Escribir sobre el carisma de lenguas es un tema muy delicado porque: puede ser a veces apasionado, a veces desconcertante, perturbador, pues desestabiliza nuestros viejos hábitos, nuestras seguridades humanas y nuestra falsa grandeza. Cualquiera que sean nuestros sentimientos, abramos nuestros corazones, al Espíritu Santo en quien todos creemos para poder ser sanados de nuestros prejuicios y miedos, y nos llene de su amor y gracias. El carisma es un movimiento de la gracia que da al que lo recibe una fuerza extraordinaria para la acción. Es uno de los frutos de la efusión del Espíritu Santo; y esta efusión es la resonancia interior de un nuevo encuentro, de manera muy personal con Jesucristo como Señor y salvador. No es una nueva vida sino un proceso que permite que la vida vieja se rompa en nosotros, reavivando la gracia bautismal que a menudo está como aletargada en el fondo del alma.
Los carismas son signos visibles del amor de Dios, gracias especiales que nos vuelven aptos y disponibles para asumir los diversos cargos y funciones que son útiles para la renovación y desarrollo de la Iglesia. Generalmente, los carismas son dados por la imposición de manos:
“No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros” (1 Tm 4, 14)
“Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Tm 1, 6).
Los carismas no dependen necesariamente de la santidad de la persona que los ejerce. Que su condición de pecador no le aleje de su ejercicio, pues ellos nos deben conducir a la santificación.
Los podemos desear, a condición de aceptar la voluntad de Dios a este respecto, mientras que no limitemos la oferta de Dios al imponerle el número. La certeza de la fe es tanto más necesaria cuanto que los carismas parecen ser extraordinarios, ridículos o absurdos a los ojos de los hombres.
Existen varios carismas de lenguas
Estos carismas edifican la vida espiritual, elevan la alabanza y guían en la oración de intercesión.
A. Orar en lenguas o glosolalia
Es el más pequeño de los carismas. “El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26) por eso es una oración de alabanza. Cuando nuestras palabras son demasiado limitadas para expresar el júbilo que brota de nuestros corazones. A menudo es el primer carisma que se recibe, y su ejercicio abre la puerta a los otros carismas, porque exige una gran sencillez, una verdadera humildad, un profundo abandono y una disponibilidad atenta al Espíritu Santo. Es muy útil en la intercesión, la liberación y la sanación. Es de esos raros carismas que utilizamos para fines personales.
B. Cantar en lenguas
Esto es cantar una melodía que no está compuesta sino inspirada por el Espíritu Santo. A veces esta melodía puede ser una lengua que puede ser comprendida e interpretada, otras veces puede ser como un parloteo de niños que no es comprensible para los hombres pero sí para Dios.
Igual que los salmos son un medio en el cual Dios ofrece a los hombres las palabras exactas para dirigirse a Él, el canto en lenguas es una oración inspirada por el Espíritu Santo, con la cual Él mismo intercede por nosotros ante Dios, con gemidos inefables. “Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26).
San Agustín en su Homilía sobre el salmo 32 dice, “No busques palabras como si tú pudieras explicar eso que agrada a Dios. Canta con gritos de júbilo…”
Sucede que recibimos carismas de orar y cantar en lenguas; y por diversos motivos, tales como: “el miedo al ridículo, la vergüenza, la duda, la ignorancia, etc.” no llegamos a ejercerlos. Es necesaria la ayuda de hermanos y hermanas para que el carisma se libere.
A veces basta simplemente con mantener la boca abierta después de un canto de aleluya, y escuchar a los otros cantar en lenguas para que el carisma se desbloquee.
C. Hablar en lenguas: Xenolalia
Esto es hablar en una lengua que existe pero que no conocemos, y requiere de una interpretación. Por lo general este carisma es raro y a menudo es una tercera persona la que recibe la interpretación. En 1 Co 14, 13 San Pablo dice: “Por tanto, el que habla en lengua, pida el don de interpretar”.
“Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas” (Mc 16, 17).
“Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hch 2, 4).
Que ese mismo Espíritu nos llene de sus carismas para que estemos bien equipados para la nueva evangelización. Acompañemos nuestros carismas con actos de amor para transformar nuestras vidas en una llama que no se apague jamás porque “el amor no acaba nunca” (1 Co 13, 8).
por Julienne Mesedem
Qué así sea, gracias por esta explicación, a la Luz del Evangelio.
ResponderEliminarEs muy interesante y hermosa experiencia,el don de lenguas,te fortalece y te hace sentir muy conectado a la gracia de Dios.
ResponderEliminar