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martes, 29 de enero de 2019

¿El Don de Lenguas es para todos?

¿Dios Quiere dar el don de lenguas a todos, o solo a algunas personas?

La enseñanza de San Pablo a primera vista parece ser ambigua sobre esta cuestión. En 1 Corintios 12, Pablo menciona las lenguas y la profecía junto con otros carismas, y afirma que todos los cristianos no reciben los mismos carismas (12,29-30). Pero en 1 Corintios 14,5 Pablo dice: «Mi deseo es que todos ustedes hablen en lenguas, pero más todavía que profeticen». Luego en el mismo capítulo habla de la posibilidad de que todos hablen en lenguas (14,23) y que todos profeticen (14,31). ¿Cómo podemos resolver esta contradicción aparente?

La respuesta yace en la comprensión de las diferentes funciones del don de lenguas. Las lenguas pueden servir como: (1) un signo de la presencia del Espíritu (de ahí la aparición de las lenguas en Hechos cuando las personas reciben el Espíritu); (2) un lenguaje de oración válido para el propio crecimiento espiritual (1 Cor 14,4.18); y (3) un medio profético de dirigirse a la comunidad cuando va acompañado del carisma de interpretación (1 Cor 14,5.27-28). Pablo indica que el tercer uso, el de dirigir un mensaje a la comunidad (acompañado por una interpretación) pertenece solo a algunos, mientras que el segundo uso, las lenguas como un lenguaje de oración está a disposición de todos. En Pentecostés, por ejemplo, los apóstoles, la Madre Santísima y muchos otros (alrededor de 120 personas) «empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse» (Hch 2,4). Pero siguieron adelante para servir al Señor en una amplia variedad de formas, con diversos carismas para edificar el cuerpo de Cristo.

Muchos líderes de la RCC pueden testificar que si las personas desean el don de lenguas como lenguaje de oración, y si se les enseña a abrirse a él, tarde o temprano reciben este carisma. Algunas personas, por malentendidos o malas experiencias por ser presionados a orar en lenguas, desarrollan un bloqueo hacia este carisma. En esos casos es conveniente recomendarles que no se preocupen por las lenguas, pero que simplemente sigan en la búsqueda y en la apertura al Espíritu en otros modos. Algunos terminarán recibiendo el don de lenguas; otros pueden experimentar al Espíritu obrando poderosamente a través de ellos de otra manera.

¿Cómo puede alguien recibir el don de lenguas orando solo?
Mientras algunas personas encuentran más fácil comenzar a orar en lenguas en un grupo, a otros les es más fácil hacerlo cuando están solos. ¿Qué hacer? Cuando estén orando y dirigiendo su mente al Señor pidan el auxilio del Espíritu. Luego dejen de orar en su propio idioma y permítanse hablarle a Dios con cualquier sílaba o sonido que salga de su boca. Al principio puede sonar como balbuceos de bebé. No se preocupen. ¡Dios se complace tanto como a cualquier padre humano que se deleita al ver a su hijo tratando de comunicarse con él!

Sigan hablándole al Señor, dejándose llevar y permitiendo que se amplíe la variedad de sonidos que emiten para él. La mayor tentación para las personas en esta etapa es prestar demasiada atención a lo que están haciendo e inhibirse, o pensar: “son solo cosas mías, no es el Espíritu Santo”, y se detienen. En lugar de eso, sigan orando y el don se volverá más claro y más fuerte. Oren de ese modo durante cinco, diez o quince minutos al día. Después de un mes o algo más, con toda probabilidad verán una fluidez que reconocerán que no viene de ustedes, sino que realmente es el Espíritu Santo volviendo su discurso a un idioma que ustedes no conocen.

¿Cómo puede alguien crecer en el don de lenguas?
La práctica es lo principal. Podemos orar en lenguas cuando estamos conduciendo el automóvil, dando un paseo, sentados en la iglesia o tomando un baño. Es un gran medio para que «sean constantes en la oración» (1 Ts 5, 17) u «oren en toda ocasión en el Espíritu» (Ef 6,18). Cuando oramos en lenguas, es el Espíritu Santo orando a través de nosotros (Rm 8, 26-27; 1 Co 14, 2), de modo que es una manera excelente de entrar en íntima comunión con el Señor. Otra cosa que ayuda es orar con regularidad con otros que ejercitan los dones del Espíritu.

Cuando se encuentren ante un desafío, bien por una necesidad del ministerio o de su familia, intercedan por ello en lenguas. Cuando busquen la orientación del Señor, intercedan en lenguas y luego escuchen lo que al parecer está diciendo el Espíritu. Intenten cantar en el Espíritu, permitiendo que el Señor ponga la melodía así como las palabras. Pídanle al Señor que les dé la interpretación de lo que están orando en lenguas. Puede que alternen la oración en lenguas y la oración en su propio idioma, dejando que el Espíritu guíe sus palabras en ambas. Pídanle al Señor que les dé otras lenguas en las cuales orar y luego dejen que el Espíritu las hable a través de ustedes. Señor, ayúdanos a abrirnos a todos tus dones y a convertirnos en hijos e hijas dóciles, instrumentos musicales con los cuales puedas tocar la melodía que Tú elijas.

Preguntas a la Comisión Doctrinal del ICCRs

miércoles, 9 de enero de 2019

Practicar el carisma de lenguas en la RCC

Escribir sobre el carisma de lenguas es un tema muy delicado porque: puede ser a veces apasionado, a veces desconcertante, perturbador, pues desestabiliza nuestros viejos hábitos, nuestras seguridades humanas y nuestra falsa grandeza. Cualquiera que sean nuestros sentimientos, abramos nuestros corazones, al Espíritu Santo en quien todos creemos para poder ser sanados de nuestros prejuicios y miedos, y nos llene de su amor y gracias. El carisma es un movimiento de la gracia que da al que lo recibe una fuerza extraordinaria para la acción. Es uno de los frutos de la efusión del Espíritu Santo; y esta efusión es la resonancia interior de un nuevo encuentro, de manera muy personal con Jesucristo como Señor y salvador. No es una nueva vida sino un proceso que permite que la vida vieja se rompa en nosotros, reavivando la gracia bautismal que a menudo está como aletargada en el fondo del alma.

Los carismas son signos visibles del amor de Dios, gracias especiales que nos vuelven aptos y disponibles para asumir los diversos cargos y funciones que son útiles para la renovación y desarrollo de la Iglesia. Generalmente, los carismas son dados por la imposición de manos:
“No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros” (1 Tm 4, 14)
“Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Tm 1, 6).
Los carismas no dependen necesariamente de la santidad de la persona que los ejerce. Que su condición de pecador no le aleje de su ejercicio, pues ellos nos deben conducir a la santificación.

Los podemos desear, a condición de aceptar la voluntad de Dios a este respecto, mientras que no limitemos la oferta de Dios al imponerle el número. La certeza de la fe es tanto más necesaria cuanto que los carismas parecen ser extraordinarios, ridículos o absurdos a los ojos de los hombres.

Existen varios carismas de lenguas
Estos carismas edifican la vida espiritual, elevan la alabanza y guían en la oración de intercesión.

A. Orar en lenguas o glosolalia
Es el más pequeño de los carismas. “El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26) por eso es una oración de alabanza. Cuando nuestras palabras son demasiado limitadas para expresar el júbilo que brota de nuestros corazones. A menudo es el primer carisma que se recibe, y su ejercicio abre la puerta a los otros carismas, porque exige una gran sencillez, una verdadera humildad, un profundo abandono y una disponibilidad atenta al Espíritu Santo. Es muy útil en la intercesión, la liberación y la sanación. Es de esos raros carismas que utilizamos para fines personales.

B. Cantar en lenguas
Esto es cantar una melodía que no está compuesta sino inspirada por el Espíritu Santo. A veces esta melodía puede ser una lengua que puede ser comprendida e interpretada, otras veces puede ser como un parloteo de niños que no es comprensible para los hombres pero sí para Dios.

Igual que los salmos son un medio en el cual Dios ofrece a los hombres las palabras exactas para dirigirse a Él, el canto en lenguas es una oración inspirada por el Espíritu Santo, con la cual Él mismo intercede por nosotros ante Dios, con gemidos inefables. “Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26).

San Agustín en su Homilía sobre el salmo 32 dice, “No busques palabras como si tú pudieras explicar eso que agrada a Dios. Canta con gritos de júbilo…”
Sucede que recibimos carismas de orar y cantar en lenguas; y por diversos motivos, tales como: “el miedo al ridículo, la vergüenza, la duda, la ignorancia, etc.” no llegamos a ejercerlos. Es necesaria la ayuda de hermanos y hermanas para que el carisma se libere.
A veces basta simplemente con mantener la boca abierta después de un canto de aleluya, y escuchar a los otros cantar en lenguas para que el carisma se desbloquee.

C. Hablar en lenguas: Xenolalia
Esto es hablar en una lengua que existe pero que no conocemos, y requiere de una interpretación. Por lo general este carisma es raro y a menudo es una tercera persona la que recibe la interpretación. En 1 Co 14, 13 San Pablo dice: “Por tanto, el que habla en lengua, pida el don de interpretar”.
“Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas” (Mc 16, 17). 
“Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hch 2, 4).
Que ese mismo Espíritu nos llene de sus carismas para que estemos bien equipados para la nueva evangelización. Acompañemos nuestros carismas con actos de amor para transformar nuestras vidas en una llama que no se apague jamás porque “el amor no acaba nunca” (1 Co 13, 8).

por Julienne Mesedem

martes, 18 de diciembre de 2018

¿Sin el don de lenguas es posible hacer uso de otros carismas?

Me dijeron que el don de lenguas es necesario antes de que uno pueda usar los demás dones. ¿Es esto verdad?

Ésta es la posición pentecostal clásica pero la Iglesia Católica no sostiene esta forma de pensar y no existe fundamento en las Sagradas Escrituras. Los carismas son amplios y variados, no sólo ordinarios sino también extraordinarios. En la lista de los nueve carismas extraordinarios 1 Co 12, 7-11 no se establece ninguna preferencia sobre las lenguas que aparece el penúltimo en la lista. Sin embargo existe alguna evidencia práctica que después del Bautismo en el Espíritu, el don de lenguas es a menudo el primer carisma extraordinario que se manifiesta. Algunos hablan de él como la puerta o entrada al uso de otros dones.

Desde luego las lenguas edifica la fe del individuo, ver 1Co 14,4, y puede conducir a que alguien esté más deseoso y abierto a dar un paso en fe en el uso de otros dones como la profecía, la palabra de conocimiento, etc. No debemos limitar al Espíritu Santo que sopla donde quiere y nos sorprende en su deseo de utilizarnos para gloria de Dios Padre y para edificar el cuerpo, la Iglesia. De modo que como dice San Pablo en 1Co 14, 1:
"Busquen la caridad; pero aspiren también a los dones espirituales, especialmente a la profecía...”

martes, 13 de marzo de 2018

Glosolalía - Don de lenguas

¿Qué es la “Glosolalía”?

Glosolalía, esta palabra viene del griego. Glossa, que significa lengua y lalein, que significa hablar.

Por lo tanto, este es un término que se usa dentro de los ambientes religiosos para referirse a aquella experiencia espiritual del "don de lenguas” ya sea durante la proclamación de una palabra profética; o también, por medio del “canto en lenguas” común en los momentos de alabanza profunda practicada en los grupos de oración. Asimismo, se practica como una forma de “oración”personal o comunitaria.

Resulta que nuestros idiomas son limitados, llega un momento en el cual las palabras se terminan, y no hallamos palabra alguna para alabar, bendecir, glorificar, ensalzar, adorar a Dios: “…pues, los oían hablar en lenguas y glorificar a Dios…”(Hch 10, 46)

Así es cuando irrumpe este don precioso operado por la acción del Espíritu Santo que no solo sirve para la oración de alabanza y glorificación, sino también para hacer cualquier oración de suplica a Dios: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; más el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26).

El ejercicio de este don predispone el corazón para la práctica de los demás dones y carismas espirituales; pues, nos invita a recibir de Dios los dones de su abundante e infinita misericordia, con actitud de humildad y absoluta confianza.

Es un don esencialmente de oración, cuando se practica a nivel personal colabora para la edificación de uno mismo: “El que habla en lenguas se edifica a sí mismo…”(1 Co 14,4).

Cuando se practica en el grupo de oración puede tomar la forma de un canto armonioso guiado por el Espíritu sucede todo lo contrario de lo que paso en la Torre de Babel, cuando las lenguas crearon confusión por la soberbia humana, en Pentecostés todos se entienden porque se comunican mediante el lenguaje del amor. A través del canto en el Espíritu o canto de los ángeles, se experimenta una paz y un amor sin límites. Favoreciendo esto a construir maravillosamente la unidad y mejorar la comunicación con Dios y los hermanos.

Si alguien en el grupo siente la inspiración de hablar u orar en lenguas, necesariamente según la recomendación del apóstol San Pablo deberá haber quien interprete esa oración particular o mensaje profético en beneficio de la edificación de todos los participantes de la asamblea: “Pues, el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios. En efecto, nadie le entiende dice en espíritu cosas misteriosas. Por el contrario, el que profetiza, habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación.” (1 Co 14, 3-4)

No es un don de predicación, sino más bien de oración.

“…se llenaron de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.” (Hch 2, 4)