Catequesis Bautismales: De perseguidor a apóstol
Catequesis 10
«No nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor, y no somos más que servidores vuestros por amor a Jesús» (2Cor 4,5). ¿Quién es este testigo que anuncia a Cristo? Aquel que antes lo perseguía. ¡Qué gran maravilla! El perseguidor de antes hecho apóstol de Cristo. ¿Por qué, fue comprado? Nadie lo hubiera podido convencer de esta manera. ¿Fue el hecho de haber visto a Cristo en carne mortal que le había cegado de tal manera? Jesús ya había subido al cielo. Saúl había salido de Jerusalén para perseguir a la Iglesia de Cristo y, tres días después, en Damasco, el perseguidor se había transformado en predicador. ¿Bajo qué influencia? Hay quien cita como testimonio en su favor a los amigos, a los de su partido. Yo, en cambio, te doy como testigo a un antiguo enemigo.
¿Todavía dudas? El testimonio de Pedro y de Juan es grande, pero ellos eran de los de casa. Cuando el testigo es un antiguo enemigo, un hombre que más tarde morirá por la causa de Cristo, ¿quién podría dudar todavía del valor de este testimonio? Me admira el plan del Espíritu Santo que inspira a Pablo a escribir sus catorce cartas. Como no sería posible refutar su testimonio, acordó a Pablo escribir más cartas que Pedro y Juan. Así, nuestra fe puede estar bien segura. En cuanto a Pablo, en efecto, todo el mundo estaba admirado: «¿No es este el que nos perseguía? ¿No ha venido aquí para llevarlos encadenados ante los jefes de los sacerdotes?» (Hch 9,21) ¡No os extrañéis, -dice Pablo-. Lo sé muy bien. Para mí es duro dar coces contra el aguijón (cf. Hch 26,14). «No soy digno de ser llamado apóstol porque he perseguido a la Iglesia de Dios» (1Cor 15,9). «A mí, que primero fui blasfemo, perseguidor y violento, y que hallé misericordia, porque lo hacía por ignorancia estando fuera de la fe. Pero la gracia de nuestro Señor se ha desbordado con la fe y el amor que me ha dado Cristo Jesús» (1Tim 1, 13-14).
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