Marcos 3, 7
En el Evangelio de hoy vemos que Jesús curaba a un enfermo tras otro y salía a llamar a sus primeros discípulos, pero la gente que empezó a seguirlo eran multitudes. La misteriosa prudencia con la que actuaba Jesús cuando expulsaba a los demonios siempre salía a la luz: los espíritus inmundos sabían quién era él, pero Cristo no los dejaba hablar (Marcos 1, 23-26). Así, Marcos captaba la atención de sus lectores y despertaba en ellos el deseo de enterarse de qué sería lo que iba a suceder próximamente.
Pero Marcos no solo quería captar el interés de sus lectores, sino anunciar el mensaje de la salvación a todos, y lo hacía con un estilo literario particular: poniendo en claro dos puntos generales acerca de Jesús, para luego seguir adelante con nuevos pormenores o episodios.
Primero, que Jesús ejercía una enorme atracción sobre la gente. Si uno marca en un mapa las localidades y regiones de dónde venía la gente a verlo y escucharlo (Marcos 3, 8), ve que las multitudes venían de todas partes, porque no era un mero maestro lugareño, con un pequeño grupo de seguidores; quienes lo seguían eran multitudes, gente de toda clase que venía de todas partes.
Segundo, quienquiera que lea lo que dice San Marcos acerca de Jesús tiene que decidir por sí mismo quién es en realidad esta Persona. ¿Qué es lo extraordinario que tiene que ni a los demonios les permite anunciar su identidad? El evangelista pudo haber dado nuevas claves, pero quiso que, en este punto y en todo su Evangelio, sus lectores meditaran en la interrogante de: ¿Quién es Jesús?
Detengámonos un poco hoy para reflexionar, como se deduce que lo sugiere Marcos. Si usted no está totalmente convencido de que Jesús es Dios verdadero y Hombre verdadero, dedique tiempo a orar acerca de las pruebas que se dan en el Evangelio de San Marcos. Los que sí están convencidos, dediquen tiempo hoy para dejar que el Espíritu Santo les dé a conocer nuevas dimensiones de la divinidad y la humanidad del Señor. No importa lo mucho que uno se haya acercado a Jesús, su presencia siempre implica cambio y renovación.
“Señor Jesús, me predispongo de corazón a escucharte. Ya sea que me pidas cambiar de vida personal, o que haga algún servicio para mi familia, parroquia o comunidad, quiero seguirte dondequiera me lleves.”
Hebreos 7, 23—8, 6
Salmo 40(39), 7-10. 17
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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