navidad?




¡Aprenda ser luz en la Navidad y iluminar todos los días del año nuevo!





Con la llegada de un fin de año más, muchos renuevan en el corazón gestos de solidaridad y paz. El clima de este tiempo transforma incluso los corazones más duros. Celebrar la Navidad es renovar nuestro amor por el Señor. Aquel que vino un día a traernos la salvación, continúa viniendo a nuestro encuentro todos los días del año, en las más diversas personas y situaciones.



Síndrome de Papa Noel
Muchos asumen, en el tiempo de navidad, el síndrome de Papa Noel. Del día a la noche, hacen un proceso de conversión relámpago. Abrazan a todos y reparten regalos. Pero, terminada la Navidad, vuelven a practicar los mismos actos de maldad. Tales personas no se convierten de verdad, tienen apenas, un impulso emocional para descargar su conciencia.

Jesucristo nos enseñó que no existe día específico para la práctica del bien y del amor. Todos los días son días de amar. El hermano no siente hambre solamente en Navidad, sino todos los meses del año.

¿Cuál es el mejor regalo?
No sirve que des el mejor regalo para tus padres si los once meses del año estuviste ausente en sus vidas. El mejor regalo a ser ofertado es el cambio de tus actitudes y la conversión permanente de tu corazón. Los gestos de amor brillan en la eternidad.

En este tiempo en que nos preparamos para celebrar el nacimiento del Señor, somos invitados a ser luz. Cada semana, vamos acercándonos a la Mayor Luz, que es el propio Jesucristo. En medio de tantas situaciones de tinieblas, debemos llevar la luz de la paz, del amor, de la misericordia, de la solidaridad y de la esperanza a las personas. Brilla, para que muchos se calienten con tu testimonio y retornen al corazón amoroso del Padre.

No eres una de esas luces del árbol de navidad. ¡No! Tu luz es permanente, porque la fuente que te hace brillar nace del corazón de Dios. El amor del Señor es el generador que da luz y hace que tu brillo resplandezca frente a la oscuridad del mundo. Eres luz, porque fuiste creado en el amor de Dios.

No podemos encajonar nuestro brillo
Al terminar las fiestas del fin de año, las luces usadas en la decoración son encajonadas para volver a ser usadas. No podemos encajonar nuestro brillo, nuestra misericordia y nuestro amor. Somos creados para amar. La memoria del nacimiento de Cristo renueva en nuestro corazón la esperanza en la vida. La Mayor Luz deja siempre un rastro luminoso en nuestra alma. Solamente quien fue iluminado por el Señor puede brillar en la vida de otras personas.

En la esperanza de un nuevo tiempo de misericordia y paz, renueva tu confianza en el Señor. Brilla con tu testimonio de vida, para que las tinieblas del mundo se aparten, para dar lugar al inicio de un nuevo tiempo gestado en el amor de Dios.

Padre Flávio Sobreiro
Bachiller en Filosofía y Teólogo por la Facultad Católica de Pouso Alegre (MG). Vicario de la Parroquia San Antonio en Jacutinga (MG).

domingo, 25 de diciembre de 2016

MISA DE GALLO 2016

25 de diciembre de 2016.
En la Misa del Gallo que ha presidido a las 21:30 horas de Roma del sábado 24 de diciembre, en la Basílica de San Pedro,el Papa Francisco ha explicado el verdadero sentido de la Navidad: “Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios”.

“El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre nos faltará”,ha asegurado. En la homilía que ha pronunciado el Pontífice, también ha afirmado que “la Navidad tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece”. “Su luz suave no da miedo; Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil en medio de nosotros, como uno más. Dejémonos tocar por la ternura que salva”, invitó el Papa. 

«Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11). Las palabras del apóstol Pablo manifiestan el misterio de esta noche santa: ha aparecido la gracia de Dios, su regalo gratuito; en el Niño que se nos ha dado se hace concreto el amor de Dios para con nosotros.

Es una noche de gloria, esa gloria proclamada por los ángeles en Belén y también por nosotros hoy en todo el mundo. Es una noche de alegría, porque desde hoy y para siempre Dios, el Eterno, el Infinito, es Dios con nosotros: no está lejos, no debemos buscarlo en las órbitas celestes o en una idea mística; es cercano, se ha hecho hombre y no se cansará jamás de nuestra humanidad, que ha hecho suya.









Es una noche de luz: esa luz que, según la profecía de Isaías (cf. 9,1), iluminará a quien camina en tierras de tiniebla, ha aparecido y ha envuelto a los pastores de Belén (cf. Lc 2,9).

Los pastores descubren sencillamente que «un niño nos ha nacido» (Is 9,5) y comprenden que toda esta gloria, toda esta alegría, toda esta luz se concentra en un único punto, en ese signo que el ángel les ha indicado: «Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12).

Este es el signo de siempre para encontrar a Jesús. No sólo entonces, sino también hoy. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios.

Con este signo, el Evangelio nos revela una paradoja: habla del emperador, del gobernador, de los grandes de aquel tiempo, pero Dios no se hace presente allí; no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende.

Y para encontrarlo hay que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse, abajarse, hacerse pequeño. El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre nos faltará. Nos hará bien dejar estas cosas para encontrar de nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la alegría, el sentido de la vida.

Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se devora su dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes.

Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas. El misterio de la Navidad, que es luz y alegría, interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza. Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada. Así sucedió a José y a María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a Jesús en un pesebre, «porque no tenían [para ellos] sitio en la posada» (v. 7): Jesús nace rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría.



También hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos afanamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado.

Pero la Navidad tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece. Su luz suave no da miedo; Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil en medio de nosotros, como uno más. Nace en Belén, que significa «casa del pan». Parece que nos quiere decir que nace como pan para nosotros; viene a la vida para darnos su vida; viene a nuestro mundo para traernos su amor. No viene a devorar y a mandar, sino a nutrir y servir.

De este modo hay una línea directa que une el pesebre y la cruz, donde Jesús será pan partido: es la línea directa del amor que se da y nos salva, que da luz a nuestra vida, paz a nuestros corazones.

Lo entendieron, en esa noche, los pastores, que estaban entre los marginados de entonces. Pero ninguno está marginado a los ojos de Dios y fueron justamente ellos los invitados a la Navidad. Quien estaba seguro de sí mismo, autosuficiente se quedó en casa entre sus cosas; los pastores en cambio «fueron corriendo de prisa» (cf. Lc 2,16).

También nosotros dejémonos interpelar y convocar en esta noche por Jesús, vayamos a él con confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros límites. Dejémonos tocar por la ternura que salva. Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la paz, la pobreza absoluta y el rechazo.

Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas. Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios. Con María y José quedémonos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí.

Francisco

FRAGILIDAD Y FORTALEZA

"Hoy en el día en que los contrarios se unen.
En el pequeño nazareno se unen la fragilidad de Dios,
con la Fuerza, el Poder y la Salvación;
¿Necesitas que en tu vida sean unidos muchos contrarios?
¿Existen opuestos que necesitan reconciliarse?
Entonces puede ser, y de hecho lo es un día a tu medida.
Deja que Él ponga su morada en tu corazón."

Bendecida Navidad!
Miguel Angel Yunges


NAVIDAD

Con Jesús por la mañana.
Dios es mucho más de lo que podemos imaginar. Está mucho más cerca de lo que creemos, más presente en nuestra vida de lo que podemos darnos cuenta, y por supuesto, es mucho, mucho más comprensivo, alegre y tierno de lo que podemos sospechar. Nos resulta difícil creer en la bondad y la ternura de Dios. Necesitamos considerar lo que significa que Dios quiere revelársenos en la navidad como niño débil, vulnerable, indefenso. El rostro de ese niño en el pesebre de Belén es el reflejo del corazón de Dios. Contemplando esa pequeñez descubrimos la paz, la ternura y el amor que el Padre nos tiene. Tu vida es regalo de Dios, entrégala, compártela, haz que sea fecunda. Nútrela de amor. Ofrece este día por las intenciones del Papa Para que en ninguna parte del mundo existan niños soldados. Haz click y reza con miles de personas en esta Navidad.

Con Jesús por la tarde.
«La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad» (Jn 1, 14). Belén, también es tu corazón. Allí ha nacido el Salvador. Repite al ritmo de la respiración «Jesús vive en mí…» mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.

Con Jesús por la noche.
Repasa tu semana. Jesús te acompañó toda la semana, estuvo contigo y permanece en ti. Repasa la semana día por día, para reconocer a Dios en todas las cosas. ¿Qué sentimiento predominó? ¿En qué momentos te has sentido pleno? ¿Qué te hubiera gustado que fuera diferente?  



fuente El Evangelio en casa
Se inclina, Tu Amor, se inclina,
ha venido a visitarnos,
Tu alegría se hace mía,
La Esperanza es mi regazo.
Refugio de Amor tan cierto
encuentro en Vos mi descanso,
Se inclina, Tu Amor, se inclina,
ha venido a visitarnos! 


sábado, 24 de diciembre de 2016

Gracias y Felicidades!

Querida Familia Piedras Vivas,
la noche ha llegado y de entre las oscuridades surge la Luz más Plena.
La Paz y el Consuelo asoman en medio de penumbras
y lo que tal vez ha sido un tiempo intenso, prolongado y agotador de sinsabores
adquiere sentido y dulzura.
Tal vez este año todo apareció mezclado,
así es la vida: mezcla perfecta de Amor y Cruz.
Tal vez esa cuota de cruz aún visita tu casa, tu hogar,
a los tuyos, lo tuyo, tu propia carne, tu propio espíritu.

Nosotros queremos decirte que ahí donde te encuentres,
estamos con vos!
Nos dejaste ser parte de tu vida,
de tu familia, de tu comunidad,
y el Amor de Dios hizo su trabajo uniendo contrarios,
uniendo distancias, uniendo expresiones y pensamientos diversos.

Haz estado con nosotros en cada noche compartida en torno a la Palabra,
y ese momento fue para nosotros Navidad,
cada vez que caminamos a comulgar y te llevamos en pensamiento,
cada vez que Jesús Eucaristía se hizo uno con nosotros fue Navidad;
Cada vez que tus palabras nos abrazaron o la Voz de Dios te consoló a través nuestro,
fue Navidad para Nosotros;
Cada vez que tus lágrimas nos compartieron dolores, angustias y pesares,
fue Navidad para nosotros;
cada vez que una alegría nos fue entregada, agradeciste un gesto, creció tu familia,
alguien celebró su bodas, concluiste algo deseado y esperado,
fue Navidad para nosotros.
Y sabemos que seguirá siéndolo mientras tengamos
la esperanza a flor de piel,
la sonrisa atentando contra nuestras heridas y angustias,
la fortaleza surgiendo en el abatimiento,
la caridad revestida de reconciliación y perdón.

¡Gracias por éste año juntos!
¡Gracias por caminar detrás de una estrella!
Detrás de la Única Estrella!
Rezamos por cada uno de ustedes.
Invocamos sobre sus vidas y los suyos la Bendición del Niño Santo.
Bendecida Navidad!

Miguel Angel Yunges
Comunidad Piedras Vivas.